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Poesía

Cuatro poemas de Eileen Myles

Tomados de Yo no, novedad de Mansalva

"Myles aprecia los detalles más íntimos y vergonzosos de su vida no por lo que dicen de su propia biografía sino por lo que nos revelan de una cultura en la que todos estamos inmersos", dijo Chris Kraus. Editorial Mansalva acaba de publicar poemas de la estadounidense, de los que aquí reproducimos algunos.

Poemas de Eileen Myles.  

 

Nacida en Cambridge en 1949, Eileen Myles ha escrito más de veinte libros de poesía, ficción, no ficción, y además es dramaturga, periodista de cultura y performer. Entre sus libros se cuentan EvolutionSnowflake/different streetsInferno: A Poet’s Novel, Sorry, Tree y Tow. Editorial Mansalva acaba de publicar en Argentina Yo no, con traducción al castellano de sus poemas.

"Así como el plomo le añade lustre al cristal, el lenguaje directo asegura la fuerza y la transparencia de la poesía. Eso explicaría por qué estos poemas de Eileen Myles emocionan de una forma tan asombrosa; como una bocanada de aire fresco en el turbulento entorno urbano desde el que escribe. Myles definitivamente sabe que no existen subtítulos para decir las cosas como son", dijo John Ashbery sobre su coterránea.

 

 

Televisión pública

 

Siempre tengo miedo.

¿Vos no? Todo zumba

en la cocina, mi

madre comenta que

lo que estoy leyendo

se ve denso. Digo

que no, que es

sobre la televisión

y empiezo a

explicarle el

estructuralismo y

Robert Young y

al pasar menciono

Zeborah que es

donde compré

el libro—

y estoy segura

que eso fue todo

lo que mi madre

escuchó.

 

No sé

por qué

no me llamaste

hoy

a la mañana.

 

¿Es porque

te escribí

sólo un poema

en agosto o es

que te doy

vergüenza?

Me elevo sobre

las pequeñas

y sinuosas colinas

de Manchester,

Massachusetts.

 

Ahí y por

la gracia

de dios

voy detrás

de una mujer

de mi edad

que arrastra

a dos niños.

 

Me apuro

para volver a

mi casa y recordar

qué postal

olvidé enviar.

¿Puedo sonar

animada

en una carta?

 

Mi madre

se sienta

al lado de

la estufa. Está

helado en

la cocina de

Nueva Inglaterra.

 

Aquí los comentaristas

deportivos son

divertidos y la

gente come un

montón y no son

muy amistosos,

pero te saludan.

 

No me

has llamado, eso

debe significar algo.

Que mi forma

de operar deberá

ser otra, meterme

sólo en mis

propios asuntos.

Existen, por

supuesto, los

medios masivos,

lo que todos ven

y todos saben.

¿Qué es lo

que todos

saben? ¿Acaso

les importa?

¿Se ve bien?

Y también

existe

el pequeño

y privado

mundo de

los sentimientos,

llamémoslo

acceso.

 

No me importa

cómo se vea

desde afuera o

si nos están

viendo miles

de millones

de televidentes, lo

que me importa

es ocupar

el sitio más

importante en

tu corazón

y un canal directo

al mío.

Quiero

que este rayo

sea largo,

poderoso

y verdadero.

¿Lo es?

 

 

 

 

 

Mi infancia

 

Nunca saqué el primer lugar

en el colegio. Sólo segundos lugares.

Lo que más quería era tocar

El saxofón, pero eran muy

dorados y demasiado caros.

Pedí una trompeta (85 dólares),

pero me dijo (el señor Amarusso,

cabeza pequeña y cuerpo grande)

que no creía que yo pudiera tocar

con el diente delantero roto…

¿entonces puedo tocar el clarinete?

No, ya tenemos demasiados.

Y ahí quedó la cosa.

Secretamente quería tocar la batería.

En mi casa tenía bongós

y un disco para aprender

a tocarlos que sonaba tucu

tucu tuc, tucu tucu tuc y

también me sentaba

románticamente en el living

a tocar canciones de vaqueros

con mi armónica

y desear estar borracha.

A veces, mi mamá

se asomaba en la puerta

de la cocina y decía: Eileen,

eso suena muy bonito.

Y yo, naturalmente, me

ponía colorada y tartamudeaba.

¿Qué pasaba durante mi infancia?

