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Una novela que se deshace en las manos

Sylvia Molloy habla de Desarticulaciones, novela en la que la narradora se estrecha a la amiga que sufre de Alzheimer. "Quería que fuera parte de mi vida cotidiana, que fuera un reflejo de unos encuentros simples y que se dan cotidianamente o casi cotidianamente", dice.

Por PZ. Fotos: Lucio Ramírez.

sylvia molloy

El escritor danés Peter Seeberg tiene un relato breve que se llama "El paciente", incluido en la antología Cien años de cuentos nórdicos (Ediciones de la Torre, 1996). Allí cuenta los avatares de un hombre que padece de una grave enfermedad que le va tomando el cuerpo. Para que siga vivo, los médicos deben reemplazarle los miembros, los órganos, el corazón, por componentes artificiales. La vida se prolonga, pero él ya no sabe quién es:

-¿Me reconoces? -le digo todos los días a mi esposa cuando viene.
-Claro que sí -me contesta y me acaricia el pelo.
-¿Me quieres? -le susurro, porque quiero saberlo todos los días.
-Te quiero más que nunca -me dice dulcemente, cada día.
-Pero si no me ves -digo lo más alto que llega mi voz.
-Que sí -dice ella.
-No, de verdad que no -digo-, tú no lo entiendes. Soy más grande de lo que tú crees, lo que tú ves no soy yo.
-Que sí -dice llorando-, eres tú. Eres tú.

Desarticulaciones de Sylvia Molloy no tiene nada que ver con el cuento de Seeberg. Creo.

 

Con textos disgregados ("mucha gente habla de novela -dice Molloy-, pero en realidad es una novela que se deshace en las manos") la narradora registra los encuentros que mantiene con su amiga ML, quien sufre de Alzheimer. Pasajes, escenas, marcas que construyen un relato que se opone al derrumbe. Desarticulaciones es la búsqueda de "hacer durar una relación que continúa pese a la ruina, que subsiste aunque apenas queden palabras".

-Tengo entendido que ML existe. ¿Es un texto autobiográfico? Mejor dicho: ¿puede considerarse este un texto autobiográfico escribir sobre ML?

-Es un ejercicio autobiográfico escribir sobre el yo que recoge los encuentros con ML porque, por lo menos yo lo experimenté así, el yo que visita a ML es afectado por lo que ocurre en esas visitas o por algo que ML dice --o que no dice-- y que el yo espera que diga. Hay una ocasión en que el yo casi se enoja con ML porque le ha contado una versión distinta de la que le ha contado a otra persona en las épocas en que recordaba. Esas reacciones del yo y esos despechos son un ejercicio autobiográfico.

-¿Quién es, entonces, el protagonista de Desarticulaciones?

-No creo que haya protagonistas. Hay voces, hay diálogos. A pesar de que ML no recuerda puede conversar. Hay una conversación y un contacto: eso es, si se quiere, el protagonista. No aspiraba al protagonismo ni por parte del yo ni por parte de ML. Además toda autobiografía procura crear una imagen, es decir: componer un personaje, una figura que es el yo. Aquí no se compone, sino que se descompone.

-¿Cómo considera a Desarticulaciones? ¿Como una novela, un diario, una serie de marcas?

-Me gusta una serie de marcas, aunque no sea una descripción muy vendedora. Si le decís a alguien "comprá ese libro que es una serie de marcas": ¡nadie lo va comprar! Pero me gusta porque son fragmentos. Es una colección de... ¿cabe el término relatos? Es una colección de encuentros, de escenas. Me gusta también la idea de la escena: son pequeñas escenas donde se procura un encuentro, un diálogo que se da y no se da. No se da en términos convencionales pero se da de otra manera. Por ejemplo, que el yo del texto diga que veinte años no es nada y que ML conteste así, inmediatamente, que feliz la mirada, etc. Esa cita del tango es una respuesta. Hay un contacto. Son esos contactos lo que quería rescatar porque creo que hay una comunicación con la persona que se olvida, que olvida. Hay todavía una posibilidad de conectar que sigue caminos imprevistos.

