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Nueve preguntas

Qué leen los escritores en el baño

¿En busca de sugerencias para renovar el material de lectura del baño? Va un listado de recomendados surgido de nuestro cuestionario Proust.

miller

De la misma manera que hicimos con la nota de Cómo putean los escritores esta vez nos dispusimos a compilar lo que leen los escritores en el baño, ese lugar que hace las veces de cuarto propio y que algunos grandes, como Henry Miller, han encontrado inspirador (además de su famoso monólogo incluyó en Los libros de mi vida un capítulo que se llama "La lectura en el retrete"). Entre las confesiones, hay de todo: están los que dicen que no leen en el baño (Claudia Piñeiro, Ariel Magnus y Daniel Link, entre ellos), los que dicen que prefieren revistas (Margo Glantz, Alejandra Zina), los que se llevan el celular y los que proponen haikus y cuentos cortos. Otros hacen una defensa apasionada de la lectura intrabaño."El baño me resulta ideal para leer (baja dosis de interrupción, refuerzo acústico, intimidad), ahí puedo leer cualquier cosa", dice Martín Kohan. Giovanna Rivero, en tanto, sugiere leer algo que tenga "mucha fibra, pero que venga en tamaño en pocket. Las novelas de Ellroy, por ejemplo".

Este es el listado de lecturas de baño:

Nunca leí en el baño (Joao Paulo Cuenca).

La Constitución chilena de 1980 (Alejandra Costamagna).

Jamais, ¡jamais!, he leído un libro en el baño (ni en el inodoro ni en la bañera, porque no practico el baño de inmersión). No entiendo esa costumbre de articular las propias emanaciones con la letra. En todo caso, podría recomendar a cualquier adolescente algún libro de imágenes subidas de tono (salvo la higiene, no se me ocurre otro destino para el cuarto de baño) (Daniel Link).

Desde hace tres semanas tengo en el baño The end of the affair de Graham Greene y es casi perfecto, pero si me pongo escatológico recomedaría a todos un libro mío: El libro de las caídas (Andrés Barba).

El que estés leyendo, si estás muy enganchado. Y si no, hojear novedades, si tenés la fortuna de que te manden o te regalen algunos libros con cierta regularidad (Mauro Libertella).

“La defecación es un placer y una tarea en sí misma.” dice mi amigo Juan Carlos Quiñones (a.k.a. Bruno Soreno) (Luis Othoniel Rosa).

El que esté leyendo en el momento (Margarita García Robayo).

El que esté leyendo (Germán Maggiori).

La materia oscura. Historia cultural de la mierda
, de Florian Werner. Pero no lo leí (Javier Sinay).

marina mariasch Marina Mariasch lee la biblia y nylon mag

Durante años estuvo en mi baño, y lo leía siempre, Historia natural de Plinio. En una mudanza se extravió. Nunca pude reemplazarlo (Iván Thays).

Todos. La arquitectura debería desarrollar las tremendas posibilidades que tiene el baño como último reducto de la intimidad residencial. Hay que darle el empuje ergonométrico que le falta, considerar su carácter de sala de estar y admitir que es el único lugar de la casa a las que las hostilidades que sufre la lectura en todos los ambientes no son capaces de llegar (Juan Becerra).

El libro de la almohada. Igual detesto leer en el baño, no entiendo por qué alguien querría PERMANECER en un baño. Yo quiero irme (Carolina Aguirre).

Yo leo mucho en el baño. Incluso, en épocas de mi vida de cohabitación intensa, fingía descomposturas para encerrarme en el baño a leer. Pero no alguna clase de libro ideal, sino el libro que estuviera leyendo cada vez. Como el baño me resulta ideal para leer (baja dosis de interrupción, refuerzo acústico, intimidad) ahí puedo leer cualquier cosa (Martín Kohan).

giovanna rivero Giovanna Rivero recomienda Ellroy.

Soy muy ambiciosa. Cada vez que tomo un baño pongo una pila de más o menos 15 libros al lado de la bañadera. Leo 20 páginas máximo (Maxine Swann).

Las ediciones económicas son prácticas, incluso las podés sostener con una sola mano (Max Aguirre).

Paso (Mariano Blatt).

Bueno, hay libros para leer en aviones, pero creo que el baño no fue sectorizado todavía por el mercado, y como no leo en el baño, no sé qué contestar (Oliverio Coelho).

Algo que tenga mucha fibra, pero que venga en tamaño pocket. Las novelas de James Ellroy, por ejemplo. Mi marido me está diciendo que diga “Aristóteles”, aunque él lee diccionarios y yo, por lo general, prefiero pensar. El baño es perfecto para pensar (Giovanna Rivero).

Libros de críticas de cine: Pauline Kael, Anthony Lane, Stanley Kaufman, John Simon. Leonard Maltin. A veces releo reseñas o descubro cintas que nunca había visto o que justo vi. Sino un feed de twitter en el iPad. Y selecciono lo que me interesa leer más tarde via Pocket (Alberto Fuguet).

