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Gabriela Wiener: "Todo lo que escribo soporta prejuicios de ciertos sectores"

Por Gustavo Yuste

“Me sitúo en los márgenes por muchos motivos, los reivindico. Mi identidad, también mi identidad literaria, anda buscándose por ahí. No quiero que me atrapen”, señala la escritora peruana en esta entrevista alrededor de Huaco retrato (Random House). Literatura, cruce de géneros, periodismo, diversidad y el avance de movimientos conservadores.

Por Gustavo Yuste. Foto de Sofía Álvarez Capuñay (detalle).

 

 

  

 

El nombre de Gabriela Wiener es multifacético en el panorama actual de la literatura hispanoamericana. Nacida en Lima en 1975, vive hace ya varios años en Madrid con una familia constituida por una trieja y dos hijxs. Desde su condición de migrante trabaja con las fronteras de la identidad, los géneros literarios, la diversidad sexual y la mirada sobre una realidad que tiene tanto de ficción como de registro biográfico. El periodismo, la crónica y la narrativa se mueven dentro de su obra en una danza que no teme al roce ni a la confusión. 

 

Huaco retrato (Literatura Random House, 2022) da un paso más en ese sentido: la protagonista de la novela lleva el mismo nombre que la autora para plantear una historia tan verosímil como enriquecida por la narrativa. La familia Wiener, descendiente de un historiador europeo, busca desde Perú sus orígenes familiares y también históricos, en donde la riqueza pre-hispánica de una nación quedó en manos de clases acomodadas y museos extranjeros. 

“Mi libro no es un libro de historia pero puede contarte que uno de los momentos que más temía de esas visitas a los museos cuando era niña era cuando llegábamos a las vitrinas de los huacos retrato, las escultura de arcilla que representan los rostros andinos descendientes porque en ese momento estallaban las burlas de los niños racistas: ‘esa es igualita a Gabi’. Todos los niños eran racistas”, señala en diálogo con este blog la autora de títulos como Dicen de mí (2017), Llamada perdida (2014) y Kit de supervivencia para el fin del mundo (2012), en donde se desarrollan temas como el poliamor, los celos, las discriminaciones raciales y las estrategias contra un sistema que vuelve a expresiones más reaccionarias. 

 

 

En el libro se señala con cierta ironía que es un pecado escribir "autoficción", ¿cómo te manejaste con ese cruce de géneros para Huaco retrato y con esa mirada crítica de ciertos sectores literarios a lo largo de tu obra? 

Bueno, pecado no sé si dije, más bien que es un suicidio del prestigio literario. Eso que escribí es por supuesto algo medio burlón, un juego entre narradora y autora y personaje, o sea un juego autoficcional, o sea otro pecado. Me río un poco de estas miradas tan binarias y del siglo XIX que separan imaginación de experiencia. Como si por escribir, por ejemplo desde el yo, la imaginación estuviera cancelada. Sobre lo del cruce de géneros, Huaco retrato incluye su propio comentario respecto al género al que pertenece, un poco por curarnos en salud, por adelantarnos a la crítica y colaborar en la mofa. Yo me he sentido haciendo un libro de género fluido, degenerado, que transita, que entra y sale de los intentos por clasificarlo, y ojalá haya logrado justamente que el libro, no solo en su fondo sino también en su forma, hable de descolonización. 

En esa línea, en entrevistas pasadas mencionabas que en tus libros y artículos de no ficción nadie te creía que eso lo fuera y ahora con Huaco retrato no te creen que sea una novela y que haya ficción. ¿Cómo habitas esa contradicción en la lectura de tu obra?

