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Laura Leibiker: “Hay nuevas maneras de leer”

“¿Cuánto tiempo podemos quedarnos leyendo una página sin levantar la mirada, sin mirar el celular?”, se pregunta la editora de la colección infantil de Siglo XXI en pleno relanzamiento de una colección clave.



Por Virginia Ruano 


Recientemente la editorial Siglo XXI incorporó a su vastísimo catálogo especializado en las ciencias sociales y la divulgación científica una línea de libros para las infancias. A cargo de este proyecto está Laura Leibiker, locutora y periodista con una rica trayectoria en la publicación de libros de literatura infantil y juvenil.   

A la colección ya se sumaron, entre otros, autores como Luis Pescetti con El chiste de leer, una propuesta ideal para primeros lectores, y también Liliana Bodoc con Los mocos de la furia, un libro que recupera un emotivo texto leído por la escritora en el Filba del 2017, al que en esta edición se le suman bellísimas ilustraciones de María Wernicke.   

La apuesta más fuerte es el relanzamiento de la colección “Entender y participar”, publicada en los años ochenta y dirigida por Graciela Montes, que rápidamente se convirtió en un referente ineludible por su tratamiento honesto y directo de temas complejos sin jamás caer en fórmulas digeridas que subestiman a los lectores más pequeños. En estos tiempos inauditos que estamos viviendo, su relanzamiento se resignifica y nos invita a reflexionar, entender y participar.  


  

¿Cómo fue la génesis de estas nuevas colecciones de libros para las infancias en Siglo XXI?  

Hace mucho tiempo que Siglo venía pensando en incursionar en el mundo de los libros para chicos pero sin poder dedicarle el tiempo necesario. Durante la pandemia tuvieron un poco más de disponibilidad, estuvieron mucho tiempo buscando a un responsable, y fue ahí que Carlos Díaz le pidió a un conocido en común mi teléfono y me llamó. Había una idea de hacer un sello infantil o una colección infantil, pero sin saber “qué ponerle adentro”. Después de varias conversaciones me interesó sumarme a la propuesta, aunque sin tener nada muy en claro, lo único que pensaba todo el tiempo era ¿qué es lo que sería en el mundo de los chicos lo más cercano al catálogo de Siglo? Es decir, ligar con algo del espíritu de Siglo, que tiene un perfil muy claro para sus lectores. Fue un diálogo que duró todo este año, empecé en abril de 2023, fue sentarse a pensar, pensar, pensar y una de las primeras cosas que me vino a la mente fue la colección “Entender y participar”, dirigida por Graciela Montes en los años ochenta.  

¿Cuáles fueron los pasos para el relanzamiento de esta colección?  

Recordaba haberla tenido en mi casa pero no pude encontrarla, entonces la pedí prestada, la leí completa y me pareció que tenía una enorme actualidad. Conseguí el contacto de Graciela porque sentía que ahí había algo que conecta el mundo de las infancias con Siglo y no iba a encontrar nada que fuera más genuino. Sí creía que había que actualizar los libros, que había que extenderlos, que había que explicar mucho más y, por supuesto, había que rediseñarlos y volver a ilustrarlos. La idea nunca fue hacer una edición facsimilar, sino hacer algo nuevo.  

¿Qué podés contarnos de la experiencia de trabajar junto a Graciela Montes? 

Trabajar con ella es un honor, un placer, un aprendizaje, una emoción constante. No nos conocíamos, si bien sabíamos quiénes éramos y yo la leí un montón. Era difícil ganarse su confianza. Hablé con su hijo, tardamos un tiempo porque lo primero que él me dijo fue que ella no está escribiendo, que no iba a cambiar nada, que solo le interesa reeditar algunas pocas cosas. Entonces le dije que mi idea era sumar autores que actualizaran esos textos, porque así como están no los podía publicar. La idea no es rendir un homenaje sino intervenir en la conversación pública hoy. Y extrañamente Graciela dijo que sí, que le parecía un buen momento para relanzar la colección y me invitó a su casa a tomar el té.  

¿Qué es esto de la democracia? es el primer título de la colección, ¿cómo fue el proceso de edición? 

