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¿Qué se hace para escribir, además de escribir?

Autores comparten sus secretos

Salir de viaje, poner música, darse gustos culinarios, escuchar el silencio: consultamos a un grupo de escritores acerca de cómo rodean la escritura para enlazarla. Cecilia Ferreiroa, Alicia Plante, Carlos Chernov, Gloria Peirano y Juan Mattio comparten sus secretos en esta oportunidad.

Por Valeria Tentoni.

 

¿Cómo mantener el radar desempolvado, cómo echarle aceite a la maquinaria de escritura? ¿Sirve proponérselo o arruina la cosa? ¿Hay método, o el método es algo que sólo podemos decodificar una vez que terminamos el trabajo?  

A Alicia Plante, nacida en Buenos Aires y autora de libros como Mala leche, La sombra del otro, Verde oscuro y Fuera de temporada (Adriana Hildalgo) la encontramos con la pregunta, justamente, escribiendo. "Avanzo con una nueva novela y, por ejemplo, es interesante contestar preguntas en esta situación. Me hace pensar, que es lo que me viene bien. No hay cosas fijas que haga. Cuando estoy metida en una trama pienso casi todo el tiempo en eso, hace un rato por ejemplo, charlaba con mi pareja de qué va a encontrar este hombre que camina de noche por la costanera bajo la lluvia y cuando empieza a meterse en la zona del puerto, galpones a oscuras, containers, alguna grúa, quiere irse, está empapado, y de pronto ve una luz en uno de los galpones. Camina hacia allá... y ahí dejé ayer. ¿Qué le espera? Un viejo sereno, una pareja cogiendo, un montón de canas jugando al truco, tomando ginebra y fumando un porro; si así fuera, ¿lo maltratan, lo ayudan, lo acercan con el coche celular hasta la avenida para que tome un taxi, lo detienen por su aspecto sospechoso? ¿Se pone a jugar al truco con ellos? ¿Les habla y los desconcierta? El hombre salió un rato de su casa, viene pensando en todo lo que le pasó en la vida, que es bastante". Intercambiar ideas con su pareja le sirve a Plante, pero no es lo único, aunque advierte: "No soy de tomar notas ni de viajar. ¿Música?, claro, siempre. Leer... Mmm, no me sirve demasiado".

La autora de Una mancha más concluye: "Creo que lo que más me ayuda es ponerme a escribir, las ideas brotan. A veces borro partes pero generalmente todo sirve, todo ayuda. Y esa es la ventaja de la compu (mi primera novela la escribí a mano, en bares, tipeaba varias veces cada página, con cada modificación, un garrón, aunque haya sido peor escribir con una pluma de ganso... o con sangre)". 

Autor de El sistema de las estrellas (Interzona), Anatomía humana y Amo, Carlos Chernov nos cuenta: "Como la escritura requiere mucha concentración, necesito anular el resto de los estímulos, para eso oigo música, me funciona como una especie de barrera. La oigo más que la escucho. Suelen ser músicas que conozco muy bien por haberlas escuchado muchas veces, no me demandan atención. En algunas el ritmo es algo sobresaliente, por ejemplo el Bolero de Ravel, algunos discos de Egberto Gismonti, algunos de Paul Simon o The Penguin cafe Orchestra, es variado. El ritmo me empuja hacia adelante, a veces lo reproduzco en el tipeo". Y confiesa una maña particular: "También me ayuda comer M&M. Es la nafta para el cerebro, el sedante para la ansiedad y la alegría de mi dentista (si querés tener caries allá vos)".

Juan Mattio es autor de libros como Tres veces luz (Aquilina) y reflexiona: "Creo que para acceder al acto material de escribir necesito algo que los psicoanalistas llaman 'atención flotante', es decir, la capacidad de estar realizando cualquier tarea -ir al super, lavar los platos, ordenar la casa, fumar mirando la nada, etc.- pero, al mismo tiempo, habitar el texto en el que estoy trabajando. Tan así, que cuando me siento a escribir y la cosa no funciona, me pongo a hacer otra de inmediato como bañarme, bajar a comprar tabaco o caminar por la casa. Son todas acciones en modo zombi porque no están hechas por su propia utilidad o necesidad sino para generar una distancia con la escritura que me permita ingresar. Podríamos decir que estar demasiado cerca de la hoja en blanco es una mala distancia".

