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Luis Sagasti: "Me interesaba tomar a la información pura como poesía"

Y su nueva novela, Leyden Ltd.

"En el centro del tornado hay un gran silencio, y dentro vuelan, en sentido contrario, mariposas y libélulas": esto se lee en una de las notas al pie que ocupan Leyden Ltd., la última obra que Luis Sagasti acaba de publicar por Eterna Cadencia Editora, después de Bellas Artes, Maelstrom y Una ofrenda musical.

Por Valeria Tentoni. Foto de Claudia Aboaf.

 

"En el centro del tornado hay un gran silencio, y dentro vuelan, en sentido contrario, mariposas y libélulas": esto se lee en una de las notas al pie que ocupan Leyden Ltd., la última obra que Luis Sagasti acaba de publicar por Eterna Cadencia Editora, después de Bellas Artes, Maelstrom y Una ofrenda musical.

Nacido en Bahía Blanca en 1963, Sagasti nunca buscó residencia en Buenos Aires, como la mayoría de los escritores, y vive en su ciudad natal, donde trabaja como docente. Su último libor, el extraño e inclasificable Leyten Ltd., dice, proviene en buena parte de las horas que pasa en el aula.

Su protagonista, Paul Wilkes, está repartido y confinado a las brevísimas notas al pie con que progresa la historia: los subtítulos de esta novela que nadie escribió están ahí como las paredes de la caja del dibujo que le hacen al Principito prometiéndole un cordero perfecto dentro. Por los agujeritos, Sagasti nos espía reconstruyendo la historia de esta especie de cofradía secreta de la que participa Wilkes.

 

 

Como en otros libros, en Leyden Ltd. hacés gala de tu amor por las teorías conspirativas. ¿Qué te atrae de ellas y por qué?

No fue mi intención: a mí me interesaba en realidad el tema de biografiar a alguien oculto, Paul Wilkes. La biografía de un activista político, cultural, y me interesaba hacerlo con notas al pie. No había visto nunca que se hubiese trabajado así, porque si bien Rodolfo Walsh tiene un cuento, no tiene nada que ver con esto.

"Nota al pie", que progresa y las notas se van comiendo el cuerpo. Lo que vos hacés es que, desde el arranque, las notas sean el cuerpo.

Por eso, no tiene nada que ver con eso, y tampoco con lo que hace Laiseca en Gracias chanchúbelo, donde en un cuento, “Los magister de la ciudad de Nibelungen”, el cuento deben ser tres renglones y el resto son todas notas al pie. El cuerpo se desarolla en las notas al pie, pero son pocas, no es lo mismo. Hay otro, el libro de David Markson, La soledad del lector, pero ahí hay historias y si bien muchas de las notas pueden funcionar así, no son lo mismo. Markson me encanta, pero de algún modo queda ahí, en listas. A mí me interesaba que avance una trama con las notas, pero que cada nota, o la mayor cantidad posible, tenga un peso poético y que se potencie con otras. Me interesaba tomar a la información pura como poesía, como en el caso del Amazonas, que no es atravesado por ningún puente. A mí me parece muy poético eso. Pero me importaba diferenciarlo de las curiosidades. Por ejemplo: la antípoda de la provincia de Formosa es la isla de Taiwan que se llama Formosa. Yo creo que eso funciona en una trama policial, quizás, pero no acá. Es como un palíndromo: un palíndromo es un artificio del lenguaje que a mí me encanta leer, pero es eso. Es como ver un mago. Me encanta que me hagan magia, pero para mí eso es una performance. El arte es otra cosa. 

Entonces no quería ser un libro de conspiraciones.

Es que con este programa, naturalmente fueron apareciendo conspiraciones. Tengo varias, ¡y tengo nuevas! Philip K. Dick trabajaba con conspiraciones, algo de Ricardo Piglia... A mí lo que me interesa de las conspiraciones es que existen de verdad, pero que existan no significa que funcionen. Maelstrom sí es un libro sobre conspiraciones, es una metáfora sobre las conspiraciones, y eso fue hecho a propósito.

Hay también en Leyden Ltd. varias obras de arte, ideas para obras.

Sí, hay un montón de obras de arte que se me han ocurrido: es más fácil escribirlas que hacerlas, pero porque no estoy en el mundo del arte, no tengo la plata.

