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De monstruo a persona: el viaje de un asesino serial en el último libro de Carlos Busqued

Después de Bajo este sol tremendoMagnetizado

El autor de Bajo este sol tremendo pasó más de dos años visitando a un asesino serial único en su tipo para entrevistarlo y desandar el recorrido de esa semana fatídica en la que dio muerte a cuatro taxistas porteños. De la lectura de Ballard en el Chaco de su infancia hasta Magnetizado, en esta entrevista Busqued traza el arco de su imponente máquina de escritura.

Entrevista y foto Valeria Tentoni.

 

“Tengo un problema adentro”, le dice Ricardo Luis Melogno a un vecino. Tiene veinte años y acaba de dar por concluida una serie de cuatro asesinatos nocturnos a taxistas porteños. Esa línea deforme será todo lo que pueda explicar acerca de los motivos que lo impulsaron y que, sin más, en cierto momento lo detuvieron. Es septiembre de 1982 en Argentina. La Guerra de Malvinas eclipsa los diarios, y a Carlos Busqued le costará, treinta años después, muchas horas de silencio en la Biblioteca Nacional rastrear recortes suficientes para trabajar, convocado por el equipo tratante de Melogno en el Complejo Penitenciario Federal 1 de Ezeiza. Le proponen ayudarlo a ordenar los hechos de esa semana fatal, desde que él se niega a escribirlos por sí mismo. Ese hombre no tan alto, no tan joven ya, aficionado a la tarjetería española, asesino que jamás reincidió y al que reconocen con un “respeto raro” carceleros, reclusos y jueces, ya leyó su primera novela, Bajo este sol tremendo.

Busqued no pide seguridad para entrar a la oficina médica dentro del penal que el juzgado autoriza usen para esos encuentros. Durante dos años visitará a Melogno en sesiones de hasta cuatro horas en las que lo único que harán será tomar mate, fumar, hablar y callarse. De esos tiempos muertos también están hechas las más de noventa horas de audio que Busqued desgrabó, sistematizó y editó para escribir Magnetizado (Anagrama).

 

 

¿Cómo fue terminar este libro?

Lo terminé a lo último. A fines de enero todavía estaba cortando o reacomodando cosas, y sobre el último PDF cambié el orden de dos capítulos. Estuvo bien terminarlo, saber que había llegado a cierto orden significante. El texto medio definitivo estuvo hace un mes, dos. Lo demás ya fue operar sobre los detalles de terminación. Está bien haberlo terminado, saber que existe.

¿Ya habías ido a la cárcel alguna vez?

No, jamás. Fui un par de veces a visitar a un amigo en Córdoba que lo habían enganchado plantando porro y estuvo unos meses en la cárcel de Encausados. Es un lugar horrendo. Eso es una obviedad, lo que quiero decir es que no tengo el morbo tumbero, no aguanto ver documentales sobre cárcel. Esto tampoco era lo peor de la cárcel, es una mezcla de cárcel con hospital, una cosa un poco más amable.

¿Creés que te contó todo?

Eh, no sé si es el tiro… O, para decirlo mejor, no era por lo menos para mí una cuestión inquisitiva de buscar una confesión, no parece haber algo a ser ocultado, o en todo caso algo a ser ocultado por un mecanismo consciente. Mas que extraer algo, la idea era escucharlo a él. Supongo que en algún momento habrá mentido, capaz, pero lo digo sólo para pensar que es parecido a cualquiera de nosotros, que mentimos y engañamos rutinariamente. Pretender sentarme frente a él a que me cuente todo; no soy nadie para pedirle eso, me parece. Con lo que comparte alcanza para que la cosa sea interesante, por otra parte. 

¿Por qué?

Son crímenes inmotivados. Y hay muy poco escrito sobre eso. Quiero decir, en comparación con otras modalidades de crimen. El caso por ahí más famoso más famoso de crimen inmotivado sería el del doble crimen de las hermanas Papin. La obra de Genet Las criadas está basada en ese crimen. Son dos criadas a las que un día las patronas cuando vuelven las retan porque tenían algo mal planchado. Se apaga la luz y las minas, que tenían buena relación con ellas, agarran las planchas y unos jarrones y las demuelen; hay fotos de eso, están destrozadas. Les arrancan los ojos, les tajean las piernas y los brazos, los cráneos destrozados a golpes. Y después se van a dormir, arriba. Cuando llega el resto de la familia encuentran eso en el primer piso y a las dos hermanas durmiendo. Cuando les preguntan por qué habían hecho eso, una de ellas dice: "Mi crimen es lo suficientemente grande como para que yo diga lo que es". Es bastante mas complejo en los detalles, pero bueno, entre los antecedentes, el crimen y la conducta posterior hay manera de establecer que hay una lógica, así sea una lógica delirante, que hace que el crimen tenga una explicación. Hay otras referencias, pero Ricardo no termina de coincidir en nada con ninguna.

