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Olivier Guez: “La literatura es un refugio hoy en día”

Estamos en un mundo hiperconectado, un mundo que detesta el silencio, que no valora la concentración ni la soledad", diagnostica el escritor y periodista francés, de paso por Buenos Aires. Hoy será entrevistado en vivo en la librería, con entrada libre y gratuita, a las 19.



Por Valeria Tentoni. 



 

El periodista y escritor francés, autor de La desaparición de Josef Mengele (Planeta) estará en la librería acompañado por Anne-Sophie Vignolles para un diálogo en vivo sobre la cruza entre periodismo, investigación y literatura en el marco de las actividades organizadas por Filba. Con esa excusa, lo entrevistamos para nuestro blog.  


Nacido en 1974, Olivier Guez es también el autor de numerosos ensayos geopolíticos y de algunos de los mejores artículos de medios internacionales como New York Times o Le Monde. 

 

La traducción de sus respuestas es gentileza de Mateo Schapire.  



     

¿Cómo comenzó tu vocación por la escritura? ¿Cuándo supiste que la palabra escrita iba a ser el lenguaje que acompañara tus ideas? 

 

Mi vocación por la literatura, no sé si fue una vocación, fue natural. A los cuatro, cinco años estaba fascinado con lo escrito, con los diarios. Me acuerdo de que a los cinco o seis conocía de memoria un libro sobre la historia de Francia que me habían regalado mis padres y no pasaba una noche sin que mi madre o mi abuela, que me crió, me leyesen un cuento. Es algo que siempre formó parte de mi vida, algo absolutamente fundamental. Y en el fondo creo que nunca consideré la posibilidad de hacer otra cosa más que escribir libros. Me convertí en periodista, porque amo los periódicos, pero el libro siempre fue mi vocación. ¿Y por qué el libro? Porque técnicamente soy extremadamente limitado y que escribir un libro no exige ninguna competencia técnica. Basta con agitar los dedos y tipear sobre un teclado, entonces era la única manera para mí de expresarme. Sería incapaz de pintar, el cine es más bien técnico, también es que soy bastante solitario, bastante individualista y que el cine, lo sé por haber escrito una película, es una experiencia maravillosa, pero es toda una cadena, es muy largo. La escritura es un contrato y luego uno parte en un largo recorrido solitario. 

 

"Esta es una tierra de mitos", dijiste sobre la Argentina, ¿por qué es un país que se lleva tu atención como investigador y escritor? 

 

Mi relación con Argentina empieza con el fútbol, así de simple. Cuando era chico amaba el fútbol, durante mucho tiempo amé el fútbol, hoy un poco menos, pero son los recuerdos del Mundial, del 82, 86. Es Maradona, ese equipo que no me gusta tanto ver jugar pero que me fascinaba, el entusiasmo del público argentino, sus jugadores. Todo empezó con el fútbol. Luego hice un primer viaje en el 2006, ya no era tan joven, tenía 32 años. Adoré Buenos Aires. Hay algo. También paseé por Salta, Jujuy, el altiplano es magnífico. Me juré encontrar buenas excusas para trabajar en Argentina. Buenos Aires me sedujo por su costado de gran ciudad americana pero fundamentalmente europea. Muy rápido encontré una Europa que no existe. Buenos Aires, no así Argentina, es lo contrario de la Europa actual, es una verdadera mezcla de europeos, un poco de todo, muchos italianos, españoles esencialmente, pero no solamente españoles; hay franceses, alemanes, judíos de Europa Central, ingleses, todo lo que sabemos del melting pot argentino. Y esto dio lugar a una especie muy particular, que me parece bastante fascinante, y luego este gran quilombo económico. Es decir, realmente lo contrario de la Europa actual, donde las poblaciones se mezclan finalmente bastante poco, con una gran ortodoxia económica. Eso es lo que me atrajo para empezar. Y como me gustaba el fútbol, quise escribir sobre la modernidad. Hice un ensayito sobre eso. Y luego la relación con los Nazis en Sudamérica, que es un tema absolutamente fascinante. Escribí el guion de una película alemana, que se llama Fritz Bauer, Der Staat gegen Fritz Bauer en alemán, no recuerdo como se llama en… Fritz Bauer, un héros allemand, en francés. Y contábamos cómo Eichmann fue encontrado por este procurador alemán y me crucé con la figura de Mengele y me dije que tenía que escribir sobre esto porque la historia es absolutamente fascinante. Siempre intento encontrar buenas razones para venir a Argentina. 


¿Y como lector? ¿Qué autores te interesan de este lugar y por qué? 