Yo sabía que era la número uno.

La monja me llamaba a su escritorio

y me decía: Es increíble,

Eileen Myles, tu coeficiente

intelectual es el más alto

de todos los séptimos, pero

con las caras que hacés pensé

que eras retrasada mental.

Sos una chica linda,

no deberías arruinar tu

cara haciendo esos gestos.

Lo estás haciendo de nuevo.

Lo estaba haciendo de nuevo.

Y yo corría desesperada a

mi asiento. Escuchen mis pasos.

Yo era la chica más gorda

de todos los séptimos.

Siempre me sentí gigantesca

pero seguían poniéndome

al medio. Mi hermana Nancy

nació en 1953 y tuve

que cambiarme de la pieza

soleada que estaba en el lado

de la casa donde había un

pequeño techito privado

desde donde mi papá

se cayó muchos años después,

bueno, en 1961. Me cambiaron

a la pieza grande con aleros,

donde no se podía hacer nada

si querías cambiar cosas de lugar,

yo quería cambiar de lugar a mi hermana.

Mi hermano seguía a punto de morir

y mis papás seguían decorando,

esos muros azules con barcos y

hombrecitos con telescopios.

Un escritorio con una máquina

dorada que cambiaba las fechas,

papel secante. Mi hermano seguía

a punto de morir y recibiendo

este tipo de regalos. No estaba

tan mal. Yo tenía un amigo imaginario

que encontré entre las algas en la playa,

medía treinta o sesenta centímetros

y era mi amigo y siempre estaría

a mi lado. Solamente jugaba con

dos muñecas, Davey y Timmy.

Me gustaba Mujercitas, pero

mi personaje favorito era Laurie

y, en realidad, amaba Hombrecitos.

Me indigné cuando Jo creció

y se puso toda maternal. Es tan

material, los muros de piedra

alrededor de la escuela de Jo

y su marido barbón y viejo, que hablaba

igual que su papá, el señor March,

que siempre estuvo ausente excepto

cuando apareció con unas copias de

El progreso del peregrino para sus

hijas hambrientas, Meg, Jo, Beth y Amy.

¿Por qué a Laurie le gustaría una perra

como Amy? Hubo también un tercer

libro, Los muchachos de Jo, donde

los personajes están gordos y tienen

ataques cardíacos, un niño gordo

que se llamaba Stuffy, reelegido concejal,

se muere en un banquete. A estas

alturas Jo se parece bastante a la autora.

Durante mi infancia me daban permiso

para quedarme despierta hasta tarde

y ver a Mary Martin hacer de Peter Pan

porque era muy devota del libro.

Pasé infinitas horas sentada en mi pieza

mirando las imágenes de Peter en mi libro,

imaginando las otras cosas que haría,

toda emocionada. En la televisión

Peter era una mujer adulta con el pelo

hacia atrás que hablaba como niño y

que volaba por el escenario colgada

de unos cables. No podía dejar de mirar

su cuerpo sabiendo que era mujer,

sintiéndome engañada y confundida

porque no buscaban a un niño real

para el papel. Oh, yo creo que es increíble,

decía mi mamá con admiración.

Me gustaban “I’ve Got a Crow” y “I Won’t

Grow Up”, pero aun así un niño real

habría sido mejor, mucho más emocionante.

Y “I’m Flying” me parecía estúpida porque

se suponía que estaba volando y, en realidad,

no estaba volando, sino que estaba colgada

de unos cables. Después de ver ese show

nunca más pude soñar con el libro de Peter Pan,

pero sí pensé en volar sobre un escenario.

Y siempre que mencionan a Mary Martins

siento un poco de nauseas. Había algo

raro en ella. En la tele pasaron un programa

especial de Aladino, la estrella era Sal Mineo.

A mi mamá le costó un mundo hacer

que mi papá se acostara antes que empezara

para que pudiéramos verlo. Él hablaba

mucho durante los programas que teníamos

ganas de ver. Opinando esto o lo otro

sobre cualquier cosa que le recordara

lo que estábamos viendo. Hasta que

empezaba a gritar porque no estaba bien.

Pero esta noche era una noche muy tranquila

y yo estaba emocionada y nerviosa, de verdad,

y empecé a columpiarme en la mecedora. Mi

mamá había dejado sacado de la jaula a

nuestro periquito, Nicky, para limpiarla.

