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"Sólo la poesía puede cambiar el mundo"

Ph | Manuela Martínez

Sjón

Autor de libros como El zorro ártico y Maravillas del crepúsculo, es uno de los artistas más relevantes de la escena islandesa. También guionista y letrista de músicos como Björk, visita por primera vez Argentina para participar del Filba desde esas tierras lejanas que conquistaron la imaginación de Borges. Unicornios, nieve, magia, y la fe intacta de un eterno joven surrealista. 

Por Valeria Tentoni. Foto de Manuela Martínez.

 

El ascensor se abre como si el hotel entero fuese la cabeza de un gigante acostado en el barrio de Palermo. Por su boca de metal sale Sjón (1962), alto y rubio. Es su primera entrevista desde que llegó de Reykiavik, donde vive, en su primera visita a la Argentina.

Cuando reúne las manos se le ve un anillo con un ojo de plástico: combina con el seudónimo que se dio, desde su primer volumen autoeditado a los 15, que quiere decir "visión". Son muchos los libros de poesía que escribió, pero al español llegaron antes sus novelas, traducidas por Nórdica. La más celebrada es El zorro ártico, traducida a 35 lenguas ya, un libro elegante, de alta precisión y tiempos quietos, que transcurre sobre la nieve y recuerda un poco al aliento de El peregrino, de J.A. Baker. También hay otros, distintísimos entre sí, como Navegantes del tiempo, El chico que nunca existió. Y Maravillas del crepúsculo, de una belleza exuberante, que se interna en los mitos y leyendas de Islandia, ese viejo mundo que conquistó a Borges y lo arrastró hasta allá en más de una ocasión. Sjón no llegó a conocerlo pero recuerda el alboroto de la última vez que pisó la isla el autor de El Aleph, al que allí todos tienen leído: “A Borges le interesábamos nosotros, así que a nosotros nos interesaba él”.

¿Y cómo no iba a interesarle a Borges una tierra que obtuvo el capital necesario para conservar sus sagas de la comercialización de cuernos de unicornios con Europa? Por lo menos, esa es la hipótesis que sostiene Sjón ―además amigo de juventud y letrista de Björk―: la de que Islandia se benefició de la venta de un misterio al que se debe la riqueza literaria de su patria.

Antes de emprender sus exploraciones hacia San Telmo, ese hombre de ojos pequeñitos como si la nieve lo hubiese encandilado para siempre responde algunas preguntas. Desde el principio de la conversación hay una mosca que lo rodea, empecinada. En Maravillas del crepúsculo, un chico es poseído por el demonio después de que un insecto así se le mete por la boca. Es una vieja maldición local, así que Sjón intenta una y otra vez encerrar al bicho en su puño. "Es una mosca mágica", dice, pero sólo consigue atrapar pedacitos de aire. Lo que no es poco.

 

Podríamos empezar por El zorro ártico, el libro que se tradujo a más lenguas de los tuyos. El zorro fue el primer mamífero de Islandia, ¿lo elegiste por eso?  

Es cierto que el zorro es el habitante original de Islandia. No sabemos bien cuándo llegó a la isla, pero algunos creen que hace 30.000 años. Cuando el hombre llegó al país, en el noveno siglo, el zorro ya estaba ahí. Era el mamífero más grande, el mamífero dominante, así que desde el principio ya hubo conflicto entre los recién llegados y el viejo rey de Islandia, ese animal persistente. Elegí al zorro porque encontré historias sobre las primeras cacerías que me maravillaron: en Islandia, la cacería de zorro significa salir a la naturaleza, bajo todo tipo de climas, persiguiendo a este animal en su propio ambiente. Para cazar a un zorro hay que ir a su mundo. Las narraciones de los hombres sobre eso eran tan extrañas y a la vez estaban colmadas de respecto por la astucia y la belleza del animal que intentaban abatir, y así es como comencé: quería explorar estas relaciones entre el hombre y el zorro. Creo que no hay otro animal en Islandia para el que hayamos inventado tantos nombres, son más de cien. Hay un gran vocabulario para esta criatura. Ocurre que después de que Islandia fue cristianizada, el zorro comenzó a ser visto como una bestia cercana al demonio.

