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México por México

Un panel de Filba Internacional 2012 en el que participaron los mexicanos Margo Glantz, Álvaro Enrigue y Fabio Morábito.

Foto: PZ.

méxico por méxico

¿Qué de nuevo está pasando en México? En una de las actividades de la sección homenaje a la literatura mexicana del Festival Internacional de Literatura Filba 2012, los reconocidos escritores Margo Glantz, Álvaro Enrigue y Fabio Morábito dialogaron con Guillermo Quijas, un importante editor, sobre las expresiones y desafíos del escenario cultural mexicano, y principalmente sobre el panorama literario: libros, autores, editoriales, circuitos de legitimación, esperanzas y frustraciones del mayor productor de letras de América Latina.

 

Guillermo Quijas: Quisiera establecer un diálogo relajado con tres de los escritores mexicanos que más admiro y he seguido en los últimos años. Me parece que son de las voces más importantes de la literatura mexicana actual. Para contextualizar la mesa, vamos a hablar no sólo de la literatura mexicana sino cómo se crea desde México esta literatura, cómo los escritores conforman su literatura a partir de la experiencia de vida en México, pero que también han tenido en otros lados. Propios y extraños han escrito sobre México: es una especie de cuerno de la abundancia en el centro del continente. Hay mexicanos que han querido desligarse del tema patrio por resultar un tema demasiado localista y narran en sus libros otras latitudes, otras historias que nacen de circunstancias lejanas. En las amplias hectáreas de la literatura mexicana existe también una tercera posibilidad: la de quienes salen y entran del país para escribirlo desde dentro y desde fuera, quienes al viajar establecen una distancia con su tierra que les da, además de un descanso de la realidad, una perspectiva completamente distinta que seguramente influye de modo importante en sus escritos. Los autores que participan en esta mesa, Margo Glantz, Alvaro Enrigue y Fabio Morábito, tienen o han tenido esta dinámica. Para iniciar el diálogo quisiera preguntarles qué es lo que cambia de su visión del país cuando lo ven de cerca y luego cuando lo ven de lejos.

Margo Glantz: Cuando lo veo de cerca me horrorizo. [Risas] Es un país espantoso, pero parece que todos los países son espantosos. Cuando lo veo de lejos pocas veces tengo nostalgia, pero vuelvo. Es todo. Tú qué dices, Alvaro.

Alvaro Enrigue: No es un país fácil México. Es un país muy complicado. Pero por otro lado recibe muchas migraciones, lo cual es un misterio. Gente que se decanta por el privilegio de ser mexicano. Creo que es también nuestro caso: todos somos descendientes de inmigrantes. Es un país del que efectivamente se entra y se sale y más en los últimos años. Hay la leyenda de que México no perdona a los que se van de México. Se dice mucho de eso: a los escritores que se fueron de México, México no los perdona. Pero está el caso de Reyes, de Paz…

Margo Glantz: Pitol.

Alvaro Enrigue: … de Sergio Pitol que volvió ya mayor y a mayor gloria. Ciertamente no fue reconocido, hasta que volvió, en el nivel que tiene: el escritor más destacado de un momento histórico.

Fabio Morábito: Hablas de Pitol y estoy releyendo El arte de la fuga. Uno de los temas en ese libro es el del viajero perpetuamente peleado con México, perpetuamente atraído por México, que tiene propósitos de regreso pero luego simplemente no lo hace o que tiene propósitos de irse, de pasar una breve vacación, pero de repente alarga su estancia y termina por quedarse para siempre. Me preguntaría yo si ese conflicto tan visceral no es propio, no sólo de Pitol, sino de una generación de mexicanos, que no vería en las generaciones posteriores. Pitol vivía de traducir en un tugurio en el barrio gótico de Barcelona, pero ahora quienes se van del país lo hacen con una beca, un respaldo académico, y eso de algún modo ya establece una ruta de regreso y atenúa pues el conflicto con el país.

¿Crees que con estas becas ha cambiado un poco la escritura o la concepción que se tiene de México?

