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Didion, Molloy y Peri Rossi: la memoria como materia prima

Por Gustavo Yuste

Una lectura en cruce de tres libros que se encuentran en mesa de novedades por estos días:  La insumisa, De dónde soy y Varia imaginación. Crónica, prosa poética y autoficción desde tres plumas maestras.

Por Gustavo Yuste.

 

 

 

 

Trabajar con la vida propia siempre genera rispideces en los debates literarios. En la actualidad, la autoficción vive un gran auge, efecto que también arrastra a géneros familiares: la crónica, la autobiografía y, si se abre el campo al terreno audiovisual, las denominadas biopics. Tamara Kamenszain escribió en Chicas en tiempos suspendidos (Eterna Cadencia, 2021) lo siguiente en torno al lugar en el que se puso a las autoras mujeres por incluir temáticas personales en sus textos: “Los vates no tenemos vida personal/ no somos compadres de nadie/ no sacamos los trapitos al sol/ si nos enamoramos es del amor/ y no de las personas que escondemos debajo de la alfombra de la retórica/ para evitar el escándalo”.

 

En sus obras, Joan Didion, Sylvia Molloy y Cristina Peri Rossi, a partir de tres enfoques diferentes, ponen al propio pasado en juego, esa porción de la vida que puede observarse a cierta distancia. La escritora estadounidense elige la crónica en De dónde soy (Literatura Random House, 2022, con edición original de 2003), la autora uruguaya prefiere la novela en La insumisa (Menos cuarto, 2022, edición original de 2020) y la escritora argentina, recientemente fallecida, elige la narración breve de prosa poética para componer Varia imaginación (Eterna Cadencia, reedición en 2022 de un original de 2003).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Joan Didion y la geografía como bitácora

“¿Acaso no somos el paisaje en el que crecimos? Todo lo que yo soy, hago o pienso está ahí”, comienza diciendo Joan Didion en el documental El centro cede (2017), en referencia a su vuelta a California después de vivir nueve años en Nueva York y trabajar para la revista Vogue. En De dónde soy, esa obsesión por su propia geografía la lleva a escribir una larga y precisa crónica personal y periodística, en donde los datos duros, las sensaciones personales y los hallazgos estéticos y literarios conviven en una misma parcela. 

“Nací en Sacramento y he vivido en California la mayor parte de mi vida. Aprendí a nadar en los ríos Sacramento y American, antes de las presas. Aprendí a conducir en los diques que había río arriba y río abajo de Sacramento. Y sin embargo, en cierto sentido California ha seguido siendo impenetrable para mí, un enigma agotador, igual que para mucha gente que es de allí”, señala al respecto Didion, quien falleció en diciembre de 2021 a los 87 años. Para resolver ese enigma, la autora de El año del pensamiento mágico va a hacer uso de su voz propia: narrar con tono periodístico los mitos y leyendas de la zona, escribir como una novela la historia del lugar, extrañarse y convertir en crónica su propia infancia, acercarse al pasado reciente con la frialdad y distancia de una arqueóloga. 

De dónde soy es un homenaje sincero al lugar natal, con todo lo que eso implica: lejos del romanticismo o de la nostalgia, Didion elige poner claros y oscuros al mismo tiempo, incluso sabiendo que no todos los perfiles de California son favorecedores. De hecho, ella misma lo sentencia al resaltar las “contradicciones en las que los californianos han tenido tendencia a hundirse cuando intentan pensar en el sitio del que vienen”. 

Revelador en datos históricos, conmovedor en climas narrativos, poético en la elección del lenguaje, este libro de Didion recorre todos los elementos de una buena crónica, ese género “ornitorrinco de la prosa”, al decir de Juan Villoro, cruce entre literatura y periodismo. En De dónde soy, se puede hacer referencia a la crónica de viaje en tres términos: geográfico, temporal y personal, al centro de una autora que nunca temió escribir con el material que tenía a la mano. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cristina Peri Rossi y el germen de la rebelión

La insumisa comparte algunos puntos de contacto con el libro de Didion: la autora uruguaya nacida en 1931 también le da una lugar central al paisaje para recordar su infancia dividida entre una Montevideo que crecía al ritmo de la inmigración en la mitad del siglo XX y un Uruguay rural en donde los animales salvajes y de granja eran los verdaderos protagonistas de la historia. Escribe Peri Rossi: “El paisaje del campo uruguayo es inmensamente llano. Llano y solitario y sin gente. Ni casas. A veces se puede recorrer a caballo durante dos o tres días esa inmensidad desolada sin encontrar un solo ser humano”. Ese factor explica, en palabras de la autora, el porqué se da esa condición de “gente íntima, solitaria, secreta y consustanciada con la naturaleza; esta tiene predominio sobre lo humano”. 

