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Un billete con la cara de Margo

Margo Glantz hizo un recorrido por su obra en una entrevista pública a cargo de Matilde Sánchez en el marco del festival Filba Internacional 2012.

Por Sonia Budassi. Foto: Santi Ochoteco.

margo glantz, matilde sánchez

¿Qué vicios suelen achacarse a quienes tienen una “larga trayectoria”, una carrera extensa y plena de premios y prestigio, una obra interesante y sólida que trasciende límites nacionales y, en el caso de Margo Glantz, despierta un fanatismo intergeneracional? A algunos académicos y escritores como ella que es académica y escritora, a veces, se dice, podría sobrevolarles el peso del conservadurismo (eso que tanto se le endilga al catedrático y best seller Harold Bloom); la astilla de la autocomplacencia que podría otorgar el reconocimiento, la reiteración de tópicos propios convertidos en redundancia que podría acarrear la edad; la soberbia, la petulancia y el ombliguismo como efecto no deseado de aquella idea de consagración. Esta noche, encima, el encuentro es en el Malba, aquel centro inasible en el que la presencia de la literatura, en ese auditorio que siempre parece gigante, es el decorado de la tensión entre lo escénico y lo oral, lo moderno y lo solemne, el show y la obra, lo valioso y lo cool. Aún resulta pregnante un comentario oído luego de una entrevista pública a Fogwill, en este lugar: “¿cómo puede ser que siendo de los escritores más conocidos y de mejor obra en la Argentina, apenas llene el MALBA? O aquella –quizá ya antigua, quizá no- sensación expresada en otro encuentro, de que cada uno de los asistentes a estos eventos literarios “esconden su obra”? (“Si el auditorio hubiese girado patas para arriba / El techo del MALBA se llenaba de obras)

 

Por la ventana abierta que suele estar cerrada y ocupa la pared izquierda, se ve bajar la luz, atardece, y el reflejo cálido que se apaga se mezcla con la potente iluminación artificial del interior. Y si a eso le sumamos el video en la pantalla de la Audiovideoteca de Buenos Aires, una suerte de previa, el clima es de aplastada melancolía: Liliana Hecker, Osvaldo Bayer, Guillermo Saccomano, Roberto Raschela y Alberto Laiseca que toma una cerveza tibia. Son las 19.09 y un señor protesta:

-En el programa tienen la delicadeza de avisar que las actividades serán estrictamente puntuales. Estrictamente impuntuales, diría yo-

Por suerte nadie se suma. Pero otro señor a mi lado comenta haberle enviado su libro a Margo Glantz. ¿Lo habrá recibido?

Autoironía y la máquina de la erudición total

Arranca, entonces, 19.10, para alivio del señor de atrás que por fin se calla. Y, desde luego, todo lo antedicho sobre el peligro de los vicios de los autores consagrados no será aplicable a Margo Glantz. Matilde Sánchez (Escritora, de las más interesantes voces argentinas; traductora y periodista), en cada pregunta exhibirá un buen disparador para que la mejicana se luzca, además de dejar entrever como una sentencia implícita, pregunta a pregunta, la mirada de una lectora crítica y aguda; preguntas y respuestas que darán cuenta de la inteligencia de un ping pong de dos show girls lúcidas y eruditas, pero nunca pretensiosas.

Sánchez comienza con una presentación que no citaremos literalmente pero, sí, escuchamos la palabra “Epigramas”. Y un resumen que implica una enumeración:

La escritora, periodista, profesora y traductora Margo Glantz nació en la Ciudad de México en 1930. Profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, desde 1995 miembro de la Academia Mexicana de la Lengua; ha enseñado en varias universidades del extranjero: Yale, Princeton, Berkeley, Harvard, Barcelona, París. Es autora de libros de ensayo, cuento y novela, entre los que destacan: Las genealogías, Síndrome de naufragios, La lengua en la mano, De la amorosa inclinación a enredarse en cabellos, Erosiones, ¿Sor Juana Inés de la Cruz, hagiografía o autobiografía?, Sor Juana: la comparación y la hipérbole, Apariciones, Zona de derrumbe y El rastro (finalista del Premio Herralde de Novela). Matilde Sánchez añade –esto sí es literal-que es la experta en Sor Juana más destacada de México y que su papá la llamaba “Marguito”. También que ganó las becas Gughenheim y la Rockefeller. Y, sobre sus ensayos críticos, dirá que muestran una “gran erudición pero desprovista de jerga”; y más o menos así será toda la charla. Mencionará a Nora García, personaje que aparece en tres ficciones de Glantz y también Genealogías, sus memorias, y su último libro Coronada de moscas, sobre un viaje a Oriente. Glantz estuvo, hasta hace pocos días, en Shangai. Sanchez dice que “en términos de Aira” ha construido un “mito de autor”, en el que sobresale junto a su obra, la relación de ésta con una figura singular. Menciona sus ensayos De La Amorosa Inclinacion a Enredarse los Cabellos y Saña. Sus textos expresan –los calificativos son rimbombantes en su precisión y seducción - “autoironía y el anhelo de la erudición total”.

