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Poesía

Plegarias para que me den el Nobel

Se publica la poesía reunida e inédita de Luis Chiarroni en Editorial Mansalva bajo el título Una inmodesta desproporción.  

“Escrito durante años con ideas no siempre distintas de largo poema narrativo, Una inmodesta desproporción acaso alcance para escapar de la custodia geométrica sin mencionar siquiera el reino de la simetría”, escribe Olvierio Lester. "Luis Chitarroni no juega con las palabras, no sabría cómo hacerlo, pero la mayoría de ellas toman revancha porque alguna vez lo intentó. Esto es el resultado de un arte, por decirlo así”. 

Fallecido hace apenas un par de meses, Luis Chitarroni había nacido en Buenos Aires en 1958: escritor, editor, crítico literario, creador del sello La bestia equilátera, en 2012, además, había ingresado a la Academia Argentina de Letras. Se desempeñó también como asesor en el Fondo Nacional de las Artes en el área de literatura.  

En esta novedad de Mansalva se reúne su poesía, en su gran mayoría inédita, de la que tomamos la pieza que sigue. 






Plegarias para que me den el Nobel 


  
 
 

Puedo cantar melodiosamente 

sin atreverme a mencionar 

Bizancio, sin saber a ciencia cierta 

cómo se leía ahí. 

Con la voz prestada de Robartes, 

con la voz, insisto, de Malte Laurids Brigge. 


 

Puedo sentarme a ver caerse a pedazos 

mi decreciente torre de Babel. 

Y contar, contar anécdotas de Trellawney. 


 

Puedo sentarme 

asimismo 

y atribuírmelas a mí. 


 

En rigor nada hice para mecerme 

y menos merecerlo.  

                     Nada no como Winston Churchill, 

por ejemplo, pero sí como alguno  

que anduvo por ahí, 

meciéndose sin merecerlo, 

como yo. Me preguntaba, 

¿es una cuestión de estilo? 

¿Tiene tanto Tranströmer 

y yo no puedo discernir?  

Tendría que decir: para que yo 

no pueda discernirlo. 


 

Sí puedo sentarme a mis anchas 

en la Costa Amalfitana.  

Lo único que pido es que no pidan 

que siga siendo yo. 


 
 

En tanto, refiriéndonos a continuismo 

y continuidad, repetiremos las imágenes 


 

Esa torre de Babel de Brueghel, 

y Dante entre las tumbas 

visto solo con palabras por Blake. 


 

¿Le daríamos el Nobel a Dante hoy? 

Welf & Waiblingen? 


 

¿Lo amerita su resentimiento, su Weltanschauung

Ohìme, güelfi. 


 

Es cierto que la retórica es indecente, 

sobre todo en poema  

que no pretende ser leído ni lírico. 

“Cien para mí, cien para el aire”. 


 

Este, como todo ejercicio de énfasis, 

para encontrar a medio camino del horizonte 

al Arcángel, fallará en su calidad de ensayo, 

y todo ensayo que fracasa como vuelo 

se convierte 

en Arcángel. Y todo yo en amnesia 

súbita de fantasma, en amnesia 

de elefante, alma y carne de Thule 

glacial, vendiéndole su piel de asno 

a las gélidas también constelaciones.  


 

Ah, el servilismo imprescindible 

de las cosas inútiles. 


 

Durante un tiempo intenté 

Descifrar el misterio


 

Y los leí a todos, a casi todos. 


 
 
 

A los veinticinco había llegado a la conclusión 

de que, si se trataba de calidad, el punto más alto 

era Kipling. Quedaba pendiente la ideología, 

aunque el verso de Auden en la elegía a Yeats, 

lo salvara. Y comencé a escribir baladas. 


 

Hubo ya un argentino que se suicidó por menos 

delante de una amanuense de Borges. 

¡Vivan Charlotte Mew y Maria Dayrish! 

Hablo de cierta escasez que parece promisoria. 


 

Alguien debe sostener 

por qué debería erigirme  

en juez yo 

                   si solo me acredita la espera. 

Negadas me fueron la espada y la palabra, 

bendito Cervantes. 


 

Por eso mismo, señor: porque me acredita la espera. 

Y he dedicado la vida misma 

(sen pluscuamperfecto de imperfección) a amar 

la literatura. La literatura, no la gramática, 

aunque me asocie en esto con los docentes, 

con (y) los maestros rurales. 


 

Perdí de inmediato el primer test 

de identidades. Sometido 

a un clarísimo cuestionario, 

frente a una pantalla dehiscente, 

confundí a 

Thomas Merton con Jean Genet, 

a Bertolt Brecht con Gertrude Stein. 


 

Dylan está muy bien, explico, 

a quienes escucharon solo Blowin’ in the wind. 

Yo escucho a todo el volumen que puedo 

Idiot Wind  

con voluntario arrobo. 


 

Después de leer  

con más devoción y alevosía 

de la que merece cualquiera, pregunto: 

¿se lo merecía? 


 

Arde el siglo de oro español 

que prescindió del Premio Nobel 

sin dinamita para que Nerón lo incendiara. 


 

No nos libremos de librar batallas 

ni siquiera de verlas por su cuenta 

librarse de nosotros 


 

Deberían dármelo a mí, 

que lo perdí al nacer  

tan tarde. 








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