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Inés Garland: “Lo que más me costó traducir fue su mirada”

Se presentó el segundo libro de Bette Howland en Eterna Cadencia Editora, con participación de su traductora, Inés Garland, quien destaca del estilo de la estadounidense “una maldad inteligente y una inmensa compasión”.

Foto y texto por Valeria Tentoni


Después de S-3, el libro que recoge sus memorias, Eterna Cadencia Editora vuelve a apostar por Bette Howland, autora estadounidense recientemente rescatada por traducciones de Inés Garland. Esta vez se da a conocer Cosas que vienen y van, libro que reúne tres nouvelles deliciosas y brillantes. 

En un desayuno de prensa realizado en la librería, las editoras Leonora Djament y Virginia Ruano presentaron las constelaciones que propone el catálogo de Eterna Cadencia Editora e invitaron a Garland para referirse en especial a esta última novedad de narrativa traducida. 

Howland, que nació en 1937 en Chicago, Estados Unidos, hija de inmigrantes judíos, se casó a los veinte años con un hombre del que tomaría apellido y de quien se divorciaría poco tiempo después, quedando sola a cargo de sus hijos. De la imposibilidad material de dedicarse a la escritura, contaron las editoras, podría provenir el impulso que la llevó a un intento de suicidio y, más tarde, a una internación psiquiátrica. De esa experiencia vendría su primer libro, S-3

Luego vinieron cuentos y artículos periodísticos y críticos en revistas como las que dirigía su querido Saul Bellow, donde firmaban también textos autoras como Lucia Berlin. Vendrían Blue in Chicago (1978) y Things to Come and Go (1983, ahora en Eterna Cadencia como Cosas que vienen y van). Vendrían las becas Guggenheim (1978) y MacArthur (1984), después del que se retiró de la escena literaria y dejó de publicar. La colección de relatos póstuma Calm Sea and Prosperous Voyage (2019) reúne gran parte de la obra que abarca toda su vida. 

Garland, traductora de las dos obras de Howland en Eterna Cadencia, comienza por sorprenderse del juego que hace su apellido: “Howl” es grito y “land”, tierra: “Es el grito de la tierra, la tierra de los gritos. Esta escritora grita, de verdad aúlla. Pero aúlla muy bajito, como un gatito desesperado. Haberse casado y haber tenido hijos a fines de los años cincuenta, justo antes de que se inventara la píldora, debe haber sido bravo para una mujer que quería escribir, como ella. Eso, sobre todo, se ve en S-3. Es desgarrador y a la vez tiene mucho humor", reflexiona.  

“Howland consigue tiene una mirada tan especifica... Es como si quisiera que el lector viese exactamente lo que ella ve. Tiene una distancia para mirar que es muy difícil de describir, está muy cerca y muy lejos a la vez. El yo no existe cuando vos miras así; el yo es un nosotros. Y en verdad no tenemos tanto derecho a un yo cuando somos parte de la humanidad. No está hablando de ella, está hablando de muchísimas otras personas, mujeres”, describe Garland. Y sigue: “Howland forma parte de una constelación o de un torrente y poder encontrar eso me produce una especie de felicidad. Me siento parte de ese torrente, y muchas veces me equivoco, pero igual me emociono y mi traducción siempre tiene que ver con un vínculo emocional con lo que leo”. 

Garland cuenta que en esta traducción se encontró con relecturas de Hamlet o de Natalia Ginzburg, y que también estuvo ante muchas construcciones intraducibles. “Una opción era llenar el libro de notas al pie, pero lo descartamos”, dice. “Lo más difícil eran estas frases eternas llenas de adjetivos, que en castellano no quedaran complicadas. A mí no me gusta modificar el orden, me gusta respetar al máximo el modo en que un escritor quiso escribir. Una frase enrevesada muestra también una mente capaz de mirar muchas cosas a la vez. Reponer esa claridad que ella logra en inglés es difícil. Ella utiliza maravillosamente los adjetivos, y todo el tiempo está volviendo más complejas las imágenes, más precisas y más graciosas. Lo que más me costó traducir es su mirada. Leerla es un viaje”. 

Para la autora de Una vida más verdadera, lo que se destaca del estilo de Howland es una especie de “maldad inteligente y una inmensa compasión”. Garland, por supuesto, también es escritora, y cuenta que todo lo que traduce, de alguna manera, afecta su escritura. “Todo lo que leo entra en un lugar, no se dónde, con mis experiencias de vida, con las películas; yo sé que está todo ahí. Y cuando escribo, sale. Esta ella, está Sharon Olds, está Lydia Davis. Van apareciendo en mi escritura, es una especie de compost del que de repente salen los frutos. En mi último libro, por ejemplo, está Sharon Olds. Está la forma en que habla del cuerpo, la valentía que tiene para mirar las cosas del cuerpo. Me interesa esta noción de formar parte de algo. No es que yo estoy escribiendo sola, sino que formo parte de una tradición de mujeres; hasta ahora, siempre la literatura femenina ha sido mirada de costado, con cierto desprecio, y entender que formo parte de una tradición de escritoras mujeres, sentir esa fuerza, ha sido importante. Me siento muy honrada y feliz de poder traducir a estas escritoras”.  

“Me siento muy hermana de Bette Howland. Me hubiese encantado conocerla, aunque la forma más preciosa de conocer a un autor es traducirlo”, concluye Garland. 

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