Mattio, que nació en 1983 y fue parte de revistas como Juguetes Rabiosos y La Granada, y coordina talleres de lectura, sigue diciendo: "Creo que cada texto tiene su propio método de escritura y que cuando uno lo termina, cierra también esa forma de escribir que se vuelve obsoleta para lo que sea que venga después". Ahora mismo está, como Plante, escribiendo una novela: "Se estructura a través de fragmentos, citas, escenas sueltas, voces perdidas dentro de la narración. Entender cómo se escribe de esta manera me llevó un buen tiempo y me acompañó durante tres años. Y pronto estos procedimientos no le servirán a nadie, ni siquiera a mí. Serán algo así como ruinas o como una ciudad perdida", dice de ese proceso. 

Gloria Peirano, por su parte, dice que no tiene tan claro qué es lo que pone en funcionamiento la maquinaria de la escritura: "Esto es literal en mí. Antes deseaba intensamente que hubiera algo (una acción, una contemplación) que oficiara de portal. También lo envidiaba en otrxs. Trataba de entender qué les pasaba, cómo se nutrían. Lo preguntaba. ¿Qué te lleva a escribir? ¿Qué te hace escribir? Nutrirse, usaba ese verbo. Con el tiempo, dejé de forzar. La escritura me llega cuando no lo espero y su aparición no parece obedecer a nada. Es aleatoria. Es azar sin mérito. Entendí también que la escritura me llega si no lo espero. Carezco de método y de sistema, escribo solo cuando tengo ganas. Es una enorme enseñanza para mí, rigurosa y plena, porque en aquello que llamo el mundo (el trabajo, la organización doméstica) cumplo a rajatabla los preceptos del orden y del funcionamiento. Pero pueden pasar semanas y hasta meses sin que me siente a escribir. La novela, sí, en ese caso, cuando desaparece, me habita desde esa ausencia con un peso oscuro, extraño".

Gran lectora y autora de libros como La ruta de los hospitales (Alfaguara)Peirano también escribió Las escenas vacías y Miramar: "Aprendí a esperar con calma y a saber que ese peso forma parte. El fracaso forma parte. El silencio forma parte. Escribo cuando escribo y escribo cuando no escribo: un camino, tal vez, de orden espiritual. Uso una palabra dramática fracaso porque la lejanía de la novela pone, a veces, en cuestión, su misma existencia. No encontré un modo, hasta ahora, de hacerla volver. Es felina, la novela. Somos como dos barcos en altamar, y eso es todo. Hasta que alguna de ambas se pone en movimiento hacia la otra. Ese momento es particularmente luminoso". 

"Una de las cosas que hago es escuchar música. Es algo que hago especialmente cuando me dispongo a escribir. La música en general me ayuda a entrar en clima", arranca Cecilia Ferreiroa, que acaba de publicar La parte enferma (Obloshka). "Leer libros que me conmueven o me interesan mucho también me hace tener ganas de escribir. Muchas veces no es tanto lo que hago con ese fin sino las cosas que me interesan o me motivan. Por ejemplo, me gusta mucho cuando la gente cuenta algo concreto que le pasó o que hace. Me gusta escuchar con detalles las situaciones, entrar en zonas de sus vidas, ahondar. Escucharle a alguien contar algo que le pasó o le pasa, me interesa mucho, por el asunto en sí y por su manera de contarlo, cada persona valora de una forma singular las cosas, tiene determinados cuestionamientos, mira de determinada manera", sigue.

Entre los libros de la autora nacida en La Plata además está uno de cuentos, Señora planta (Blatt & Ríos): "También creo que viajar me llena de cosas, me motiva, es una manera de salir de la rutina, mirar con una mirada nueva. Ir sola a un café con un libro es algo que cada tanto hago y que, al no ser tan habitual, me coloca en otro lugar, me predispone de otra manera. Las cosas que nos sacan un poco de los hábitos gastados ayudan siempre para escribir porque ayudan a despertar la percepción, a ser más porosos al mundo. Creo que para escribir lo importante es seguir manteniendo la capacidad de sorprenderse".

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