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Alberto Nessi: "Se trata de capturar un sentimiento detrás de las cosas"

Por Christian Kupchik

"No fue mi intención hacer una novela testimonial ni un panfleto. Hay mensajes que la literatura también puede expresar indirectamente. Un discurso político, ideológico, no es suficiente para hacer literatura. La literatura se compone de imágenes, de ritmo, también de música. Escribir significa elegir palabras". Publicada por Editorial Bärenhaus, La semana que viene, tal vez es la novela más reconocida del Gran Premio Suizo de Literatura. 

Por Christian Kupchik.

 

En el film El tercer hombre, Orson Welles se anima a pronunciar bajo la figura de Harry Lime, a quien da vida, unas palabras que no figuran en el libro de Graham Greene y sin embargo quedaron marcadas en el imaginario. “En Italia” dice Welles/Lime, "en 30 años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj cucú”.

Nada puede discutir la verosimilitud del aserto, pero también Suiza brindó una serie de autores (Max Frisch, Friedrich Dürrematt, Blaise Cendrars, Robert Walser, entre otros), que pretendieron ir un poco más allá del hallazgo del cucú, los chocolates y la prolijidad alpina. Son menos, es cierto, los que lo hicieron en lengua italiana, y por ello la visita a Buenos Aires de Alberto Nessi (Mendrissio, 1940), para participar del último Filba, es un hallazgo. Poeta de enorme influencia en su lengua, en 2008 llamó la atención con la novela La semana que viene, tal vez (aquí publicada por Bärenhaus con traducción de Pablo Ingberg), donde recupera la figura de José Fontana (1840-1876), un huérfano hijo de madre portuguesa que deja su país por Lisboa donde trabajará en una librería que aún existe, será co-fundador del Partido Socialista –la novela la presentó el mítico Mario Soares en Portugal–, y tendrá como amigos a Eça de Queiros y otros intelectuales de nombre del siglo XIX.   

 

¿Cómo se conectó con la figura de José Fontana? ¿Qué fue lo que más le atrajo de él?

Llegué al personaje un poco por casualidad, porque creció en Bruzzella, a pocos kilómetros del pueblo donde yo he nacido, en el cantón Ticino. Fontana no era por entonces demasiado conocido, al menos no como en Lisboa, donde incluso hay una plaza con su nombre. No obstante, era un nombre familiar para quienes investigaban sobre la historia del movimiento obrero. Uno de estos historiadores, Gabriele Rossi, me habló sobre él y me sentí fascinado por su vida aventurera. Posteriormente encontré una biografía escrita por una investigadora portuguesa, Manuela Cruzeiro, a quien entrevisté y a la que agradezco en el libro. Cuanto más me introducía en la vida de Fontana, más me hipnotizaba, porque al recorrido vital de su existencia lo acompañaba un compromiso político con el que me sentí muy identificado.     

¿Le demandó mucho trabajo de investigación?

Estuve en la Biblioteca de Lisboa y en la hemeroteca, consulté muchos libros, pero de cuando llegó a Portugal no encontré casi nada. Hice un trabajo de documentación en Lisboa y en el Ticino del ‘800. Las lagunas documentales me permitieron crear el personaje imaginando un monólogo interior durante los últimos años de vida, a través de los cuales reconstruyo su existencia, desde su infancia en Cabbia hasta el hipotético aprendizaje profesional y político entre los relojeros y los anarquistas del Jura y la actividad política y cultural en Portugal. Y esto me permitió identificarme y hablar sobre mí, sobre mi relación con el valle donde vivo y con todo el mundo fantástico de Fontana. El viaje que me condujo al descubrimiento de José me permitió también descubrir un pasado que casi pertenecía a otro mundo. Si pienso en el valle de Muggio en el siglo XIX o incluso de principios del siglo XX, pienso en un país que casi no reconozco en el presente. Hoy estamos en la era de McDonalds, de las carreteras. Comparado con José, vivo en otro mundo. Y sin embargo, mis raíces se hunden en la cultura campesina… O al menos, buscan acercarse a ella.

El primer fragmento del libro se cierra con una pregunta: “¿Nostalgia de la vida no vivida?” ¿Esa nostalgia no es constitutiva del acto de escribir?