 

De la literatura argentina leívarios libros que realmente me gustaron mucho. Están los clásicos. Leí a Borges, Bioy Casares; recuerdo Dormir al sol, la historia de una mujer que se transforma en perro, que me encantó. Un poco menos conocido en Francia, Roberto Arlt, sobre la Buenos Aires de los años 20, 30, ese ambiente un poco sórdido. Ricardo Piglia que me gustó mucho. Y luego también Cortázar. Son algunos ejemplos de mi relación a la literatura argentina. 

 
   


Considerás a La desaparición de Josef Mengele como una novela de no ficción y no como periodismo, ¿por qué? ¿Qué podés decirnos de estos dos registros y cómo se ayudaron entre sí? ¿Por qué uno terminó desplazando al otro? 

 

Mengele es literatura de no-ficción porque hay una parte novelada, es no-ficción escrita como una ficción. La diferencia con el periodismo es que el periodismo se supone que debe decir la  verdad, verificar los hechos. Yo verifiqué los hechos tanto como pude, pero hay algunas cosas que no sabremos nunca. El novelista tomó la posta. No trabajé, de hecho, como periodista; investigué, sí, quizás lo escribí como una crónica periodística por momentos, es probable, pero para mí es más un trabajo de novelista que otra cosa, con cierta libertad, y por momentos la posibilidad de dar detalles que quizás hayan existido, son suposiciones, y un periodista debería decir “no sé” y “quizás”, y el novelista se permite no decir “no sé” y “quizás”, y postula algo, y avanza en un territorio de ficción. Estamos en la frontera. La diferencia entre los dos es que el periodista, su oficio es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y no es el mismo oficio que el de un novelista, que tiene más libertades. 


¿Qué tipo de periodismo te interesa escribir y leer? 


Casi ya no ejerzo el periodismo, en todo caso, no me ocupo de las noticias, el oficio cambió muchísimo con las redes sociales. No me interesa en lo más mínimo. Escribo cada tanto en los diarios, pero se trata de relatos largos, parábolas de alguna manera, sobre personajes, sobre alguna época, sobre una ciudad. Tengo mucha libertad, no invento nada. Ese es el periodismo que me interesa hoy. La información está en todos lados, non stop, en la tele, en los teléfonos, en las computadoras, en los diarios, en la radio. Estamos siempre saturados de información, verdadera o falsa. El periodismo que me interesa a mí o que me gusta escribir son más bien largos artículos, grandes recorridos, estamos más cerca del relato de alguna manera. 

 

¿Y qué tipo de novelas? ¿Se parecen a las que escribís o buscás leer cosas diferentes? 

 

Las novelas que leo pueden ser cualquier cosa. No tengo género en particular. En general, me gusta leer la literatura de los lugares en los que me encuentro. Es como una experiencia en tres dimensiones, el libro cobra una nueva dimensión porque ilumina de alguna manera el lugar en el que uno se encuentra. Ahora, por ejemplo, estoy leyendo a Ernesto Sabato, de golpe Buenos Aires cobra otra forma. Entre los libros y los autores argentinos que amo se encuentra Juan José Saer y en particular El río sin orillas, que es extraordinario. Así que leo de todo y cualquier cosa. Con frecuencia, en función de la novela que estoy escribiendo. Acabo de terminar una novela sobre el Imperio Británico en Medio Oriente. Transcurre a comienzos del siglo XX. Durante dos, tres años leí únicamente novelas escritas entre 1880 y 1930. Se convierte en un reflejo de alguna manera. Sumergirse en una atmósfera. Es decir que no tenga una frontera con la literatura que puedo llegar a apreciar. 

 

¿Qué lugar creés que tiene la lectura en un mundo como el de hoy y qué peligros y libertades trae esta situación? 

 

Creo que la literatura es un refugio hoy en día, de alguna manera. Estamos en un mundo hiperconectado, un mundo que detesta el silencio, que no valora la concentración ni la soledad. La soledad es vista como algo casi enfermizo y la literatura de alguna manera es en el fondo el antídoto a todo esto. Para leer hay que estar concentrado, hay que estar solo, no hay que hablar, sin música en general. Es decir, es el anti-mundo de hoy en día. Si queremos respirar, la literatura es algo absolutamente esencial. Permite soñar, viajar, da ganas de viajar, es bueno para la cabeza, es algo fundamental. Si acaso es más fundamental que antes, no lo sé, si ayuda al mundo, no lo creo, pero es una ventana, una ventana magnífica. Los peligros, los peligros de esta sociedad, son este frenesí, esta agitación permanente, la inmediatez, odio todo eso. Y de hecho la próxima novela que voy a escribir va a ser, entre otras cosas, sobre las redes sociales. 

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