¿Es cierto que la poesía fue el arte primero de tu país?  

Sí, tenemos una larga historia de escritura. La literatura es el arte más antiguo que ha sobrevivido en Islandia. Y el único que fue constantemente practicado durante los siglos. Esto tiene que ver con cuán pobres hemos sido; éramos un país más o menos rico hasta el siglo XV o el XVI. A Islandia no le iba mal exportando pescado, lana y cuernos de unicornio, el bien más caro de la era medieval.

¿Eso es verdad?

Sí, claro. Islandia era el proveedor secreto de cuernos de unicornio para las cortes y los reyes.

Venían de ballenas, ¿no?

Nadie lo sabía. Así que había mucha riqueza en Islandia: tenían acceso, como dije, a los cuernos de unicornios pero también a dientes de morsa y a su piel, que se usaba para hacer cuerdas, las cuerdas más fuertes que podías conseguir por entonces se hacían con piel de morsa. Así que era un país bastante rico, pero después nos convertimos en uno extremadamente pobre. Aunque seas extremadamente pobre, sin embargo, siempre podés componer poesía en tu mente: ni siquiera necesitás un lápiz y un papel. Los beneficios de esto, para un escritor islandés, están en esa larga tradición de uso de la lengua por escrito. Así que cuando yo escribo, estoy montado a esa larga tradición de escritura, porque las personas han estado describiendo la existencia en este país por centurias. En poesía, en cuentos, en textos históricos. Para mí, eso es un tesoro.

En Maravillas del crepúsculo, Jonás, el sabio desterrado que lo protagoniza, tiene prohibido escribir. ¿Cómo armaste esa historia?

Comencé a fascinarme por el personaje real que está detrás del personaje de ficción, porque era un hombre de ciencia, un poeta, un curandero, un exorcista, escultor de huesos de ballena, era un hombre increíble. Y por los textos que había dejado en sus tiempos, supe que podía meterme en su mente. Estar en su mente. Y que podía sentarme ahí y escuchar todos sus pensamientos e ideas, que son, por supuesto, los de su época. Y no fue hace tanto, era el siglo XVII, son sólo 450 años, pero ya era un mundo completamente distinto, ¡encuentro eso tan asombroso! Están todas esas cosas extrañas, que no lo eran en su momento sino hechos científicos, porque el unicornio sí que existía. Los grandes científicos y naturalistas de Europa tenían una disputa al respecto, argumentaban alrededor del unicornio. Cuando desaprobaron su existencia, las más grandes mentes en Europa mandaban cartas preguntando si estaban absolutamente seguros de que no existía. Así que era, realmente, una parte muy tangible de la realidad.

¡Es increíble que vendieran cuernos de unicornio!

Sí, y en ese momento Islandia era la única fuente posible de cuernos de unicornio, porque venían de Groenlandia. Para mí esto es algo absolutamente precioso. Por años las ventas de cuernos de unicornios, de hecho, financiaron la escritura de las sagas islandesas, y las grandes narrativas medievales, los manuscritos.

¿Cómo?

Siempre fue un misterio de dónde salía la riqueza islandesa, porque era una nación rica. Y las sagas islandesas eran escritas y luego reproducidas en manuscritos en pieles de becerros. Ahora ya podemos saber cuántas pieles son necesarias para un sólo manuscrito, y eso nos dice que tenían un acceso enorme a animales y a fuerza de trabajo para conseguirlo. Así que era una gran producción, y ha sido un misterio de dónde sacaban el dinero para hacerlo. Hay una teoría que propone que esa riqueza provino de la venta de cuernos de unicornios. A mí me gusta la idea de que estuvieran vendiendo un misterio para financiar la producción de literatura.

Leí también que escribiste esa novela en un flujo de conciencia, aprovechando recursos de tus primeros ejercicios surrealistas como joven poeta. 

