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Cinco libros recién llegados

Poesía, novela, autores que por primera vez se traducen a nuestra lengua, cuentos... Hay de todo y para todos. ¿No sabés qué leer? Descansá en esta hamaca paraguaya de novedades que nos trajeron.

Dice María Moreno que Lucila Grossman ha inventado la ciencia ficción trash con su libro Mapas terminales, que acaba de publicar Marciana y llegó a la mesa de novedades. Además, Lomo publicó un poemario de largo aliento de Daniel Durand que la acompaña, y El 8vo. loco hace su apuesta por la primera novela de Nadia Volonté.

Muchas y muy buenas traducciones arriesgadas vienen llegando últimamente a la librería, como las de Adriana Hidalgo -Variaciones postales, por ejemplo, del polaco Kazimierz Brandys por primera vez en Argentina- que suman ahora otra versión de Miguel Ángel Petrecca de un autor nuevo para el público local. La Compañía no se queda atrás y hace ingresar Moloch a la oferta.

 

Una pizca de maldad

Ah Yi

Adriana Hidalgo

Una novela policial existencialista donde se planifica con detallismo ceremonial la ejecución de un crimen horrible y gratuito, y una fuga vertiginosa a través de distintas ciudades y pueblos de China.
El narrador y protagonista de Una pizca de maldad es un adolescente desencantado y cínico; mientras dice estar estudiando para los exámenes de ingreso a la universidad, en realidad mata el tiempo durmiendo y masticando su resentimiento. Para llenar el vacío de su vida, decide llevar a cabo un asesinato. La víctima elegida es una compañera del colegio, una
muchacha bella e inocente: la única persona que realmente se compadece y preocupa por él.

 

Ambactus

Nadia Volonté

El 8vo. loco

Ambactus (servidor), novela de Nadia Volonté, es la historia de una embajada desgoznada, una embajada sudafricana ubicada en el microcentro porteño, y la de la gente que trabaja en ella: la Embajadora, la de Comercio, la de Política, los Choferes y muchos otros. En ese existir atemporal de la Embajada, irrumpe una mañana la Traductora, protagonista de esta fábula. Llega para traducir notas verbales y circulares, para interpretar la realidad que habitan los diplomáticos, redactar informes acerca de una actualidad que irá cerrándose sobre la suerte de cada uno de esos servidores.
En esta novela, todos tienen una fachada que sostener ante los ojos de los demás. Entre el mediopelo argentino y la neoaristocracia sudafricana, la novela se interesa por la perturbada humanidad de esos servidores, entrampados entre el protocolo y la función que el engranaje laboral les asigna. Ambactus (servidor) cuenta la vida pequeña, mezquina, de tragicómico patetismo que los servidores intentarán poner a resguardo, tanto del cargo que les impone el sistema, como de la amenaza de perderlo. En ese laberinto de propósitos, intereses, pasillos y despachos, se desarrolla esta historia, entre el infierno y la redención.

Cabeza de buey

Daniel Durand

Lomo

Si atendemos a la definición de verso libre que da Olson, en la que el ritmo del verso responde a la respiración del poeta, entonces los textos de Cabeza de Buey son poemas de largo aliento. En ellos la voz del poeta se extiende y se agota, se deja agotar; está "condenada siempre a comenzar". Siempre. Cada verso de este libro es un poema, y cada poema un canto, y si un canto no es nada más que un verso, según su etimología, entonces este fino surco de invención en el espacio conforma un universo integral. Daniel Durand publica en este volumen una serie de poemas que no pueden dejar de leerse, de escucharse, si lo que buscamos es un mundo que respire, un libro para respirar a la par.

 

 

Moloch

Aleksandr Kuprín

La Compañía

Los elogios de, entre otros, Lev Tolstói e Iván Bunin no impidieron que la obra de Aleksandr Kuprín sea prácticamente desconocida en lengua castellana. En "Moloch", uno de sus mejores trabajos, Kuprín retrata con maestría una fábrica capitalista de fines del siglo XIX. En ese escenario, Bobrov, el protagonista, un ingeniero con inquietudes intelectuales y filosóficas, con un profundo sentido de la verdad y la justicia, pero débil de carácter, contrasta con una sociedad mayormente filistea e hipócrita. Tras perder a Nina, su amada, asistimos al quiebre y desdoblamiento de su personalidad y, paralelamente, al inicio de la revuelta obrera. Con traducción y prólogo de Alejandro Ariel González.

 

Mapas terminales

Lucila Grossman

Marciana

Lucila Grossman ha inventado por lo menos dos cosas: La ciencia ficción trash con su legado de psicodelia (ahora en 3D) –y donde los “marcianos” son lo que siempre fueron, visitantes virtuales sin la zoncera del plato volador–; y el beat-cyber-esperpéntico, suerte de droga sintética en forma de estilo velocísimo, riquísimo, bizarro. En los dos registros, sus personajes son una suerte de drogones trashumantes que vagabundean no muy lejos de sus guaridas, celular y SUBE en mano, aún deudores literales del Complejo de Edipo –el trabajo es una maldición pero siempre queda la dadivosidad del padre ausente–; o postguerrilleros anti-analógicos, que hablan el siempre vivaz barroco conurbano, entreverado de dialecto de red y un fondo arcaico de garganta con arena: el tango, siempre el tango. ¿Qué es sino esta frase? “Mientras me ducho. /Toma merca en cuclillas con dos minas/ en el baño de un boliche/ en Puerto Madero. /En cuatro patas.” (prosa en el original). Si la narradora de Mapas terminales se sospecha la Virgen María del Siglo XXl, la Divina Concepción no necesita de un carpintero sino de un programador. Se trata de una tragedia de amor nada que ver con Shakespeare: el horror no es la pócima de veneno, mucho menos la espada, sino la luz de una pantalla que proyecta –hipnotiza– con “La aplicación se cerró forzosamente, ¿desea reiniciarla?”. Ficción de consola multitatasking, kadish para lo inhumano donde la muerte equivale a la desaparición virtual de una imagen, Mapas terminales, sin embargo, no se fascina con la tecnología hasta convertirla en un fetiche, como el tren en la literatura del siglo XlX o el email y el contestador automático en las novelas de los años noventa; la usa, la ensucia, la afantasma en una trama alucinada y lírica. Este es un libro que, a pesar de su épica virtual, aleja de todo adminículo de comunicación, para despertar el deseo de tocarlo, sentir su peso, ceder con la imaginación a su genio proteico, deslumbrante. María Moreno

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