Fabio Morábito: No sé si lo ha cambiado, lo que sí es cierto es que, ya que hablamos de la escritura, empieza a haber una especie de turismo en la literatura mexicana sobre todo con el tema del narcotráfico. De pronto, de manera que uno podría decir necesaria y explicable, pero que para mí no deja de ser sospechosa, ha brotado todo este género de literatura del narco. He leído muy poco de esto, y además hay una cantidad enorme, pero sospecho que en gran parte no es que revele un conflicto visceral con el país, como en el caso de Pitol u otros, sino cierto oportunismo narrativo. Comercial. Se espera que el público, sobre todo extramexicano, pero incluso el local, se interese en ese tema que obviamente es un tema de vida cotidiana, y tal como ha habido y sigue habiendo esta moda de la novela histórica que también de una manera muy sospechosa consiguió con los festejos del bicentenario, también ha habido este brote anómalo e insólito de la literatura del narco.

Alvaro Enrigue: Es interesante lo de las miradas extranjeras porque es un poco una “literatura for export”. No quiere decir que funcione, que realmente se exporte, pero el modelo está. Es decir: parece que es más fácil que se venda en Frankfurt antes que otra novela normal. En esa discusión lo que me seduce es el otro punto de vista. El mercado internacional estuvo durante ochenta años esperando que los mexicanos fueran mexicanos y en el momento en que los mexicanos se vuelven a comportar como Pancho Villa, ¡pum!, empieza a comprar. A quién le va interesar Sergio Pitol, un señor como cualquier otro. En cambio sale la pistola, aparecen los decapitados y todo el mundo está encantado. Podemos dormir en paz: los mexicanos se están matando. [Risas] Es una cosa brutal. Es salvaje cómo el mercado internacional estereotipó y cómo los amigos van cayendo.

Margo Glantz: A mí me parece un tema muy coyuntural, pero también hay gente interesante como Yuri Herrera. No sé cómo funcionen después, pero su segunda novela es muy interesante (la primera también) y es sobre narcotráfico. Hay otros que son verdaderamente horrendos, pero hoy estoy muy lapidaria, perdonen. [Risas]

Alvaro Enrigue: ¿Hoy?

Guillermo Quijas: Margo, leía que te defines como una obrera —así decía la nota—, y una viajera voraz y vital que en la vida cotidiana encuentra la excusa para practicar el ejercicio de la literatura.

Margo Glantz: Creo que esa idea no es mía. Viajera sí soy, pero obrera nunca he sido. No me identifico con esa definición. El problema de las entrevistas es que, por lo general los periodistas —y sobre todo los mexicanos, aunque no quiero hablar mal de ellos— son bastante improvisados en algunos momentos y entonces hay algunas en las que parece que uno dijera cosas sin pies ni cabeza. Yo nunca he dicho que fuera obrera. Lo que digo, en última instancia, es que trabajo un texto  como un artesano, pero eso lo dice tanta gente que creo que no tiene ninguna novedad. Lo que sí digo es que a mí, como a muchos mexicanos, me gusta viajar y cuando escribo un texto sobre mí digo que soy tal cosa, tal otra y viajera. Y cuando le dedico un libro a mis nietos les escribo su abuela la viajera.

Guillermo Quijas: ¿Cómo les interesa escribir sobre México: desde la cercanía o la distancia?

Alvaro Enrigue: A mí me gusta ser extranjero, esa es la verdad. Me siento más cómodo escribiendo sobre México desde fuera de México que dentro de México. Pero no tengo ninguna razón particular. Es mi trabajo y me gusta vivir fuera. Es muy cómodo leer, por ejemplo, el New York Times: es una delicia leer los problemas de los gringos y no los tuyos. [Risas] Por otro lado es muy humillante cuando ves la retórica de Obama en el discurso de aceptación de su candidatura y la retórica de Peña Nieto en su discurso de aceptación de la presidencia. El de Obama está un poco mejor escrito, está un poco mejor pensado, apela un poco más al público y está entregado por un actor profesional. En cualquier caso es eso: no tengo ningún problema con México, pero me encanta ser extranjero. Prefiero ser extranjero aunque siempre regrese. Cada tanto pienso “México es donde hay que estar”. Es un error, pero. [Risas]

Margo Glantz: Hoy es el día de la patria y estamos en Argentina. Es 16 de septiembre y en Coyoacán, mi barrio, es imposible caminar porque todo el mundo está gritando, tirando serpentina. Pero vamos a parece antimexicanos y aquí era para hablar de la literatura mexicana. Suena contradictorio.

