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Poesía

Publican los poemas inéditos de Susana Thénon

Preparó el volumen María Negroni

Con edición y prólogo a cargo de María Negroni, Paraíso de nadie (Corregidor) recupera la obra hasta ahora secreta de la gran poeta argentina nacida en 1935 y fallecida en 1991. 

Presentación y selección por María Negroni.

 

 

Nunca conté (salvo a amigos muy cercanos) cómo fue mi primer encuentro con Susana Thénon. Yo era muy joven cuando la busqué. De todas las poetas argentinas de generaciones anteriores, ella era, sin duda, la que más admiraba. Había leído distancias con un arrobamiento que todavía me dura. Veía en esos poemas una suerte de arquitectura aérea: para leerlos, había que poder sostenerse en el vacío, animarse a la intemperie, abrir una caja mágica de posibilidades sintácticas, de combinaciones de sentido que liberaban a los signos de todo tipo de obligación convencional.

Lo que hice no fue muy original. Muchos poetas, antes y después de mí, han repetido el gesto. Conseguí su número de teléfono y la llamé. Le pregunté si podía leer el manuscrito de mi primer libro (aún sin terminar) y hacerme algún comentario. Del otro lado del teléfono, una voz gruesa, hecha de tabaco y, sin duda también, de malhumor, me dio una dirección y un horario.

El encuentro fue espantoso. Me recibió una mujer de pelo corto y gris, que tenía unos anteojos de miope impresionantes. Me pareció más bien descortés. Creo que estuve en su casa un total de quince minutos, durante los cuales –lo juro– atendió el teléfono al menos cinco veces. Cuando me despidió dijo, sin énfasis, que le dejara un número de contacto “por las dudas”. Eso fue todo.

Esa noche inusitadamente me llamó. Sin preámbulos, y con la misma voz abrupta y ronca, me invitó a su casa otra vez. “Tenemos que hablar,” dijo con absoluta seriedad, “de la palabra cuchitril”. Yo la había utilizado en mi libro y creo que esa sola palabra operó el milagro. Después, Thénon abrió para mí un universo: me presentó a Ana María Barrenechea con quien solíamos juntarnos cada vez que yo viajaba a Buenos Aires (al mes de publicar De tanto desolar en 1985, me fui a vivir a Nueva York). En esos encuentros, yo las escuchaba hablar, trataba de contagiarme de algo que desconocía, prestaba mucha atención a todo lo que insinuaban sobre la escritura (y la vida). Pero, sobre todo, leía la poesía de Thénon como ella, tal vez, miraba danzar a Iris Scaccheri: como a una atleta (del lenguaje) capaz de dibujar sobre la página danzas invisibles.

Por esos años –los años posteriores a la dictadura–, Thénon empezó a escribir Ova Completa, un libro que es un ácido, un aquelarre lingüístico y una diatriba descomunal contra el pensamiento políticamente correcto. Tuvo entonces un sorpresivo reconocimiento por parte de los poetas jóvenes. Ova Completa fue leído y apreciado por las nuevas generaciones en todo su esplendor, su desparpajo, su novedad desopilante. No creo descabellado afirmar que ella abrió el camino a lo que después se conocería como “poesía de los ´90”, a condición de aclarar que ella llegó a la desacralización y al exabrupto coloquial después de un arduo camino de condensación semántica y formal, y muchos de quienes se embanderaron en aquel movimiento se limitaron a imitar el final.

Poco después de la publicación de Ova Completa, le encontraron un tumor cerebral. Hubo una internación y una cirugía, pero los pronósticos “no eran optimistas”, así que se instaló en el departamento de su madre a esperar.

Anita y yo la visitábamos seguido. La última vez que la vimos, nos pidió que nos lleváramos todos sus papeles y nos “ocupáramos” de ellos. Imposible disuadirla ni quitarle gravedad al asunto. Salimos del departamento sin hablar, atiborradas de bolsas, apenas conscientes (al menos, yo) del compromiso que estábamos asumiendo.

Después, por años, nos sumergimos en un torbellino de manuscritos y reescrituras, abocadas a reunir La morada imposible (Corregidor, 2001 y 2004), esos dos tomos que contienen la poesía ya editada (los libros Edad sin tregua, Habitante de la nada, De lugares extraños, distancias y Ova Completa) y gran cantidad de poemas inéditos, a los cuales sumamos la correspondencia, las traducciones y su trabajo como fotógrafa.

De esta primera edición han transcurrido más de veinte años. Quiero pensar que cumplimos con la tarea encomendada, y que no lo hicimos del todo mal.

