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Vinilo: libros como relámpagos

Le damos la bienvenida a una nueva editorial

Joana D´Alessio, editora y creadora de la editorial infantil Ralenti, nos habla de su nuevo proyecto: Vinilo, junto a Mauro Libertella como editor. "No podía evitar inclinarme por crónicas que narran experiencias fuertes, bien contadas, bien escritas", cuenta, sobre estos libros para leer de una sentada. 

Por Valeria Tentoni. Fotos gentileza Pablo Añeli (Télam).

 

 

 

Hace apenas semanas desembarcó en librerías Vinilo, un nuevo proyecto editorial de Joana D'Alessio, quien venía de Ralentí pero también del mundo de la producción audiovisual. Nació en 1977 en San Pablo, Brasil, y estudió en Buenos Aires, donde en el año 2005 fundó su productora BASTIANA FILMS, produjo varios largometrajes ganadores de premios internacionales y series de televisión. Fue varios años después, en 2018, que se internó en el mundo de los libros: fundó Ralenti, su primer proyecto editorial propio, de literatura infantil y juvenil.  

Ahora, D'Alessio se asoció creativamente Mauro Libertella, editor literario en este proyecto, y a Max Rompo y Pippa, quienes trabajaron en el diseño de estos cuatro libros inaugurales, vistosos y eléctricos, imposibles de pasar por alto. Son lecturas breves, de una sentada, por extensión y por tipo de texto: no ficción de plumas como Paula Mariasch y Dolores Gil con sus primeros libros, y Marías Serra Bradford y Roberto Merino del lado de los autores cuyos nombres ya habíamos conocido antes librerías.

"Un relámpago de lectura": así describen esta colección de sencillos, y con esa luz cayeron en la Feria de Editores como ceremonia de presentación. Ahora, Vinilo ya está distribuida en librerías del país, creciendo.  

 

Venías de Ralenti, proyecto editorial paralelo para las infancias, ¿cómo surgió la idea de un sello para adultas y adultos? ¿Ralenti tuvo que ver?  

Con una amiga, Julieta Bliffeld, veníamos fantaseando con la idea de una editorial de no ficción porque las dos somos fanáticas del género, yo tenía mi proyecto editorial infantil pero esta idea me rondaba. Y un día estaba manejando y se me cruzó esto del libro pequeño, tuve que estacionar para llamar a Julieta y hablar del tema. Libros de no ficción pequeños, para leer de un tirón, de una sentada. Alrededor mío orbitaba fuertemente el universo de lo pequeño. En objetos y en libros. De hecho en Ralenti tenemos una colección que se llama Miniaturas. Y ahora se me ocurren un par de proyectos editoriales relacionados con lo pequeño. Hay una editorial artesanal, Barba de abejas, hacen plaquetas, pequeñas, hermosas. Y los libros de Siesta, la editorial de poesía que hicieron Santiago Llach y Marina Mariasch, son diminutos, una amiga me prestó un par y jamás se los devolví, me gustaba verlos, me daba placer. Me gustan los objetos pequeños, las personas pequeñas, los libros pequeños. La poesía me encanta y una vez la escuché decir a María Negroni que los poemas son miniaturas. Creo que lo pequeño me calma, porque el mundo es muy grande y me abruma. 

¿Cómo se llevan ambos proyectos? 

Ralenti y Vinilo se potencian, armar Vinilo como segundo proyecto editorial fue un poco como decía mi papá de tener un segundo hijo: un costo marginal. Y de hecho son editoriales hermanas, porque comparten casi todo. Yo ya tenía el espacio organizado, la distribuidora (que es Big Sur y es una pieza clave de todo este trabajo que hacemos), los proveedores, toda una red. En la FED compartimos la mesa, todo eso colabora con hacer sustentable un proyecto editorial, que no es cosa sencilla. 

Lanzaste con cuatro títulos, ¿desde cuándo estás trabajando en Vinilo? ¿Cómo fueron los orígenes, la selección de estos primeros libros?

