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Noche de recuerdos

Yaki Setton acompañó a Diana Bellessi en la presentación de Zavalla, con Z.

Por Yaki Setton.

“Háblame de la edad
dorada que será
mañana porque soñamos hoy”
Diana Bellessi, “Mírame…”, en La edad dorada

zavalla con zYa ha bajado el sol y tan solo la luz artificial nos acompaña. En las casas, las calles, los pasajes, los pasillos y los parques nos abrigan las sombras. Termina el día, las fuerzas de la luz y del trabajo ya se han consumido y cada uno vuelve a su refugio a recuperar la energía y así mañana volver a comenzar. Pero, queridos amigos, he imaginado este crepúsculo como una noche excepcional donde junto con Uds. y con Diana podríamos representar un misterio medieval pagano. Entonces, como si estuviéramos en las afueras de un templo o de una antigua plaza de iglesia, estamos a punto de comenzar una celebración profana para vivificar el pasado. Aquí, junto a Uds. trataremos de escuchar, oler, sentir, tocar, ver un mundo que ya no está. De eso se trata Zavalla, con Z de Diana Bellessi. De convocar al pasado; de hacer renacer un cosmos que ha desaparecido por el lento, humano e impiadoso paso del tiempo. Renacer de un mundo que viene de otro mundo, del mundo de los campesinos italianos, de los peones de campo, de las chacras, las cosechas, el tambo, la faena de chanchos, etc.. Renacer de un universo que se repite y se repite como los ciclos de la cosecha, como los ciclos de las estaciones, como los ciclos de la vida humana; como el día y la noche pero que en definitiva termina y queda guardado en este libro.

 

“Tengo cinco años y estoy en la chacrita cuyas tierras alquilaron mis abuelos, muchos años antes de mi nacimiento, cuando mi padre era un niño y la nona Palmina todavía estaba viva, y la tía Asunta también.”

Diana nos lleva al origen de su pueblo como al origen de sus cosas. Una experiencia que, también excepcionalmente, no se vuelve poesía de Diana Bellessi sino prosa. Prosa que convoca y se hace yo en el presente de su propio nacimiento:

“Me quedo con el cura Félix y esta linda historia de mi bautismo que contaba la mamá: a punto ya de mojar mi cabeza con aceite y agua bendita, el cura le dijo que Diana no era nombre religioso, y que qué nombre me pondría para entrar a la comunidad cristiana; la vieja se quedó sin palabras, pero miró hacia arriba, sobre las sombras del retablo del altar mayor, y le preguntó al padre cómo se llamaba aquella santa abandonada allá arriba, enmarcada en forma oval, y él le contestó: Teresa de Ávila. Así fue cómo llevo el nombre cristiano de la autora de las Moradas,”

Porque, ¿cómo funciona esta excepción a la regla, esta pequeña prosa en medio de tanta poesía, escrita en el tiempo y la distancia que han separado a Diana de su Zavalla? Pía, Bentina, Pedro, Emma, Chacho, Chiquita, Tito, Rogelio, Nono Nazareno, Abuelo Manuel, Petroco, Juan Silva, Sergio, Mario, Tía porota; Villariño, Angélica, Sardina, Casilda, Aldo Oliva¸¡son tantos los nombres propios que atraviesan este librito! Zavalla, con Z parece ser más un intento de reunir a aquellos que ya no están: de convocarlos más que evocarlos. Como si decir sus nombres fuera un modo de hacerlos volver: verbo creador que restituye una época, la edad dorada, por medio de la palabra y del saber nombrar y recordar a todos los nuestros.

“Era lindo también caminar con mi padre, siendo ya más grande y parándonos frente a cada tumba a mirar las fotos mientras me contaba quién era uno y quién la otra, como el otro pueblo, el de los que ya estaban muertos pero a los que se saludaba y para todos se tenía un recuerdo.”

Zavalla, con Z es la transmisión de una experiencia infantil y adolescente por medio del lenguaje, el fiel recorrido de una voz cuidadosa que se detiene, de forma lagunar, en algunos pocos lejanos recuerdos de un pueblo de la pampa santafecina. Ella, esa voz, camina entre lo que queda de sus gentes, los mira como si fueran una foto, cuenta quién es uno y quién es la otra, los saluda y de cada uno tiene algo que contar. Noche o misa pagana, relato o evocación; Zavalla, con Z es una forma de traerlos hacia aquí, de hacerlos presente, sentir que nos acompañan en esta ciudad de penumbras, rodeados de nuestros seres queridos. Entonces, Diana nos guía en este pequeño libro por los caminos de su pueblo para llamar a todos los que ya no están aunque igual estén hoy con nosotros, en una noche de alegre emoción y misterio.

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