El producto fue agregado correctamente
Blog > > “La literatura es el mejor lugar para enfrentarse al mal”

“La literatura es el mejor lugar para enfrentarse al mal”

Sergio Aguirre

"Más allá del género, me he dado cuenta de que me gusta la idea del rompecabezas. Ir construyendo una maquinita que al final me devele algo que no esperaba, ya se trate de una novela policial, o de un relato fantástico, o de ese territorio hermoso que está en el medio", responde el escritor cordobés, reciente ganador del Primer Premio Nacional en Literatura Infantil, a Luciano Lamberti en esta entrevista.

Por Luciano Lamberti.

 

Sergio Aguirre nació en Córdoba, en 1961. Es psicólogo y durante muchos años estuvo a cargo de la coordinación del taller literario del Neurosiquiátrico Provincial de Córdoba. Ha publicado las novelas La venganza de la vaca, Los vecinos mueren en las novelas, El misterio de Crantock, El hormiguero y La señora Pinkerton ha desaparecido, con la cual obtuvo el primer premio nacional en la categoría Literatura Infantil. Sus novelas, verdaderos mecanismos de relojería, en la tradición de la literatura inglesa, suelen plantearse como enigmas, interrogantes cuya solución a veces desemboca en el fantástico.

Hablamos por Skype a partir de su última novela, su trayectoria como escritor, el mundo de la literatura infanto-juvenil y sus hábitos de trabajo.

 

Tus comienzos como escritor son muy particulares, ¿te gustaría contarnos sobre eso?

Yo trabajaba en el Hospital Neuropsiquiátrico, y hacía ya varios años que coordinaba los talleres de plástica y literatura. Con el cambio de gobierno del 95, en la provincia no nos renovaron los contratos. Yo había ganado un concurso para un cargo efectivo en ese lugar, para hacer lo que me gustaba. Pero estaba preocupado porque no se publicaban los resultados, con el riesgo de quedar sin efecto. La palabra "concurso" me comía la cabeza. Y un día, accidentalmente, vi un afiche en la puerta de la legislatura que decía "concurso". Se llamaba "Memoria por los Derechos Humanos", y era para cuento, fotografías, pintura y algo más que no me acuerdo. Hacía veinte años que no escribía un cuento, pero me animé. Después vinieron otros concursos, el primer libro, y así, poco a poco, me encontré con un oficio nuevo.

¿Eras lector de literatura juvenil en tu infancia? ¿Quiénes son tus referentes en ese sentido?

Empecé a leer literatura a los doce años, de la mano de un celador que en las horas libres nos leía cuentos. Lo primero que nos leyó fueron los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga. Hasta ese momento solo había leído historietas. El Tony, D'artagnan, Intervalo, esas revistas. Después de Quiroga siguió Edgar Alan Poe y, después Agatha Christie. Fueron mis grandes autores de la primera adolescencia. No leía literatura infantil, salvo algunos clásicos de la colección Robin Hood (Corazón, La cabaña del tío Tom, Las aventuras de Tom Sawyer). Tampoco había mucha literatura para adolescentes. En 1974 me hice socio de la Biblioteca Circulante Córdoba, una biblioteca de ficción que aún existe, y que había fundado un francés que vino a Córdoba en los años cincuenta. Fueron años de bests sellers mezclados con clásicos, policiales, ciencia ficción. Leía muchísimo, pero apenas si me fijaba en el nombre del autor. Y me parece que a la hora de escribir, una parte mía quiere escribir algo nuevo y otra parte, es como si necesitara reescribir a los que me gustaron. Como un deseo de reeditar ese imaginario que me hizo gozar tanto a esa edad, que fue la más linda, la más intensa que tuve como lector.

¿Creés desde el mundo editorial se arma un “modelo” de lector infantil, que depende un poco de la época?