Para este libro necesitaba un método completamente distinto del que había usado en otros libros, como en El zorro ártico. Ahí por ejemplo estaba trabajando con un estilo muy muy preciso, pero en Maravillas del crepúsculo necesitaba una mente explosiva, una mente que pudiera ir hacia todos lados y que desafiara mi propia manera de pensar.  

Thoreau escribió una pregunta hermosa, "Si la raza humana no hubiera vivido jamás un invierno, ¿qué pensaría que se avecina?", y de algún modo la escritura de tu novela sigue ese espíritu, ¿no? El de un descubrimiento por vez primera de todo.

Mientras lo escribía consulté mapas, libros antiguos, historias del folklore islandés, mitología... Pero también estaba leyendo a Paracelso, el gran alquimista y médico que tuvo una gran influencia en todos. Hoy, por supuesto, su ciencia es la alquimia, pero en ese momento era la mejor ciencia disponible en el mundo. Y él tenía este tipo de mente, de descubrimiento, la voluntad de descubrir cómo funcionaba el mundo. Y creo que cuando las personas están en ese estado es como si las cosas ocurriesen por vez primera. Estoy seguro de que cuando Albert Einstein llegó a la Teoría de la Relatividad, para él fue como si el universo estuviese ocurriendo por primera vez. Para mí, lo más interesante de escribir ese libro fue ese mundo en el que ciencia y poesía estaban codo a codo. Luego me di cuenta de que la única herramienta que tenía para entender y recrear ese mundo era mi joven experiencia surrealista, porque el surrealismo también trata de redescubrir el mundo todo el tiempo: las coincidencias se empiezan a suceder, dejan de ser coincidencias y se convierten en un mecanismo. Todo empieza a conversar entre sí.

Cuando eras joven creías que la poesía podía cambiar el mundo. ¿Todavía lo creés?

Sí, todavía creo en eso. Todavía creo que la poesía, especialmente la poesía -y no tiene por qué ser poesía surrealista, eso ya no lo diría- es una de las herrramientas más importantes que tenemos para descubrir nuevas posibilidades de pensamiento. La poesía siempre está trabajando en el borde de lo posible con las palabras: siempre está intentando describir algo indescriptible. Y cuando llegás ahí, estás inventando y descubriendo nuevos canales de pensamiento. Así que sí, sigo pensando en eso como un viejo surrealista, y más también: sólo la poesía puede cambiar el mundo.

Empezaste a los 15 con la poesía, ¿no?

Sí, a fines de los 70. En el verano de 1978 descubrí la poesía modernista islandesa y quedé completamente encantado, me shockeó mucho ver que se podía hacer una cosa así en mi lengua. Después de la segunda guerra mundial, ellos cambiaron la poesía ilsandesa por completo; antes de eso, la poesía había sido muy tradicional. Rimas, aliteraciones, formas duras. Pero ellos volaron todo eso por los aires en uno o dos años, y cambiaron las posibilidades de pensar en islandés. Ellos fueron mi gran inspiración, y a su vez estaban influenciados mayormente por los surrealistas franceses pero también por los suecos y los checos. Hacían cosas extrañísimas con las palabras, muy locas, inventaban imágenes impensadas, y lo único que yo había visto antes por el estilo era a David Bowie. Pensé: si algunos poetas han estado haciendo algo así en islandés, ¡yo también lo quiero hacer!

El primer libro se llamaba Visiones, una palabra parecida a tu seudónimo, Sjón.

Sí, Sjon es "visión", mi nombre es en singular pero el del libro en plural. Era algo así como Visiones del visionario.

¿Usaste seudónimo desde el primer libro?

Sí.

¿Por qué?

Creo que hubo dos factores principales: por un lado era un poco tímido, me sentía más seguro con un nombre artístico, con esa pequeña máscara. Pero, a la vez, era como darme una misión, estaba la idea de que el poeta es los ojos del mundo. Y también, claro, yo admiraba a Bowie, a Iggy Pop, y ellos tenían nombres artísticos. De cualquier modo, hay una tradición en Islandia de seudónimos, para escritores y artistas visuales, así que lo hice así. Y descubrí esta palabra en mi propio nombre, una abreviación de Sigurjón.

