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Antonio Di Benedetto reclama la jubilación

La Audiovideoteca de Buenos Aires tiene en sus archivos un documento en el que Antonio Di Benedetto solicita que sus años en el exilio sean tenidos en cuenta para su jubilación.

Por P.Z.

favio, borges, guido, di bendetto

El 25 de julio de 1986, el escritor Antonio Di Benedetto le escribía al Director de la Caja Nacional de Previsión de la Industria, Comercio y Actividades Civiles –hoy le estaría dirigida al titular de la ANSes– solicitando que lo incluyeran en el régimen jubilatorio, a pesar de haber dejado de aportar en 1976. Más precisamente el 24 de marzo de 1976.

Esta carta es uno de los tesoros documentales que tiene la Audiovideoteca de Buenos Aires: además de las 200 entrevistas a escritores que han realizado como producción propia, la AVBA contiene un importante archivo histórico de textos, videos, audios, fotos. Una de las fotos, por ejemplo, es esta que ilustra la nota: Antonio Di Benedetto (el primero de la derecha) acompañado por Leonardo Favio, Graciela Borges y Beatriz Guido en el Festival de Cine de Berlín.

El autor de Zama y Los Suicidas explica en el texto cómo fue detenido cuando se desató el golpe militar. Di Benedetto, que era subdirector del diario Los Andes, estaba en su despacho cuando lo apresaron y lo llevaron a “dependencias del Liceo Militar General Espejo, de la avenida Boulogne Sur Mer, de aquella ciudad [Mendoza], donde permanecí detenido, atormentado, incluso con tortura física, y vejado constantemente, sin más que la vaga información verbal de que la privación de libertad que sufría se debía a mis actividades subversivas, según mis opresores. Esta situación se mantuvo durante los meses que me encerraron en el Liceo Militar y no varió de características al ser trasladado a la Unidad 9 de La Plata, donde además se repitieron los simulacros de fusilamiento que sufrimos mis compañeros de cautiverio y yo muchas madrugadas, a la hora de arrancarnos del camastro donde dormíamos, y con evidente propósito de minar nuestra entereza espiritual.”

La Audiovideoteca de Buenos Aires tiene en sus archivos un documento en el que Antonio Di Benedetto solicita que sus años en el exilio sean tenidos en cuenta para su jubilación.

Por P.Z.

favio, borges, guido, di bendetto

El 25 de julio de 1986, el escritor Antonio Di Benedetto le escribía al Director de la Caja Nacional de Previsión de la Industria, Comercio y Actividades Civiles –hoy le estaría dirigida al titular de la ANSes– solicitando que lo incluyeran en el régimen jubilatorio, a pesar de haber dejado de aportar en 1976. Más precisamente el 24 de marzo de 1976.

Esta carta es uno de los tesoros documentales que tiene la Audiovideoteca de Buenos Aires: además de las 200 entrevistas a escritores que han realizado como producción propia, la AVBA contiene un importante archivo histórico de textos, videos, audios, fotos. Una de las fotos, por ejemplo, es esta que ilustra la nota: Antonio Di Benedetto (el primero de la derecha) acompañado por Leonardo Favio, Graciela Borges y Beatriz Guido en el Festival de Cine de Berlín.

El autor de Zama y Los Suicidas explica en el texto cómo fue detenido cuando se desató el golpe militar. Di Benedetto, que era subdirector del diario Los Andes, estaba en su despacho cuando lo apresaron y lo llevaron a “dependencias del Liceo Militar General Espejo, de la avenida Boulogne Sur Mer, de aquella ciudad [Mendoza], donde permanecí detenido, atormentado, incluso con tortura física, y vejado constantemente, sin más que la vaga información verbal de que la privación de libertad que sufría se debía a mis actividades subversivas, según mis opresores. Esta situación se mantuvo durante los meses que me encerraron en el Liceo Militar y no varió de características al ser trasladado a la Unidad 9 de La Plata, donde además se repitieron los simulacros de fusilamiento que sufrimos mis compañeros de cautiverio y yo muchas madrugadas, a la hora de arrancarnos del camastro donde dormíamos, y con evidente propósito de minar nuestra entereza espiritual.”

