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El origen de la tristeza

Raymond Carver

"Carver era uno de sus personajes" leemos en esta nota, a partir de la publicación de sus cuentos completos por Anagrama. Una "clase abandonada por el sueño americano" puebla sus relatos. Su esposa, al leerlos, dijo: "Todo esto es nuestra vida, no más, tal cual como pasó".

Por Andrés Hax. 

La carrera literaria de Raymond Carver comenzó en 1976 cuando publicó su primera colección de cuentos, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? El último libro que publicó en vida fue Catedral, en 1983. Murió de cáncer de pulmón con 50 años en 1988. En la lápida de su tumba está grabado un poema suyo:

 

¿Y conseguiste lo que 

querías de esta vida? 

Lo conseguí. 

¿Y qué querías? 

Considerarme amado, sentirme 

amado en la tierra.

 

Este poema es importante para llegar al fondo de Carver. La descripción más común del universo carvereano es la de personas atrofiadas en vidas de clase media-baja en pueblos anónimos de los Estados Unidos. Las razones de este encierro, en general, se refieren a condiciones socioeconómicas y de adicción. Los personajes de Carver no hicieron carreras universitarias, suelen abusar del alcohol, su situación laboral es precaria. Una lectura de la parálisis de los personajes de Carver es política: son una clase abandonada por el sueño americano.

Es verdad que los protagonistas de los cuentos de Carver están atrapados, trágicamente, por el resto de sus vidas. Pero sus cárceles no son exclusivamente circunstanciales; están dentro de ellos mismos. La tragedia es que no lo saben.

Una de las fascinaciones que produce leer los cuentos, y releerlos, es la posibilidad de observar a los personajes intentando descubrir la trampa de sus vidas y fracasando en el intento. En sus corazones guardan una emoción parecida a la del poema de Carver. Quieren ser queridos. Amados. Adorados (todas palabras que entran en la palabra, en inglés, "beloved") y también quieren querer, amar y adorar. 

Lean los cuentos de Lucía Berlin y comparen sus personajes con los de Carver. Comparten circunstancias parecidas, pero las mujeres y hombres que deambulan por los cuartos grises, roñosos y mal amueblados de los pueblos marginales de Lucía Berlin brillan. Sus vidas son auténticas. Por esto sienten, hasta en sus dolores, insatisfacciones y desilusiones provenientes de una vida que han forjado con sus acciones, para bien o para mal. Y cuando ocurre un momento de felicidad, fugaz e inesperado, lo pueden disfrutar con una pasión pura y no con un hedonismo sórdido.

Los personajes de Berlin están en su mundo y en su vida. Los de Carver, no. Están fuera de sus vidas. Los momentos más melancólicos –o trágicos– de los cuentos de Carver ocurren cuando se dan cuenta de esto de golpe e intuitivamente. Como en el final del cuento "Gordo", cuando el protagonista dice: "Mi vida va a cambiar. Lo siento".

Lo que no pudieron lograr los personajes de los cuentos de Raymond Carver sí lo pudo lograr él mismo. Cada autor, al final, es el personaje invisible y omnipresente de toda su obra. Y Carver era uno de sus personajes. A tal punto que cuando su ex mujer leyó la tan alabada obra de su ex marido se quedó sorprendida de que eso fuera literatura. Alguna vez dijo a periodistas algo así como: "Todo esto es nuestra vida, no más, tal cual como pasó".

Si los cuentos de Carver solo fueran informes sobre una clase social, en una especie de realismo soviético, no se leerían más. Los cuentos de Carver son, en realidad, relatos acerca de la posibilidad de vivir una vida autentica, más allá de tus circunstancias; sobre cómo comportarte como el creador de tu propia vida. Los personajes de los cuentos de Carver saben esto y luchan hacia ese estado de gracia, pero se frustran y abandonan. Es difícil vivir conscientemente en la bondad, la alegría o el amor. Requiere tanto o más esfuerzo que vivir miserablemente. 

Afirmamos esta teoría porque Carver mismo se elevó por encima de sus cuentos en la práctica de convertirse en un poeta. Los poemas de Carver existen en el mismo mundo que sus cuentos, pero gozan de una alegría y luminosidad optimista. En este sentido se asemejan más a los cuentos de Lucía Berlín. Y si los cuentos de Carver son como cautivantes laberintos sin salida, sus poemas son pequeños instructivos sobre cómo mirar el mundo anonadado y agradecido por el mero hecho de estar en el presente, consciente y activo.

Aunque hay que festejar el arribo de los cuentos completos de Carver en el compendio de Anagrama, aguardamos ansiosamente una buena edición (bilingüe, si es posible) de sus poemas. Allí encontramos el Carver que se desenredó de la trampa de su vida y pudo tomar posesión de su ser auténtico. Si no, volvamos a su tumba. Debajo de las fechas de su vida terrenal (25 de mayo de 1938 – 2 de agosto de 1988) dice:

Poeta, narrador, ensayista.  

Poeta va primero.

Al lado de la tumba espera otra –aun vacía– para la poeta Tess Gallagher, el último amor de Carver. Seguramente, el alma que lo sacó de la oscuridad de su vida.

 

 

LATE FRAGMENT

And did you get what

you wanted from this life, even so?

I did.

And what did you want?

To call myself beloved, to feel myself

beloved on the earth.

 

 

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