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"La experiencia urbana es un motor narrativo"

Oliverio Coelho

Gonzalo León conversó con el escritor argentino nacido en1977, autor de novelas como Los invertebrables e Ida y seleccionado por la revista inglesa Granta como uno de los 22 mejores escritores de nuestra lengua. Los cuentos de Hacia la extinción fueron publicados anteriormente en México y luego en Cuba, y recién este año cuentan con una edición local en Factotum.

Por Gonzalo León.

 

Oliverio Coelho (1977) es un escritor que ya ha publicado siete novelas, entre ellas Los invertebrables (2003), Ida (2008), Un hombre llamado Lobo (2011) y Bien de frontera (2015). En 2009 fue seleccionado por la revista inglesa Granta como uno de los 22 mejores escritores de nuestra lengua. También ha publicado libros de cuentos.

Hacia la extinción (Factotum) es uno de estos: publicado anteriormente en México y luego en Cuba, recién este año cuenta con una edición local. Y de alguna manera rompe con un silencio que se prolongaba ya por cuatro años.

Los cuentos de este libro son, como explica el autor en esta entrevista, una actualización de otro libro de cuentos, Parte doméstico (2009), agregando inéditos que escribió cuando estaba haciendo Un hombre llamado Lobo. Quizá por eso hay temáticas que se repiten, como la muerte del padre. Sin embargo el volumen no es eso solamente, porque los mundos contenidos en estos cuentos son raros, distópicos, en el límite en algunos momentos con la ciencia ficción, a la vez que plantean un diálogo con el casi omnipresente realismo.

El tono de Hacia la extinción es un poco lo que indica el título: mundos o personajes que están destruidos o fisurados, casi extintos, que pese a ello tienen aún algo por decir. Tal como en Ida, la presencia de la ciudad, está aunque no de una forma tan determinante. La experiencia urbana parece ser inevitable para Oliverio Coelho, de ahí la mención de importantes nombres de avenidas porteñas.

Sin embargo, este autor no sólo habla de este libro, sino que además adelanta en lo que está trabajando: tres nouvelles donde la experiencia urbana vuelve a aparecer casi como en Ida, y que quiere unir en un solo volumen.

 

Has venido escribiendo bastante de la figura del padre, y en este libro también aparece esto: en el primer cuento hay un personaje que cree ver a su padre muerto en el barrio y en otro el personaje sale a buscar trabajo porque su padre ha muerto. ¿Tienes alguna obsesión con la paternidad en términos literarios?

Todos esos cuentos que mencionás son los más recientes y fueron escritos al mismo tiempo que Un hombre llamado Lobo y Bien de frontera, y comparten no sé si una obsesión temática, pero sí la visión de un conflicto interno. Probablemente esto se deba a que en el 2009 murió mi padre y conviví con esa muerte escribiendo. Convivir con esa muerte fue también convivir con ese fantasma, entonces muchos personajes están elaborando un duelo o despegándose de un padre o buscando un padre sustituto.

En "El ocupante", que es el primer cuento, el padre se le aparece como si fuera un fantasma, pero se trata de un vecino que se empieza a vestir como su padre y a actuar como él.

Puede ser que sea una experimentación literaria más bien temática, pero en lo que estoy escribiendo ahora eso ya no se ve, tampoco lo que estoy escribiendo ahora es lo publicado. Este libro es más bien una antología de cuentos, que se editó en dos países antes, una mitad son cuentos inéditos y la otra mitad pertenece a Parte doméstico. Es así como los escritores combaten el envejecimiento de un libro de cuentos, lo retransforman, y van dejando cuentos afuera e incluyendo otros nuevos. Me acuerdo que una vez me di cuenta de que había cuentos de Bioy Casares que aparecían en otro libro, entonces creo que cada libro de cuentos se puede enlazar con el anterior incluyendo eso que en el presente es propio.

Hay cosas en este primer cuento que me llevaron a Henry James, sobre todo con "Lo real", que trata de un artista que pone un aviso para pintar a una pareja y llega la pareja que tenía en mente para pintar. Y también me pareció que había un guiño a "El otro", de Borges.

No lo había pensado. Ese cuento más que nada está inspirado en una experiencia real. Una vez, pocos meses después de la muerte de mi padre, saliendo de la pileta, veo a un hombre que me mira, que estaba vestido del mismo modo que mi padre. Recuerdo que tenía facciones tan afinadas en la escena real que por un momento dije: "Ese es mi padre después de meses de muerto". Y también me llamó la atención la insistencia de su mirada. Me quedé pasmado en ese momento y el hombre súbitamente se esfumó. O no es que se esfumó, empezó a caminar, desapareció y nunca volví a verlo. Probablemente si viera a ese mismo hombre hoy no encontraría restos de mi padre.

Los mundos de estos cuentos más allá del cuento que le da el título al libro dan la sensación de que fueran hacia la extinción efectivamente, los personajes están en crisis. El título da cuenta de buena parte del libro. ¿Lo pensaste así?

Creo que el título contiene a la totalidad de los cuentos pero a la vez no anticipa nada, es un título bien ambiguo, incluso para quien no haya leído nada mío es un título confuso, porque puede hacer pensar en otro tipo de ficción, desde ciencia ficción a literatura romántica. Si además combinamos el título con mi apellido [se refiere a Paulo Coelho] podría ser literatura romántica de autoayuda.

En algunos cuentos se presenta un mundo raro o distópico, que se aleja en un punto del realismo pero a la vez toma elementos del realismo. Por ejemplo "El umbral" parece un texto de #NiUnaMenos, porque es una sociedad en la que está permitido el femicidio.