Alvaro Enrigue: Pero a la literatura no le gusta lo que tiene. Afortunadamente no hay un exaltador como Diego Rivera en la literatura mexicana. La literatura es crítica, siempre es incómoda.

Margo Glantz: Pero en la época de Diego Rivera se necesitaba eso, ahora ya no se necesita tanto. Desde que era muy niña decidí viajar y desde los veinte años no he parado de viajar. Siempre estoy pensando en salir de mi país y volver a él, lo cual a veces es gravemente alucinante porque desde que pongo el pie en el avión sé que voy a regresar en el mismo avión. Me asombra advertir que mi casa es maravillosa y que ahí me voy a poner a escribir. Yo tomo fotografías y tomo notas en unos cuadernos que se vuelven ilegibles porque tengo una caligrafía tan mala que cuando regreso no entiendo nada. Entonces una palabra me remite a todo lo que hice y así puedo reconstruirlo. Pero sólo lo puedo reconstruir en mi casa. Por lo que me debe gustar México también.

Fabio Morábito: A mí me gusta cada vez menos viajar. Me pone más nervioso y me pregunto de qué sirven tantos viajes. De la misma forma que decía hace un momento que la relación con el país tal como la vivió otra generación ya no se vive de ese modo porque se ha institucionalizado un poco, con el viaje se puede decir lo mismo. Son viajes cada vez más domesticados donde habría que preguntarse si son tan necesarios. Uno contesta que sí a toda invitación: en un primer momento el viaje me parece siempre una cosa positiva, pero a medida que se acerca la fecha empiezo a preguntarme para qué. No sé cómo viven ustedes esa película. Incluso los viajes como este, cultural, con invitación, antes eran de otro tipo. Ahora son cada vez más cortos y cada vez se parecen más unos a otros. Además muchas veces no da tiempo de estar solo, que es la condición propia del viajero para poder verdaderamente, aunque sea por una tarde, decir que conoció en este viaje.

Alvaro Enrigue: Son nociones distintas la de viaje y la de festival literario. Ahora puedes subirte al carrusel de los festivales en Cartagena, que empieza en enero, y te puedas bajar en la Fil. En un año muy malo de mi vida lo hice. Alejandro Zambra está viviendo un año complicado y entonces tomó esa decisión y está en el never ending viaje literario. Por otro lado, antes de salir de México, trabajaba en una institución cultural que invitó a John Banville a México y él dijo “me encantaría ir pero estoy escribiendo”. Esta cosa que es tan obvia me abrió una puerta: “estoy escribiendo una novela, no voy a estar promoviendo la anterior, cuando acabe esta me invitan y yo iré con mucho gusto”. Lo que tenemos que hacer es aprender a decir que no.

Margo Glantz: Para mí es fundamental viajar. Si me invitan me voy inmediatamente. Si no viajo no puedo escribir. Siempre estoy pensando en salir de casa, aunque regrese, porque pienso que de esa manera se movimienta mi escritura. Odio el avión, las huellas digitales (en Estados Unidos tienen como 250mil huellas digitales mías), aunque afortunadamente como estoy cada vez más vieja se están borrando y eso me da mucho gusto porque los miserables de la aduana no se quedan con mis huellas. [Risas] Odio ir en turista lo odio, casi siempre voy en business porque tengo muchas millas acumuladas, pero no vine en business ahora y lo sufrí enormemente. Odié el viaje hacia Argentina, pero ya llegada estaba fascinada de la vida porque es un país en el que tengo 800 amigos y me siento en casa. Además, desde muy niña leía Billiken y creo que conocía más a San Martín que a Hidalgo. [Risas] Adoro a Argentina. Por favor, invítenme el año que entra.

¿México es un tema literario abarcable o habría que elegir una arista de una realidad tan compleja?

Alvaro Enrigue: Yo creo que no es abarcable. Casi todo lo que escribo viene remotamente de la familia y empieza en pueblos de Jalisco. Autlán es un pueblo que tuvo el privilegio de parir a mi padre y a Carlos Santana: no es mala medalla. Pero creo que se escribe sobre lugares muy chicos, las dos o tres calles que te parece que tienen un significado que valdría la pena investigar.

