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David Foster Wallace y "ese terremoto cultural llamado rap"

Un adelanto del libro de Malpaso, a diez años de su muerte

"El rap no es funk, rock ni jazz, y esta formidable maniobra de fusión (emitir música del gueto desde radios universitarias a los guetos de un color distinto) tampoco es una simple reconstrucción de anteriores fusiones", escribe el autor de La broma infinita junto a Mark Costello en Ilustres raperos. El rap explicado a los blancos, escrito en pleno verano de 1989.   

Por David Foster Wallace y Mark Costello. Traducción de Javier Calvo.

 

Quizá la radio se haya topado por accidente, como Vázquez de Coronado, con una retrospectiva completa de Schoolly D que abarque ambos años de su carrera y los 14 temas de Smoke Some Kill. En ese caso, pronto oiremos otro clásico de Schoolly, «Black man», que samplea una vieja cinta donde el «ministro de Justicia» de los Panteras Negras, H. Rap Brown, declaraba: «No puedes ir a tu rollo si tu rollo no es lo correcto». La función de BÚSQUEDA del cerebro se detiene en el recuerdo de la grabación de una llamada a la paz que hizo Robert Kennedy en pleno gueto devastado. Decía esto: «Rechazad a los Bull Connor y a los Rap Brown, a los extremistas raciales de ambos colores».
Ahora estamos en la autopista John F. Fitzgerald, que lleva el nombre del alcalde populista y abuelo de R. F. K., John Fitzgerald, que también fue una especie de H. Blarney Brown cuando los irlandeses eran carne de cañón en Boston. Así que estamos escuchando a un admirador de los ochenta de un líder populista de las protestas de los sesenta al que una vez tachó de demagogo el nieto del demagogo por cuya autopista dedicada estamos yendo.

«Las zonas negras están segregadas de las zonas blancas», dictaminó un juez federal en el 74, y por todas partes hay pruebas de que nada ha cambiado desde entonces. En el carril izquierdo de la autopista Fitzgerald, en dirección sur, dejamos atrás veinte manzanas de lúgubres viviendas de protección oficial para irlandeses católicos, la frontera más occidental de Belfast, adornadas con grafitis y murales del Sinn Féin que representan una Irlanda unida y gloriosa, un barrio donde le romperán el peroné a cualquiera que se dedique a tocar las pelotas elogiando la orden judicial de 1974 que dictaminó trasladar en autobús a esa gente de los sitios donde vive («¡el Tercer Mundo, por el amor de Dios!») hasta un sur de Boston 97 por ciento blanco. A la derecha de la autopista está ese lugar al que se refieren los rompedores de peronés: la frontera norte simultánea de Haití, Jamaica y Georgia; un territorio que los mapas de Boston denominan Dorchester Norte.

Prácticamente nada une los dos márgenes de la autopista. Ambos barrios son pobres y peligrosos. Ambos odian el mundo universitario que hay al otro lado del río, donde, por culpa de la podredumbre de las escuelas públicas de Boston, no entrarán nunca ni para hacer el primer curso. Y los jóvenes de ambos barrios pueden dar rienda suelta a su odio al compás de las emisoras de radio universitarias, donde en esta bonita mañana unos chicos de las zonas residenciales con deudas estudiantiles están pinchando el arte de un chico de Filadelfia más o menos de su misma edad, que antaño fue mucho más pobre que ellos pero ahora, gracias a los derechos de autor de Smoke Some Kill, es mucho más rico.

Tampoco es que el gusto común por la música callejera negra sea ninguna noticia ni nada nuevo: hace veinte años, cuando el caso judicial Morgan contra Hannigan (la versión bostoniana del Brown contra el Consejo Educativo) llevaba a cabo su lento recorrido por los tribunales, e incluso los italianos de piel morena a veces no eran bienvenidos en los
distritos irlandeses del este de la autopista, los chicos del pequeño Belfast bostoniano cantaban a coro con James Brown cuando lo oían por la radio:

Say it loud
I’m black and I’m proud
Say it loud
I’m black and I’m proud

[Dilo bien fuerte / Soy negro y estoy orgulloso / Dilo bien fuerte / Soy negro y estoy orgulloso]

Pero entonces, en mitad del contagioso tema funk, aquellos tipos con cortes de pelo militares se daban cuenta de lo que estaban diciendo: «¡Dios bendito, “Estoy orgulloso de ser negro”!». ¡Por el amor de Dios!, es como cuando estás en la tienda de porno, ya sabes, y te pierdes o algo y de pronto te das cuenta de que estás en la parte de los hombres,
¿sabes? No en la parte para hombres, sino en la parte con hombres, ¡cielos!, y sales por piernas. De forma que tarareaban los fragmentos suprimidos.