Así de absurdo. Me gusta la idea de habitar la frontera, de hibridar, de desequilibrar. Ojalá. Me sitúo en los márgenes por muchos motivos, los reivindico. Mi identidad, también mi identidad literaria, anda buscándose por ahí. No quiero que me atrapen, ni que me claven con un alfilercito en su corcho mental.  Que las lecturas se contradigan no es mi problema, mi trabajo es hacer libros, y si con ellos hago que se les confundan las categorías, mejor. Nunca ha sido relevante qué es ficción y qué no en un libro que se presenta como una novela, lo divertido es que no tengan ni idea. En ciertas miradas hay machismo, racismo y supremacismo. Llevamos décadas escuchando rótulos para denostar nuestras escrituras, como “literatura femenina”, luego “literatura del yo”, “autoficción”, últimamente “literatura feminista” y hasta “activismo”, así, a secas, ya no se molestan en llamarlo ni literatura. Pero, vamos, lo cierto es que hay un arsenal de basura fantástica, tanto o más que autoficcional. Como escribió Pedro Lemebel, no hablo de meterlo o de sacarlo, hablo de ternura, compañero.

Hebe Uhart, autora argentina, tiene un concepto muy interesante de la "media rienda" para poder escribir literatura a partir de experiencias o sentimientos. ¿De qué manera trabajas el tiempo y la distancia para escribir sobre ciertos temas personales?  

Creo que ella se refería a no escribir en caliente ni en frío ¿no?, sino en un punto medio, como chorreando un poquito de sangre, no toda. Yo soy alguien que escribe sobre todo en caliente, a destajo, escribo columnas para comer, muchas de las páginas de mis libros empiezan siendo otra cosa, post, columnas, mensajes, todo suele ser muy personal y muy urgente, luego pasa el tiempo y estructuro, desfiguro. Pero escribo calata, “encuerada”, como decía Gloria Anzaldúa, “tratando de estimular las chispas ardiente de la escritura”, oliéndome sudar y con las tetas colgando entre las teclas y mis hijos y mis amores revoloteando por ahí. Nada a medias, siempre al completo.

¿Cómo has trabajado con los elementos de la cultura pre-hispánica para la construcción de Huaco retrato? ¿Cómo fue tu relación con ello mientras vivías en Perú y cuánto tiempo de investigación te ha llevado?

Es una relación muy antigua. Las niñas y niños peruanos estudiamos las culturas precolombinas desde muy pequeños, y en toda nuestra vida escolar visitamos varias veces los museos arqueológicos en los que se cuenta que hubo civilizaciones muy avanzadas antes de la llegada de los españoles. Sabemos que hay miles de piezas del patrimonio cultural del Perú y otros territorios que permanecen en casas de gente millonaria o en museos europeos cual trofeos de la colonización, como en el Museo de América de Madrid. Y que a pesar de que algunos gobiernos han hecho algún gesto de devolución/reparación, la mayoría aún ni se lo plantea. Es cuestión de informarse. Mi libro no es un libro de historia pero puede contarte que uno de los momentos que más temía de esas visitas a los museos cuando era niña era cuando llegábamos a las vitrinas de los huacos retrato, las escultura de arcilla que representan los rostros andinos descendientes porque en ese momento estallaban las burlas de los niños racistas: “esa es igualita a Gabi”. Todos los niños eran racistas. Y tener “cara de huaco” te exponía a eso. En esa época era el único relato posible pero hoy aún hay la idea de que las personas que sufrimos racismo y reaccionamos sensiblemente ante ello somos “acomplejados”, gente que no se quiere a sí misma porque sí. Lo indígena en el Perú aún sigue viéndose, por herencia colonial, como sinónimo de atraso, bestialidad, fealdad y pobreza.

En Huaco retrato aparece el poema "Panchilandia", del cual la narradora habla en la novela. ¿Considerarías a tu escritura narrativa y periodística influida por la poesía?

