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Vonnegut: "Somos lo que fingimos ser"

Una lectura de Madre noche

¿Cuál es el truco detrás de las novelas de Kurt Vonnegut? Sobre el misterio de su maravilla poco más que balbucear (y releer) se puede. Entre sus últimos libros traducidos en Argentina, Madre noche, una de sus novelas maestras, a la altura de Matadero cinco, vía La bestia equilátera.

Por Andrés Hax.

El entrañable estadounidense Kurt Vonnegut (1922, Indianápolis – 2007, Manhattan) es uno de esos pocos escritores (¡y dibujantes!) de quien uno puede decir, con bastante seguridad, no se requiere introducción. Si sos uno de los afortunados lectores que todavía no lo conoce, una sola cosa que decir: tenés mucha suerte. En él se puede encontrar a un "nuevo" autor de esos que se convierten en amigos para toda la vida. Te hace reír, te presenta ideas nuevas, te cuenta cosas que nunca antes habías oído. Nunca te falla y te hace feliz. Un buen lugar para comenzar podría ser Madre Noche (Mother Night, 1961) que acaba ser publicado –en una traducción de Carlos Gardini– por La Bestia Equilátera.

Madre Noche es la tercera de catorce novelas de Vonnegut, quien, entre muchas otras cosas, fue prisionero de guerra de los nazis y presenció el apocalíptico bombardeo de la ciudad alemana de Dresde el 13 y 15 de febrero de 1945, en el cual murieron más de 25.000 personas. Su novela más famosa, Matadero Cinco (Slaughterhouse Five, 1969) tiene este evento en su centro, pero Madre Noche se podría considerar un volumen corolario al que cuenta las andanzas del antihéroe Billy Pilgrim. De hecho, el protagonista de Madre Noche tiene un cameo en Matadero Cinco. Su tema es la conciencia de un nazi no arrepentido que ha sobrevivido la guerra sin un rasguño y con una nueva vida, espartana pero cómoda, en Brooklyn, Nueva York. A diferencia del magistral clásico contemporáneo Las Benévolas (2006) de Jonathan Littell, cuyo tono es wagneriano y su ambición tolstoyana, Madre Noche es una sátira compuesta por 45 capítulos bien cortos, cada uno con su título, como si fuera un cuento corto.  

Howard W. Campbell Jr., el protagonista, nos escribe desde su celda en Israel, donde espera ser juzgado por sus crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, tiene un as en la manga. Para todo el mundo, Campbell fue un propagandista cuyas legendarias transmisiones en inglés alentaron a los pro-nazis en todo el mundo, considerado un héroe por antisemitas desquiciados y excéntricos grupos de extrema derecha. Pero –y este "pero" es el chiste de la novela– Campbell fue, en rigor, un agente secreto. Por medio de pausas, suspiros o toses, gestos casi imperceptibles, comunicaba información estratégica vital para los aliados. Hay que decir –y Campbell lo dice claramente– que esto no lo exime de culpas. Sin llegar a ser absolutamente nihilista, sí se puede decir que Campbell no cree en nada.

La introducción de Vonnegut a Madre Noche comienza así: "Esta es la única novela mía cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja espectacular, es solo que sé cuál es: somos lo que fingimos ser, así que debemos tener cuidado con lo que fingimos ser", y termina con la aclaración: "Pensándolo bien, esta novela también tiene una segunda moraleja: cuando estás muerto, estás muerto. Y ahora se me ocurre una tercera: haz el amor cuando puedas. Es bueno para tu salud."

Esto pareciera ser un dato frívolo pero, en un mundo en cual la lectura electrónica esta insidiosamente desplazando la cultura del libro, se puede resaltar que el libro en sí, producido por La Bestia Equilátera, es un objeto bello. El dibujo de portada está a cargo Liners (otro que ya no necesita introducción), y es parte de una serie que, por ahora, incluye los clásicos Vonneguteanos Cuna de gato, Desayuno de campeones, Payasadas y Pájaro de celda. 

 

Las novelas de Vonnegut –como los de Salinger, por ejemplo– son perfectas para relectura periódica. Se leen rápido y sin embargo quedan profundamente arraigadas en tu memoria afectiva. Es un misterio, la característica inefable de Kurt Vonnegut. Por más que las releas, aunque siempre te den alegría, nunca descubrirás el truco. Vonnegut siempre te maravilla.

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