El producto fue agregado correctamente
Blog > Ficcion > Vacas a la luz de la luna
Ficcion

Vacas a la luz de la luna

Una lectura de Varia imaginación, de Sylvia Molloy.

Por Edgardo Scott.

varia-imaginacion-sylvia-molloy A veces pasa. La maravilla de la literatura, su magia (a menudo olvidamos que se trata de magia), adquiere una forma visible, corpórea. Sergio Chejfec, pero también Susan Sontag, confesaban que eso les había sucedido frente a los libros de W. G. Sebald. A mí también me pasó con Sebald y, por fortuna, me acaba de pasar, al leer Varia imaginación, de Sylvia Molloy.

Varia imaginación comienza con un relato que se llama “Casa tomada” y sin embargo sería impropio e injusto decir que es una versión del cuento de Cortázar. La “Casa tomada” de Molloy es, como decía el vals, “la casita de mis viejos”, la casa paterna en Olivos. Pero esa casa es también una cifra de la ciudad y del país, incluso de la lengua materna, con la que Molloy guarda una relación especial: la relación de distancia, más que de ausencia; de intermitencia, de discontinuidad: Molloy no vive en la Argentina desde hace más de cuarenta años. O al revés, porque esa sería una mirada negativa, una mirada que pone en primer plano donde no vive. De otro modo: Molloy vive en Nueva York, ha vivido en París. ¿Y qué es entonces esa otra ciudad? Esa ciudad, ese país donde no se vive, y sin embargo, como está escrito en el libro, todavía le hace confundir climas, músicas, imágenes.

Varia imaginación es un modelo de autobiografía. En los dos sentidos más usados de la palabra modelo. Como elogio, pero también, como invento formal. ¿De qué está hecha la materia narrativa de lo biográfico? ¿De qué se apodera la escritura, qué intentamos contar cuando pretendemos contar la vida? Molloy apela a la precisión de la epifanía, a la profundidad y a la gracia de aquellos recuerdos que vinieron sin que se los llame. Varia imaginación es un reino proustiano, un reino breve de memorias involuntarias.

Algo de la brevedad y la evocación podrían tener un precursor en el precioso Cuadernos de infancia, de Norah Lange. Pero en la autobiografía de Molloy la nostalgia cede al hormigueo odioso de las relaciones familiares, y también del erotismo. Una madre, una hermana, un padre, un amante se vuelven verdaderamente lo que son: lazos sanguíneos. Así, el recuerdo de una mañana donde la niña que fue la narradora, acompañó a su padre hasta Aeroparque, quien tomaría un vuelo por trabajo a la Patagonia, recuerda que a regreso de su viaje, su padre solía reiterar un relato sobre el viento en la Patagonia, un viento tan fuerte que tumbaba a las ovejas y les impedía levantarse. Cito el final “A veces, antes de morir, los caranchos les comen los ojos. Hasta el día de hoy no entiendo por qué me contaba mi padre esta historia, sabiendo que me gustaban los animales, sabiendo que me impresionaría”. Pero no hay rencor. De hecho, ningún patetismo recorre el libro. Sí predomina cierto extrañamiento que, paradójicamente, se vuelve hacia aquello que sería –y sobre todo, que debería ser–lo familiar.

Y lo familiar surge en la lengua, es otro de sus predicados. ¿Pero qué lugar adquiere la lengua para alguien que vive desde hace tanto en otras ciudades, que debe trabajar y hablar en forma permanente el inglés o el francés, por ejemplo? A través de anécdotas y escenas, Varia imaginación es también un interrogante y una reflexión sobre la identidad.

Uno de los últimos relatos que componen el libro, toma el episodio de la muerte de su hermana. La narradora debe acompañar a sus sobrinos y hacerse cargo de todas las diligencias y trámites durante esos momentos tan confusos como dolorosos. Después, toma vacaciones. Está en un pueblo de playa en el Caribe, una isla apartada y modesta. Entonces, con dificultades para conciliar el sueño, una noche ve en el terreno baldío del fondo, al que daba su habitación, un conjunto de “cuatro o cinco vacas que brincaban y se empujaban juguetonamente, al parecer excitadas a la luz de la luna. Mugían de puro deleite, parecían muy contentas, y me sentí extrañamente reconfortada. Yo nunca había visto bailar vacas a la luz de la luna.”

Las buenas autobiografías suelen ser variaciones de la novela sentimental. La operación Masotta, de Carlos Correas, La rueda de Virgilio, de Luis Gusmán, o Prisión perpétua, de Ricardo Piglia son claros ejemplos. Y cuando los narradores se enfrentan a la novela sentimental, cuando escriben los pasajes de su novela sentimental, muchas veces logran lo que en verdad, como quiso Faulkner, anhelan toda su vida: hacer magia. Escribir poesía.

Artículos relacionados

Lunes 28 de diciembre de 2015
Oscura plegaria
Ariana Harwicz sorprende con cada novela que publica. En Precoz trabaja una zona del lenguaje que puede relacionarse con Zelarayán, Néstor Sánchez, Aurora Venturini, entre otros.
Miércoles 10 de mayo de 2017
La salud de Cheever

"Escribir es fugarse, pero en un sentido estrictamente carcelario: crear con el lenguaje la salida del lenguaje. Esto parece decirnos la extraordinaria novela Falconer (1977): tal es el nombre de la cárcel que inventó John Cheever para escapar de sus fantasmas". Una lectura de Matías Moscardi.

Sobre Falconer, la novela que lo catapultó a los lectores

Lunes 29 de enero de 2024
Amanecer, anochecer: así escribe Edwidge Danticat

"La psiquis de su hija es tan débil que se agita por cualquier cosa. ¿No se da cuenta de que la vida que tiene es un accidente del azar?": releemos un fragmento de Todo lo que hay dentro, de la escritora haitiano-estadounidense Edwidge Danticat (Editorial Fiordo).


Lunes 21 de marzo de 2016
Tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto rey imaginario o no

La novela El paraíso opuesto, de Antal Szerb (La Bestia Equilátera, traducción de Laura Wittner), es una historia alegórica que advierte: «El deber no es un lecho de rosas».

Entre la alegoría y la sátira política
Lunes 28 de marzo de 2016
Lengua de vidrio

Una lectura de la antología de relatos de la gran escritora neoyorkina, Colgando de un hilo, edición de Lumen con ilustraciones de Simone Massoni.

Antología de cuentos de Dorothy Parker
Martes 22 de marzo de 2016
El silenciero

Jorge Consiglio (Hospital posadas, Pequeñas intenciones, entre otros) extrae sus citas favoritas de El silenciero, de Antonio Di Benedetto, también autor de autor de Zama y Los suicidas, entre otros títulosl.

Citas de Di Benedetto
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar