Poesía ecuatoriana IV
Martes 09 de diciembre de 2014
Juan José Rodinás en la última entrega de la serie curada por Javier Lara Santos desde Quito, con la que completa su panorama sobre la poesía reciente de Ecuador, que se suma a los de México, Uruguay, Chile, Perú, Bolivia y, la semana que viene, Paraguay.
Selección y comentarios por Javier Lara Santos (@JLaraSantos)
La poesía de Rodinás lleva dentro de ella un mundo que se crea y se recrea mientras se van vislumbrando las referencias del mid cult, y de muchas más aristas sobre el arte en todos sus sentidos, catártica y a la vez telúrica, reflexiva y mundana. Por su propuesta, una de las voces más interesante de la actual poesía del Ecuador.
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PEQUEÑO ULTRAVIOLETA DICE
Diciembre 24 2008 22:00-23:17
¿Cómo? Describe la visión periférica una sala con “beato sillón” y pantalla plana. “Pequeño y triste petirrojo” en National Geographic. (cambio de canal). Hoz y martillo en la chaqueta del salesman. (cambio). Ultravioleta, ultraviolencia. (cambio, cambio). Programa infantil sobre las manzanas de mayo. (cambio). Historial magenta (se abre en un rojo, en un naranja turbulento, en un rosa de vejiga hinchada). Metástasis de la primavera en viaje a la retina. Recito “Oscar Wilde llevaba una gardenia en el pico” frente a su rostro fugaz en la pantalla. Esto es lo único encendido- dices. Esto es lo transparente- dices. El ojo es como un faro halógeno frente al reino de este mundo. Canal aleph.
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Ilustración con muchacha dentro
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I
Un sol como una pregunta.
Un fondo áureo en la tintura.
Un círculo amarillo con tentáculos.
Alguien dirá sol pensando
“punto amarillo sobre la carretera”.
Hacia la derecha, un altar de piedra.
Janis Joplin, en efigie de plástico,
es una virgen morena
sobre cuya cabeza vuelan moscas y tábanos.
Aullante. Una vez más
colocarle una vela Janis aullante.
Y orarle así por todos los muertos de la carretera.
Cruces. Calaveritas pizarnik.
Cruces. Lápidas.
Todavía un realismo filmado
en cámara verbal con 30 milímetros de luz.
Aquí llueven paisajes de granizo.
Paisajes de polvo en un valle de estrellas.
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II
Estas imágenes proceden de un viejo telefilme
que nadie mirará jamás.
Hay un vehículo parqueado.
es un Chevrolet modelo 85.
Vendo seguros -dice un burócrata- desde el auto viejo.
Busca en los ojos de Johanna
-así se llamó la muchacha perdida-
un argumento para desmentir
que el mundo sea un niño loco
que hunde su mano en una tina roja
para luego perderla en una escena irrealista.
En los ojos de Johanna, el burócrata encuentra
un fósforo encendido,
un video gore dentro de un pájaro de cuarzo.
Para agregar, luego,
el paisaje necesario al extraño conjunto.
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III
Tomo la estrella- dice el burócrata.
¿Me servirá tu estrella, Johanna de los muertos?-
piensa, mientras arranca su auto
a la velocidad de la luz.
El sol es un punto –como un hueso alargado-
acariciando flores
y flores que no son de la mente.
(Bendita seas, Señora de las cosas:
Janis Joplin ora sobre el corazón de la niñita monstruo).
El burócrata parquea su automóvil.
Entra a un restaurante y,
mientras mira los postres del menú,
medita:
soy lo invisible
o tengo, al menos, tu huella invisible.
Y se sienta en una mesa
que bien podría existir sin él.
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POST LIHN
En este video debería trabajar en diálogo con las reservas de mi vida. Debería hacer un teatro con objetos inmóviles en descomposición, pero piedras, pero hijos de mis hijos piedras.
Una narrativa real, digamos.
Una narrativa pulso de mi mano al despedirme de Ella hace tiempo.
Una narrativa real (una naranja abandonada en el centro de la estepa), la poesía desechada y pura y exacta y sucia: compañía ilimitada de un idioma donde bebimos cerveza contando el espacio entre el último insulto del amigo y la velocidad de caída de los meteoros.
Sí, para siempre, para que el poeta con manos de niñita hombre (yo, entonces) secretario general de los nadies señale en el consejo de los nadies que: “el agua está relacionada de manera directa con el semen de los ahogados”. ¿Por qué dijo eso? Ignorancia, conocimiento de biomecánica y limpieza de los cuerpos. No sé, pero acertaba.