No soy un entendido, pero desde ya que cada época va a tener sus necesidades y sus lectores. Pero los lectores son diversos. Y eso también se refleja en lo que se publica. Y así como cada época tiene sus necesidades, cada narrador tiene sus gustos, sus lecturas, sus preocupaciones subjetivas, y decide, más o menos conscientemente, la relación que va a tener con su época. Y en el caso de los que escribimos para jóvenes, qué puede uno ofrecerle a un lector joven contemporáneo.

En todos tus libros hay un misterio, un enigma. ¿Pensás en el policial como base para tus historias?

Más allá del género, me he dado cuenta de que me gusta la idea del rompecabezas. Ir construyendo una maquinita que al final me devele algo que no esperaba, ya se trate de una novela policial, o de un relato fantástico, o de ese territorio hermoso que está en el medio. 

Para La señora Pinkerton ha desaparecido, ¿tenías a Las Brujas de Roald Dahl como modelo? ¿Los niños deberían enfrentarse al mal?

Según mi "autopsia" la Sra. Pinkerton  está hecha de todo esto: hace muchos años quería escribir una novela que contará de una adolescente que vivía en un pueblo donde comienzan a desaparecer personas. Descubre que se trata de brujería, pero no sabe quién es la bruja o el brujo. Hay sospechosos. Al final, por accidente, se encuentra en la casa de alguien, insospechado, por supuesto, y descubre, cuando su anfitrión se ausenta un momento, que adornos y objetos de esa habitación son las personas desaparecidas, y que cada objeto representaba algún defecto o alguna virtud del desaparecido. La comencé a escribir y me cansé. El año anterior a la escritura de la novela, luego de una situación conflictiva con una vecina, siento olor a carne pudriéndose en el patio de mi casa. Detrás de una maceta había una pieza de carne. La única explicación era que lo había tirado ella. Pero era muy infantil, no tenía sentido. En esos días, me visitó una prima inclinada al esoterismo y le comenté. "Es brujería", me dice, "te están haciendo un trabajo" ¡Guau! ¡Me están haciendo un trabajo! Paranoia, y miedo, encima un un miedo un poco inconfesable, el miedo a ser hechizado. Por otra parte, cuando era chico había visto un capítulo de Galería nocturna de Rod Serling, donde un hombre ve en un cuadro que su tío, al que había asesinado y que estaba enterrado en un pequeño cementerio familiar al lado de la casa, salía de su tumba y se aproximaba a la casa. Desesperación. Y, cuando en la pintura vemos que el muerto ya estaba sobre la entrada, se escuchan los golpes en la puerta. La vi en Canal 12 y quede muy impactado. La idea  de que alguien viva o quede atrapado en un cuadro siempre me pareció hermosa. Por otra parte en el año que escribí la Sra. Pinkerton tenía la preocupación de mi mamá, que ya era anciana y vivía sola. Y una noche en el cable pasaron la película La maldicion de las brujas, sobre la novela de Roald Dahl. Yo no había leído la novela, de él sólo había leído los cuentos. Pero la película me encantó. Me gustó la idea de la sospecha de que hay una bruja en el hotel donde uno se ha hospedado. Me imaginaba esos hoteles ingleses de las novelas de Agatha Christie. Y pensé en un cuento. Un tipo como yo va a visitar a la madre que le dice que la vecina la ha hechizado y que la va a hacer desaparecer. El hijo pensó: "Hola Alzheimer", pero en un descuido, esa misma tarde, la madre no estaba más. Era un objeto de la casa. Un cuento de los del tipo Roald Dahl, me pareció, y me dieron ganas de situarlo en Inglaterra y con un tono neutro, contarlo en esa onda. Una onda Roald Dahl. De todo eso salió La señora Pinkerton ... Y se convirtió en una novela. La novela puede dar lugar a cosas distintas. Tiene dos guiños, uno a Roald Dahl y otro a Rod Serling, que repite las líneas finales de la presentación de La dimensión desconocida. Me sale decir que no, por lo menos no así, enfrentarse al MAL, pero al mismo tiempo la idea del bien y el mal es insoslayable en la vida. ¿Por qué no aparecería en la literatura? De hecho, creo que la literatura es el mejor lugar para enfrentarse al mal.