Cuál fue la razón de que lo liberaran, no lo sabremos. Tal vez haya sido el reiterado reclamo de intelectuales como Heinrich Böll, Nobel de Literatura. El 3 de septiembre de 1977 fue puesto en libertad con la condición de que se fuera del país. Luego de vagar de ciudad en ciudad con la ayuda solidaria de algunos escritores, llegó a Madrid donde un amigo “que me conocía como escritor y periodista y me dio trabajo y la oportunidad de colaborar en su periódico de ciencias médicas y cultura.”

Di Benedetto pudo regresar al país recién en 1984 gracias a las gestiones de Ernesto Sábado. En ese momento comenzó a trabajar en la Secretaría de Cultura de la Nación bajo la dirección de Carlos Gorostiza. No sabemos si finalmente el pedido de Di Benedetto llegó a ser oído: murió tres meses más tarde.

El texto original de Antonio Di Benedetto:

Buenos Aires, 25 de julio de 1986

Señor Director de la Caja Nacional de Previsión
de la Industria, Comercio y Actividades Civiles
Buenos Aires

En trance de intentar que se me beneficie con una jubilación correspondiente a los años que estuve en ejercicio del periodismo cumpliendo con regularidad mi contribución de los aportes jubilatorios, y como esa aportación de mi parte se interrumpió por causa mayor absolutamente insuperable, vengo a pedir al señor director que se me reconozca la condición de privación de libertad en vista de la situación contemplada por la ley nacional 23278 y la resolución 482 de la Secretaría de Seguridad Social de la Nación, en concordancia con la mencionada ley nacional. Por ellas, según la información obtenida en fuentes oficiales, se autoriza a las Cajas Nacionales de Previsión a computar los períodos de inactividad laboral por causas políticas, y por consiguiente, la interrupción del aporte jubilatorio a partir del 24 de marzo de 1976.

Quiero dejar sentado que el impedimento que invoco lo he nombrado como causas políticas a fin de atenerme a la causa reconocida como válida por la susodicha ley, ya que no atino a designar o describir la situación que pasé:

1. Porque los personeros del gobierno militar instaurado en el país en la fecha anteriormente mencionada, militares o gente para mí desconocida, que me detuvieron en mi despacho de la Dirección del diario “Los Antes” (yo era subdirector de hecho director) de la capital de Mendoza y me llevaron detenido y [ilegible] bajo amenaza de que cualquier reacción me podría costar la vida, a dependencias del Liceo Militar “General Espejo”, de la avenida Boulogne Sur Mer, de aquella ciudad, donde permanecí detenido, atormentado, incluso con tortura física, y vejado constantemente, sin más que la vaga información verbal de que la privación de libertad que sufría se debía a mis actividades subversivas, según mis opresores. Esta situación se mantuvo durante los meses que me encerraron en el Liceo Militar y no varió de características al ser trasladado a la Unidad 9 de La Plata, donde además se repitieron los simulacros de fusilamiento que sufrimos mis compañeros de cautiverio y yo muchas madrugadas, a la hora de arrancarnos del camastro donde dormíamos, y con evidente propósito de minar nuestra entereza espiritual.

2. Queda demostrada con el simple enunciado de la situación que mi caso encuadra en la condición de víctima por causas políticas, aunque yo no tuviera militancia en ninguna facción o bando de tal naturaleza.

3. Es del caso y es el momento de que reitere que dentro del total de casi un año y medio aproximadamente que estuve entre rejas, nunca se informó oficialmente, ni menos por escrito o por juez alguno, la imputación que pesaba sobre mí, ni el término fijado para la condena que estaba padeciendo ni las perspectivas de libertad que pudiesen haber. Tampoco al darme la salida se me anotició sobre todos estos respectos.

