Foto por Iair Kon

1.-¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?

Creo que son dos fotos originales que eran de mi abuelo donde se retratan muertos apilados en un campo de concentración. Eran del oficial nazi que dirigía el taller donde él trabajaba en el campo. Se las dieron junto a un anillo dorado con forma de calavera y brillantes en los ojos al entrar los aliados. Pero esos objetos nos son míos. También tengo un cuaderno de notas y poesías sobre anarquismo de mi abuelo paterno. Tampoco es mío. Pero lo guardo. Sí tengo antiguos cuadernos míos, un montón, una bandera de Israel que me regaló el hijo del Director Salama del Colegio Sefaradí de Barcelona a donde fui entre 1989 y 1992. Unos flacos que habían hecho la tzavá (ejército isarelí) y que dirigían nuestro campamento en la montaña simularon el ahorcamiento en un árbol en medio de la noche de un amigo nuestro y nos guiaron hasta ahí. Fue desesperante. Contuve a mi maestra, me peleé con todos y tuve muchos problemas por eso. Por eso Iosi dibujó en celeste con sus manos la bandera y me la regaló con su nombre atrás. La guardo. No sé bien qué significa.

2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?

Crimen y Castigo produjo en mí siendo joven un efecto liberador, aliviante. No estaba solo al leerlo. Me acompañaban los fantasmas, reunidos en mí. Tomé una botella de vino. Mis padres se asustaron, entraron a mi habitación, mi mamá tomó la botella y se la llevó, sin palabras. Yo decidí rebelarme. Creo que en el viaje a veces del dolor, y de la búsqueda interior se alcanza una forma de libertad inevitable, que no necesariamente conduce a la Revolución, pero nos vincula con una danza interior de lo certero, de lo humano, con un camino que no es esquivo y se dirige a la búsqueda del otro, jamás evita hacerse cargo de lo difícil, no quiere ocultar. Esto es fundamental. Pero a veces hay que tener oportunidades para hacerlo o ser joven. El escritor que lleva este camino ve qué concesiones hace, cuáles no y qué transito sigue, pero tiene el deber en el sentido más antiguo de los imperativos de transmitirlo. Me gustan estas ideas, aunque cada vez las relajo más. Ya no quiero estar más solo.

3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?

Gracias por la pregunta. Es muy lindo responder algo así. Lo mejor de todo es la posibilidad de sobrevivir dignamente. Lo peor es una herramienta para afrontar el dolor.

4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?

Honestamente, Un año sin amor de Pablo Pérez. Estaba de saldo y compré como 10 después de leerlo. Nadie entendía por qué lo regalaba. En ese entonces ya me fascinaban las primeras personas. Los que se curan escribiendo. Y la hermosa complejidad de la relación entre palabra, enfermedad, salud.

5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?

Tengo mucha raigambre con la tradición de la historia judía. Mi abuelo tenía muchos vinilos en idish que guardó mi tía. Fui a buscar algunos. Durante un tiempo no pude dejar de escucharlos, cantaba y bailaba, prendía velas. Así suena mi cabeza. Tiene muchas voces, son muy alegres, mueven al cuerpo pero también son muy tristes, traen dolor, pero el dolor es comunitario. Además escuchaba un disco de clásicos tangueros, lo digo porque mi comunidad es mucho más que judía.

6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?

No suelo pensar en colores, tampoco registrar cromáticamente pero mi color preferido en la infancia era el azul eléctrico. Hace poco en The National Gallery vi una pintura que me impresionó muchísimo: Virgin in Prayer. El pintor es Sassoferrato. El chal de la Virgen es azul eléctrico.

7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?

Creo que tendría que ser una escritora. Me gustaría que tenga una forma de escritura cercana a la experiencia. Pienso en Pizarnik.

8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.

El sentido de un final.

9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?

En la parte inferior central, los libros antiguos, al lado cuadernos míos en uso, del otro lado literatura oriental. Más arriba de modo central, Cábala y Mesianismo, junto a autobiografías y memorias vinculadas a judaísmo. Al lado narrativas en primera personas, inglesas, norteamericanas, argentinas en cantidad. Luego tengo novelas argentinas. Contemporáneas y no tan contemporáneas. Poesía. Filosofía. Ensayo. Anaqueles de literatura rusa, previa y contemporánea a la Revolución. Un par de estantes vinculados con Walter Benjamin y aledaños. Leí mucho durante la carrera de Letras y luego, al dar clases. Pero después la limé y empecé a leer los signos de la vida cotidiana, la mente y a entrenarme en diálogos, siguiendo a Bajtín y una tradición en el área de salud mental que viene de allí. Pocos libros, cada vez más venerados, lecturas intensas. Antes leer era voraz, ahora sagrado. Pienso que encontraré un término medio. Ya empecé a hacerlo, y tiene que ver con salir del desierto y empezar a buscar las orillas que algún día den al mar. Ahora justo estoy leyendo ensayo, y escribiendo algo en ese género. Un amigo librero, Luciano Guiñazú, me invita a conversar con él sobre una mirada racional y deconstructiva de la religión. Estoy más que feliz por eso.