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La ciencia ficción en el Filba

Una vieja capilla reformada que parece salida de un libro de Philip K. Dick o Stanislaw Lem fue el escenario de la charla “Futuros fantásticos” en la que Mariana Enriquez, Germán Maggiori y Mike Wilson hablaron de ciencia ficción y fantástico en el marco del 7° Filba Internacional.

Por Patricio Zunini. Foto: Rodrigo Ruiz Ciancia

auditorio de la abadía

Con el título de un libro de J.G. Ballard como lema (Mitos del futuro próximo), era imposible que el 7° Filba Internacional no se dedicara a pensar la ciencia ficción y el fantástico. La deuda comenzó a pagarse ayer por la tarde en La Abadía cuando Mariana Enriquez (Los peligros de fumar en la cama, La hermana menor, Alguien camina sobre tu tumba), Germán MaggioriEntre hombres, Poesía estupefaciente, Cría terminal) y el escritor chileno Mike Wilson (Púgil, Rockabilly, Leñador) participaron del panel “Futuro fantástico”, en el que abordaron intereses y pertenencias de estos géneros.

 

Tiempo fuera del espacio

Como dijo Fermín Rodríguez, moderador de la mesa, Mike Wilson es una especie de Guillermo Hudson: nació en Estados Unidos, pasó la adolescencia en Buenos Aires, volvió a los Estados Unidos para estudiar literatura en la Universidad de Cornell y regresó al sur, pero esta vez a Santiago de Chile, donde vive actualmente. Quién sabe hasta cuándo. Da clases en la Universidad Católica. Su libro más reciente es Leñador (Orjikh Editores; en poco tiempo saldrá en Argentina por Fiordo), una larga novela “melvilleana” en la que un ex combatiente de Malvinas que busca recuperar el sentido del tiempo viaja al Yukón para incorporarse a una comunidad de leñadores. Wilson se mueve en un abanico de registros que va desde Wittgenstein hasta Ridley Scott. Su primera novela, Nachtrópolis (2003) es una ucronía nazi ambientaba en la Argentina de los años 40; Zombie (Alfaguara, 2009) está protagonizada por unos adolescentes que son los únicos sobrevivientes de un ataque nuclear que cayó sobre Santiago de Chile. Como escritor no hace una división tajante con respecto a los materiales con los que trabaja: “Muchas veces confundimos algo verosímil con el realismo”, dijo ayer. Pero ese tipo de realismo, al que definió como “dogmático” o “periodístico”, no siempre representa lo que quiere comunicar.

La devastación de Santiago de Chile en Wilson, la pampa como un pantano en Maggiori, la centralidad de los cementerios para Mariana Enriquez. Fermín Rodríguez señaló que los tres autores coinciden en plegar el tiempo de la narración en espacios concretos pero que quedan recortados por fuera de lo social: “¿Qué les permite hacer del presente un tiempo afuera?” Germán Maggiori respondió desde la posición clásica —de hecho, mencionó a Orwell, Dick y Oesterheld— según la cual reelaborar el presente implica la existencia de un sentido subterráneo en el texto asociado a la denuncia política. Idea que se ajusta perfectamente a la distopía de Cría terminal (Tusquets, 2014) en la que confluyen la manipulación genética, el poder esotérico de las manos de Perón, milicias de niños terroristas y las teorías alucinadas de místicos pitagóricos. Mariana Enriquez coincidió de alguna manera con esa mirada pero desde una posición opuesta. Si en Maggiori está la voluntad del escritor, el ejemplo de Enriquez habla de la interpretación del lector. En el cuento “Chicos que faltan”, incluido en Los peligros de fumar en la cama (Emecé, 2009), los chicos que se escapan de las casas regresan años después con la misma edad que tenían al momento de huir y mantienen una extraña comunidad entre ellos. No hay paz en la vuelta a casa. El cuento contagia un terror difuso, indefinido. Casi como una promesa de un terror que va a suceder. Enriquez dijo que pensó la historia a partir de un mito irlandés llamado “Changeling”, en el que las hadas del bosque roban chicos y los reemplazan por réplicas no humanas. Pero entonces una amiga, hija de desaparecidos, leyó el texto y vio reflejada su propia historia: el hermano había sido apropiado y aunque luego fue recuperado, la relación entre ellos nunca fue buena. “El cuento era sobre el futuro pero remitía al pasado”, dijo Enriquez, “y evidentemente a nivel inconsciente o a nivel literario mi amiga tenía razón”. “Compartimos un marco de representación”, dijo Maggiori, “que viene de una infancia signada por el genocidio. Siempre tengo la idea que nuestra infancia fue un simulacro y eso ha dejado marcas muy fuertes. Las casas no tenían llave y los chicos nos quedábamos en la calle hasta tarde. Claro: no hay ladrones cuando gobiernan los asesinos. Parece que siempre estamos volviendo a eso. Hay una torsión de todos los géneros al terror”.

Espacio fuera del tiempo

Antes que construir un mundo imaginario a partir de un “fragmento de la realidad” —como serían, por ejemplo, la figura de Perón—, Germán Maggiori introduce estos elementos en la ciencia ficción de la misma manera en que un elemento fantástico entra en un sueño y sostiene una verosimilitud que dura lo que ese sueño. Mientras él hablaba, uno no podía dejar de pensar en el lugar dónde lo hacía: el auditorio de La Abadía es una vieja capilla reformada que parece salida de una historia de Dick o Stanislaw Lem, que subraya la sensación onírica a la que se refería Maggiori.

El pliegue del tiempo sobre el espacio, para Mariana Enríquez tiene que ver con una dimensión extraña del presente. Generalmente sus cuentos están en un espacio geográfico bien definido, como es el conurbano bonaerense, con la intención de “poner en tensión el costumbrismo con el que se lo ha congelado. A tres horas de la ciudad de Buenos Aires hay pueblos rurales de 11 mil habitantes, que tienen esas obras monumentales y futurísticas de Salamone. ¿Cómo nadie escribió [desde el fantástico] sobre eso? Que el realismo no sea la convención que dé marco al costumbrismo.”

El hermano mayor de Mike Wilson es camionero y vive en los Estados Unidos. Entre 2007 y 2010, Wilson lo acompañó por las rutas y tiempo más tarde escribió Rockabilly (Alfaguara, 2011), cuyo argumento no remite a esos viajes, pero transmite el sentido de la experiencia. En la novela, por ejemplo, el tatuaje de una chica pin up que tiene un hombre en la espalda parece cobrar vida y hay una adolescente que controla si le sale leche de los pechos. “Para mí es realismo puro porque comunica el sentido de lo que viví”, dijo. “Es que lo que pasa por las noches en los dinners del desierto es todo menos realista. Es lo que David Lynch plagia”.

***

La agenda para hoy

La ciencia ficción continua hoy en el Filba con la lectura "Cine futurista" en la que participan Vera Fogwill, Martín Kohan, Roque Larraquy y Mike Wilson: el cine futurista exportó imaginarios y conceptos que inevitablemente contaminaron nuestra forma de ver y leer el mundo. Cuatro escritores eligen su escena favorita y cuentan por qué. A las 17 en el Malba, las entradas se entregan desde una hora antes.

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