Sí, al menos para mí creo que es así. En este caso en particular no se trata de la evocación romántica y estática de otro tiempo, sino exactamente la posibilidad de vivir otra vida. José Fontana es un personaje que, al menos a primera vista, pertenece doblemente al pasado: el pasado del mundo rural decimonónico y el de la utopía socialista. Yo intento hacerlo dialogar con el presente, aunque sin forzarlo. Los problemas que hacen a la condición del hombre de campo siguen siendo los mismos hoy como hace un siglo: la relación con los demás, el amor, la relación con el más allá, la cuestión social. La cuestión social todavía es una realidad, de hecho, las desigualdades quizá hayan aumentado y tenemos que hablar de ello. Pero no fue mi intención hacer una novela testimonial ni un panfleto. Hay mensajes que la literatura también puede expresar indirectamente. Se trata de capturar un sentimiento detrás de las cosas. Un discurso político, ideológico, no es suficiente para hacer literatura. La literatura se compone de imágenes, de ritmo, también de música. Escribir significa elegir palabras. Mi tarea es precisamente esa: elegir las palabras correctas, no predicar, pero al mismo tiempo tratar de llegar a la conciencia.

“El mundo es melancolía”, se afirma, y Lisboa sería su capital. La poética de Pessoa así lo asume. ¿Puede asumirse la novela como la melancolía de un sueño que no fue? (“El pie querría ser ala, pero no lo consigue”).

Sí, es verdad lo señalado, Lisboa es una ciudad muy melancólica que me capturó de inmediato. Tal vez porque también yo tengo una identidad melancólica y sin dudas también ese rasgo lo abarcaba a José, sobre todo si consideramos que estaba muy enfermo siendo muy joven. Así comienza la novela: “Estoy enfermo de los pulmones y quiero cambiar el mundo”. La frase a la que aludes es de Eça de Queiros, autor que admiro mucho y que conoció en vida a Fontana. Es un pequeño hurto, aunque reconozco su autoría. Y sí, la melancolía es siempre es pie que pretendía ser ala, pero no lo consigue, el sueño que no fue. De todos modos creo que esa ilusión, luchar por los sueños imposibles, es lo que nos mantiene vivos. Quizás suena un poco decadente como idea, pero creo que debemos insistir en ello.

¿Por qué eligió la forma de un diario?

En un primer momento pensé en escribir en tercera persona, pero no terminaba de convencerme, no funcionaba del todo. Entonces pasé a la primera, y bajo la forma de un diario la voz se hace más íntima, más directa. En cuanto escribí la frase en primera persona me pareció que la voz estaba bien impostada.

Otra frase que me pareció significativa es: “El recuerdo es inmortal. El recuerdo es un pájaro que vuela por el tiempo y choca contra los vidrios”. En función de ello, ¿qué valor le asigna a la memoria?

Ah, para mí la memoria es fundamental. Todo es memoria. Ni bien terminas de escribir o pronunciar una frase ya es memoria. Los inmigrantes se construían una nueva realidad apelando a la memoria de dónde habían salido para reconocer aquello que ignoraban. Para mí existen dos conceptos fundamentales en literatura: memoria y libertad. Por supuesto, son conceptos aparentes y condicionados, porque todos somos hijos de alguien y la literatura está hecha de influencias, de referencias. Entonces, tanto la idea de memoria como de libertad estarán moldeadas por lo que nos precede, pero a la vez nos permitirá ver cosas y personas como si las viéramos por primera vez. La literatura y la poesía son hijas de Mnemosine, la diosa de la memoria, el peligro es abusar de ella y terminar cayendo en la nostalgia. Es lo que intenté evitar en mi libro.

Ha escrito poemas, cuentos y novelas. ¿Dónde se siente más cómodo? Aparentemente, ha logrado un gran reconocimiento con la poesía, donde incluso se le concedió el Premio Nacional de Literatura en 2016…

Sí, eso fue un gran estímulo para seguir escribiendo, pero debo confesar que me gusta la contaminación. A veces me siento más poeta cuando narro, y más narrador cuando escribo poesía. Para la poesía sigo la vena de la modernidad que parte de Baudelaire y llega a Italia, pasa por Gozzano, por la vanguardia, cruza a Pavese, Giorgio Caproni y otros grandes nombres a los que cito de una manera algo desordenada.

En Pavese parece encontrar un espejo importante… ¿Qué significa ser un escritor suizo de lengua italiana?

Es una pregunta muy interesante a la que no sé si puedo dar respuesta. Lo cierto es que desde siempre me referencio más en escritores italianos que franceses o alemanes, aún cuando pueda llegar a leerlos en su lengua. Y por otra parte, es verdad: Pavese fue uno de los autores que descubrí y amé en mi adolescencia, pero mis composiciones están en verso y no en prosa. Pero ha sido siempre una referencia muy importante, creo que él también sentía cierta debilidad por las contaminaciones.

 

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