Ahora bien, a diferencia de De dónde soy, La insumisa elige un tono novelezco, en donde cada capítulo recorre un momento clave en la vida de Peri Rossi. El hilo en común que los une, además de compartir a la protagonista y narradora, es el germen de rebelión que se encuentra en cada una de esas escenas familiares, cotidianas, a simple vista intrascendentes. Desafiar las órdenes de los mayores en el campo, las de su madre y abuela en Montevideo, las del “qué dirán” de los vecinos, sentir la incomodidad con el orden establecido. 

Por ejemplo, una escena en su niñez la llevó a Peri Rossi a preguntar el porqué de un cuadro que estaba en la sala de visitas, ese espacio sagrado de las antiguas casas que rara vez se usaba. El motor de esa curiosidad era la desnudez de la única mujer de la pintura, mientras que el resto de los hombres estaban vestidos. Escribe la autora uruguaya: “Estaba bastante harta de comprobar el papel de víctimas pasivas de las mujeres en las historias, en las historias que me contaban (...) todo me hacía pensar que nacer mujer era peligroso, inferiorizante y desigual”. 

Parte de ese sentimiento de inquietud y furia al mismo tiempo se trata con una gran dosis de dulzura en el capítulo que abre al libro, en donde el primer amor no correspondido de Peri Rossi es su madre. Ella elige no contarle que eso era imposible por, entre otros motivos, la condición de ser dos personas del mismo sexo. Con el paso del tiempo, Peri Rossi reconoce que eso la hizo “crecer con la convicción de que, a los efectos del amor, el sexo de los que se aman no tienen ninguna importancia”. 

 

 

Sylvia Molloy y el lenguaje como patria

Varia imaginación, en tanto, se corre a un género híbrido, característico en gran parte de la obra de Molloy: la narración breve y la prosa poética conviven para armar textos ágiles, profundos, donde el verdadero protagonista de cada uno es el lenguaje. Si bien existen referencias geográficas, la autora argentina se apoya en los usos del lenguaje para hablar del origen, del punto de iniciación de cada historia. 

En esa misma dirección, y aprovechando la libertad que otorga todo corrimiento de los géneros establecidos, Molloy da cuenta de su juego con la autobiografía y la ficción. Concluye en una de las breves narraciones: “Yo hubiera podido ser la mujer que encontró las caras; o la que las escribió. He cambiado detalles, he inventado otros, he añadido un personaje. La ficción siempre mejora lo presente”. 

Bajo esa sentencia se podría leer todo el libro, en donde los hechos del pasado se diluyen en los juegos de palabras y los climas que se generan en cada recuerdo que compone la Varia imaginación de Molloy. Un ejemplo concreto es el homenaje que  hace a su madre y a su tía al enumerar las palabras que escuchaba desde el cuarto de al lado. Años después, elige reproducir ese “desorden costurero” en su memoria sin agregar nada más. 

Y si de hilo se habla, así como la rebelión era lo que hilvanaba a cada capítulo de La insumisa, mientras que el paisaje californiano era el gran protagonista de De dónde soy, es el idioma en sí mismo el que va a dar cuenta de una vida, con sus alteraciones ficcionales y datos certeros, ambos equiparados en servicio de lo estético en las palabras nada inocentes que se eligen para evocarlo. . 

 

En síntesis, estas tres obras ofrecen tres perspectivas particulares para mirar el tesoro del pasado: la crónica, la novela y la narración breve y poética. Ahora bien, comparten una misma certeza: no hay zona prohibida a la hora de escribir y conectar con un lector, o una lectora, alguien que nunca se sabe del todo dónde está. 

 

 

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