Las recopilaciones de cartas de escritores y los diarios íntimos (Federico Falco).

El que esté leyendo en ese momento (Elsa Osorio).

No uso. Es lugar de paso (Carlos María Dominguez).

Todos, por definición. En los últimos tiempos, dado que se los estoy leyendo a mi hijo pequeño, recurro mucho a los libros de Calvin & Hobbes, el comic de Bill Watterson. Su humor y su lucidez no merman nunca, a pesar de las infinitas relecturas. La colección completa es de esos libros que me llevaría a una isla desierta, sin dudar (Marcelo Figueras).

fabio morabito Fabio Morabito dice "todos".

Diarios en general y en particular el suplemento deportivo (Yaki Setton).

Cualquier cosa de Borges (Francisco Bittar).

Cualquiera que no resulte demasiado voluminoso como para interferir con su peso (Diego Grillo Trubba).

Diccionarios de citas, el de Gérard Pernon, por ejemplo. Aforismos, los de Wilde están pegados en la pared. “Mucha gente obra bien, pero muy pocos hablan bien, lo cual demuestra que hablar es mucho más difícil y más bello” (Ariana Harwicz).

En el baño suelo leer revistas o suplementos (Gatopardo, Letras libres, Babelia). Me traigo a México decenas de revistas de Argentina cuando voy para allá, y por supuesto me acompañan en el revistero del baño. ¿Conocen un mejor lugar para leerlas? Y claro que si estoy entusiasmada con algún libro, me lo llevo a todos lados. A TODOS (Sandra Lorenzano).

Una revista Vanity Fair (Margo Glantz).

Todos (Fabio Morabito).

Según Henry Miller todos los libros se aprovechan leyéndolos en el baño. Sospecho que los mejores son las novelas policiales negras (Angélica Gorodischer).

El que esté leyendo en el momento. El baño es el trono supremo para la lectura. Algunas de las mejores lecturas de mi vida las hice en el baño, sin preocuparme del tiempo ni de si estaba con los pantalones en los tobillos. Cuando eso sucede, ya nada es sincrónico y el libro funciona (Diego Trelles Paz).

federico falco Federico Falco elige cartas y diarios íntimos.

Mongolia, una revista satírica de aquí que podría compararse con la revista argentina Barcelona (Robert-Juan Cantavella).

El diccionario (Lina Meruane).

No leo en el baño. Lo encuentro sacrílego. Sería equivalente a comer en el baño (Mercedes Cebrián).

Cualquiera que funcione también fuera del baño. Ahora mismo, las memorias de Jeanette Winterson (Rodrigo Hasbún).

Leo libros de guerra en formato grande que compro en las mesas de saldos. Me gusta leer la revista “Cabildo” también. Ahora agregué una variante nueva. Me compré una encyclopaedia britannica de 1944 y hojeo los tomos medio al azar. Desde reglas para la construcción de un jardín japonés a tácticas de combate aéreo. El discovery channel de 1944 (Carlos Busqued).

Nunca leí en el baño, así que no sé. La biografía de Maradona, ponele. Pero también la podés leer en una biblioteca, en todos lados es maravillosa. A la idea de que en el baño o en un viaje hay que leer algo distinto, “livianito”, nunca la adopté. Para pasar el tiempo, prefiero una película (Ariel Magnus).

El que esté leyendo. Aunque la Rolling, Inrockuptibles y Ñ, siempre están a mano (Alejandra Zina).

Me regalaron hace años, justamente, un libro yanqui que se llama “The Bathroom Reader”, un libro de 500 páginas lleno de recortes de revistas y datos inútiles que se leen en el tiempo justo en el que uno hace lo que tiene que hacer, una versión impresa del zapping de Wikipedia. Algún editor local debería hacer la edición argentina. Pero como ya lo leí varias veces, en la biblioteca de al lado del baño guardo una pila de libros de cuentos: no me sale leerlos de principio a fin y de un tirón, pero irlos sampleando de a un cuento por vez me funciona mejor (Pablo Toledo).

Libros no, suplementos femeninos por ser material desechable: falsos datos de belleza, maternidad basada en hacer galletitas, ropa escandalosamente cara, tips de sexo mojigato, entrevistas lacrimógenas, el cuestionarios divertidos los responden hombres! Podrían ser espacios poderosos pero terminan siendo sucursales del falogoncentrismo (Andrea Jeftanovic).

becerra Becerra dice que es el único lugar al que las hostilidades que sufre la lectura no son capaces de llegar.

Uno de gran tamaño y peso, que no quepa en la cartera (Ana María Shua).

Ulises, de Joyce, total, lo podés empezar por cualquier lado! (Inés Acevedo).

