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Editorial

Poner la lengua de los amos a vibrar

Por Gabriela Cabezón Cámara

La autora de La virgen cabeza presentó La telepatía nacional, de Roque Larraquy. "La obra de Roque tiene una relación paródica con sus antecedentes".

Por Gabriela Cabezón Cámara.

 

 

 

Es difícil escribir algo que le haga justicia a la obra de Roque Larraquy: es profundamente singular, no parece deudora de ninguna otra en la tradición nacional. Salvo, podría pensarse, de la del Lugones de Yzur. O de los delirios higienistas de Ramos Mejía. O de los de José Ingenieros. La obra de Roque tiene una relación paródica con sus antecedentes. En el caso de La telepatía nacional, Larraquy trabaja con discursos de otros: la cosmovisión racista, machista, estructuralmente clasista de la clase alta argentina de principios del siglo pasado; la antropología, la medicina, la burocracia y la arquitectura pensada desde la cima del poder el Estado, el urbanismo como proyecto igualitario. La Telepatía Nacional trabaja con las narrativas del poder, se las apropia, las amasa, las somete a su lirismo frío y paródico, les imprime un ritmo y una forma nuevas que lo que hacen, sin embargo, es poner en evidencia la fragilidad constitutiva de esas narrativas, su condición de artificio extremo.

En La Telepatía Nacional hablan altos garcas. Salvo uno, el urbanista que está en la cima del Estado brevemente en la segunda parte del libro. Un Perón raro, un Perón que no habla como Perón pero piensa como podría haber pensado Perón. Y salvo una, pero una que no habla directamente: es dicha por Amado Dan, el primer garca de la novela, un señor riquísimo que manda a “recolectar” indios amazónicos, los más primitivos y aislados que se puedan encontrar, a una compañía, la Peruvian Rubber Company, que tiene entre sus negocios del tráfico de personas. Decíamos que hablan puros garcas y garcas puros: una narrativa del poder argentino del Centenario. Salvo uno, pero entonces ya no es el Centenario. Y una: una de los indios que son traídos como si fueran cualquier mercadería. Pero no son cualquier mercadería. Son gente. La gente de la telepatía. Y una de ellas va a penetrar en el amo. Y le va a deparar algunas de las experiencias sexuales más intensas que el amo haya conocido. Y eso que estoy contando es casi nada. La narrativa de Roque no se puede condensar en pocas palabras. Y no vale la pena. Leerlo es un placer, es descubrir mundos: es el constructor de los mundos más ricos y singulares de la narrativa argentina contemporánea. Roque pone a la lengua de los amos a vibrar, la llena de una vida nueva. Y la vida, ya sabemos, la lengua viva, revienta cualquier cárcel por férrea que sea esa cárcel. Roque deja al rey en pelotas siempre, a las narrativas del poder hechas hilachas. Hechas mierda las deja.

 

 

 

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