¿Pensás el argumento entero de tus historias antes de escribirlas? ¿Cómo es tu rutina de escritor?

A grandes rasgos. Soy de los que necesitan saber a dónde ir. A veces sé cómo empieza y cómo termina y al medio es una bola. Una bola que me da miedo, miedo de no saber qué poner, de encontrarme con vacíos. Pero poco a poco, se va armando, aparecen ideas nuevas, veo mejor los personajes, y la novela empieza a tomar forma. Me ha pasado también a mitad de camino dar un giro que le cambia el final original, abandonar ideas que al principio eran importantes y poner los focos en otra cosa, qué sé yo... No tengo una rutina fija, excepto el hábito de escribir de noche. Lo único que cambió mi rutina y mi modo de trabajar sucedió cuando estaba escribiendo El Misterio de Crantock. En un momento empecé a dar vueltas y no me sentaba a escribir. Con excusas y sin excusas, no me sentaba a escribir. Un día estaba con mi amiga Liliana Macchione, que nos conocemos desde que éramos estudiantes, y le contaba de mi síntoma, según yo. Y ella me dijo: "¿Y si vos hablás y yo te escribo? A ver, correte". Y funcionó. Yo le dictaba y ella escribía. Eso, que fue esporádico al principio, resultaba, y era más divertido. Con el paso de los años se convirtió en un modo de trabajar. Con Liliana pienso en voz alta y hablamos de la novela, y en ese diálogo van apareciendo los problemas con las posibles soluciones. Y todo queda registrado. Lo único de solitario que tiene escribir para mí es que a toda hora, una parte mía está pensando en la novela.

¿Qué prejuicios sobreviven en la literatura juvenil?

Los prejuicios existen y van a existir. Pero no me parece algo necesariamente malo. Porque los prejuicios, de todo tipo, también abren un espacio a explorar. Y desde ahí muchas veces surge lo nuevo, lo que hace crecer el género.

¿En la literatura juvenil hay un vínculo más directo con el público?

Es con el único público que tengo vínculo, te diría, pero creo que sí. Tiene privilegios el vínculo con el público joven. Primero porque uno tiene la oportunidad de hablar con muchos, en un contexto también privilegiado: el aula, que es donde suelo encontrarme con mis lectores. El aula tiene el grado de distancia e intimidad justo para hablar de una novela. Ellos están en su casa, y el diálogo es natural. Y por otra parte es un público que por lo general están descubriendo la lectura. Creo que eso es lo mejor de todo. 

Artículos relacionados

Martes 29 de marzo de 2016
Cómo se llama tu libro
Se entregó el premio al libro con el título más raro del año.
Mundo bizarro
Miércoles 06 de abril de 2016
"Escribo para acomodarme la cabeza"

Eduardo Sacheri ganó el Premio Alfaguara 2016 con la novela La noche de la usina. “Me encanta que la literatura esté llena de mensajes, pero no quiero me los ponga el autor”, dice.

Se entregó el Premio Alfaguara
Lunes 18 de abril de 2016
Buenos Aires, ciudad escuela de escritores
Maestría en Escritura Creativa en la UNTREF, Licenciatura en Artes de la Escritura en UNA, cursos en instituciones, talleres privados y centros culturales: Buenos Aires se potencia como capital de formación de escritores en español y recibe avalanchas de postulantes.
Crece la oferta de formación
Viernes 22 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Un gps para encontrar algunos de los stands más interesantes de la 42° Feria del Libro.
Feria del libro de Buenos Aires
Viernes 22 de abril de 2016
Shakespeare not dead
Carlos Gamerro dio ayer una clase magistral gratuita en el Centro Cultural San Martín donde, a partir de escenas de Hamlet y Enrique IV, explicó el porqué de la vigencia de Shakespeare en la cultura occidental.
A 400 años de su muerte
Lunes 25 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Algunas de las actividades más destacadas de la segunda semana de la 42° Feria del Libro de Buenos Aires.
Feria del libro de Buenos Aires
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar