Los cielos de tormenta
Viernes 17 de agosto de 2012
En esta nota final Marguerite Duras explica de dónde surgió la historia de La lluvia de verano (Ed. El cuenco de plata).
Por Marguerite Duras.
En 1984 hice una película titulada Les Enfants [Los niños] gracias a una subvención personal del Ministro de Cultura Jack Lang.
Les Enfants fue realizada en colaboración con Jean Mascolo y Jean-Marc Turine. La elección de los actores la hicimos en conjunto. Participaron Tatiana Moukhine, Daniel Gélin, Martine Chevallier, Axel Bogousslavsky, Pierre Arditi, André Dussolier. A cargo de la cámara estaba Bruno Nuytten y su equipo.
Durante algunos años la película fue para mí la única narración posible de la historia. Pero pensaba con frecuencia en aquella gente, en aquellas personas que había abandonado. Y un día escribí sobre ellos a partir de los lugares de filmación de Vitry. Durante algunos meses este libro se tituló Los cielos de tormenta, la lluvia de verano. Me quedé con el final, con la lluvia.
Mientras escribía el libro hice unos quince viajes a Vitry. Casi siempre me perdía. Vitry es un suburbio aterrador, inhallable, indefinido, al que de pronto empecé a amar. Es el lugar menos literario que se pueda imaginar, el menos concreto. Entonces lo inventé. Pero conservé los nombres de los músicos, los nombres de las calles. Y también la dimensión tentacular de la ciudad de suburbios de varios millones de habitantes en su inmensidad, lo que no habría podido hacer con la película. También conservé la casa de los padres. La casa se quemó. La municipalidad de Vitry habló con solemnidad de un accidente. Me olvido: conservé el Sena, siempre está presente, siempre allí, soberbio, a lo largo de los muelles ahora desnudos. La maleza se ha quemado. Las rutas que bordean el Sena son perfectas, de tres carriles. Los extranjeros desaparecieron. Las sedes de las empresas se convirtieron en palacios. El palacio del diario Le Monde no habría podido ser así en París, más grande todavía que el de Bofill en Vergy-Pontoise. De noche uno tiene miedo porque los muelles están desiertos. Y me olvidaba también: el árbol está allí. La verja del jardín es ahora un muro alto de hormigón, ahora ya no se puede ver el árbol entero. Lo sé, debí haber ido a Vitry e impedir que se hiciera un muro de hormigón. Pero nadie me avisó, qué le vamos a hacer… De ahora en adelante ya no se verá sino lo alto del follaje, y así nadie más podrá contemplarlo. Según parece está bien cuidado, apuntalaron las ramas, ha crecido aún más, está muy fuerte. Se parece a un rey de Israel.
Me olvidaba también: no inventé los nombres de los niños. Ni la historia de amor que recorre todo el libro.
Y olvidaba además: el puerto se llama de verdad Port-à-l’Anglais. La ruta Nacional 7 es la ruta Nacional 7. La escuela se llama de verdad Escuela Blaise Pascal.
El libro quemado lo inventé.