 

Pasó más de una década hasta volver a tomar contacto con la obra de Thénon. Los papeles que ella nos había confiado estaban todavía en mi departamento de la calle Viamonte, custodiados por el espíritu de Alberto Girri, anterior propietario del lugar. A veces, pensaba que debía donarlos a la Biblioteca Nacional pero la decisión se postergaba: mis estadías en Buenos Aires, siempre breves, no me lo permitían. Además, Anita había fallecido y me costaba tomar sola la decisión. La oportunidad se presentó de pronto, cuando la Universidad Nacional de Tres de Febrero me invitó a organizar la primera Maestría en Escritura Creativa del país y yo pensé que el hogar de esos manuscritos y documentos no podía ser otro que el Archivo del Instituto de Investigación en Arte y Cultura “Dr. Norberto Griffa” de esa universidad. Así surgió el Fondo Thénon. Y surgió también, a renglón seguido, la idea de armar y dirigir un grupo de investigación, que denominé “Palimpsestos”, con Analía de la Fuente, Alfredo Luna, Corina Dellutri, Gisela Galimi, Lucrecia Frassetto, Marina Palomino y Iair Kon, todos/as poetas y escritores/ as egresados/as de la Maestría que han producido, en los cuatro años que llevamos trabajando, importantes contribuciones críticas. En lo personal, pude reconectarme con el material, descubriendo para mi sorpresa que no todos los textos del Fondo Thénon habían encontrado cabida en los dos tomos de La morada imposible.

 

Existe, en efecto, gran cantidad de material que no resultó incluido en aquellos dos volúmenes. Podría intentar atribuir la omisión a la cantidad abrumadora de poemas que contenían las bolsas que sacamos del departamento de Thénon, todos con múltiples versiones y borradores, escritos a mano y luego mecanografiados y vueltos a corregir.1 O al apuro por evitar que esa obra quedara olvidada o, lo que es igual, fuera de circulación. O, incluso, a la decisión, acertada o no, de respetar la voluntad de la propia autora. El libro mecanografiado Papyrus que, según informaciones de Barrenechea, Thénon había presentado y luego retirado de un concurso, es un ejemplo.

También quedaron afuera de la selección varios textos en prosa, entre ellos un relato inconcluso –La Transgresión o la Guerra de las Criaturas– y varias traducciones (del griego y al latín) que, en su momento, no nos parecieron imprescindibles, criterio que hoy revisaría por completo, ya que resultan fundamentales, sobre todo para leer la impronta corrosiva de la última etapa de la obra de Thénon y compararla con el gesto similar observable en los llamados “textos de sombra” de Pizarnik. El texto “Crónica social”2, que ambas escribieron a dos manos y dedicaron a su maestra Ana María Barrenechea probablemente durante la década del 60, pareciera anticipar en ambas poetas la irrupción de un humor mordaz como instrumento desestabilizador y crítica implacable a la institución literaria.3

El propósito de este volumen es pues, en primer lugar, subsanar las omisiones mencionadas, poniendo a disposición del público la totalidad del material hoy conservado en el Archivo de IIAC de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Seguramente un acceso más completo al conjunto de esta obra permitirá una más amplia apreciación de la envergadura y complejidad del recorrido estético de su autora.

En segundo lugar, compartir la transcripción de dos audios inverosímiles que llegaron a mis manos, gracias a una pesquisa de meses por bibliotecas, archivos y revistas literarias de los EEUU. Se trata de dos cintas magnetofónicas donde la misma Thénon lee no solo el manuscrito de Papyrus (el libro retirado del concurso, que figura en el Archivo) sino también diez “poemas sin orden lógico ni cronológico”4 y un libro, hasta hoy inédito, titulado Amores planetarios.

No quisiera terminar sin agradecer a los y las integrantes del grupo “Palimpsestos” por su entusiasmo y compromiso en el trabajo de estos años, a Federico Barea por su ayuda en la transcripción de los audios, a Ana Abbate por su incansable paciencia en el armado de este libro, y muy especialmente a Analía de la Fuente por su dedicación y ayuda generosa en la transcripción de los manuscritos del Archivo, su cotejo y corrección de las múltiples versiones de los textos y su mirada incisiva sobre el material investigado. Sin la participación de todas y cada una de estas personas, este trabajo no hubiera sido posible.

 

 

 

 

 

De Amores planetarios

 

I

encendida   incendiada

en sorda inocencia con su desnudo espeso de agonía

pide más dios     busca más alto nombre para el fuego

y en su temblor no hay viña

no hay sino espada

fortúnica

 

 

II

el no dormir de amor

el no dormir de sombra

el no dormir de muerta

cuando ya se han soñado                todos tus sueños

cuando la arcaica pesadilla

y sonido y empolló

y sus hijas desovan         en tu miedo

 

 

III

en los manicomios del pasado

en las noches roncas de crimen

donde la carne es sueño

donde madura a solas

el pan fosforescente del destino

te canto

con esa forma de amor invisible para el tiempo

con ese idioma de pájaros

inaudible                para la muerte

 

 

 

 

 

1 Un poema largo escrito a mano y fechado el 30 de enero de 1988, titulado con filosa elocuencia “La aparición convida”, quedó incomprensiblemente traspapelado.

2 Este texto figura en la tesis doctoral de Mariana Inés di Ció (“La cara deshecha en el vidrio cuarteado: La identidad del sujeto poético en Edad sin Tregua de Susana Thénon”), presentada en la Facultad de Letras de la UCA, en el año 2003.

3 A esto hay que sumar una cantidad considerable de poemas y borradores de poemas que figuraban, entre los papeles, como series o bocetos aparentemente descartados por la misma Thénon.

4 La expresión corresponde a la misma Thénon.

 

 

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