A los quince estudiabas artes visuales, ¿no?

Sí, yo pensaba que iba a ser más bien un pintor que un escritor. Así que estudié eso por cuatro años, pero después la escritura se impuso. Aunque siempre hice un poco de artes visuales, también, hice algunas exhibiciones. Dibujo, hago objetos, instalaciones, piezas de audio, cosas así, más que nada arte conceptual y surrealista.

¿Había biblioteca en tu casa?

Cuando yo era chico en casi cada casa había una. Las personas se enorgullecían de sus libros, los ubicaban en un lugar prominente. Los chicos tenían sus propias bibliotecas en sus habitaciones, también. A la vez, tenemos un muy buen sistema de bibliotecas públicas, y empecé a ir a los seis.

¿Leíste autores argentinos?

Sí, todos leyeron a Borges en Islandia. Tenemos una buena tradición de traducciones, pero fue recién hacia fines de los 60 que empezamos a recibir buenas traducciones de literatura española, de España y Latinoamérica. Y fue porque hubo un escritor islandés que vivió un tiempo en Barcelona que empezó a traducir al islandés, tanto autores contemporáneos como tradicionales. En Islandia también tenemos una larga tradición de lectura en inglés, es nuestra segunda lengua. Pero sí, todo escritor joven tenía que leer a Cortázar, Rayuela, por ejemplo. Para nosotros, Argentina es una de las grandes naciones literarias, que sigue produciendo escritores maravillosos. De los autores recientes, lei a Samanta Schweblin el año pasado. Y acabo de descubrir a Ricardo Piglia, para mí un gran descubrimiento. Alejandra Pizarnik. Luisa Valenzuela. Podría continuar por un rato largo. Rodolfo Wilcock, leí La sinagoga de los iconoclastas, que es increíble.

¡Wilcock y vos tienen algo parecido!

Sí, hay algo; cuando lo leí me dije: OK, aquí hay un hermano. Sí, las nuevas generaciones de escritores argentinos, para mí, son la prueba de que aquí hay un gran río que sigue fluyendo y produciendo escritores fantásticos.

Dijiste que el inglés es una segunda lengua, ¿por qué elegís escribir en inslandés, dominando la otra?

Es posible escribir grandes libros en una segunda lengua, todos lo sabemos porque conocemos a Nabokov, a Conrad y a Beckett. Pero también sabemos que es muy extraño. Y creo que la mejor literatura se escribe en la lengua en la que descubriste el mundo. Creo que las novelas, la ficción, son una manera de pensar el mundo, no se trata sólo de contar historias. Es un intento de pensar el mundo en la forma de una historia. Y creo que cuando lo hacés en la lengua en la que descubriste el mundo llegás más profundo. Cada lenguaje trae consigo su propio sistema de pensamientos, por eso creo que es importante que todos escribamos en nuestras lenguas natales, y que mantengamos la mayor cantidad de lenguas vivas posible, porque al hacer eso estamos mantiendo muchas formas de pensamiento diferentes. Y en este mundo, tan sacudido por los cambios climáticos, vamos a necesitar cada herramienta que podamos conseguir para pensar cómo vamos a reaccionar a los cambios. Así que las lenguas indígenas, por ejemplo; hay tantas lenguas no escritas que se han desarrollado en gran proximidad a las fuerzas naturales, y esas lenguas puede que sean las que todos necesitaremos en los años venideros. 

El islandés sólo se habla en Islandia, ¿no?

Sí. Y somos un 330.000 habitantes. Se calcula que fuera de Islandia lo hablan unos 30.000, así que es una lengua para aproximadamente 360.000 personas. Esa es la demografía. Lo que nos beneficia es que ha sido una lengua escrita por tantos siglos que tenemos un gran archivo de intentos de comprensión del mundo en esta lengua. Y eso es algo que puedo usar cada vez que escribo.

¿Es cierto que tienen una letra que nadie más usa en el mundo?