—Glantz rompe con los cánones de todos los géneros, novela, cuentos, ensayo crítico, aguafuertes... Y tiene una vocación de clasicismo —afirma y aclara:

—Pero cuando se lo dije a ella no le gustó—, dice y Margo y el público ríen.

Ella sigue:

—Vértigo de referencias culturales, una relación fluida con la enciclopedia, con una liviandad coqueta...

 

La envidiable “consagración antipóstuma”

Matilde Sánchez dice que las obras que reunió Fondo de Cultura Económica son “envidiables, tapa dura, libros enormes, hermosos” y Glantz dice que por eso mismo “¡no invitan a la lectura por cómo pesan! ¡Es una suerte de consagración antipóstuma!”.

Uno de los temas de la mejicana es el cuerpo, incluso en sus estudios coloniales, señala Sánchez. Y, como en sus textos, Glantz habla desde la anécdota y desde la teoría con fluidez, estableciendo una relación de amistad con el lector, y con quienes escuchan (y, gracias a la entrevistadora, aún quienes no han leído su obra se sentirán incluidos).

—Desde que era chica me miraba al espejo y creía que tenía cara de emperador romano, una nariz gigantesca que me hacía pensar qué tipo de cuerpo me convenía. Cambié de casa muchas veces siendo chica, y en uno de esos cambios me encontré con fotos de mis artistas queridas de entonces, como por ejemplo Greta Garbo. Y yo me preguntaba qué hace mi cuerpo frente a esos cuerpos; esos vestidos maravillosos con respecto a mis vestidos opacos.

Lejos de lo naif, Glantz ha indagado sobre cómo los cronistas de las Indias veían el cuerpo de los indígenas, y el cuerpo de sí mismos, y cómo les faltaba la lengua y buscaban a quien pudiera interpretar a aquellos nativos extraños. Poco a poco se intensifica la labor de enseñarles el español para que puedan trabajar para ellos, dice.

Así, Matilde Sanchéz le va dando pie a la autora para que cuente el significado histórico, que ha variado hasta nuestros días, de La Malinche quese convierte en una figura esencial; “grifo de la palabra” –traductora, amante de Cortez- y también una suerte de diosa para los indígenas y españoles. Pero también en una traidora, porque acelera el proceso de conquista, mote que cobra más fuerza luego de la independencia. Fue tan importante que ‘traductor’ se decía ‘malinche’. Y los indígenas llamaban a Cortez el ‘Capitán Malinche’. Más tarde, también se referirá, ante la pregunta de porqué Sor Juana era considerada un “monstruo” a la pasión temprana de la que luego fue monja –porque el matrimonio la alejaría del saber- y los exámenes ante un tribunal intelectual –con presencia de astrónomos, literatos, filósofos, matemáticos- que pasó airosa:

—Sor Juana reúne todas las cualidades de un hombre en una sola persona. Ella junta todos los saberes. ¡Pero además sabía coser, bordar, cocinar como las mujeres!

El público festeja la ironía.

Las caudillas Glantz y Sánchez

¿Cómo explicás que un país con fuertes caudillos literarios y artísticos, que vos citás, tenga dos figuras como las patronas Sor Juana y Frida, solo comparables a lo que sucede con Gabriela Mistral en Chile?

Después de hacer un análisis del panorama de los “caudillos literarios” mejicanos como en una charla en reunión de cátedra o en una tertulia literaria, con los aportes de Sánchez, Glantz cierra el tema, con lo anecdótico empírico:

—Sor Juana, y también Frida, ya son la imagen de algunos billetes de la moneda mejicana; han entrado a los billetes, ¡las manosea todo el mundo!

Glatz hablará de la “Fridomanía”, “tan horrenda que ocultaba al personaje”. Y describe las larguísimas colas para entrar a la casa de la artista, convertida en museo –a la que por ese motivo no le daban ganas de ir.

Pero tuvo una propuesta para escribir sobre Frida y fue; muchas de sus obras nacerán de artículos publicados en periódicos, al estilo folletín, y sufrirán luego un trabajo de corrección arduo, y de mayor investigación para convertirse en libros. Cuando visitó, entonces, la casa de Frida, todo el mundo estaba vestido como de hospital. Era porque una fotógrafa iba a retratar los objetos de la artista. “Todo lo tocaban con pinzas, todas las piezas de Frida, como una suerte de hospital geriátrico, como una santa martir. Es que ella misma se presentaba así. Acabó siendo como una de las monjas de la colonia, se retrataba con espinas, hacia votos, como si fuera una monja”.

Se discutirá sobre el triángulo de las ángeles de charly, las figuras femeninas destacadas de la cultura mejicana. Frida Kahlo, Sor Juana, y la Malinche. Y Glantz, arriesga:

—¡Espero que algún día me pongan en un billete a mí!

Las personitas del público se ríen otra vez.

El rastro, el corazón y los zapatos, antes de internet.

Matilde Sánchez pregunta por El Rastro, novela en que narra el desarrollo de un velorio y seguimos al personaje que pasa por él, la ex mujer del muerto. Y pregunta, la gran pregunta para Margo Glantz, casi un sello de estilo personalísimo porque, por más que hoy, esto lo decimos nosotros, los escritores hijos de Internet profesan a veces estos cruces como obvios, Glantz es una suerte de pionera en reconocer la multiplicidad de referencias; la tendencia al cocoliche de influencias y el festejo de la hibridación (aunque también, contemporánea, tiene por ejemplo una cuenta de twitter).

Sanchez comenta, entonces:

—Armás ese archivo de referencias, donde nada parece tener mucha jerarquía, como un fluir de la conciencia nueva.

Y más tarde afirma:

Las referencias están homologadas por esta cierta levedad coqueta que tiene tu estilo, que es entrañable y muy particular, ¿cómo entra el discurso de la moda? Bach y zapatos Ferragamo, y Norita García que siempre está atenta a la moda.

—Para armar un libro como Saña o ese, se requiere trabajo intenso de organización textual, de rejerarquización. Hay jerarquías muy estudiadas, como pasar de una cosa a otra con tanta comodidad sin que haya la necesidad de trabajar ese cúmulo de cosas que se están planteando frente a mí para escribir el libro.

Glantz dice que en un velorio, todo converge –clases sociales, incluso. Y relata cómo, en El Rastro, surgió de un breve relato la historia de una mujer que llega al pueblo de Tierra Caliente, a ver al hombre están velando, que fue su marido. Va para enfrentarse a la muerte, y elaborar ese duelo, que no lo hizo, a pesar de que lleva mucho tiempo separada. El hombre murió de un infarto.

La escritora, a partir de eso, desarrolla una investigación, alrededor del corazón; lo más importante de lo popular, en el bolero, en la canción, en el tango. Luego hace análisis fisiológicos y anatómicos, sobre un cuerpo donde ya no circula la sangre, y lo vincula con aquello del mundo popular, “el corazón se me rompió”, “me hizo pedazos el corazón”. Durante un “ataque al corazón”, cuenta, los médicos dicen que literalmente, ese órgano se hace pedazos. El personaje hilvana sus percepciones sobre el muerto, con la observación de, por ejemplo, los zapatos de una mujer, en un fluir de la conciencia que todo lo absorbe, lo une, lo piensa y lo procesa. Jerarquías estudiadas por una creadora estratégica.

La escritora omnívora

La charla seguirá por otras obras, y las muestras de erudición, el último libro sobre sus viajes, “viajera ilustrada” que no sólo comenta lo que ve, sino también cómo se representa lo que ve en un museo europeo. El tema de otros textos, no tan tratados -salvo por Onetti, que lo hace desde otra perspectiva-, según Sánchez, como el cáncer y la declinación de la vida femenina. Y también, desde luego, los referentes. Con un gesto que podría leerse como desparpajo en otra época, Glantz comentará autores que la han seducido de manera diversa a lo largo del tiempo, y como influencia señala: Las Palmeras Salvajes de Faulkner y Kafka traducido por Borges, pero ella ni sabía quién era Borges, a Thomas Mann, Shakespeare y Tolstoi, y también la revista Billiken, que llegaba a su casa natal, junto a la Para Ti, que la convirtió “en una aficionada a la moda”. El debate proseguirá en torno a la religión, el sionismo, el catolicismo, la música y la radio. Los folletines de Víctor Hugo y Alejandro Dumas, las novelas rosa y las pornográficas, que ella leía a escondidas de chica y que quizá hayan marcado su relación con lo erótico. El trabajo de Mario Bellatin. Sus antepasados ucranianos. Y también Pedro Páramo, Trotsky y Maiakowski – a quien su padre, poeta, conoció- y Manuel Puig –anécdotas compartidas durante su exilio en México. Y, ya en su rol de crítica, un análisis de qué piensa y cómo fue el desarrollo en su país de las llamadas “literaturas nacionales”, si existen o no. Y la “injusticia” que significa, para ella, que Bolaño sea considerado por algunos como una suerte de escritor nacional mejicano.

Una charla fresca, inteligente, cruzada por todas las fuentes de la hibridación que termina, desde luego, con un guiño, y con un cruce:

—Me reconcilia con mi obra lo que dijo hoy Matilde. Porque siempre pensé que era heterodoxa, ¡y me dijo que es clásica! ¡me fascina!

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