El caso que toma Capote en A sangre fría podría pensarse cerca, también es un crimen en algún punto inmotivado, ¿no?

Sí, en cierto sentido, pero hay algo en la dinámica del comportamiento entre ellos dos, Hicock y Smith, hay momentos en que se habla un poco de eso, hay algo de impresionarse entre ellos, hay una dinámica de atracción y de identificación; no es que aparece una explicación, pero de repente aparece un clima, es una situación que se puede pudrir por ese lado.

¿Pudiste entrevistar a la familia de Melogno?

No. Desaparecieron después de entregarlo. Su padre no, él lo acompañó durante muchos años, pero murió. Del resto no pude encontrar a nadie.

Emmanuel Carrère cuenta que cuando Capote conoce a los asesinos se le trastoca la vida, ellos lo toman como amigo, le piden ayuda. ¿En tu caso lograste un vínculo de amistad, te pasó algo así?

Me parece que sería muy choto de mi parte decir eso, muy confianzudo.Pero sí, es inevitable tener una onda con el tipo. O me es inevitable, si queremos ser un poco mas precisos. Por otra parte Ricardo no pide cosas, no es demandante. Hay una cosa en él que me hace respetarlo mucho, una cierta cosa muy genuina.

¿Cuántas entrevistas le hiciste?

Uh, no sé, muchas. Noventa horas de audio por lo menos, tendría que ver cuánto suman los archivos.

¿Y en qué momento ibas a Ezeiza?

A la mañana. Eran sesiones de cuatro horas.

La terminaste en enero, dijiste, pero hasta enero ¿qué había? ¿Herralde te empezó a insistir con el libro nuevo?

Y, antes de enero había un bodoque, y antes de ese bodoque otro bodoque peor. Y atrás de ese, otro. Herralde preguntaba, muy educadamente siempre. Pero yo no tenía mucha respuesta para dar. Es muy difícil sacarle agua a esta piedra. Cuando encontré la estructura medio definitiva, ahí lo mandé a Herralde. Y entre lo que mandé esa vez y lo que terminó quedando hay unas cincuenta, si no más, páginas de diferencia.

¿Por qué? ¿Qué sacaste?

Porque iba leyendo y había cosas que no fluían. Anécdotas de la cárcel, por ejemplo, había mucho más tumberismo. Cuando corrijo me hago recagar dos meses de laburo de un saque, sin problemas, pero como ahora acá era la palabra de otro a quien yo respeto, entonces fue mucho más vacilante mi recortar. En un momento me di cuenta de que no era la historia de vida de él, sino la historia de la trayectoria humana de él con respecto a estos crímenes. Por eso arranca con esa línea sobre que él levita, como diciendo "sos un monstruo", y termina con él siendo una persona. El libro es ese viaje, el viaje entre esos dos puntos.

¿El leyó el libro?

Leyó una cosa más larga, y tiene una copia del libro.

¿Y qué dijo de lo otro?

Le llevé el Word y le dejé un lápiz para que me subrayara qué quería sacar, qué no quería y qué se yo.  Era una versión más larga. Y lo único que me señaló fue un párrafo que, con el copy paste entre versiones, había quedado repetido. De todo lo otro no corrigió nada. 

¿Cómo trabajaste los recortes periodísticos, de dónde los sacabas?

En su momento, mientras duró, acá en Capital fue bastante intensa la búsqueda de él. Los recortes que pongo son una muestra, pero hay muchos más. Los saqué de la Biblioteca Nacional. De hecho, la revista que mejor tendría información, según me dijo él, era una revista Siete Días que es inconseguible en cualquier lado porque como era un momento de crisis económica muy tremenda y no compraban revistas en las hemerotecas. Saqué cosas de la Revista Gente tambien.

¿Habías hecho tareas de desgrabación antes de trabajar con este material?

No, jamás. Me rompí la cabeza. Fui puliendo. Esto tiene niveles de recorte de a oraciones, no es que saqué esas cincuenta páginas enteras. De a pedacitos. Iba leyendo, iba leyendo, iba leyendo, hasta que llegaba a algo que no fluía y lo sacaba. Llegó un momento en que no había nada más. Cuando me llegaron los ejemplares, lo agarré y me lo leí de un tiro. Encontré tres o cuatro moquitos, boludeces.

Y lo de la tipografía distinta, ¿por qué?

Para que quede claro gráficamente la distinción entre el que pregunta y el que responde Y pedí que la tipografía de las preguntas fuera una cosa más maquinal. Como me extraje mucho del texto, las preguntas que quedaron son las que explicaban una respuesta y me parecía bien que se vieran un poco más frías.

¿Y esa idea con respecto a las preguntas de dónde la sacaste?