Say it loud
I’m mmm-hum proud
Say it loud
I’m mmm-hum proud

Y a su vez, aquellos fans blancos del funk que tarareaban los temas en el 68 eran sobrinos de los amantes de Little Richard, e hijos de los soldados que habían vapuleado a Hitler con una banda sonora influida por Duke Ellington.

Pero el rap no es funk, rock ni jazz, y esta formidable maniobra de fusión (emitir música del gueto desde radios universitarias a los guetos de un color distinto) tampoco es una simple reconstrucción de anteriores fusiones. Por ejemplo, ¿cómo pueden los fans que quieran cantar a coro Smoke Some Kill tararear estos versos?

Black is beautiful
Brown is [sick? slick? stiff?]
Yellow’s OK
But white aint shit.

[El negro es hermoso / El moreno es (¿molón?, ¿total?, ¿potente?) / El amarillo está bien / Pero el blanco
no vale un carajo]

Los estudios RJam Productions, humildemente instalados en un sector mixto
negro e hispano de Fields Corner, Dorchester Norte, incluyen lo siguiente:

+ Un (1) garaje con capacidad para cuatro coches provisto de equipamiento de mezcla de sonido y remasterización que vale más dinero que el resto de las fincas de la manzana.
+ Un (1) teléfono Touchtone (alquilado).
+ Dos (2) coches Chevy Blazer con matrículas personalizadas que dicen RJAM1 y RJAM2, ambos equipados con teléfonos celulares y pletinas de casete de las buenas (también  alquilados).

+ Un (1) reproductor de vídeo donde en la mañana de autos está metida Fuego en el cuerpo de Kathleen Turner.

+ Y, lo más importante, ocho (8) prometedoras bandas vinculadas contractualmente.

Si (tal como ha pasado con muchos sellos locales) RJam se liquidara para satisfacer a los acreedores, este sería su patrimonio. Sin embargo, hay recursos patrimoniales en este garaje reconvertido que están fuera del alcance del mazo del subastador. Schoolly D, el ilustre rapero original, acecha irresistiblemente desde las páginas de los fanzines de rap Hip-Hop y The Source; y el activo principal y no subastable de RJam es la ambición voraz de los artistas de su nómina por ser el próximo Schoolly D. O el próximo Ice T, o Kool Moe Doe, o L. L. Cool J, o quien sea el héroe especial del chico que está grabando la maqueta de turno. Esta mañana en concreto, el sueño en vigor es ser la próxima MC Lyte, una rapera de la línea dura conocida por jams como Lyte vs. Vanna Whyte y 10 por ciento Dis, puesto que hoy es el día de Tam-Tam, y Tam- Tam es, a sus dieciséis años, una chica dura de la escuela de MC Lyte que, igual que MC Lyte, es capaz de bailar, estar guapa y decirles a los tíos que se larguen, todo a la vez. O al menos eso dice el productor, promotor y asesor personal de Tam- Tam, Gary Smith, el mismo hombre que fundó RJam el día del cumpleaños de Martin Luther King, en 1989, junto con su hermano mayor Nate. Nate, la figura señera del estudio, tiene veinticinco años. Gary, de veintidós, dirige la empresa mientras Nate se dedica a viajar en compañía de su amigo de la infancia y actual jefe, el rapero/cantante con influencias de Prince y cuatro discos de platino Bobby Brown. RJam se fundó en parte gracias a una inversión del multimillonario de veintitrés años Brown, natural de Roxbury. Ahora Brown vive en Los Ángeles.

Nate y Gary Smith se sacan un saludable beneficio grabando maquetas a quinientos dólares la cinta, pero la salud no es precisamente su especialidad. Su meta: seguir los pasos corporativos de Rush Productions, una productora que antaño también fue diminuta y tenía su base de operaciones en un sótano de Hollis, Queens. Desde sus días del sótano, sin
embargo, Rush le ha dado a América cosas como el sello Def Jam y la música de Public Enemy, L. L. Cool J, The Beastie Boys y otras muchas manifestaciones de ese terremoto cultural llamado rap.

 

 

 

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