*

No hay acápite que presente Desarticulaciones.  Hay, en cambio, una imposición de la autora. La dedicatoria "Para ML, que todavía está", se continúa en la exigencia de la primera frase: "Tengo que escribir estos textos mientras ella está viva, mientras no haya muerte o clausura".

-Quería captar el aspecto cotidiano de los encuentros. Que no fuera un recuerdo. No quería darle un sentido de homenaje ni de evocación una vez que ella ya no estuviera. Quería que fuera parte de mi vida cotidiana, que fuera un reflejo de unos encuentros simples y que se dan cotidianamente o casi cotidianamente.

-¿Qué dificultad le supuso preservar una mirada que no es fría pero tampoco triste o melancólica, sin caer en el golpe bajo?

-Fue un poco un ejercicio de sabiduría personal (no me gusta la palabra sabiduría, la podemos cambiar después) en tanto que las visitas para mí eran muy duras. Aquí estoy diciendo para mí, no para el yo. Evidentemente es una situación penosa, pero entonces empecé a desmontar esa situación y en cada encuentro pasaba algo. Había sí, tristeza, pero también había mucha inventiva, mucha ocurrencia. También humor. Ella no se había ido: seguía estando y emergía de maneras imprevistas. A través de un verso de un tango o de una poesía neoclásica espantosa, a veces a través de cosas que en otros momentos no se acuerda. Hay momentos en que puede leer, otros momentos en que no. Ubica la pérdida de memoria en su lugar. Sí: es una situación dolorosa. Pero al mismo tiempo es una situación que tiene sus momentos festivos. Y quería evitar el golpe bajo, el melodrama, el patetismo pero fue, como digo, una decisión que tomé viendo lo que podía darse en estos encuentros siempre insólitos y lo insólito me interesa.

-En su libro anterior, Varia imaginación, dice esta frase: "de chico se está enfermo pero no se sabe decir «estoy enfermo». Tampoco de adulto: por lo menos ese es mi caso". Si esa frase la traemos a Desarticulaciones: ¿ML puede decir que está enferma?

-No, no puede. Tampoco creo que pueda decir que está sana. La conciencia de la enfermedad ha quedado olvidada. Si le pregunto si está enferma me dice "no, yo he tenido mucha suerte, nunca he estado enferma". Y no tiene sentido decirle "sí, estás enferma", porque me va a preguntar de qué y no voy a saber qué decirle. ¿De desmemoria? ¿Es una enfermedad la desmemoria? Evidentemente, en un momento el médico le dijo que tenía Alzheimer. Sólo una vez ella aceptó hablar del tema conmigo y yo le dije algo muy torpe: "cómo te sentís con ese diagnóstico". "Bueno, me dijo, sé que cuando no pueda arreglármelas va a haber gente que me ayude". Y tenía razón: ella confiaba en los amigos y los amigos han estado ahí para ella. Fue la única vez que marginalmente aceptó la idea de la enfermedad. Después no se habló más. Y si hoy le preguntara ella diría que está sana.

*

Desarticulaciones es el primer libro de Molloy en siete años, luego del arriba mencionado Varia imaginación. En aquel, el mundo literario se construía con imágenes del pasado, borroso o nítido, oído o vivido, pero en el que se destacaba el destino frágil o incierto de la memoria.

-¿Desde hace cuánto le interesa la memoria como tema de sus libros?

-¡Desde hace mucho! Una de las razones por las cuales me interesa es que la uso mucho en mi ficción. Me cuesta inventar y, entonces, en lugar de hacer el esfuerzo de inventar, la memoria es como quien revisa en los cajones del pasado para ver qué encontrás ahí, qué podés usar como comienzo de ficción.

-Los libros anteriores eran más recuerdo que olvido?

-Es una pregunta difícil porque sin recuerdo no hay olvido y viceversa.

-Dicho de otra manera: ¿podrían ser Varia imaginación y Desarticulaciones dos caras de la moneda?