A principios de 2020 empecé a pensar la marca y los primeros libros con Julieta Bliffeld, que se fue del proyecto por temas personales, ahí ya estábamos en plena pandemia, primera parte del 2020. Dentro de la no ficción tengo debilidad por un subgénero al que podríamos llamar “libros de llorar”. En esa categoría entra por ejemplo, Mi libro enterrado, de, increíblemente porque aún no lo conocía y no trabajaba con él: Mauro Libertella. También podría mencionar El nadador en el mar secreto, un libro que acá editó China Editora. Hay muchos, pero esos dos son además muy cortos, por eso los nombro. Entendía que era ridículo hacer una editorial de libros terribles pero de alguna forma no podía evitar inclinarme por crónicas que narran experiencias fuertes, bien contadas, bien escritas. 

En esa primera etapa contacté varios autores y di con los textos de Paula Mariasch y de Dolores Gil, que entran en ese subgénero. Estaba viendo cómo darle sentido a lo que venía haciendo, y te confieso que muchas veces pensé: basta, lo dejo, el mundo se cae a pedazos y yo acá en mi casa sola tratando de armar un segundo proyecto editorial, es delirante. Y ahí fue cuando me reuní con Mauro Libertella, que además me lo presentó un autor de Ralenti, Nico Schuff, y tomé un nuevo envión. 

¿Cómo trabajan juntos y qué guía el catálogo que están diseñando? Hay primeros libros, como el de Paula Mariasch y Dolores Gil, y libros de autores que llevan varias obras publicadas como Merino y Serra Bradford. 

La llegada de Mauro fue muy importante, porque si bien estaba el planteo del proyecto y algunos textos, él me ayudó a terminar de pensar el catálogo, a afinar lo que ya tenía, y a contactar autores con más experiencia, que también era algo que quería hacer. Lo que fuimos viendo es que estaba bueno tener libros tipo crónicas en primera persona y también libros más ensayísticos, ligados a objetos culturales, o temas, aunque siempre dentro de una idea de no ficción creativa y para muchos lectores. 

Imprimimos de a cuatro libros para bajar los costos, eso también fue una idea que estuvo desde el principio, porque el costo industrial es cada vez más alto y la única forma que veo de hacer esto viable es imprimir de a varios libros, mejorar el margen y tener un libro de calidad con un precio competitivo. Si bien no necesariamente se lanzan juntos a nosotros nos gusta pensar esa tanda de cuatro libros en conjunto, darle equilibrio y variedad. Ahora queremos sacar cuatro más para la primera mitad del 2022 y cuatro para la segunda mitad, ese es el plan. 

Con Mauro trabajamos codo a codo, nos reunimos y discutimos todas las decisiones importantes, la línea editorial es algo que construimos en equipo. Algunos libros nos llegan más parecidos a cómo le llegan al lector, y en otros trabajamos más los detalles, la prosa, el título, la estructura. Entramos a un drive de un manuscrito y dejamos notas, hacemos listas de ideas, nos acercamos libros o ideas de autores. Es todo fácil y fluido.  

También nos complementamos: Mauro vela por la calidad literaria y yo velo por un lector lo más amplio posible y en esa intersección queremos posicionar a Vinilo: libros buenos, bien escritos, que puedan gustarle a un público amplio. 

 

 

¿Cómo fue la elección de la extensión como marca en la colección "Sencillos"? Libros que se leen en una sentada, una medida que podemos pensar va ganando cada vez más adeptos -pienso en proyectos como Cuentos María Susana o, en México, los cuadernos de editor de Gris Tormenta-. ¿Qué dice de nuestros tiempos lectores esta medida y cómo decidiste encarar eso?  

Estaba muy definida la idea de leer de una sentada y empecé a mirar formatos y a probar plantados de textos, a ver cuánto podía medir y cuántas páginas tendría. Al principio había pensado algo más corto, eran exactamente 30 mil caracteres, pero con el tiempo fui arribando a la conclusión de que era poco libro y lo fui aumentando a 50 mil mínimo (y 100 mil máximo). En paralelo empecé a probar formatos de libros pequeños, fue toda una investigación y te soy sincera: soy un poco vueltera. Jamás llego a ningún lado por un camino recto. En el 2020 la primera vez hice una salida que no fuera al supermercado, cuando aflojaron las restricciones, me fui a una librería a revisar todos los libros pequeños que había disponibles. Al final tenía tres medidas posibles, me importaba también que fuera razonablemente cómodo de leer, porque a mí me gusta sostener el libro, subrayarlo, un libro demasiado pequeño no colaboraba con eso. Después se sumó al proyecto Max Rompo y un día le dije ¿qué te parece tal medida? Y él dijo: me gusta. Y así quedó establecida la matemática de la colección. 