Dijo que Nicky se veía un poco enfermo.

Yo estaba columpiándome como loca

al principio del programa y, de pronto,

sentí un bulto en la alfombra y mi hermano

gritó. Mamá. Y mi mamá salió de la cocina

y llegó y el pájaro se retorcía a centímetros

de la mecedora. Oh dios mío, dijo mi mamá.

Vos no lo hiciste, me dijo. Mientras lo llevaba en una pala

a la cocina. Mi hermano gritaba: mató a Nicky,

mató a Nicky. Pero yo no sabía que estaba ahí.

No lo hiciste vos, Nicky estaba enfermo.

Lo mataste, lo mataste. Intenté ver

el programa un rato pero sentí nauseas

y me fui a acostar. Dentro de mí todo

parecía arruinado y ni siquiera sabía

qué y cómo había pasado o qué era verdad.

Eran mi hermano y mi mamá, pero

sentía que yo era la culpable. En la escuela

todos dijeron que el programa era aburrido

y entonces me sentí un poco más feliz.

 

 

 

 

 

Anne

 

Todo es posible

en mi mundo,

lo digo en serio.

 

La tía Anne se puso

la ropa de su madre

para Halloween, la

peluca y los anteojos

de su madre muerta.

 

No se parecía

a la mujer

pero se convirtió en

ella. Es una

faceta de mi tía

que aterroriza

a mi mamá,

pero que yo

encuentro

poderosa y

extrañamente

hermosa

 

como mirar

a la muerte

a la cara

y decirle:

O.K.

Salí

de aquí.

 

 

 

 

 

El deseo real

 

Mi gran sacrificio existe

entre los inarticulados dedos

de un árbol que resplandece

a través de un azur taciturno

que guía al cetáceo que soy

en taxi hacia el gimnasio

y a través del aire húmedo

de esta noche en que quiero

tomarte en mis brazos

y partir juntas a Europa.

 

Oh, nena, tenemos que hacerlo.

Besar cada gota que la ducha

deja en tu espalda mientras

el radiador chisporrotea y

protesta contra la pérdida, la

desesperación aparente y el

deterioro en los muros de

mi forma de vida. Ahora

todos lo saben, incluso Joan.

No puedo cambiar nada,

pero es algo caluroso,

terriblemente cálido en compración

con el inminente invierno de 1986,

cuando nací con vos siempre

cambiabas tu tipi de lugar,

pero yo generalmente te seguía.

No quiero intimidarte, oh,

blanco y negro, blanco

y negro. Los policías de la

ciudad pasan aullando veloces

por la primera avenida

como perros gigantes. Tengo

que ser fiel a la calle donde

nací, Mi juramento, no

mientas. Me resbalo, miento.

 

Mi inmenso sacrificio existe

porque todos pueden verlo

y lo necesito demasiado.

Soy una lesbiana tan tremenda

que tengo que tirarme

de un acantilado. Soy una poeta

tan espléndida que tengo que ser

una defensora del verso, dejar

de mentirme y hacerme millonaria.

 

Cada vez que me visto bien

pierdo el habla o me quedo

sin dinero, eso debería pasar

pronto. Oh, dejen que me vaya,

libérenme del secuestro

de Oh, ¿trabajar para vos,

nena, o qué?

 

En un taxi que avanza

por los brazos de una mujer

escurridiza podría haber llorado

porque no estaba vagando

sola. Eras vos, enfundada

en un hermoso vestido

blanco con negro,

blanco con negro.

Sentí las cosas que supuse

pertenecían a mis catorce años,

cuando era perfecta, oh vos,

un hombre o algo

 

maravilloso.

 

El inmenso sacrificio

es—

 

ella mete un témpano

dentro de mi blusa

es una idiota

 

la maravilla del universo

es…

 

Ella nunca fue mimada

 

Ella puede abrazarme,

yo puedo abrazarla

también.

 

Cada trozo de hielo

se quiebra, fluye luego y

se une a la corriente del río.

 

Gotas minúsculas

resplandecen en las

ramas del árbol

este invierno

y la humedad

en tu pelo

bajo la luz

cuando me muevo

hasta acá y vos

buscás tu

abrigo, negro,

envuelta

 

en él ahora

mientras caminás

a tu casa

 

y dejás

los postes de luz

 

a tus espaldas

 

porque vos

sos el

norte.

 

 

 

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