Margo Glantz: Durante muchos años la literatura mexicana fue una literatura totalmente nacionalista que planteó de una manera épica la realidad nacional. Si uno ve la novela del siglo XIX como Payno, Inclán o etc., pero sobre todo Payno, es una novela que abarca todos los aspectos de la realidad mexicana y eso era fundamental. Eso sucede después con la Revolución Mexicana, y con Carlos Fuentes todavía hay una visión épica. Rulfo, que es un escritor muy diferente, no necesita salir de Comala, un pequeño pueblo como el tuyo, pero después en los años sesenta del siglo pasado empieza a surgir una literatura mucho muy distinta que ya no pretende ser épica y que no pretende tener a México como algo fundamental. Un caso interesante sería el Farabeuf de Salvador Elizondo, que no tiene nada que ver con México: tiene que ver con Francia y ni siquiera con la época en que escribió la novela. Pitol siempre regresa a México y siempre habla de México y su infancia en Veracruz, pero en realidad son libros totalmente cosmopolitas. Otro mexicano que era verdaderamente impresionante por su afán de definir México era Monsiváis, pero también es un escritor internacional. Varía muchísimo. Quizás los que escriben de narcotráfico pretendan que es una cosa distinta de nuestro país pero que también está presente de una manera horrible, pero que de alguna manera califica al país. Hay muchos autores diferentes ahora. Tú, Fabio, no te preocupas demasiado de México, ¿o sí?

Fabio Morábito: Me preocupo, pero no lo escribo. [Risas]

Alvaro Enrigue: Pero hay un prisma que mira a México. Muchas veces te cito, seguro te cito mal, pero siempre digo “Piensa Morábito que la ciudad de México es una ciudad llena de baldíos”. Aún si escribes desde Berlín hay una mirada que al final desemboca en México, como Pitol no desemboca en México sino en Potrero, que es un pueblito más chico que Autlán.

Fabio Morábito: ¿Se puede dejar de pensar en el propio país? No. Siempre nos alimentamos de la realidad más cercana. Podemos ponerle un nombre de nación, es lo que algunos han hecho, o como ha dicho muy bien Margo alguna corriente lo ha hecho. Fuentes lo ha hecho preocupado porque sus libros sean de algún modo representación de la consciencia o del estado nacional, pero ha sido el último. De hecho, creo que la poca fortuna de los últimos libros de Fuentes ante los lectores jóvenes —pero cuando digo últimos digo una gran parte de la última producción de él— depende en gran medida de esa indiferencia de las nuevas generaciones por el problema de México, con mayúsculas, tal como lo planteaba Fuentes. Pitol no lo hace: Pitol puede tranquilamente escribir un cuento que transcurre en Venecia y no se siente culpable o menos mexicano. Intuye que ese cuento sobre Venencia es un cuento mexicano como cualquier otro.

Desde su punto de vista, ¿quiénes serían los autores que representan mejor la realidad mexicana?

Fabio Morábito: Me gusta mucho Jorge Ibargüengoitia, que creo que es un autor que se conoce muy poco en la Argentina. Murió en ‘82, es un escritor humorista pero sobre todo sarcástico. En el fondo es un moralista, como hay siempre detrás de un humorista. Se ríe puntualmente de México, se ríe de los mitos, de los arquetipos y de las mitologías mexicanas empezando por la propia revolución. En ese sentido quizá es el autor mexicano, porque realmente para él sí es una preocupación constante aunque lo haga a través del sarcasmo. Es un autor espléndido, un poco anómalo en un país tan solemne como el nuestro. Tenía un estilo inglés, además, muy poco barroco, pulido, casi neutral. Ha sabido darle un rostro de México que habíamos olvidado.

Alvaro Enrigue: La literatura mexicana contemporánea no se entiende sin Ibargüengoitia y sin embargo no ha tenido ningún éxito fuera de México. El otro es José Revueltas, que es de ese mismo período. Produjo una manera de enfocar las cosas que sigue siendo novedosa, una lectura muy crítica y muy inteligente de México. Sucede lo que pasaba aquí con Saer, que ahora ya es un autor que se lee en América latina y España, pero que durante años no se leía y era complicado entender la literatura argentina contemporánea. A José Revueltas hay que leerlo.