Yo había contactado a un autor para que lo actualizara pero ese autor, por diversos motivos, finalmente no lo hizo. Como teníamos fecha de salida y ya habíamos estado trabajando un montón con ese texto me dije: lo actualizo yo. Desde el principio trabajé mucho junto con Paula Bombara porque no me sentía sólida para resolver todo esto sola, ella tiene mucha experiencia como editora y conoce muy bien estos libros. Nos pusimos a escribir y le hicimos una propuesta a Graciela. Pero entonces Graciela se puso a corregir y a explicar acá y allá y finalmente se puso a escribir, pero no solo hizo todo eso sino que a medida que avanzaba nos lo iba mandando y nos preguntaba qué nos parecía. Y no solo lo leíamos Paula y yo sino también el equipo de Siglo. Fueron muchas idas y vueltas, son libros muy difíciles de hacer porque hay que poner un límite: son cuarenta páginas. Cada lector va a encontrar una falta. Eso va a ocurrir. Pero bueno, es la mirada básicamente de Graciela, que también está pensando en un lector curioso, interesado, que en muchos casos no tiene un contexto, entonces ella todo el tiempo dice que hay que contextualizar, hay que ir para atrás y siempre va a haber cosas que no vamos a tratar, profundicemos en las que sí.  

¿Qué otros títulos tienen pensados para el futuro?  

Encontramos un modelo de trabajo con el primer libro que repetimos con los siguientes. ¿Cómo se hace justicia? es el segundo título. Paula trabajó sobre ese texto, Graciela lo revisó, nosotros también lo miramos, se lo dimos a un abogado y después todos lo volvimos a mirar, son realmente muchas idas y vueltas. El tercero lo co-escribió José Natanson y es ¿Por qué hay tantas provincias? En ese caso le cambiamos el título, pero el concepto es el mismo: hablar de federalismo y contar cómo se constituyó el país. Estamos trabajando en uno que reescribió por completo Graciela que era Los derechos de todos pero va a salir con otro título. Ximena Tordini está escribiendo Los derechos de los chicos, que tampoco va a tener este título. Eugenia Mitchelstein está escribiendo uno nuevo sobre la información, sobre cómo nos informamos, sobre las redes sociales, etc. Jairo Straccia está escribiendo uno sobre la inflación y Noelia Barral Grigera uno sobre el Congreso.  

¿Cuántos libros tiene la colección original? 

Tiene 19 títulos. Hay dos versiones: la que publicó Libros del Quirquincho, tapa de cartulina, 16 páginas, impreso a dos colores. Y la que publicó Página/12, papel ilustración, impreso a color total, en la que colorearon las ilustraciones anteriores.  

¿Y van a reeditar todos estos títulos? 

No, no vamos a publicar los 19, algunos los juntamos, otros los dejamos pasar, algunos probablemente los hagamos más adelante y vamos a incorporar títulos que no existen.  

En tu trayectoria como editora creo que se destaca un libro muy afín a esta colección, Identidades encontradas, que fue publicado por Norma junto con las Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Qué podés contarnos sobre este proyecto? 

De nuevo, son esos hitos en la historia profesional y personal que exceden por completo el libro, el trabajo de edición, etc., se vuelven una excusa, porque lo principal es haber tenido ese vínculo con Abuelas y haber podido lograr que un porcentaje importante de las ventas vaya a Abuelas (es un libro que además se vendió en una compra del Estado). Hay que aprovechar esos momentos en los que tus jefes medio que están mirando para otro lado y te dicen sí, sí, hacelo. Fue un momento social y político que permitió que un libro así se publicara en una editorial así. En otro contexto no hubiera pasado. Me permitió conocer más de cerca cómo se manejan las Abuelas, cómo trabajan la prensa y la difusión, después haber ido a dar varias charlas a la ex Esma con docentes, escuchar al equipo de HIJOS, todo eso constituye una pequeña semilla que uno ha plantado en alguna parte. No hay manera de saber cómo circulan los libros, pero sabemos que circulan. Y es cierto que esta colección viene a trabajar en ese mismo sentido.  

Si bien es evidente el contexto en el que estamos viviendo, ¿cómo ves puntualmente al sector editorial infantil y juvenil? ¿Hay interés por parte de las escuelas en libros como estos? ¿Y por parte de las familias? 

Todavía no tenemos ningún indicador preciso, los libros salieron en febrero. Siglo tiene un vínculo con la prensa y con especialistas muy, pero muy trabajado. A cualquier propuesta o invitación que llegue de prensa decimos que sí. Eso es nuevo para mí, que estoy más acostumbrada al vínculo con el docente, con la escuela. En cambio, ahora apuntamos a un comprador espontáneo; un tío, una abuela, un padre. Sin embargo, ya son varias las escuelas que nos escribieron. Por otra parte, yo tenía la idea de que es una colección de la que se iba a acordar todo el mundo pero no fue así, para muchos es nueva. Entonces algunos celebran que vuelva a salir porque recuerdan el impacto que tuvo en las escuelas y en los chicos, y otros la van a buscar como algo nuevo que viene a hablar en un punto intermedio entre la casa y la escuela.   

