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Poesía

A Shuguang

Los poemas de febrero son seleccionados por Fernanda Nicolini. En esta oportunidad presentamos A Shuguang, de Sun Wenbo, traducido por Miguel Ángel Petrecca e incluido en Un país mental, 100 poemas chinos contemporáneos (Gog y Magog).

Seleccionado Fernanda Nicolini:

Acabo de ver que Miguel Ángel Petrecca subió una foto a su Facebook: es en el Parque del Pueblo, en Shanghai, en donde los padres cuelgan afiches ofreciendo las bondades de sus hijos para conseguirles pareja. Es la foto que yo también sacaría como prueba de la aventura en un país extraño, con esa misma atracción occidental hacia lo exótico con la que empecé a leer Un país mental, 100 poemas chinos contemporáneos, traducido por el propio Petrecca. Pero no había exotismo, misterio ni extrañeza en ninguno de esos poemas. Lo que había era algo mucho más atractivo y perturbador: las palabras de todos esos poetas que habían nacido en la segunda mitad del siglo XX —en muchos casos, hijos de intelectuales desplazados hacia el campo durante la revolución cultural, criados en comunismo, reformateados por el capitalismo— me resultaban familiares, cercanas. Quizá escribían lo mismo que vos, sentían lo mismo que yo, pensaban lo mismo que piensan los poetas que escriben hoy en América Latina (aunque aparezcan ciudades, nombres y comidas desconocidas). Y no hablo acá de globalización, no es eso a lo que me refiero, sino de la certeza de que hay una poesía de su tiempo. Y es la que me interesa.

*

A Shuguang
por Sun Wenbo. Traducción Miguel Ángel Petrecca.

Acabo de leer tus nuevos poemas, me gustaron mucho:
nada que ver con la duda que me expresaste por teléfono.
Me trajeron algunos teléfonos: vos, Kaiju y yo,
aquel día, en una ciudad que no era nuestra.
Recuerdo que comimos primero huoguo de Sichuan,
y fuimos a al centro comercial de Yansha. ¿Para qué?
No puedo recordarlo. Sólo sé que en la orilla del Liangma
estuvimos un buen rato sentados. El sol caía sobre nuestros cuerpos,
sin iluminar para nada nuestros espíritus,
y al mirar las personas que atravesaban la calle
parecía que asistiéramos a una película confusa.
¿Sentía que el tiempo se escurría en silencio igual que ese río?
O como el dinero de nuestro trabajo. Tal vez hablamos de Sichuan,
personas y asuntos de ahí, y hablamos de Haerbing-
aunque yo aún no conocía Haerbing (más tarde fui
y paseamos juntos por la avenida de estilo colonial
y el Shongua congelado), del año que llevábamos en Beijing,
de la diferencia con lo que habíamos imaginado.
En el hotel en donde vivíamos en grupo, en los colectivos
repletos, a la noche y al amanecer, una y otra vez
tenía la sensación de no ser yo mismo. Por supuesto,
seguramente hablamos también de literatura,
pero sólo en relación con nuestra familia;
esposas, hijos, nos hacían sentir nuestra impotencia.
Kaiyu me dijo: “Chengdu no es tu ciudad, Beijing
tampoco lo es”. Lo sabía, Berlín tampoco es su ciudad.
Pero nunca se lo pregunté. Dijiste que éramos errantes
como Joyce. ¿Es así? Joyce al menos sabía
adónde deseaba regresar. ¿Nosotros lo sabemos?
“¿Qué lugar es nuestro verdadero hogar?”
Últimamente esta vieja frase flota en mi cabeza:
igual que el precio de los hoteles de lujo junto a Liangma
exita mis nervios. Algunos creen que hacemos de la poesía nuestra casa,
pero yo sé que no es así. Por supuesto, vos también lo sabés.
¿Adónde fuimos al abandonar la orilla del Liangma?
¿Tiananmen, Zhongguancun? Aunque trato no logro recordarlo.
La decadencia de la memoria me aterra como la muerte.
Ah, Shuguang, tal vez sí estemos un poco más viejos.

Sun Wenbo nació en 1956 en Chengdu, capital de la provincia de Sichuan, y pasó la infancia en una aldea de la zona rural de Shanxi. Formó parte de la corriente “jóvenes intelectuales urbanos” de la época maoísta, que fueron enviados o que se dirigieron al campo durante la década de los sesenta y setenta. Actualmente reside en Hanzhou. Empezó a escribir poesía en 1985.

Agradecemos muy especialmente a Miguel Ángel Petrecca y a Vanina Colagiovanni, de la editorial Gog y Magog, por la cesión de los derechos para esta publicación.

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