El producto fue agregado correctamente
Blog > > Volver al futuro: dos autores que se cruzan en el punto de fuga

Volver al futuro: dos autores que se cruzan en el punto de fuga

Una entrevista cruzada

La novela debut de Cynthia Acuña Matayoshi y el segundo libro de Gonzalo Gossweiler comparten algunos elementos del imaginario oriental y la ciencia ficción. Mucho más allá del género, los entrevistamos alrededor de La sombra de las ballenas (Marciana) y Los hologramas no hacen compañía (China Editora).  

Por Valeria Tentoni.

 

La novela debut de Cynthia Acuña Matayoshi y el segundo libro de Gonzalo Gossweiler comparten algunos elementos del imaginario oriental y la ciencia ficción. Mucho más allá del género, los entrevistamos alrededor de La sombra de las ballenas (Marciana) y Los hologramas no hacen compañía (China Editora).

"Me resulta difícil ubicar el género de La sombra de las ballenas, quizás la encuentro más cercana al New Weird, es algo que pienso ahora, no cuando la escribí. En el momento en que la escribí fueron referentes el animé, y diferentes voces provenientes de distintas obras que estaba leyendo (Virginia Woolf, Ray Bradbury, por nombrar algunas). Nunca me planteé el tema del género al escribir. Me interesan más las voces de los personajes y sus conflictos que la cuestión del género. De hecho, creo que de alguna manera siempre escribí en el límite de los géneros o tratando de mover esos límites", dice Acuña Matayoshi.

El autor de Crónicas marcianas es también uno que se referencia al hablar de los 16 cuentos de Los hologramas no hacen compañía, libro que en palabras de Sebastián Robles "se apropia de elementos y temas de la ciencia ficción clásica (realidades virtuales, inteligencia artificial, viajes al espacio exterior) y los hace hablar en un idioma singular".  

Hay robots, viajes intergalácticos, familiares holográficos y soles dobles, ¿pero qué piensa el autor si lo sentamos en el estante de la ciencia ficción? "Me encanta el estante de la ciencia ficción. No todo lo que escribo es dentro del género, pero disfruto pertenecer, acercarme a esa forma de contar historias tan poderosa y creativa. Consumí ciencia ficción desde chico, los clásicos: Isaac Asimov, Ray Bradbury y Athur C. Clarke. Luego fui estudiando más profundamente esa cantera infinita y admirable. Algunas obras que me partieron al medio fueron las series de 2001: Odisea espacial (Clarke), Fundación (Asimov), El juego de Ender (Orson Scott Card) y más recientemente El problema de los tres cuerpos (Cixin Liu). La obra de Phillip K. Dick, Ursula K. Le Guin y Julio Verne tampoco puede quedar afuera del grupo de los más frecuentados. Aunque muchos de mis referentes no están en la literatura sino en el cine y el animé", explica. 

Y sigue: "Me pasa que me cuesta ubicarme en la realidad, en el presente, y mucho más en el pasado. Por eso busco contar una historia en el futuro. Así, de acá a un año (o podrían ser cien), ya habrá condiciones diferentes y eso lleva a una ficción especulativa, a imaginar una sociedad distinta. Ahí empieza a funcionar el mecanismo de la ciencia ficción. ¿Qué configuración tendrá la ciudad de Buenos Aires en una década o cinco? ¿Cómo estudiarán les niñes? ¿Qué haremos en el mínimo resto de vida que nos deje el trabajo? Creo que la ciencia ficción, como ningún otro género, puede hacernos pensar en las implicancias futuras de nuestra realidad actual, porque siempre habla de nuestro presente, lo exagera, lo problematiza". Gossweiler es además de escritor periodista: Licenciado en Ciencias de la Comunicación, trabaja en Ambito Financiero y antes de este libro había publicado Antártida dentro de la colección Leer es futuro del Ministerio de Cultura de la Nación en 2015. Además, es un gran viajero, y en sus viajes cruzó prácticamente el mundo.