En algún punto, con todo el trabajo de reescritura y rediseño que nos contaste podemos decir que, si bien mantiene el espíritu de la colección original, se trata en gran parte también de una colección nueva, o por lo menos que cuenta cosas nuevas o con otros enfoques, ¿no? 

Exacto. Una de las cosas que más me impactó cuando agarré los libros y los leí desde el hoy es que eran muy modernos, ya sea en el tratamiento de los temas o en su diseño, y a la vez en todo el libro sobre la justicia, por ejemplo, no había una sola mujer. No había dibujos de mujeres: ni una jueza, ni una abogada, ni una acusada. Entonces, ¿cómo repensar los conflictos hoy? Les contamos a los chicos cómo son las cosas, cuáles son los problemas que tienen las cosas, pero no les decimos qué tienen que pensar. Probablemente en algún punto se nos escape, pero estamos tratando de tenerlo controlado. Por ejemplo, el tema de la seguridad: para un pibe, sea de la clase que sea, que le roben su celular es un problema real. No podemos escaparle a ese problema porque no sabemos qué decir de los otros chicos que son los que roban celulares. Tenemos que poder ir a la ley y decir que eso está mal. ¿Hay un motivo? Sí, hay muchos motivos detrás. Pero vos tenés derecho a esperar que no te lo roben y que si te lo roban la justicia haga algo. Es muy difícil decir esto, y más en este contexto. Todas estas cosas las estamos discutiendo todo el tiempo y no siempre estamos de acuerdo. Por eso siempre digo que la última palabra la tiene el autor que es el que firma el libro. Todo el tiempo hay una tensión entre el mundo edulcorado de la infancia y el mundo real que estos libros pretenden mostrar.  

Como especialista en libros infantiles, ¿qué lugar creés que ocupa hoy la lectura en las infancias y adolescencias? 

Es la pregunta que nos hacemos todos. Los libros para chicos se venden. ¿Hay una caída? Sí, claro, como pasa con los libros para adultos. Alrededor de un 30% o 40% que es más o menos lo que dice todo el mundo, aunque yo creo que va a ser peor porque la situación va a ser peor. O sea, no porque los chicos no quieran libros sino porque no los van a poder comprar. Lo que sí creo es que hay nuevas maneras de leer. ¿Cuánto tiempo podemos quedarnos leyendo una página sin levantar la mirada, sin mirar el celular? Creo que hay una manera de leer con menos capacidad de atención y por ende estoy tratando de pensar libros que sean atractivos para ese lector. El diseño es fundamental, por supuesto también la ilustración, pero el diseño que es lo más invisibilizado, es decir las tipografías, los blancos, es lo que hace que un libro a priori resulte atractivo. Hay que apostar a eso, con contenidos buenísimos desde ya, pero que sean libros atractivos desde la materialidad. Para que cuando un chico vaya a una librería o a una biblioteca escolar se sienta atraído por ese mundo. El objeto libro todavía guarda algo de asombro, no hay chico que no se sorprenda cuando recibe un libro bonito de regalo.   

Se acerca un nuevo aniversario del último golpe cívico-militar, y sabemos que toda recomendación es caprichosa y deja libros interesantes afuera, de todas maneras, ¿qué lecturas sobre la democracia recomendarías para los lectores más jóvenes?  

Están los más clásicos como El mar y la serpiente, de Paula Bombara; Rompecabezas, de María Fernanda Maquieira; Piedra, papel o tijera, de Inés Garland, que son novelas muy fundantes. Hay otra que ya no se debe conseguir que se llama La memoria de los seres perdidos, de Jordi Sierra i Fabra, que es muy particular porque hablaba de una chica apropiada cuando todavía no se hablaba de eso. Era una chica que vivía en España y se entera porque una tía se le acerca y le cuenta la verdad. Él siempre contaba que la escribió a fines de los 80 y que no se había animado a publicarla porque nadie estaba hablando de eso. Es una novela realmente impactante. Y por supuesto ¿Quién soy?, de Calibroscopio, donde justamente la decisión de los editores de tomar cuatro textos y cuatro ilustradores fue un cambio, de algún modo, de hablar de estas cuestiones. Es decir, que no fuera solo texto sino que hubiera también una representación gráfica de lo que pasó.

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