Sí, es una sociedad patriarcal. Ese cuento tiene muchos años, creo que lo habré escrito en 2001 o 2002, entonces según la época puede cambiar la lectura, ahora es posible la lectura que hacés, pero en otro momento estaba sesgada por la crisis.

Entonces este cuento no sería un futuro distópico, sino los restos de ese 2001, al igual que lo que viste en ese hombre en la pileta eran los restos de tu padre.

Es una ficción que trabaja como Los invertebrables los restos sociales. Yo tengo claro que esas ficciones las escribí por el contexto en que vivía, y ahora sería imposible escribir una ficción así, pese a que la situación es equivalente. Creo que es la primera crisis lo que uno lo sacude, la segunda es un déja vu.

¿En qué medida el contexto o el entorno social o político determinan lo que vas escribiendo?

Te condiciona porque son esquirlas de lo real, entonces la gente en la calle pasa a ser un nudo temático. Quizá el contexto actual produjo rachas de individualismo e impunidad en la población, y también esa es una figura sobre la cual trabajar, no sólo el individualismo, no sólo el indigente de Los invertebrables, sino el apolítico ahora, que yo creo posibilitó la llegada al poder de Macri

En tu novela Ida hay una cosa muy trabajada: el espacio urbano, la ciudad, a propósito de la indigencia. En los cuentos si bien no son tan urbanos, sí están situados en calles, algunos incluso situados en avenidas bien porteñas: avenida de Mayo, avenida Las Heras.

Claro, en las ficciones distópicas del volumen no aparecen menciones, pero sospecho que el escenario es el mismo, salvo ese cuento que está situado en Budapest, pero también son ciudades posapocalípticas, ciudades grises.

Hay una serie de autores más jóvenes, que rondan los treinta, que en sus narraciones no dan cuenta de la experiencia urbana. Es más, todo sucede en lugares cerrados, en el adentro, por así decirlo. En cambio en tu narrativa hay una vocación por la ciudad.

Es que para mí la experiencia urbana es un motor narrativo. Es un modo de producir acciones en el relato, la interacción entre el protagonista y la ciudad, que en el fondo es el ecosistema en el que heredamos es importante para mí. Además me gusta pensar la ciudad como escenario de atrocidades y de bondades: por ejemplo, un encuentro amoroso. Pero supongo que esto es parte de una experiencia personal que quizá todavía hoy, cada vez que salgo a la ciudad, incluso en este estado de cosas, me fascino; es una excusa para activar el pensamiento, y creo que pasado un día puertas adentro, tal vez el pensamiento en mi caso empieza a adormecerse. Hay despertares instintivos en la intimidad, pero están producidos por la lectura, la música, pero la ciudad definitivamente propone otro despertar, que en un punto es un poco como soñar despierto.

Hay una cosa que planteaba Mario Levrero, creo que en sus cartas cuando vivía en Congreso, que nada mejor para solucionar un problema literario como dar un paseo. Y él efectivamente salía y enfilaba por Corrientes y, cuando estaba por llegar a un bar, aparecía la solución al problema literario. ¿A este tipo de experiencias te refieres?

Sí, también me refiero a renovar ideas literarias. Las últimas novelas que escribí son novelas cortas, que todavía estoy compaginando, porque son varias y me gustaría publicarlas todas juntas, bueno, todas ellas provienen de experiencias urbanas como las que contás. Hay un personaje que es sereno de una plaza, ahí un poco sistematiza todo el movimiento que observa alrededor: niños, madres, padres, cuidadores de perros, colegiales. Después otra es un hombre que hace siempre el mismo trayecto de Almagro a Once para esconderse en una pensión y llevar una vida clandestina. Y una tercera es la aventura de otro hombre que busca huir de un amigo que se ha instalado en su casa, entonces su posibilidad de libertad está en el afuera. Quizás mi relación con la ciudad se forme ahí, en el origen de la libertad, pero creo que no para todos es así. Por eso también muchas veces me pregunté dónde vivir, y elegí Buenos Aires; no es que vivo acá porque nací acá y me quedé acá; no, yo no vivo en Buenos Aires por inercia. Es una ciudad que me interpela. Por eso cuando uno se pregunta por los norteamericanos: cómo pueden vivir en Estados Unidos. Bueno, quizá la gente que está en el mundo del arte y la literatura elige vivir en ciudades culturalmente afines.

¿Cómo fue que llegaste a la extensión de las novelas que estás trabajando, porque últimamente venías con novelas más largas?

Casualmente. A medida que las iba escribiendo quizás por el tipo de prosa que había adoptado los textos me salían cortos, eran nouvelles, ya en la mitad me daba cuenta de que estaba resolviendo el texto.

¿Te molestaba que fuera así o lo asumiste con naturalidad?

Con naturalidad, porque también es placentero ponerle punto final a una ficción y ponerles punto final a tantas ficciones que estoy escribiendo es un punto intermedio entre los cuentos y las novelas que publiqué.

En la industria editorial se suele decir que el cuento es mal mirado, se prefiere o se prefería la novela. ¿Crees que eso sigue siendo así?

Yo creo que esa es una idea un poco obsoleta, me parece que es más propio de un editor del siglo XX ese pensamiento, o más propio de finales del siglo XX. En este momento las editoriales independientes apuestan por el cuento y tienen otra cabeza.

Por último, ¿cómo llegaste a Factotum?

Me habían propuesto reeditar Un hombre llamado Lobo, y yo tenía entendido que todavía quedaban algunos ejemplares acá, que había mandado Océano (la distribuidora), entonces convenía esperar un poco y me acordé de este libro que le tengo bastante cariño, y quizás que no haya vuelto a escribir cuentos se deba al cariño que le tengo al libro y entonces convenía que Hacia la extinción estuviera en Argentina.

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