Por tanto, señor director, a falta de un encuadre jurídico más válido que contemple el mínimo resarcimiento que los organismos previsionales imperantes en nuestro país puedan concederme, es que me atengo a esa resolución aunque no sea para mí una indemnización o compensación real del daño inferido por el gobierno militar a mi nombre y honor de periodista, ciudadano y persona.

El acogimiento a esas disposiciones en vigencia lo solicito con toda su amplitud, es decir, la correspondiente al período de mi aprisionamiento, desde el 24 de marzo de 1976 hasta lo que las mismas disposiciones legales fijaron, es decir hasta el 3 de septiembre de 1977 o, si fuera el caso, hasta fecha –bastante posterior– de la desaparición en el poder del gobierno militar.

Esa ampliación supletoria, hasta la fecha de caída del gobierno de facto, se debe a que, si bien se me devolvió a la vida libre, mi situación moral y mi aptitud para el trabajo con el rendimiento normal anterior a esos hechos, estaba totalmente averiada y desquiciada que ya se me dejó salir, con la condición de que me fuera del país, abandonado en la calle sin medios ni habitación alguna. De tal condición infamante, en el último escalón social del mendicante, tuve que defenderme mudando de país en país, gracias a la ayuda solidaria de escritores que me permitía viajar, y en definitiva, en virtud de un amigo radicado en Madrid que me conocía como escritor y periodista y me dio trabajo y la oportunidad de colaborar en su periódico de ciencias médicas y cultura.

De tal modo sobreviví, aunque nunca en condiciones de prestar la debida ayuda a mi familia, que me había quedado en el mayor desamparo.

Aclaraciones debidas:

- De gran parte o al menos de algunos puntos, ofrezco documentación adjunta, sólo recortes o fotocopias del periodismo, publicaciones muy posteriores a los hechos, ya que la situación de prisionero me impidió disponer de los recortes aparecidos en el momento debido, como una información creo que del diario “La Prensa” o “La Nación” que titulaba “Premio Nobel reclama a Videla”. Videla era por entonces el presidente del Gobierno Militar y el Premio Nobel de Literatura era el escritor alemán Heinrich Böll, quien reclamó de mi prisión por razones de humanidad y dejando constancia del atropello, cometido en mí como persona e intelectual.

- En una de las certificaciones de “Los Andes” se consigna que mi cesación de servicios se produjo el 31 de mayo de 1976. Ruego observar que en esa fecha yo estaba en prisión y he de agregar que el papel con un texto ya preparado para mi firma me fue pasado en la celda por un carcelero, con el “consejo” de que lo aprovechara, y que serviría para aliviar la situación económica de mi esposa e hija. A lo que debo agregar que la hija estaba estudiando y la esposa padecía una grave enfermedad nerviosa, de carácter crónico.

- Al salir de la cárcel, que como tal funcionaba la Unidad 9 de La Plata, se me indicó por medio de un agente no identificado, vestido de civil, que debía presentarme en Buenos Aires en la Casa Rosada. Así lo hice inmediatamente que pude y fui recibido por un oficial de uniforme (no reconozco los grados, por eso no digo su graduación) quien me participó que, si quería seguir gozando de la franquicia dada por el gobierno, me fuera del país. Esta sugestión de emprender el exilio me fue posible gracias a la atención de Air France, compañía de aeronavegación que años antes de mi encarcelamiento me premió como autor de un cuento literario. Me dio un pasaje de ida a Francia y de retorno a la patria. Esta segunda parte del billete no presentaba posibilidad alguna de un regreso cercano, como lo demostraron los hechos: el gobierno de fuerza siguió instalado en el país y sólo cesó cuando se otorgó a la ciudadanía la ocasión de votar. Sólo pude volver una vez elegido el presidente constitucional, doctor Alfonsín. Lo hice en 1984, invitado por Ernesto Sábado y propiciado por éste, por Beatriz Guido y Carlos Gorostiza, quien me dio trabajo temporario en la Secretaría de Cultura de la Nación.

Antonio Di Benedetto
L.E.: 3.350.563

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