Dos letras, de hecho, que no se usan en ninguna otra lengua. Y lo que tiene el islandés, además, es que combina palabras con facilidad, así que podés tener una metáfora en una sola palabra. Cocina, por ejemplo, que combina las palabras "casa" y "fuego", y hay una metáfora ahí, en esa palabrita simple que se usa en la vida diaria. Todo eso, estoy seguro, ha influenciado nuestra manera de pensar. Además tenemos dichos y refranes muy muy antiguos que aun están en uso, que provienen de la mitología nórdica; eso también es algo muy interesante del lenguaje, cuánto tiempo conserva un sistema de pensamiento que quizás ha desaparecido hace siglos pero de algún modo se cuela en el presente.  

En tu juventud fuiste parte del grupo Medusa, de los primeros surrealistas locales, ¿no? 

Halldór Kiljan Laxness, el nobel islandés, había hecho ya algunas experimentos surrealistas en los años 20, luego los modernistas de los aaños 40, quienes reinventaron la poesía en el país, también habían hecho algunas experiencias. Pero nosotros fuimos los primeros en llamarnos a nosotros mismos surrealistas.

Y punks.

Y punks. Queríamos hacer las cosas más divertidas y locas. Y eso hicimos.

¿Cómo entraste en la música?

En realidad no toco ningún instrumento, la única guitarra que toqué fue una invisible. Pero la música siempre fue un consumo cultural fuerte en mi vida, escuchaba mucha música de chico. Parte del grupo Medusa formó una banda, y nosotros nos volvimos parte de la escena musical. Leíamos poesía en los conciertos, entre banda y banda. Nadie quería escuchar poemas en ese momento, por supuesto, así que nos quedábamos quince minutos hasta que la gente nos mandaba a la mierda. Y después fue muy natural trabajar juntos. Uno de los poetas del grupo Medusa se unió a Sugarcubes, una de las primeras bandas islandesas en lograr notoriedad internacional, la banda en la que Björk estaba antes de hacerse solista. Eramos todos poetas, músicos, artistas visuales, andábamos todos juntos.

¿Cómo escribiste letras de música sin tocar ningún instrumento? ¿Cómo es el mecanismo con, por ejemplo, Björk?

La mayoría de las veces que escribí letras me daban la melodía antes. Una melodía sin letras, y luego yo simplemente cuento las sílabas en cada línea, intento ver cómo se veria un verso sólo con las sílabas, y después empiezo a trabajar con la melodía en mi mente hasta que una palabra llega. Tengo buen oído, así que puedo trabajar así.

¿Y qué sentís cuando terminás una canción? ¿Cuán distinto es de terminar un libro?

Cuando escribo mi poesía o mis novelas, estoy en comando absoluto de todo y el libro es el destino final. Pero cuando trabajo letras para otros, o guiones, cosa que también hago, incluso para teatro, entonces termino mi trabajo, lo entrego, y sé que es solo el principio del viaje. Me toca relajarme y aceptar cómo se presentará al final. Pero me encanta trabajar con músicos, poque hay una magia tan especial cuando las palabras se cantan. Es increíblemente diferente del mundo de las palabras escritas. La voz cantante te lleva a un nivel diferente de realidad y de emociones. Una vez que alguien empieza a cantar, cualquier cosa puede suceder, e incluso las palabras más domésticas se pueden convertir en mágicas, palabras que están en riesgo de perder su sentido, como “amor”; de repente se puede volver a usar la palabra “amor”, porque alguien la va a cantar.

Hablaste del trabajo de colaboración al que te llevan las experiencias surrealistas y dijiste que te entrenaron en maniobrar el ego, acallarlo. ¿Creés que el ego es un problema para un artista?

Si tenés éxito con tus libros, tenés que tener cuidado con mantenerte fiel a tu propia misión. No empezar a escribir libros para mantener el éxito de los anteriores. Alguien dijo, no recuerdo quién, que el editor, los críticos y los lectores siempre esperarán el mismo libro que acabás de escribir, si les gustó, pero que los escritores ya no quieren escribir ese libro. Por mi parte siempre intento escribir libros muy distintos entre sí, libros que sean nuevos desafíos para mí. Trato de mantenerme verdadero. 

 

 

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