Señora tomando sopa
Martes 15 de enero de 2013
Paula Jiménez España selecciona los poemas de enero. En esta oportunidad elige “Señora tomando sopa”, de Olga Orozco, incluido en Con esta boca, en este mundo (Adriana Hidalgo).
Seleccionado por Paula Jiménez España:
Acá, la sopa reúne a la señora que hoy la bebe con aquella niña que se resistía a hacerlo. Esa señora sentada frente al plato, se ve ir hacia el futuro desde su infancia, y las cucharas son remos que la conducen por el agua del tiempo. El tiempo en que los verá morir a todos, uno por uno. Esa fue Olga: entre la melancolía por lo perdido y la sabiduría de los que al mirar atrás se recuerdan a sí mismos con los ojos fijos en el porvenir. Si bien la convivencia o simultaneidad del pasado, el presente y el futuro, es tema de muchos de los poemas de Orozco y uno de sus principales intereses --podría decirse filosóficos--, creo que en este, particularmente, logra condensarlos de modo asombroso. No cronología, no lógica. Destellos y repeticiones. Olga Orozco: la más sensible, la impecable. Una narración que no narra. La perdurabilidad de lo que nunca termina de acontecer.
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Señora tomando sopa
Olga Orozco
Detrás del vaho blanco está la orden, la invitación o el ruego,
cada uno encendiendo sus señales,
centelleando a lo lejos con las joyas de la tentación o el rayo del peligro.
Era una gran ventaja trocar un sorbo hirviente por un reino,
por una pluma azul, por la belleza, por una historia llena de luciérnagas.
Pero la niña terca no quiere traficar con su horrible alimento:
rechaza los sobornos del potaje apretando los dientes.
Desde el fondo del plato asciende en remolinos oscuros la condena:
se quedará sin fiesta, sin amor, sin abrigo,
y sola en lo más negro de algún bosque invernal donde aúllan los lobos
y donde no es posible encontrar la salida.
Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizá se hicieron remos para llegar muy lejos.
Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno,
hasta el último invierno, hasta la otra orilla.
Acaso estén reunidos viendo a la solitaria comensal del olvido,
la que traga este fuego,
esta sopa de arena, esta sopa de abrojos, esta sopa de hormigas,
nada más que por puro acatamiento,
para que cada sorbo la proteja con los rigores de la penitencia,
como si fuera tiempo todavía,
como si atrás del humo estuviera la orden, la invitación, el ruego.