El agua fecunda la muerte en los átomos donde la muerte sólo arrecia como una ola blanca.
Necesario pues mejorar la salud de los hombres y de las mujeres con una improvisada sala de torturas y la esperanza de vida con una improvisada sala de torturas. Otorgar más poder a las mujeres como ánimas del miedo y como largas terminaciones de las estrellas. Mejorar la seguridad alimentaria de la lengua con un nietzche de manteca cocinado en sí mismo. Vigilar el desarrollo sostenible del cardo que ha destronado para siempre los niños que fuimos. Luchar contra el cambio climático de nuestra mente mediante una bolsa negra de polietileno dispersada en la eternidad de bajo impacto.
¡Por eso!
884 millones de personas no tienen acceso al agua potable
884 millones de palabras no tienen acceso al agua de la lengua
884 millones de palabras son demasiadas palabras, excepto si la velocidad de la lengua reduce la velocidad de la muerte
Evitar la muerte a toda costa.
Sólo escribir un diario de muerte:
vacío
donde cualquiera pueda
leer su nombre.
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Joy. segundo sueño. ¿final? septiembre 2011
Ella corre por el pasillo y no mira.
Ella huye del asesino serial, del poeta serial, huye.
La muchacha sube a la terraza y dice:
ves esa casa, juanjo, allá está el cielo
y allá también estamos muertos.
Yo no veo la casa y estoy muerto, pero
son palabras para elevar una casa y están muertas, pero
sólo dije que ella podía volar ese día sin morir.
Las campanas del amanecer crujen como papel quemado.
Todo el papel quemado no alcanza
para trazar un círculo sobre el amanecer.
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Artekovski nos cuenta sobre su 7 de enero de 2012
Saldría en bicicleta, como ahora, pero hoy no se salía.
Mi bicicleta era un momento en una escena proyectada en la piel
de un animal enorme e invisible. El sol era el trabajo
haciendo una colina de huesos rotos sobre la avenida.
La precisión de una avenida, contrapuesta al esprit del domingo:
un perro negro atraviesa la calle hasta el parterre,
el parterre y el perro son el sol del momento, la imagen circular.
Veo el cielo: son globos, aviones, nubes que avanzan hacia atrás,
un tintineo de verano sobre un orificio en una caja de cartón.
Estoy despierto en medio de un bosque transparente
donde las formas trabajan para eludir la realidad.
Aunque el verano fuese el momento, mi bicicleta
debía quedarse atrás de la autopista que cruza esta vida (o la mía),
la calle, los momentos y la autopista de todos los momentos.
Las ruedas giran sobre el mundo de muchísimos mundos,
okupas, mendigos de materia y paseantes atentos.
La emoción conoce las estrellas como un diagrama de puntos
sobre el bosque de trapo alineado a lo lejos. Muchas personas,
ejecutivos de banco y expertos de informática.
No veo que nadie llore, pero tampoco miro demasiado a nadie.
Alguien debe llorar & alguien debe consumir pastillas para no llorar.
Alguien muy lejos del idioma debe saber leer lo que no llora.
Mi bicicleta debe atravesar autopistas para que yo sea velocidad
y no cuerpo aterido: empieza lo que llueve & soy ajeno a todo.
El cielo es pausa: si lo ves no belleza, atiende mi clima lo verano,
que el mundo espere para mi otro día: ya llegaremos
lo que es nunca.
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Juan José Rodinás (Ambato, Ecuador, 1979). Seudónimo de Juan José Rodríguez Santamaría, nombre bajo el cual publicó sus primeros libros. Estudió literatura y periodismo en Quito. Ha publicado Los rastros (Quito, 2006), Viaje a la mansedumbre (Barcelona, 2009), Barrido de campo (Arequipa, 2010), Código de Barras (Quito, 2011), Cromosoma (Quito y Santiago de Chile, 2011), Estereozen (Lima, 2012), Anhedonia (Popayán, 2013). Además ha reunido su trabajo en antologías como Los páramos inversos (Popayán, 2014) y 9 grados de turbulencia interior (Guadalajara, 2014). Recopiló -junto a Luis Carlos Mussó- el libro Tempestad secreta: muestra de poesía ecuatoriana contemporánea (Quito, 2010). Como traductor publicó el libro Una cosa natural. 29 poetas norteamericanos (Quito, 2009).
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Notas relacionadas
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