Mi opinión o intervención sobre las cosas no importaba, así que quedaron las preguntas que eran necesarias, sin las cuales la respuesta posterior no se sostenía. Quedaron dos intervenciones mías un poco más largas, cuando hablamos de Nippur y del Tony, porque no quedaba otra. Si yo me sacaba de ahí, perdía mucha gracia el diálogo. Y después hay otra, en un momento le cuento que había una época en el laburo en la que yo hablaba con la gente y me imaginaba que se morían. Y él tipo me responde: “Bueno, pero vos lo hacías para irte, a mí me pasaba solo”. Me dijeron que ése es el diálogo entre un neurótico y un psicótico. Entonces dije bien, esto queda, porque es un aporte, marca una diferencia, un encuentro entre dos maneras distintas de pensar.

Y de abstraerse, porque escribir es también tu manera de abstraerte, a vos también te gusta estar solo, lo que perseguía Melogno.

Sí, en ese sentido, capaz tengo una serie de empatías chiquitas con él. Ese desencaje.

¿Nunca te interesó meterte en psicología, derecho, por ejemplo? ¿Por qué estudiaste ingenieria?

Después de haber hecho esto, a la distancia, sí. Me recibí para dejar de estudiar, de otra manera no hubiese podido dejar de estudiar.

¿Pero escribías antes o durante la universidad?

Había escrito, unas cagadas, pero tenía muchas ganas de escribir. Y en un momento me aboqué a la obligación. Leía, no dejé de leer, pero recién me permití escribir después de recibirme.

¿Por qué leías? ¿Alguien te daba libros, de chico?

No, por curiosidad. En mi casa había cosas raras, y mi viejo era una persona siniestra, pero rara, en el sentido de que tenía cierta fineza. Y de mi vieja podríamos decir lo mismo, una fineza muy tosca, de gente del campo, que en otro entorno podría haber sido distinta. De chico pegué un par de libros muy picantes: encontré en un galpón de mi casa Playa terminal de Ballard a los diez años, en el Chaco. Ese cuento de ese tipo paseando solo por una isla, muerto de culpa y alucinando: fue como si me hubiesen metido un fierro en la cabeza, de esos para marcar ganado. De hecho, ese libro desapareció de mi casa y estuve quince, veinte años buscándolo, porque no había reediciones. Lo encontré en un bolichón cerca de la estación de trenes de Quilmes, ya teniendo 21, 22 años.

Cuando Herralde elige Bajo este sol tremendo para publicarla dice que no puede creer que sea una primera novela. Vos decís que tenías "pavadas" escritas de antes, ¿habías terminado una novela antes?

No, nunca. Pero es que yo me la quería sacar, tenía todo un clima a sacar de adentro. No era que "quería escribir una novela": en un sentido, entendía que la novela era una manera de exportar un clima de adentro. El primer nombre que tuvo en abstracto esa novela, sin haberla empezado a escribir, era Los condenados. No era un esfuerzo literario, era un esfuerzo más grande. Y aparte, mi intención al escribir un libro, por una cuestión de que valga la pena el esfuerzo... Está tan lleno de libros que no aportan una mierda y que son sólo una expresión de tu necesidad de expresarte, que yo la tengo, digamos, no condeno esa necesidad, pero con sólo expresarte lo que hacés es agregar más ruido a lo que hay. Y de lo que a mí me ha impresionado como lector, quince o veinte libros, yo quiero dar eso. Entonces, estaba muy en eso. Y, si bien tengo dudas con este libro, con cómo va a ser leído -porque no es un libro obvio-, por otro lado tengo la certeza de que vale en sí mismo, se justifica en sí mismo. Si lo encuentra un tipo en otro lado que no sabe quién mierda soy yo, quién mierda es Ricardo, dónde mierda queda Argentina, lo lee y algo pesca. Algo se lleva. Entonces, eso. No que sea único ni original, pero que tiene una identidad. Te puede gustar o no gustar, pero se justifica a sí mismo en su existencia.

¿Y qué libros son esos quince o veinte que te impresionaron así?

Playa terminal, A sangre fría, cosas de Carver, cosas de Bukowski. Con un poquito más de vergüenza podría decir Crónicas marcianas de Bradbury. Hay dos o tres cosas más suyas pero ese libro está al nivel de Playa terminal para mí. Es más amable, más alegre, pero ese libro es hermoso. Crash, de Ballard. Son libros que me modificaron, me hicieron mal de alguna manera, me pusieron en otro lado. Entonces yo quiero provocarle eso a otro. No tiene sentido escribir si no se va para ese lado, me parece, porque no disfruto otros libros que no sean esos. Todo el resto es descarte hasta que encontrás algo. Cuando encuentro algo de eso lo agradezco mucho como lector. Y mi intención es eso. Eso. Aun cuando el lector que diga “eso no me gustó”. Que no le guste, bueno, esas son las reglas del juego, pero sí ser serio, sí entregar una cosa que tenga un peso, algo que valga las horas que estás metido ahí, las horas que perdiste. Que valga la hora del tipo que lo está leyendo.

 

 

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