-Sí, absolutamente. En Varia imaginación deliberadamente trabajé el recuerdo, pero las astillas del recuerdo, fragmentos. Lo que me interesa de los dos libros es el carácter fragmentario tanto de la memoria como del olvido. Porque ML no se olvidó de todo: se olvida de algunas cosas, según los días recuerda otras. Lo que se recuerda se olvida y lo que se olvida se recuerda. Me interesa esa alternancia de fragmentos de memoria.

-¿Le interesa la memoria histórica, política del país?

-Sin duda, porque he trabajado mucho sobre autobiografía. Me interesa los escritores que recuerdan sus vidas y luego las escriben. He trabajado mucho el siglo XIX. La historia de la sociedad está ligad a la autobiografía como género de escritura individual, la recopilación del recuerdo individual está inextricablemente atada con la memoria del país. Por ejemplo, en Sarmiento, en Mansilla. Siempre me ha interesado la memoria del país en conjunción del que recuerda. Y de la perspectiva del que recuerda, qué evoca de esa memoria del país.

-Hay una entrada en Desarticulaciones que se llama "Libertad narrativa". Allí dice que cuando se pierde el testigo uno puede inventarse su propia historia.

-Esa situación particularmente te muestra cuán real es la posibilidad de invención. Si no hay quien te corrija y te diga "eso no fue así" podés tejer cualquier ficción.

-Sin embargo, es curioso que uno gana en libertad pero desea que el otro mantenga el recuerdo. ¿Qué ve uno en el recuerdo del otro?

-Te ves a vos mismo. Yo creo que en el recuerdo del otro --o en el no recuerdo del otro-- vos existís o una parte tuya se pierde. Parte de ese yo que se reúne con ML desaparece con la desmemoria de ML.

*

Sylvia Molloy lleva casi 40 años viviendo en Estados Unidos. En las solapas de sus libros dice que "una vez por año viaja a la Argentina".

-No sé quién lo puso, pero lo dejo a propósito porque, aunque vengo más a menudo que una vez por año, es como una especie de visita ritual. Aunque sé que tengo que irme de nuevo, asentarme y jugar un poquito a que nunca me fui. A pesar de que, como dice Leonardo Sciascia, el que ha cometido el error de irse no puede cometer el error de volver. Yo lo cometo y ahora más a menudo, de hecho.

-Es llamativo que sus últimos libros tenga la necesidad de hablar de la Argentina (si hasta ML es argentina). ¿Qué sucede que Estados Unidos no está presente?

-Creo que está presente pero de una manera muy desviada: está presente por ausencia, valga la paradoja. Hay un esfuerzo de recordar y de recapturar cierto tipo de lenguaje, cierto tipo de castellano, un castellano sin duda algo pasado, hay muchas palabras que el yo usa con ML o que usa la madre en Varia imaginación. Ese intento de recapturar cierto tipo de habla de Buenos Aires responde directamente al estar afuera. Cuando estás aquí no necesitás evocarlos. Pienso en lo que decía Manuel Puig sobre la voz de la madre y la tía, que quería retomar eso. A mí me pasa algo parecido.

*

"De vuelta de Buenos Aires fui a visitarla, le llevé los consabidos alfajores, te traje un regalito de la patria, le dije, extendiéndole la caja". "Vuelvo otra vez de Buenos Aires, voy a visitarla, le llevo de nuevo alfajores". "Otro regreso, más alfajores".

Con el regalo cotidiano, se hace presente el carácter espiralado del Alzheimer en ML. A veces agradece los alfajores, a veces no sabe qué son, a veces presiente la marca de Mar del Plata, pero en lugar de "Havanna" lee "Alfonsina".

-¿Le va a llevar alfajores este año?

-Absolutamente.

-¿Y el libro?

-No sé. ¿Qué le digo del libro? ¿Le digo que ella está en el libro? Es obligarla a no reconocerse. Va a ser muy duro porque va a hacer un esfuerzo que a lo mejor la perturba más que otra cosa porque no hay reconocimiento posible. Mostrarle el libro sería preguntarle "¿te acordás cuándo pasó esto que cuento aquí?" y no se acordaría. Me parece que sería más penoso que otra cosa. Pero los alfajores sí, por supuesto.

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