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Martes 17 de marzo de 2015
Todas las palabras son de otros. Lo real se construye así, haciendo copy paste.
Por Virginia Cosin.
Ilustración: Anthony Browne
“-----Estoy buscando, estoy buscando. Estoy intentando comprender. Intentando dar a alguien lo que viví y no sé a quién, no me quiero quedar con lo que viví. No sé qué hacer con eso, le tengo miedo a esta desorganización profunda.”
Clarice Lispector, La pasión según G.H.
Quiero escribir lo que se me venga a la cabeza. Mirar el paisaje derretido de lo que ya pasó como desde la ventanilla de un tren, acercar la nariz a una taza de té caliente, seguir el rastro del alcohol que todavía viaja por la sangre. Te prometí
Qué.
No importa. Ya no me acuerdo. Me daba todo vueltas. Nos dimos la mano, pero no como se dan la mano una madre y un hijo para cruzar la calle, o dos amantes, sino como se dan la mano los que cierran un trato.
Escribir la resaca.
¿Te conté que la primera vez que te vi ya te había visto en un sueño, la noche anterior? Yo no creía en nada. Ni en los horóscopos, ni en las brujas, ni en las predicciones. Ahora no sé.
El significante juega al gallito ciego. Tiene una venda en los ojos y da vueltas, vueltas, adivina con las manos y arriesga.
Un signo
de admiración.
O de Contra-dicción.
Te pido disculpas, le escapo a la narrativa. Esquivo el peaje del sentido. El precio es demasiado alto.
Estoy tratando de ser todo lo yo misma que se pueda. Pero las palabras son tan comunes, tan para comunicar. ¿Querías un relato del viaje en auto? ¿De la fiesta? ¿De Eda bailando y brillando, como una esclava negra?
Yo era Mía Farrow en "La rosa púrpura del Cairo". El personaje principal, aburrido de hacer siempre lo mismo, de repetir y repetir la letra, ponía un pie fuera de la pantalla y se enfrentaba a una realidad donde no existía el fade out. Después me invitaba a conocer su mundo.
En un momento quedé sola, parada entre los Gazebos, había cola para los sanguchitos. Todas caras conocidas. Me puse a hablar con el otro escritor. Me dijo: somos sapos de otro pozo. Pensé: de otro, pero no del mismo. En el mío es todo más oscuro. Fogwill le parecía un bodoque, usó esa palabra: bodoque, y quiso saber si mi novela era experimental.
Si querés que te diga la verdad, olvidate. Hablar es mentir.
Podría decir que la noche estaba cubierta de estrellas, pero no serían mis palabras, sino las de otros. Todas las palabras son de otros. Lo real se construye así, haciendo copy paste.
El jefe se paseaba por allá junto a su nueva mujer con nueva nariz. Y este chico que acababa de conocer y pertenece, pero no del todo, por momentos parecía que se ahogaba por tener el privilegio. Un día, hace muchos años, me dijo, tuvo que salir con guarda espaldas. Los fans lo perseguían y había madres que querían regalarle los hijos. Le pregunté si la fama le gustaba y vaciló. Después dijo: sí.
Los chicos corrían por el jardín disfrazados de súper héroes, blandiendo espadas, en un mundo donde todavía las máscaras no quedan adheridas.
Sostuve todo el tiempo la copa en una mano y procuré que estuviera siempre llena. Era como estar en la isla del Dr Moreau. Vos y yo nos entendemos. Elegimos el camino más espeso, el más largo, el que nos lleva a la boca del lobo.
Después de tomar tanto, digo: nunca más, nunca más. Pero Nunca es una palabra difícil de atrapar, como una mosca llena de sensores.