Creo que cuando pensé en libros cortos y pequeños no estaba pensando en la época sino en algo casi fetichista, en el libro objeto, que llamara la atención y fuera distinto, agarrable, pero de alguna forma lo que pasó después, la pandemia, vino a darle al proyecto una especie de oportunidad, porque todos quedamos un poco rotos y con la atención volátil, y la posibilidad de leer algo corto tal vez ahora enlaza mucho con la época. Pero fue como una especie de pequeño azar afortunado para Vinilo dentro del gran infortunio que vivimos.

Son libros de "no ficción creativa", definiste. ¿Cómo pensás ese género? ¿Qué referencias tenías, qué otros libros disfrutaste como lectora en esa línea, cuáles fueron tus ejemplos?

Yo no soy experta en esto ni en nada. Digo no ficción creativa para decir literatura. No son libros de historia dura, ni periodísticos, ni informativos; son libros que o bien pueden funcionar como una novela, como el caso de Dolores Gil, que narra una historia que vas siguiendo de principio a fin, o bien tienen un estilo más de ensayo libre, pero siempre hay un trabajo en el lenguaje, en la escritura, en la forma. Me parece que Noches azules o El año del pensamiento mágico serían maravillosos ejemplos de esto, Didion es música, tiene ese trabajo tan delicado con las palabras, el ritmo, la repetición. También me gusta mucho Apegos feroces, de Gornick, que va planteando escenas y dispositivos, hay una enorme construcción detrás de su crónica de los vínculos. Me encanta todo eso y detesto la forma en que empaqueta y se subestima la literatura del yo, como si el hecho de usar la primera persona o un registro confesional le bajara la calidad al texto. Otro ejemplo que siempre usaba es En el estanque, de Al Alvarez, acá lo editó Entropía. El argumento: un tipo que se levanta y va a nadar en un estanque, todos los días. Fin. Pero su forma de contarlo está llena de detalles, me conmueve, a veces solo describe los pajaritos, y yo me desarmo totalmente. Me gustan los libros que me hacen sentir cosas. Y de los diarios el de Katherine Mansfield es mi preferido, es un libro que uso de talismán, lo tengo siempre cerca y si no sé cómo seguir una frase lo abro y leo cualquier cosa marcada que encuentre. Bueno y Levrero... qué tema empezar a mencionar libros, uno siente solo el dolor de todo lo que deja afuera.  

Más allá de mi descargo y mis gustos, la no ficción creativa entiendo que tiene que ver con utilizar todos los recursos de la ficción al servicio de la no ficción, y que como el término no ficción (non-fiction) estaba construido por oposición, era un término negativo, entonces se le agregó “creative” como una forma de contrarrestar eso. 

El diseño de Vinilo es clave, ¿cómo decidiste elegir a Max Rompo, cómo fue ese trabajo conjunto?

Conocía y admiraba el trabajo de Max, siempre lo estaba chusmeando en sus redes a ver qué hacía y me resultabahipnótico. Lo contacté, le conté, le gustó. Hablamos por teléfono y le dije mi única idea de diseño: yo quería que se sintiera fuertemente la estética de colección, que vos los vieras en la librería y te dieran ganas de tenerlos todos, pensaba que eso los haría llamativos y coleccionables. Él me pasó una referencia de una editorial francesa, divina y fue todo un entendimiento total. Y yo estaba obsesionada con un par de cuestiones de la materialidad de los libros, quería que estuvieran cosidos a hilo, que tuvieran las retiraciones impresas y laca. A él todo eso lo entusiasmó, supongo, porque el diseño iba a tener un lugar muy protagónico. 

Pasó un tiempo y un día me envió por whatsapp una primera imagen, de las cuatro tapas y me tuve que sentar en el sillón porque no podía asimilar lo que veía. Era parecido a lo que tenemos, colores plenos, figuras definidas, había con fondo blanco y negro. Tenía ya esa magia de “sensación de colección” pero además me pareció súper lúdico, fresco y no era lo que esperaba, pero eso fue lo más genial: no se parecía a algo, o al menos mi cabeza lo recibió como un nacimiento de algo nuevo. Y sí era conceptualmente lo que esperaba, además. Max con su coequiper, Ale Pippa, hicieron al mismo tiempo los cuatro libros, el diseño de la marca y el diseño de la colección. Con ese talento que está a la vista pero además con una generosidad y humildad total. En el caso de las tapas algunas las propuso él en base al título, la de Serra Bradfor y la de Merino. En el caso de Dolores Gil yo le envié un párrafo que hablaba de la enredadera porque me gustaba como elemento. Y la de Paula Mariasch fue interesante… En el libro hay una división de una herencia y pensamos con Mauro elegir algún elemento de los que se mencionan, voy al texto a buscar cuáles son, le digo algo a Paula sobre esto y ella me dice que tiene un dibujo de un collar que se rompe, me envía el dibujo, yo se lo muestro a Max y sobre eso él trabaja. 

Y así fue cada partecita de cada libro. Hablamos y ajustamos cada detalle de las tapas, las retiraciones, los interiores, las tipografías, la caja de texto, los cortes de capítulos: todo fue objeto de análisis, pruebas, ensayos. Mauro también miraba todo y daba ideas. Fue una gran conversación que adoré tener y me sentí afortunada, jamás me aburro de revisar detalles. 

¿Por qué Vinilo, el nombre? 

Primero llegó la idea de Sencillos, por "single", para la colección de libros cortos, porque eso fue lo primero que tuve, y cuando empecé a buscar nombre para la editorial surgió por derivación Vinilo. Me pareció lindo jugar con el campo semántico de la música, las palabras son música, pero además y sobre todo: me atraía el hecho de que los vinilos son de la etapa analógica de la música. Para mí refiere a un universo táctil, sensorial, y eso queremos convocar también cuando agarramos un libro y cuando leemos. Lo último: me gustaba cómo quedaban juntos Ralenti y Vinilo, Ralenti viene del cine y es también de la era analógica del cine, le decíamos así a la cámara lenta (ahora se dice slow motion), cuando había que usar película, filmar a 48 cuadros por segundo, revelar y todo ese proceso tan amoroso y lindo. 

Venís del mundo del cine, de la producción de tele también, hiciste escuela en ese universo en el que las cosas "hay que resolverlas", un ejercicio creativo detrás de cámara. Editar, a su modo, también es un detrás de cámara: ¿cómo creés que te influyeron tus labores anteriores en este oficio? ¿Qué aprendiste ahí que te sirve hoy?

Cuando editás un libro también tenés que producir, estar detrás de muchas cosas y personas para llegar a tu objetivo que es tener el libro en librerías tal día. Y de ahí para atrás vas viendo cuando se entrega a distribución, cuando a imprenta, cuando a diseño, cuando a corrección, cuándo necesitás el texto final, etc. Estoy yendo al revés, pero no importa, bueno, porque la lógica de trabajo es así. Tenés que manejar números, presupuestos, pagos, gente, logística, etc. Claro que está la parte de pensar, la edición fina del texto, tener ideas, todo lo creativo, pero también está la producción del libro. Eso me resulta muy natural y lo tenía entrenado. Luego está, claramente, mi vínculo con la imagen, no sé si lo aprendí en el cine y lo traje a este mundo… Pero tengo muy incorporado ese lenguaje y algo de la curaduría (que es edición). 

Y el trabajo en equipo es super básico en cine y siempre intento llevarlo a la edición de libros, porque si bien para hacer libros es prescindente, podés hacer las etapas como postas, creo que una mesa de trabajo conjunta da mejores resultados. Pero igual lo que más me interesa tal vez es que en el cine pensás en un espectador, y a mí como editora me gusta pensar en un lector, y en un mercado. En Ralenti cuando armamos un libro pensamos en un público objetivo, la edad, el género, si va a tener mayúscula imprenta porque es para chicos que están empezando a leer, etc. Y en Vinilo me planteo cada vez si un texto puede conectar y llegar a la gente, porque a mí me interesa eso, la llegada, el eco y las ventas, que hacen que mi proyecto sea sostenible. Por todo eso también trabajo muy cerca de Big Sur, mi distribuidora, tengo mucho diálogo con ellos, pensamos las fechas de salida, hacemos promociones con librerías, etc. 

De todos modos, lo más importante que aprendí haciendo películas y me sirve para hacer libros es que para hacer hay que estar dispuesto a que algunas cosas no salgan como nos gustaría. Igual sufro mucho cuando no salen perfectas, así que no sé si aprendí. Es un mantra que me repito y que les intento enseñar a mis hijas.  

 

 

 

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