Me recuerda un poco al libro de Becerra, El artista más grande del mundo. ¿Te sentís cerca de ese libro en ese punto?

Es muy buen libro. No, pero que no me sienta cerca no quiere decir que no me parezca un gran libro. Si bien es un libro que piensa sobre el arte contemporáneo, y hay obras también, no me siento cerca. Me puedo sentir cerca de otros escritores por temática pero no por estilo, o por gusto.

En este libro hay mucha reflexión sobre historia del arte, teoría del arte. Es, también, la materia en la que das clases. ¿Cómo se mete la docencia en tu escritura?

Los libros salen en la verborragia académica, ahí salen ideas. El aula es un lugar donde salen libros. Incluso a veces le pido a algún alumno que me haga el favor de anotar cosas. Las ideas se te ocurren trabajando, sí, o escribiendo o hablando. Y cuando estás hablando, que entrás como en un fluir de conciencia, en un acto de presencia, te llueven cosas. Te llueven o salen, no sé cuál es la dirección topológica de las ideas, pero me vienen. Y me vienen hablando, en el aula. Escribiendo también se me ocurren cosas, obvio. O hablando con Mario.

¿Es por eso que está dedicado a Mario Ortíz?

Sí. Las noches de los viernes hablamos y tomamos whisky en casa. Lo hacemos desde los tiempos en que teníamos el programa de radio, "Maldición llegó el verano", en el 95. Casi dos décadas. Hablando con él surgen muchas cosas, por la verborragia del encuentro. Y dando clases. Mirando el mar, en Monte Hermoso. En Una ofrenda musical yo lo puse, "todo es posible frente al mar". Estoy en la playa con un cuadernito y se me ocurren cosas. O mirando mapas, son como mandalas para mí.

¿Es tu libro más cercano a Bellas Artes?

Puede ser, hay cosas, sí.
 
Hay muchas referencias a Bahía Blanca, a los poetas Mateístas, a Sierra de la Ventana, un juego entre lo local y lo universal, ¿por qué?
 
Sí, porque hay que hacerlo. ¿Por qué la localía tiene que ser neoyorkina o porteña? Bahía Blanca es una ciudad más. No obstante, creo que muchas de las cosas que se mencionan son universales.
 
¿Cuentos estás escribiendo?
 
No, no me sale. Tengo un par, ahí, pero no sé si son cuentos. En Una ofrenda musical hay un cuento, el del órgano gigante. Pero está insertado en el libro.
 
¿Pensás en la cuestión del género literario para escribir?
 
No, no pienso. Nunca me lo planteo.
 
Tus primeros libros quizás eran más clásicos, pienso en El canon de Leipzig, que es sin dudas una novela, ¿no?
 
Sí, es una novela, si bien tiene algunas cosas... O Los mares de la luna. Las dos primeras son bien narrativas, pero algunas cosas tienen experimentales. Pero ya no me sale.

¿A Wilkes cómo lo pensaste?

Se va dando solo. No pensé en nadie en especial, pensaba en alguien parecido a mí en el sentido: yo tengo facilidades para muchas cosas, pero no tengo la constancia y la disciplina para hacer absolutamente nada. Por ejemplo, tengo muy buen oído, pero nunca toqué nada. Con la pintura: tenía buena mano para el dibujo pero no tengo la menor disciplina. Y este Wilkes es un tipo que no tiene disciplina para hacer una banda de rock y entonces inventa una, como si ya estuviera hecha, para romper todo. Creo que hay algo mío ahí. O por ejemplo en la estructura: hago de cuenta que ya está el libro, entonces no escribo un libro, escribo las notas al pie.

¿Cómo elegiste los subtítulos y por qué?

Porque hay que ordenarlo, y si vos mirás bien, los capítulos van por décadas: la infancia, los años 60, y así. Hay cosas que funcionan, y no podés explicarlas racionalmente, pero vos sentís que funcionan.

"Es tan fácil, tan hermoso", ese es el final del libro.

Eso se repite. Es lo que le dice la mujer de Aldous Huxley cuando se va muriendo. Quería darle un final poético, algo esperanzador. Bueno, ahí sentís que cierra el libro. Aunque seguí escribiéndolo hasta horas antes que se imprima, porque se me ocurrían más cosas.

 

 

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