Japón es la segunda nube imaginaria que sobrevuela los libros de Cynthia y Gonzalo en común. Acuña Matayoshi imparte talleres de literatura nipona, la ha vinculado en ensayos y conferencias con el cine, y colaboró en la revista literaria Tokonoma, dirigida por Amalia Sato, entre otras cosas. "A lo largo de mi vida me inventé mi propia versión de lo japonés (compuesta de literatura, cine, kimonos, comidas, una familia nikkei, creencias sintoístas)", dice. "Pero al escribir la novela quise ir más allá de 'la novela japonesa', quería que hubiera algo más bien asiático, más mixturado y si querés cyberpunk, hay referencias japonesas, pero también coreanas, vietnamitas, es decir, me imaginé un lugar en el cual los idiomas y las cuestiones culturales estuvieran absolutamente mezcladas, donde conviviesen seres de distinto tipo, humanos y máquinas, y todas las hibridaciones posibles entre ellos. Entonces hay fantasías, humanos, dioses, animales y mezclas entre todos ellos". De hecho, las fantasías -extraños seres que trafican monedas agujereadas y deseos totales- habitan el Barrio Chino.

Los cuentos de Los hologramas no hacen compañía, por su parte, también se aventuran en la mixtura como procedimiento, y suceden en un territorio difuso entre Tokio y Buenos Aires. "Japón se me metió bajo la piel y contaminó mi identidad cultural, eso se desborda en lo que escribo. Yo mismo veo tan familiar el ramen como las empanadas. Las imágenes se me mezclan en la cabeza, la Avenida Corrientes y los neones de Shibuya, el subte porteño y los avisos sonoros de trenes japoneses. De igual manera se mezclan la idiosincrasia del argentino y el japonés en mis personajes", explica. Entre los autores japoneses de literatura que frecuenta menciona a Ryu Murakami, Yasutaka Tsutsui, Yasunari Kawabata, Yukio Mishima, Yoko Ogawa, Murasaki Shikibu y Edogawa Rampo: "Hay algo sosegado en sus estilos que bajo una apariencia de formalidad nipona guardan un infierno emocional avasallante".

¿Cómo pensar el vínculo entre lo japonés y la ciencia ficción? ¿Por qué lo japonés parecería reenviarnos tan rápidamente a la idea de futuro? Gossweiler ensaya una respuesta: "Hay un imaginario que viene del cyberpunk de los ochentas que vincula a Japón con el futuro. Incluso el archipiélago hace más de medio siglo que está asociado a la producción de tecnología de punta. Más allá de algunas situaciones puntuales, Japón vive mucho más en el presente de lo que parece por TV. Pero los japoneses tienen una matriz mental especial, planifican el futuro y se adaptan rápido a él. Al mismo tiempo conservan costumbres centenarias. Japón es una cantera de ideas sobre un porvenir ordenado, la Argentina es lo opuesto; allá la sociedad parece retraerse a una uniformidad y parálisis angustiante, acá somos un quilombo fascinante. En la ficción nipona la forma de vida en el futuro más próxima es una preocupación por la geopolítica, los desastres naturales, la tecnología, la población. Eso se ve en el animé y el manga, en donde hoy se articula la columna vertebral de lo japonés y la ciencia ficción. En esos soportes vi las ideas más innovadoras de las últimas décadas. A veces dicen que la ciencia ficción ha muerto, que está agotada. Bueno, al menos en Japón y ahora también en China, se siguen creando historias disruptivas y novedosas".  