He escrito poemas en mi vida, incluso un libro de poemas pero creo que lo poético es algo transversal. Creo que está en absolutamente todas las cosas y a la vez es una manera de mirarlas. Hay capas en la realidad, como decía Johnny Carter, El perseguidor, un borracho, claro, un músico pero sobre todo alguien que la ve. Un texto sin poesía lo encuentro chato, lo poético es el lenguaje pero también la imaginación poética, y ambas cosas dan a lo narrativo una densidad simbólica. Es un camino para abordar algunas de las cosas que más interesan al arte: lo inasible, desasosegante, el origen, el misterio, todo lo que no podemos comprender y solo intuimos. En la novela de Toni Morrison, Volver, un niño ve dos caballos pelear y ella dice: “Se alzaban como hombres. Sus cascos levantados golpeaban con estrépito, las crines hacia atrás dejaban al descubierto unos ojos blancos y furiosos. Se mordían como perros, pero cuando se alzaron apoyándose solo en las patas traseras y las delanteras, a la altura de la cruz del adversario, contuvimos la respiración con asombro.” Una enorme narradora como ella no descuida la imagen poética nunca.

En la misma línea, en Argentina se lee con especial interés a muchos poetas peruanos. Además de César Vallejo, claro, nombres más actuales como José Watanabe, Blanca Varela o Antonio Cisnero. ¿Qué autores y autoras de la literatura peruana te han influenciado personalmente? 

Sobre todo sus poetas. Y has dicho tres que son claves para mí: Vallejo, Varela y Watanabe. Sin haberlos leído no hubiera escrito una línea. También me ha influido la gran poeta del cuerpo, Carmen Ollé, la autora de Noches de adrenalina y por supuesto nuestro poeta marica Jorge Eduardo Eielson, leía casi cada día su Poesía Escrita publicada por Norma. Solo tiene un puñado de poemas pero Soy la muchacha mala de la historia de María Emilia Cornejo se volvió un himno para mí. José María Arguedas, su libro Los ríos profundos, me marcó poética y narrativamente. Y a Bellatin cuando era peruano, cuando lo leí por primera vez, Salón de belleza y sobre todo, Flores.

A pesar del paso del tiempo y todo lo que ya has escrito sobre el tema, ¿sigues sintiendo prejuicios externos a tu obra por tu apuesta poliamorosa y la conformación de una familia? 

A ver, sabemos que en este mundo no estamos seguras. No hablo por mí ni por mi familia, hablo por las mujeres y las disidencias. La arremetida conservadora, como se ve, viene con fuerza. Cómo vamos a cantar victoria. Todo lo que escribo soporta prejuicios de ciertos sectores que no consideran artístico ni serio ni literario escribir de los temas y desde el lugar del que escribo. Pero ya sabemos quiénes son.

¿Cómo se vive el avance de posturas de extrema derecha en España y las consecuencias sociales, jurídicas e incluso culturales que eso puede traer para migrantes, diversidades y disidencias? 

Con miedo, con dolor, con ferocidad y horror. Lo único positivo es que lo vivimos en comunidad, que es la mejor manera de resistir y de luchar. 

La crónica -tanto literaria como periodística- es un género que siempre se encuentra reviviendo, una suerte de ave fénix, ¿qué le puede aportar a este contexto en donde la posverdad, el clickbait y las fake news amenazan al periodismo?

La verdad es que aunque ya no veamos mucho esos textazos larguísimo publicados por Etiqueta Negra o Gatopardo, la crónica ya está en todas partes, y en las cosas más interesantes que se están haciendo y en las más comerciales también, desde los podcasts, pasando por los libros de no ficción literaria hasta las series de televisión. Un género, cualquier género, en sí mismo, no garantiza ni la calidad ni la ética, la hacen las personas. Entonces sí, usemos todos los géneros posibles contra las fake news que sirven para llevar Bolsonaros al poder. 

Por último, y en la misma línea, no son pocos los que señalan al siglo XXI como el fin del periodismo. ¿Qué consejos le darías a alguien que quiere dedicarse a esa profesión? 

Ojalá llegara el fin del periodismo corporativista, las grandes empresas periodísticas al servicio de los poderosos, pero creo que queda mucho para ver el fin de las cosas que más repudiamos. Nada acaba, todo se pone peor. Mi consejo es siempre el mismo: júntate con gente y funda diarios combativos, militantes, comunitarios, antirracistas y feministas.

 

 

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