El de Bioy Casares sobre Borges. Las entradas del diario son, casi todas, de duración ideal (Mauricio Bonnet).

Revistas. En el baño no suelo leer libros, a menos que sea una novela que esté terminando de leer y no pueda despegarme (Osvaldo Bazán).

Pueden ser varios, seguro uno de cuentos o de capítulos breves, así no dejo nada inconcluso. Pero mi lectura preferida en el baño es la de los prólogos (Juan José Burzi).

En el baño leo revistas. Es muy raro que lea un libro (Eduardo Berti).

Cualquiera. Me llevo al baño lo que esté leyendo en ese momento. Puede ser cualquiera de los cien libros que tengo a medias, el que me tiene enganchado o alguna revista. Me da igual, la verdad, me llevo cualquier lectura al baño. No soy maniático en eso. Algunas veces la gente con la que he convivido me ha mirado muy raro cuando me dirigía al baño con unos volúmenes muy gruesos. Creo que esa imagen da una idea clara de mi total falta de prejuicios en lo tocante a compartir el baño con unas lecturas u otras (Antonio Jiménez Morato).

Tintín. Haikus. Cómics de Tatsumi o de Taniguchi (Matías Serra Bradford).

Mi lugar favorito de lectura es la bañadera. Por eso, casi todos mis libros tienen páginas onduladas (Lola Arias).

Cuatronarices, de Gerardo Deniz. Y en ese libro, el poema “La primavera en el fondo del colon”, donde podemos leer sobre la suerte de “microbios y dictadores viscerales”, acerca del “relleno rico barroco” o de la cruel ingesta del “galón de caca amarga” (Carlos Ríos).

Los libros en mi vida de Henry Miller, en especial el capítulo titulado “La lectura en el retrete” (Miguel Vitagliano).

Cualquiera (Ignacio Molina).

vera giaconi Vera Giaconi hace lectura de prospectos.

Los que dan un poco de vergüenza. En este momento yo estoy leyendo uno de Kasparov: muy interesante cuando habla de ajedrez, pero en general se parece bastante a la autoayuda (José María Brindisi).

El libro del fantasma de Dolina??? /// No leo libros analog. en el baño, chateo cagando...(Sagrado Sebakis).

Observaciones filosóficas, de Wittgenstein, que procede en pequeños fragmentos, o Historia de mi vida, de Casanova, que es mejor leer de a poco durante mucho tiempo (Guillermo Martínez).

Hitch-22: A Memoir (Gabriela Alemán).

No leo en el baño (Josefina Licitra).

Nunca libros. Sí, todas las etiquetas de envases y frascos y pomos y los prospectos o cajas de remedios y cremas que anden en la vuelta. La lectura en el baño está llena de advertencias, modos de uso, acciones terapéuticas, ingredientes, precauciones, datos de importadores y fabricantes, recomendaciones, etc (Vera Giaconi).

La soledad del lector de David Markson, un libro epigramático que se lee también como un compendio de citas o de hechos curiosos vinculados de una manera lábil pero inteligente o como un selección de twits pero escrito unos diez años antes de la aparición de Twitter. Esto también depende de si sos un lector o un escritor. En el último caso, si uno escribe para sobrevivir puede escribir lo que se le dé la gana aunque sea intrascendente; pero si uno escribe para que sus libros sobrevivan hay que comenzar a pensar en escribir en formas breves como el cuento, que es probable que sobreviva a la novela, y en los formatos que se perfilan o vendrán. Los soportes electrónicos como el eBook empiezan a reclamar formatos más breves. La literatura de hoy ya empezó a escribirse en Internet y en Twitter. En este sentido La soledad del lector es casi una premonición y se deja leer sin turbulencias ni hastío, y releer -si te olvidaste en qué página lo habías dejado- con un plácido y reconfortante déja vu (Juan Martini).

Los libros de arte chiquitos de Taschen, tipo “Mujeres artistas contemporáneas” y cosas así. Texto corto, foto y no demasiado entretenido (Mariana Enríquez).

la biblia y nylon mag (Marina Mariasch).

Ya casi no leo en el baño: prefiero la cama, o en su defecto el sillón, al inodoro, será la edad. Pero de vez en cuando hago una excepción. La última, hace unas semanas, cuando leí El amor nos destrozará, de Diego Erlan (Gabriela Cabezón Cámara).

Una revista. De política, con monitos (Yuri Herrera).

1000 extra/ordinarios objetos
, el libro editado por el plantel de la revista Colors, la que hace unos años hacía Oliviero Toscani con plata de Benetton. (Guillermo Piro).

Mentiría si respondiera, no leo en el baño (Claudia Piñeiro).

El que esté leyendo cuando surge la inclemencia. Pero son visitas veloces. No me da tiempo a nada (Fernanda García Lao).

Cómo se hace una tesis
, de Umberto Eco (Gustavo Nielsen).

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