El producto fue agregado correctamente
Blog > Entrevistas > El universo Orpheé
Entrevistas

El universo Orpheé

Gentileza flia. Ocampo

Un perfil de la escritora tucumana

Con 95 años, Elvira Orphée es uno de los secretos mejor guardados de la literatura argentina. Amiga de Orozco, Pizarnik y Calvino, pocos de sus libros han sido reeditados y para hacerse de ejemplares hay que rastrear en librerías de viejo. Un perfil de la escritora tucumana, a cargo de Natalia Gelós.

Por Natalia Gelós.

A excepción de Aire tan dulce, rescatado en 2009 por Bajo la luna, y de Dos veranos, reeditado por Eduvim para la colección Narradoras Argentinas en 2012, los libros de Elvira Orphée solo pueden encontrarse en alguna librería de viejos sobre avenida Corrientes o en algún cuchitril de usados en la Costa. Libros a precios mínimos que aparecen como perlas y, pese sus las hojas ajadas y amarillentas, se vitalizan con lo que guardan hasta volverse jóvenes, eléctricos. Pongamos por ejemplo Su demonio preferido, en edición de Emecé de 1973. Diez cuentos intensos que contienen, entre otros igual de buenos, “La calle Mate de Luna”; un relato ardiente de deseos desatados y deseos anudados, una calle del interior a la que ciertos forasteros llegan para despertar fantasías, habladurías y la envidia secreta de quienes viven con el yugo de la mirada ajena. Allí se lee, por ejemplo: “El perfume de las diamelas, el revoltijo turbulento, parecían decirles que puesto que estaban vivos hicieran cuanta cosa pudiese probarlo. Que lo probasen antes de que el tiempo les probara a su vez que no eran tan largo como para postergar con tanta pausa los deseos vagos pero tumultuosos”. Ahí está concentrado el universo Orphée: el interior sin mantos pulcros, la mirada desde la ventana, los olores, la rebeldía como respuesta a las cadenas de moralina que impone la sociedad. Un hervidero de rumores, azahares y rebeldías.

Leopoldo Brizuela, gran lector y promotor de su obra, la ubica en originalidad junto a Silvina Ocampo y Sara Gallardo. En 2009, escribió: “Elvira Orphée hizo de los desclasados, los marginados y los pobladores de las zonas rurales de Tucumán los personajes de un mundo insólito, más cerca de Faulkner, Juan Rulfo u Onetti que de cualquier nativismo”. ¿Quién es entonces esa escritora de descendencia griega, pómulos filosos y mirada implacable, con un dominio magistral de la musicalidad norteña en el habla?

Nació el 29 de mayo de 1922. Ella misma se autodefinió en 1977 para la revista venezolana Zona Franca: “Nací en San Miguel del Tucumán, zona subtropical del Noroeste argentino, rica en telurismo, folklore, fragancias, chipos, lepra, maledicencia, susceptibilidad, amebas, guerrilleros”. Su obra se compone de diez libros, entre novelas y cuentos. Ya con la primera, a los 26 años, marcó territorio y mostró de cuánta potencia era capaz. En su reseña sobre Dos Veranos, esa ópera prima, Rosa Chacel en Revista Sur señaló que se trataba de algo distinto, de una escritora que pintaba lo local como había que pintarlo: “Ni por casualidad un cachivache para turistas”, “Hace sentir el alma local, no el color”; cosas así.

En su infancia, el perfume de los naranjos le llegaba por la ventana. Ahí calibró su mirada hacia el mundo. Niña enferma es niña hambrienta de aventuras, y los libros aparecieron ahí como puertas que no se agotan. La primera escapatoria de ese Tucumán que ya se sentía como agobio. “Cada infancia tiene su niebla. Y al decir niebla no veo algo delicado y humoso sino algo que envuelve tan fuerte como un tentáculo. Mi niebla está hecha de jazmines, de limoneros, de baldíos con basura, de luna, de hechos torpes e incomprensibles”, dijo otra vez.

Quizá por eso, porque de los naranjos tuvo su olor y no tanto la textura de sus ramas al treparlos, es que destacó sus imágenes olfativas cuando le preguntaron sobre su escritura en 1983. Aire tan dulce se impregna de eso. Reeditada por Bajo la luna en 2009, la novela está habitada por personajes como Félix Gauna, Atalita Pons y la abuela Mimaya. Allí se lee: “Mi pobrecita Oriental, te tocó demasiada hija para tus fuerzas, pero quizás a ella le tocó demasiada persona para tan poco cuerpo”.

La demasiada hija es Atala. ¿Pero sólo ella? Mientras los otros niños daban zancadas de un lado al otro, Elvira pasaba tardes enteras en la cama, leyendo, coloreando libros, mirando ese mundo que se insinuaba ahí afuera. Su madre, ultracatólica, nunca terminó de entenderla. La mandó a estudiar piano, por ejemplo, cuando tenía cuatro, y durante ocho años insistió, sin escuchar la falta de talento de su hija para ese tipo de teclas. Orphée sacaba música, pero desde otro teclado. La música, el habla, la poesía, todo debe jugar para ella a la hora de escribir algo, cualquier cosa, aunque sea algo tan simple como una despojada sucesión de verbos y puntos.

Orphée llegó a Buenos Aires a los 16 años, luego de la muerte de su madre. Al tiempo, quiso estudiar Medicina, pero desistió enseguida: le marcaron que con esas uñas pintadas de rojo sangre no lo lograría. Fue a Filosofía y Letras y ahí se quedó. Trabó amista con Leda Valladares, Alejandra Pizarnik, Olga Orozco.

En una entrevista de 2005, sentada en un largo sillón de su departamento de Belgrano, habla a cámara para la Audiovideoteca y dice: “Todas las flores tienen olor, y no hablo de las rosas, a las que no les encuentro olor”. Contra la corriente, fiel a su estilo, arranca después y enumera esas cosas que no le gustan. Entre pose de niña traviesa con inteligencia implacable, suma: el dulce de leche, las caminatas, hasta la presencia de otros. “Tolero la compañía por un ratito”, dice también. Y eso que sus compañías fueron por demás interesantes: Alberto Moravia, Italo Calvino y Elsa Morante, a quienes conoció en Europa, a donde se había mudado acompañando a su esposo, Miguel Ocampo, que era pintor y diplomático. A él lo había conocido gracias a un trabajo fallido: todavía en Buenos Aires, debía posar para un pintor, pero resultó, según le dijo a Lepoldo Brizuela en 2009 en una entrevista para La Nación, “demasiado oscura”. Ocampo era discípulo del artista, y allí se conocieron.

Tuvieron tres hijas. Una de ellas es Flaminia Ocampo, también escritora, que dice: “A mí de chica mi madre me parecía tan distinta a todas las madres que me causaba cierta gracia, creo que es la persona que más he observado en mi vida, pero es verdad que apreciar su originalidad no era fácil”. Flaminia está radicada en Estados Unidos, pero mantiene con su madre el vínculo particular de compartir profesión y dice que por estos días eso, el divague sobre libros, sobre escrituras, es lo que enciende sus charlas cuando hablan. “Aunque mis gustos literarios sean más generosos que los suyos, porque pocos escritores la deslumbran. Una de las cosas que a mi madre todavía la divierten es cuando criticamos la escritura mediocre”, dice.

María Teresa Andruetto, directora junto a Juana Lujan y Carolina Rossi de la colección Narradoras argentinas, dice con mucho tino que leer a Orphée es un poco como leer “un universo a lo Lucrecia Martel”. Se refiere a “la originalidad del lenguaje, su poeticidad, ese manejo refinado del habla del noroeste, relámpagos de un mundo insólito, esa observación sobre la sociedad tucumana, cierto delicioso delirio en su escritura”. ¿Por qué, como en la mayoría de los casos de las autoras de esa colección, no hay más de sus obras editadas? Andruetto ensaya una respuesta: “Los mecanismos de circulación y reconocimiento obedecen a tantos factores y también a cuestiones azarosas. Y luego está lo que sucede con las escritoras, lo que sucedía en otros tiempos con las grandes escritoras. En esa cuestión Orphée es un caso paradigmático. Estuvo casada con un hombre de la diplomacia y se contactó con los más altos círculos sociales del país, vivió largo tiempo en Paris y en Roma, fue asesora literaria de Gallimard, lo que era decir del caracú de la edición en el mundo por aquellos años, fue amiga íntima de escritores del mayor renombre internacional, Calvino, Moravia, Elsa Morante, y tiene una obra sorprendente. Sin embargo, nunca tuvo el reconocimiento que tuvieron los pares varones de su época y en algún momento simplemente deja de leerse, hasta estos últimos tiempos en los que cierta justicia lectora parece aproximarse a sus novelas y sus cuentos”.

Este año, Elvira Orphée cumple 95.

El tiempo es raro. El tiempo no puede con algunas cosas. Al menos, no puede con sus libros. No puede, por ejemplo, con Uno (1961), En el fondo (1969), La última conquista del ángel (1976).

Artículos relacionados

Martes 22 de marzo de 2016
Pies para qué los quiero...
Paula Bombara, Sandra Contreras y Mario Méndez participaron de un panel moderado por Larisa Chausovsky en el que abordaron las preguntas sobre por qué leer, para qué leer, cómo leer.
Segundo encuentro en la librería
Martes 22 de marzo de 2016
Juego de velocidades

“Pienso en la belleza como algo que necesitamos urgentemente y me encargo de buscarla en lugares donde creo que no se la había encontrado”, responde el chileno Enrique Winter en esta entrevista sobre Las bolsas de basura, su primera novela, y sobre la escritura en general.

Entrevista a Enrique Winter

Viernes 25 de marzo de 2016
El mal de la moral

La nueva novela de Martín Kohan, Fuera de lugar (Anagrama), tiene a la pornografía infantil como tema central. “Me interesa cómo la perversión mana del moralismo”, dice.

Entrevista a Martín Kohan
Lunes 28 de marzo de 2016
Tras los pasos malditos

Se acaba de reeditar Barón Biza. El inmoralista (Sudamericana), de Christian Ferrer, un libro que, sin la intención de ser una biografía, recorre la vida de Raúl Barón Biza al tiempo que mira la historia del país. "Era un hombre agresivo, violento, desagradable, de vida recia, nada fácil, prepotente, pero que pretendía decir una verdad donde se cruzaban tres lubricantes: el sexo, la política y el dinero", dice.

Entrevista a Christian Ferrer
Miércoles 24 de julio de 2019
La sabiduría del gato

El texto de apertura de El tiempo sin edad (Adriana Hidalgo): "La edad acorrala a cada uno de nosotros entre una fecha de nacimiento de la que, al menos en Occidente, estamos seguros y un vencimiento que, por regla general, desearíamos diferir".

Por Marc Augé

Viernes 01 de abril de 2016
Las tres vanguardias
El seminario que cambió la forma de leer la literatura argentina del siglo XX por primera vez en librerías. Este volumen reúne las once clases del seminario que dictó Ricardo Piglia en la Universidad de Buenos Aires en 1990.
Un ensayo de Ricardo Piglia
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar