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El universo Cohen a la pantalla grande: un estreno cruza cine y literatura

Hora - Día - Mes, dirigida por Diego Bliffeld 

"Fue como hacer una película y leer un libro al mismo tiempo", explica el director de Hora - Día - Mes. Y es que el autor de La calle de los cines escribió un texto especialmente para el rodaje y oficia también como voz en off. Narra las peripecias de Nardo, un empleado anodino de garage que se reserva no pocas reflexiones cósmicas. Se estrena mañana en el Cine Gaumont.

Por Valeria Tentoni.

 

Protagonizada por un descollante Manuel Vicente, Hora - Día - Mes se estrena mañana en el Cine Gaumont y conversamos con su director, Diego Bliffeld, al respecto.

La película -que sigue, durante una semana cualquiera, la vida de Nardo, el cuidador del garage La Alborada- abre con la voz en off, grave y pausada, de Marcelo Cohen: y es que los textos que se lleva a la boca fueron escritos por el autor de La calle de los cines especialmente para este rodaje. Suya fue también la idea de interpretarlos.

Inconfundible, el universo Cohen inunda los pensamientos de este empleado anodino que baldea, barre, ordena, vive, come, duerme y mantiene sus interacciones humanas casi al mínimo en el garage. "Pero de noche su vida es otra", advierte Bliffeld. Nardo revisa los coches, inmiscuyéndose en la intimidad de sus clientes, y no sólo eso.

Bliffeld comenzó su carrera hace más de quince años, y es colaborador habitual de Mariano Cohn y Gastón Duprat. Fue asistente de dirección en sus películas El
Artista, El hombre de al lado y Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo, en los que se cruzó a otro imprescindible de la literatura argentina: Alberto Laiseca.

 

  

¿Cómo fue el trabajo con Marcelo Cohen?

Nosotros teníamos la idea de hacer una película con textos escritos por un escritor. Los productores lo conocían a él, y me parecía la mejor opción posible. Nos juntamos y empezamos a hablar de la idea; ya estaba el personaje pensado y había que definir qué iba a hacer, algunas cosas. Marcelo se encargó de escribir a partir de esas ideas que teníamos y de muchas que tuvo él, fue un proceso bastante natural. Él iba mandando los textos, quizás lo mejor fue ir recibiendo esos textos y leerlos, que eran una genialidad. Hubo algunos feedbacks en base a lo que necesitaba la película, pero no fueron correcciones, sino más bien indicaciones.

¿Y por qué la idea de cruzar cine y literatura?

La idea surgió hace un montón, en 2010. La idea de filmar a un personaje y narrarlo con una voz en off, y cuando surgió la posibilidad de hacerlo estaba el germen. Me pareció interesante experimentar un poco más, no sólo con una voz en off sino también con una voz autorizada, un narrador, un escritor, y ver cómo funcionaba el mix entre las dos materialidades.

La escritura de Cohen es muy particular, ¿qué libros de él te interesaron? ¿De qué otra literatura te sentís cerca?

De Marcelo había leído algunas cosas ya, y todo me encantaba, más que nada los cuentos y El fin de lo mismo. Me pareció que esa voz que él tenía iba a funcionar, que le iba a sumar algunas particularidades, locuras, cosas fuera de lo que se me pudiera ocurrir a mí. Hay un montón de cosas que me marcaron, se me ocurren algunas de Carver, sin querer subirme a nada, pero sí esa cosa de algunas narraciones llanas, que parece que no van a ningún lado y terminan en un momento equis. Yo quería dedicarme a amalgamar literatura y cine y ver cómo funcionaban.

La película tiene en ese sentido un ritmo literario, y se pregunta todo el rato por el problema del tiempo, ¿no?

El tema del tiempo es lo que más me interesaba de la película y a Marcelo también. Por ahí está emparentado a lo literario, pero yo lo veía bastante cinematográfico. El título, de hecho, no iba a ser ese, pero empecé a ver en un momento garages y garages y me di cuenta que todos tenían ese mismo cartel y que eso jugaba perfecto con la película. En paralelo surgió la idea de marcar el paso del tiempo, poner los días y las horas y hablar de eso en profundidad, tanto desde lo fílmico como desde la narración de Marcelo, que en un momento ya eran una sola cosa.

¿Cómo decidieron que la voz en off fuera de Cohen?

Fue una decisión, más que nada, de él; cuando lo invitamos dijo que lo haría encantado, que él quería hacer la voz. La grabación se hizo en un estudio, fuimos con él, que tiene mucha experiencia en leer sus textos. Fue largo, pero bastante sencillo, siempre tratando que tenga el mejor tono posible para cada frase. Creo que los textos de Cohen le aportan una mirada súper particular y es lo que le da cierto distintivo a la película. Quizás si los textos no tuvieran tanta magia, la película no sería lo que es. Es lo que para mí le da el soporte. Es una película bastante jugada en cierto sentido, y se la puede jugar porque tiene donde apoyarse.

¿Quedó texto afuera?

Creo que algunos, no muchos. La mayoría los usamos. A mí siempre me gustó la idea de publicarlos o algo. Quizás después del estreno surja la posibilidad de hacer algo con esos textos. Son textos que escribió para la película, especialmente. En todas las etapas de la película, yo era a la vez lector de esos textos. Los leía mucho para filmar y pensar la película y a la hora de editar; siempre los disfruté, y en cada lectura iba encontrándole una cosa más, detalles, ideas, giros. Eso lo disfruté mucho. Fue como hacer una película y leer el libro al mismo tiempo.

Trabajaste con Alberto Laiseca en las películas de Cohn y Duprat: ¿cómo fue esa experiencia anterior?

Fue genial. Era un personaje muy particular y estar ahí con él era una enseñanza. Tenía mucho humor, era una persona difícil de abordar pero tenía un humor super ácido y eso era muy divertido a la hora de filmar, más en El artista que fueron muchas horas de rodaje. Trabajé mucho con Cohn y Duprat y este mix entre literatura y cine viene un poco de ahí, de ese germen de las cosas hechas con Alberto.

 

  

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