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Ficcion

¿Nunca sentiste que querés tocar tus propios huesos?

Sobre Una idea genial, de Inés Acevedo (Mansalva, 2009).

Por Carmen M. Cáceres.

inés acevedo

Están los libros, esos que se encierran entre dos tapas y que cuentan una historia.

Está la vida, esa en la que insistimos de manera obsecuente.

Y están los libros que se encierran entre dos tapas y que además insisten en la vida porque se escriben con materia orgánica. Esto es lo peligroso del libro de Inés Acevedo. Se presenta como la autobiografía de una chica de 25 años y entonces uno entra con cierta tranquilidad. Piensa que va a leer la historia de otro, está entero, hay una espacio entre la hoja y uno. Pero de a poco se enreda y se pierde y se angustia y se ríe y toma distancia y juzga y se siente en evidencia y por eso retrocede, se enoja  y –ya tarde– se da cuenta de que está envuelto por la sencilla pero intensa sustancia que restituye Acevedo. Entonces uno detiene la lectura, se preguntá qué está pasando y descubre que eso que viene sucediendo es sentirse vivo. Vivo en la lectura.

 

I

una idea genialLa biografía comienza en el presente de Inés, en las torpezas urbanas, en el desencanto de las clases de español para extranjeros en donde enseña con la canción "Fotografías" de Juanes y Nelly Furtado. Inés está engripada y piensa: habrá un día en el que voy a morir definitivamente…¿Está esa información en mi cuerpo? La pregunta no es metafísica, arrancamos en el cuarto aniversario de la muerte de su padre. Desde aquí, la narración no retrocede en la cronología de los hechos sino que se encadena siguiendo dos tipos de eventos: los que la llevaron a la escritura y los que marcaron el cuerpo, tanto el suyo como el del resto de su familia: los complejos de una niña frente a la belleza, la enfermedad que marca el rostro del padre, la primera menstruación de Inés y el principio de doble útero que le dificulta la pérdida de la virginidad, hasta llegar a su anorexia.

II

Recuerdo una frase de Ricardo Piglia en Formas breves: el psicoanálisis trajo una épica de la subjetividad. Me gusta que Piglia no haya dicho drama de la subjetividad sino épica de la subjetividad, porque épica y drama no son sinónimos. Acevedo intuye esa diferencia en su biografía. Ambos padres mueren antes de que ella cumpla 22 años. El hermano mayor nunca fue aceptado por el padre, celoso del primogénito. La hermana más chica es down. Y en el medio, Inés es melliza de Luchi, un ser delgado y pacífico que tuvo una relación idílica con la madre. Inés, en cambio, es ambiciosa, gordita y la relación con la madre es distante. Inés es la favorita del padre y el padre, por supuesto, es una figura desestabilizante: caprichoso, imprevisible, tierno. Mi papá no sólo era un hijo para mi mamá, también era como un hijo nuestro.

A los nueve o diez años Inés tiene una idea genial. Quiere imitar un cuento y entonces busca en la casa rural en la que viven una mesita, la pone en su cuarto y empieza a escribir. Mi hermana estaba haciendo su tarea, mi papá en una silla tomando mate, mi mamá planchando, mi hermano en el cuartito de al lado durmiendo la siesta, y yo, rodeada de mi familia, sin hablarles, escribía… era como si darles la espalda me impulsara a seguir escribiendo, como un motor.

III

Los eventos que la llevaron a la escritura son explícitos. El abuelo ha sido el fundador de la novela histórica uruguaya. El padre, obsesionado por predecir el clima, escribió un estudio de “meteorología sinóptica”. En el índice figuran capítulos llamados, por ejemplo,El rasquín pampeoano revela sus secretos o Hablemos de la tropósfera, pero muy por encima. La imagen que más le queda a Inés de su madre es sosteniendo un libro de cuentos rusos, idioma que más tarde Inés estudiará.

Escribir me pareció urgente.

Empieza entonces a adaptar novelas para actuarlas junto a su hermana y también escribe cuentos. Participa en concursos municipales. Luego de trabajar como cadete consigue un puesto como asistente en un centro cultural. El trabajo le permite ahorrar. Y el ahorro, mudarse de Tandil a Buenos Aires.

IV

Una idea genial es el primer libro publicado por Inés Acevedo. Obtuvo una mención en el Premio Indio Rico 2008 de Autobiografía, cuyos jurados fueron Ricardo Piglia, María Moreno y Edgardo Cozarinsky. También publicó un cuento en la antología El Amor y otros cuentos (Mondadori, 2011) y postea frecuentemente en su blog personal Gran pato criollo. Entiendo, por alguna nota periodística, que además es poeta.

Pienso cuánto texto hace falta, entonces, para rodear aquello que uno quiere contar. Habiendo leído su biografía y su blog, habiendo observado la tapa del libro (en la que Inés parece observar algo más arriba, muy lejos, como un testigo pasivo sin capacidad de sorpresa), creo que sé bastante pero no sé lo más importante de Inés Acevedo. Sospecho que hay mucho más, que si a los 26 años pudo escribir este libro es porque existe un impulso que no se puede auscultar sino en soledad frente a las palabras. Margaritte Duras, por ejemplo, debió escribir dos libros y un guión cinematográfico– El amante, El amante de la china del Norte y el guión de la película homónima– para acercarse por diferentes caminos a una misma historia que la obsesionaba. Leo el blog de Acevedo y encuentro muchísimos elementos de la novela. Por citar un gesto, en el segundo capítulo Inés va a la misa de casamiento de una amiga. … alegre de arrodillarme, un deseo tan grande de arrodillarme que me condujo a practicar karate tres veces por semana.  Y en el blog, además de contar las peripecias de las clases de karate, dice:  soy una persona de la rodilla para arriba, ¿por qué?

V

Empiezo a escribir esta novela de nuevo. Será depresiva pues estoy de mal humor y cuando estoy de mal humor me choco la cabeza contra lo primero que encuentro.

Esa es la primera frase del libro. Ochenta páginas más adelante, un capítulo termina con la frase: Considero a esta biografía el último grito de mi adolescencia.

Estos dos movimientos marcan el ritmo de Una idea genial. Por un lado la reflexión íntima del narrador sobre sí mismo (propia de la autobiografía).  Por otro, el lenguaje vertiginoso y lúdico típico del blog. En algunos capítulos los signos de exclamación y de interrogación abundan. Lo mismo sucede con los signos suspensivos, con las onomatopeyas o con los juegos de letras y de las mayúsculas: era lo que yo consideraba El Peor Día de mi FVVida.

VI

Acevedo nació en 1983 y este no es un dato menor. Algo en su precocidad incomoda porque demuestra que la capacidad narrativa no se gana con los años y que la experiencia no está en la depósito de anécdotas sino en el modo en que nos reímos o sangramos por ellas.

VII

Creo en la transparencia de ciertas escrituras. No hablo de honestidad biográfica ni de verosimilitud, sino de esa sensación que me queda frente a textos que sólo pudieron ser escritos por una persona, sólo una, en el universo. Transpiran algo, como una habilidad para jamás dominar la escritura sino – al menos en apariencia–dejarse dominar por ella.

Sospecho que Acevedo sostiene una voz para dejar de estar aburrida y que sube el volumen para decir cuánto extraña a sus padres. Por eso, frente a Una idea genial no puedo ser simplemente lectora porque no hay distancia posible: siento que estoy en el libro. Y disfruto muchísimo esa condición.

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