Los infiernos emocionales están presentes en los trabajos de estos dos autores, muy a su manera en cada caso. La sombra de las ballenas, por caso, se centra en el deseo: "Alguien que compra deseo puro y no se lo puede sacar. Ese deseo dura un tiempo en el cuerpo, pero si permanece más tiempo del indicado te puede matar. O te puede transformar. El deseo en la novela lo trabajé como si fuera algo radioactivo, realmente, como si fuera un cuerpo extraño sacado de Chernóbil. Es decir: contagia y no sabés cuándo lo podés limpiar. Si hay forma de que la tierra esté limpia alguna vez de eso". En la novela hay varios elementos, desde que su autora se describe como lectora de poesía, de literatura japonesa, del género fantástico o de autores  rioplatenses como Marosa Di Giorgio, Mario Levrero, Felisberto Hernández: "Y estas fueron indirectamente lecturas que impactaron en la novela". Hija y nieta de músicos, Acuña Matayoshi agrega que la música también ocupó un lugar muy importante en la novela: "Esto sí fue algo decidido. Hay capítulos completos que escribí a partir de temas musicales. Hay algo del ritmo que está presente cuando escribo. Todo lo leo en voz alta y si no me suena, lo saco".

Las imágenes ópticas son un punto más en común. En el caso de Gossweiler desde el título, que tiene su correspondencia más directa en un relato que muestra a un niño que extraña desesperadamente a su madre mientras lo cuida su doble holográfico. "Los hologramas son un fetiche de la ciencia ficción, de las películas. Son viejos, incluso algo retro, pese a que no existan en nuestro día a día. Pero son también una representación que se nos hace fácil de asimilar, conocida, ideal para evitar sobreexplicar. Lo más probable es que la realidad aumentada, a través de dispositivos, modifique nuestro entorno y que nuestros sentidos le escapen al mundo físico antes de que lleguemos a convivir con los hologramas", profetiza Gonzalo.

La también Doctora en Psicología Cynthia Acuña Matayoshi dice que no sabe de dónde sacó sus hologramas, pero sí que "el holograma es lo efímero". De hecho, advierte, todo el comienzo de la novela es una presentación de lo efímero: "El sexo, el placer, el holograma, pero en la segunda parte aparecen subtramas donde el cuerpo no solo es sexual, sino que puede ser objeto de experimentación o de tortura. Ahí aparece la contracara de lo efímero: lo que tiene carne. Hay escenas que son algo violentas y no tengo idea de dónde salieron esas imágenes, supongo que es algo así como el inconsciente colectivo de mi generación (los que nacimos en los años setenta). Esto, cuando apareció, me impactó mucho. No es algo que yo quería escribir. Y me sorprendió".

Con sus diferencias y coincidencias, casuales o no -escribir es también oficiar de antena, manipular las partículas invisibles que están en el aire-, y más allá de las etiquetas, estos dos muy recomendables libros que alcanzaron las mesas de novedades recientemente prometen más en la bibliografía de sus autores. Y ese es un futuro con el cual podemos contar.

 

 

 

Artículos relacionados

Martes 29 de marzo de 2016
Cómo se llama tu libro
Se entregó el premio al libro con el título más raro del año.
Mundo bizarro
Miércoles 06 de abril de 2016
"Escribo para acomodarme la cabeza"

Eduardo Sacheri ganó el Premio Alfaguara 2016 con la novela La noche de la usina. “Me encanta que la literatura esté llena de mensajes, pero no quiero me los ponga el autor”, dice.

Se entregó el Premio Alfaguara
Lunes 18 de abril de 2016
Buenos Aires, ciudad escuela de escritores
Maestría en Escritura Creativa en la UNTREF, Licenciatura en Artes de la Escritura en UNA, cursos en instituciones, talleres privados y centros culturales: Buenos Aires se potencia como capital de formación de escritores en español y recibe avalanchas de postulantes.
Crece la oferta de formación
Viernes 22 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Un gps para encontrar algunos de los stands más interesantes de la 42° Feria del Libro.
Feria del libro de Buenos Aires
Viernes 22 de abril de 2016
Shakespeare not dead
Carlos Gamerro dio ayer una clase magistral gratuita en el Centro Cultural San Martín donde, a partir de escenas de Hamlet y Enrique IV, explicó el porqué de la vigencia de Shakespeare en la cultura occidental.
A 400 años de su muerte
Lunes 25 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Algunas de las actividades más destacadas de la segunda semana de la 42° Feria del Libro de Buenos Aires.
Feria del libro de Buenos Aires
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar