Soviet Kitsch
Martes 06 de diciembre de 2011
Sascha, el personaje de la novela de Alina Bronsky, conmueve a la autora de Barajas por "su temperamento de muchacha punk, de sobreviviente solitaria".
Por Alejandra Zina.
Hace doce años empezaron a llegar muchos rusos al barrio en donde vivo. Abrieron un restaurante llamado Absolut, donde se reunían a tomar vodka, escuchar rock ruso y hablar a los gritos. A la vuelta de mi casa se instaló una familia: padre, madre, nena y nene. Todos eran tan blancos y tan rubios que yo pasaba por caribeña al lado de ellos. La familia alquiló o compró un local chiquito donde todavía siguen. El negocio no tiene ningún cartel pero desde afuera se puede ver que adentro trabaja una modista, creo que ellos viven en el fondo. La mujer no hablaba una palabra de español y todavía hoy su vocabulario es mínimo, duro. Dos cosas me impresionaron especialmente. Escuchar a esos dos chicos de no más de siete años hablando en porteño a las pocas semanas de haber llegado. Y el marido, siempre vestido con trajes elegantes, a bordo de autos caros, mientras su mujer no paraba de coser.
Una vez fui a dejarle algo para que me arreglara y vi de reojo una foto del marido en un estante. Estaba vestido con boina y chaqueta verde condecorada. Acá él traduce lo que yo digo a su mujer, le habla de dobladillos y cierres relámpago. Allá él da órdenes o las recibe, quizás mata a otros hombres. Como Vadim, el hombre al que Sascha quiere matar.
Sascha es el sobrenombre ruso de Alexandra y el título argentino de la novela de Alina Bronsky, traducida por Nicolás Gelormini para el sello Blatt & Ríos.
Me gustan las historias que llevan el nombre del héroe o la heroína. En italiano la novela de Bronsky se llama La vendetta de Sascha, la palabra vendetta es tan fuerte, tan estereotipada, que parece que la venganza solo existiera en ese país y en las películas de Coppola, De Palma y Scorsese. El título le cuadra bien a la novela, pero me gusta más el nombre de ella a secas. Una persona, un cosmos.
Sascha tiene diecisiete años y mucha furia. Vive en Alemania, en un guetto ruso, y mientras piensa en vengarse se enamora. Me conmueve su temperamento de muchacha punk, de sobreviviente solitaria. Isol dibujó en la tapa a una chica que corre entre árboles pelados. Pienso que los sobrevivientes siempre se escapan de algo.
Me sorprenden las referencias que cruzan de lado a lado el mapamundi como cuando cita Pretty Woman o Misión Imposible; también las costumbres más lejanas como el chocolate blanco que las madres rusas ponen en la boca de sus hijos para consolarlos. Como si el dulce diluyera mágicamente la pena.
Hay algo que me hace sentir cerca del universo de Bronsky: mi cuarto de sangre rusa, el nombre Alexandra, una época, su escritura, no sé. Algo.