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J. K. Rowling: fracasar para contar la historia

Por Demian Sterman

La mejor idea de Rowling surgió en el momento más crítico de su vida y en la primera edición de su libro se imprimieron solamente 500 ejemplares: hoy lleva publicados más de 450 millones. Editado por Paidós, Historias de fracasos y fracasados que cambiaron al mundo, el nuevo libro del que viene este texto.

Por Demian Sterman.

 

J. K. Rowling, la escritora del éxito mundial de la saga de Harry Potter, es una de las autoras de ficción que más fortuna logró con su profesión, pero para llegar hasta aquí hizo un largo recorrido desde lo más bajo.

Cuenta ella misma que su mejor idea surgió en el momento más crítico de su vida. En 1990 tuvo que enfrentar, sin dinero, las deudas que la muerte de su madre había generado. Fue por esa razón que decidió mudarse a Portugal. Ahí se casó y tuvo a su primera hija, pero la alegría familiar le duró solo siete meses. Después de ese lapso, su matrimonio fracasó y ella partió a Escocia. Un día, mientras esperaba el tren de Manchester a Londres, se le ocurrió la historia de Harry Potter.

Según Rowling  en una columna escrita para el Sunday Times online, “esa fue una época oscura, pues tenía que contemplar robar los pañales para mi hija para alcanzar a comprar una lata de frijoles”.

Por esa época le diagnosticaron  depresión. Las cosas no podían estar peor, sin dinero, una hija, una separación, la muerte de su padre y sus deudas, pero de algún modo encontró en la escritura un lugar que la rescataba de todo aquello. Fue escapando de la depresión a través de la escritura y de hecho usó su enfermedad como inspiración para la creación de los seres horribles que ilustran la oscuridad en el mundo de Harry Potter. Según expresó ella misma frente a un gran público en la Universidad de Harvard: “Ese periodo de mi vida fue muy oscuro, y no tenía idea que pasaría lo que la prensa llama ahora un final de cuento de hadas. No tenía idea de qué tan extenso era el túnel, y durante mucho tiempo, cualquier luz al final de él era más una esperanza que una realidad”.

Ella era la indicada para hablar de fracasos, y también de éxitos. En la misma conferencia siguió diciendo: “¿Por qué hablo acerca de los beneficios del fracaso? Simplemente porque el fracaso significa un camino hacia lo no esencial. Me paré pretendiendo que era algo muy diferente a lo que era en realidad, y comencé a dirigir toda mi energía a terminar el trabajo que me interesaba. No triunfé realmente en nada más, pues nunca encontré la determinación de tener éxito en otro campo que fuera de mi interés. Era libre. Mis más grandes miedos se habían materializado, y aún estaba con vida, y aún tenía una hija a la cual adoraba, y tenía una máquina de escribir y una gran idea. Y entonces la roca del suelo se convirtió en los fundamentos sobre los cuales reconstruí mi vida”.

Sus palabras son la muestra de su proceso y a la vez son inspiradoras: “El fracaso me dio una seguridad interior que nunca experimenté al pasar los exámenes. El fracaso me enseñó cosas acerca de mí misma que no hubiese podido aprender de otra manera. Descubrí que tengo una fuerte voluntad, y más disciplina de la que esperaba. Y también descubrí que tenía amigos cuyo valor es mucho más alto que el de los rubíes”. Con ese emblemático discurso sobre el éxito y el fracaso, Joanne K. Rowling se mostraba en la Ceremonia de Graduación N° 357 de la Universidad de Harvard, donde también recibía un título honorífico. Pero esa fue solo la primera parte de la historia de los altibajos que sufrieron tanto Harry Potter como su creadora J. K. Rowling ya que una vez terminado el manuscrito de Harry Potter y la piedra filosofal, el primero de toda la saga, estuvo seis años tratando de que alguna editorial se interesara por él. Doce editoriales la rechazaron hasta que por fin una pequeña firma que recién daba sus primeros pasos, Bloomsbury Publishing,  aceptó leer la historia para ver si la publicaba. El director de la editorial, Barry Cunningham, le dio a leer el primer capítulo a su hija, quien después de quedar absolutamente atrapada dentro de la historia le hizo saber a su padre que entre sus manos tenía algo maravilloso y fue por ese informe de lectura que Bloomsbury decidió editarla. Al año siguiente la editorial Scholastic  logró los derechos para llevar la novela de Rowling a los Estados Unidos por 105.000 dólares y lo que vino después fue una vertiginosa carrera ascendente que incluyó su desembarco en Hollywood y una pesada batería de merchandising que catapultó al niño mago a lo más alto de las historias fantásticas y para una amplia franja de edades. J. K. Rowling dice siempre que todas las decisiones empresariales que tuvo que tomar las hizo sin perder de vista sus raíces y el difícil camino que tuvo que andar, sobre todo nunca pierde de vista aquellos tiempos complicados en los que vivía de recibir la ayuda del gobierno. Hoy en día es una filántropa destacada que tiene una organización para el combate de la esclerosis múltiple, enfermedad que atacó a su madre. Nadie puede saber realmente si Harry Potter hubiera sido un éxito de no haberse desencadenado los hechos tal como sucedieron. Incluso podría no haber existido, como tantas ideas que terminan descansando en los papeles de sus creadores, o en los tachos de basura de sus editores. Pero toda historia de éxito que parece suceder de la nada, siempre tiene un facilitador. Alguien que lo hace posible. Y en la historia de Rowling fue fundamental la participación de Barry Cunningham, que vio algo en la historia que otros no vieron. “Claro que yo no sabía que todos lo habían rechazado”, dijo el editor durante su participación en el Seminario Internacional de Fomento a la Lectura en el marco de la 34º Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, en la Ciudad de México.

“Buscaba un libro que tuviera un verdadero valor de entretenimiento, nunca me ha interesado la literatura refinada, siempre he querido publicar libros que a los niños les gustaría leer... este era un libro para lectores, no para críticos literarios”, sostuvo.

Para la primera edición se imprimieron solamente 500 ejemplares de tapa dura con el foco puesto en la distribución a bibliotecas. La venta de estos ejemplares se logró muy rápido y así comenzó el fenómeno, que para 2013, gracias en gran parte a la recomendación de los propios lectores, llevaba publicados más de 450 millones de ejemplares. Para Cunningham el impacto de Harry Potter se sintió en toda la industria editorial y fue el que abrió la puerta para que una generación de lectores fuera consumidora posteriormente de otras sagas como Los juegos del hambre, Cazadores de sombras, Maze Runner, Crepúsculo y los títulos de John Green, entre otros.

 

 

 

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