Margo Glantz: Revueltas no es solemne en absoluto, pero toma con una gran seriedad los problemas del país. Por ejemplo, en el otomano trabaja el problema de la muerte que luego va a trabajar de una manera mucho más famosa El laberinto de la soledad de Paz. El pertenece a la generación de los autores que escribían sobre la realidad mexicana. Otro de los autores que muy importante que no es actual —la  literatura actual es demasiado cercana por lo menos en mi caso para que pueda hacer una evaluación de por dónde; siento que se está disparando por muchos canales completamente distintos y todavía no se podría etiquetar—. Es Elena Garro, un personaje extraordinario que escribió sobre cuestiones políticas de México que antecedió a García Márquez. Los recuerdos del porvenir es un libro extraordinario escrito antes de Cien años de soledad que tiene muchos elementos de Cien años de soledad que fue tan copiado por las “Gabitas”, como dice una amiga mía, que son escritoras latinoamericanas que tomaron los elementos y el meollo de la obra de García Márquez y lo desarrollaron con una sensibilidad femenina, y que aniquilaron completamente a Elena Garro.

Alvaro Enrigue: ¿Sabes quién está siendo rescatada afortunadamente? Josefina Vicens. El libro vacío es una novela magistral que no ha perdido un gramo de actualidad y que afortunadamente fue reeditada por el Fondo y los lectores jóvenes la están redescrubiendo. Habla de mi edad: a mí me tocó leerle en la universidad. Sigue siendo una novela fabulosa que sí se consigue en Buenos Aires, además. No sé si los libros de Revueltas o Ibargüengoitia, pero sé que el Fondo tiró algunos ejemplares para la argentina de El libro vacío y Los años falsos.

Fabio Morábito: Ya que estamos en tren de recomendaciones, falta la otra mujer importante en México: Inés Arredondo. Desde el punto de vista de la perspectiva de esta mesa no tendría nada que decir, porque sus historias son de lo más intimistas, incluso más sexuales que eróticas, y podrían transcurrir en cualquier parte. Pero, sin embargo, otra vez se plantea que la literatura tiene la capacidad de nombrar de manera explícita la realidad exterior. Además es la única escritora que sólo ha escrito cuentos, nunca escribió una novela. Y creo que si Josefina Vicens ha sido un poco olvidada, Inés Arredondo está casi sepultada.

Margo Glantz: Yo diría Nelly Campobello, una de las escritoras más extraordinarias que se han producido en español. Publicó unos cuentos brevísimos que se llaman Cartucho, que a veces son de una página y que son deslumbrantes. No sólo porque escribió sobre la Revolución Mexicana y fue la única que lo hizo, eso sería lo menos importante, sino por la capacidad para manejar una oralidad anterior a la de Rulfo. Creó un nuevo lenguaje en México y en español, sólo hablando como una niña que vivió la revolución mexicana. Tampoco se conoce en Argentina.

Alvaro Enrigue: Escribió dos libros: uno es genial y el otro, Las manos de mamá, se cae en pedazos.

Margo Glantz: No es tan malo, pero frente a Cartucho

Alvaro Enrigue: Cartucho es el antecedente de Pedro Páramo. La narración fraccionaria, la memoria remota, la idea de un pueblo con un centro casi esotérico. Fascinante.

Margo Glantz: Una oralidad muy trabajada que se convierte en algo propio pero que es al mismo tiempo la oralidad. ¡Publíquenla! [Risas]

Hablamos de textos que pasan los años y siguen siendo vigentes. ¿Cuáles serían las características y las circunstancias que tiene que tener un texto para que la actualidad permanezca?

Alvaro Enrigue: No sé. Es un misterio.

Fabio Morábito: Un buen primer capítulo, un segundo todavía mejor y así hasta el final. [Risas]

Margo Glantz: Bajo el volcán, de Lowry, tiene un magnífico primer capítulo pero si no lo lees después de leer el libro no entiendes el libro. Lo lees primero, no entiendes nada, luego lees todo el libro, y luego vuelves al primero y lo entendiste.

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