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Inés Garland: "No quiero bajar línea"

Y su nuevo libro, Con la espada de mi boca

"Estoy tocando estos temas con la esperanza de no estar simplificándolos", dice la autora argentina sobre sus nuevos relatos, protagonizados por personajes adultos y adolescentes que atraviesan el océano de su propia vulnerabilidad. El amor, el sexo, la soledad, la entrega, la imposibilidad y el triunfo del deseo: los grandes temas de Garland regresan con rotunda actualidad y una vuelta de tuerca.

Entrevista y foto Valeria Tentoni.

 

"No es que no piense en los lectores: sé que estoy hablándole a alguien. Pero lo que quiero es que la historia se cuente de la mejor manera posible, y eso para mí garantiza un lector", decía Inés Garland en la entrevista que realizamos en este mismo medio a propósito de Una vida verdadera, su última novela. Ahora, la autora nacida en Buenos Aires en 1960 regresa a librerías también vía Alfaguara: Con la espada de mi boca es su nuevo libro de relatos, después de Arquitectura del océano y Una reina perfecta, reeditado recientemente por Club 5. Una de sus últimas traducciones la acompaña en la mesa de novedades: ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas?, de Lorie Moore (también se ha encargado de traer hasta nosotros autoras como Lydia Davis o Sharon Olds).

Con la espada de mi boca ofrece un sistema de relatos sutilmente conectados entre sí, que abordan escenas de vulnerabilidad y deseo, de vergüenza y desencanto, de imposibilidad y triunfos intermitentes. El foco, como antes en su literatura, está puesto en las tramas infinitesimales que aseguran o destruyen los vínculos humanos, con personajes tanto adultos como adolescentes.

 

 

Son un montón de historias, pero están encadenadas. ¿Cómo pensaste este libro? 

En el primer cuento hay bastantes nombres, varios personajes que después se repiten. Al principio yo quería seguir a todos esos personajes, pero después me di cuenta de que era un poco obsesivo. Así y todo, en el primer cuento hay un padre que es muy duro con la sexualidad adolescente de las mujeres, y es el mismo que se va de viaje con su madre en el transatlántico en el último cuento; su primera experiencia sexual, cuando en el futuro la pueda dilucidar, tiene que haberlo dejado muy marcado. Hay algunas conjeturas, lo que más me interesaba era esto de que en esa época de vulnerabilidad, la adolescencia, es cuando pasan cosas de las que uno se protege, se arma una coraza de hielo. Me la imagino y pienso en esto que decía Kafka: "Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros". Esta coraza hace que no puedas después abrirte también al placer y al disfrute, y la idea del libro en general tenía que ver con cómo la visión de los adultos y la manera en que te educan en una época de mucha vulnerabilidad –la forma en que invaden tu sexualidad o, bueno, tu alma– hacen que te rodees de una coraza que es necesario romper.  

En los personajes de este libro, aquella intervención de los adultos es tan marcante que en oportunidades es casi perpetua, ¿no?

Eso en parte, y también me interesaba pensar cómo cada uno está marcado por su propia historia. Ese hombre del primer cuento lo está; entonces, si no revisás tu propia historia, si no te despertás un poco de las reacciones automáticas, caés en situaciones de mucha vulnerabilidad por el resto de tu vida. Y eso, o la vergüenza, hacen que te cierres cada vez más; por eso la idea del título, que la espada de mi boca rompa ese hielo alrededor. Algo necesario para poder contactar realmente con los otros. Estoy convencida de que muchos de los males del mundo tienen que ver con ese hielo. Y con la imposibilidad de contactar genuinamente con un otro, con la ausencia de empatía absoluta. En este libro yo me centro en las heridas que tienen que ver con la sexualidad, pero no es sólo la sexualidad: es el amor, el desencuentro.

Lo amoroso, uno de tus temas recurrentes, porque en este libro lo sexual no parece estar despegado de, al menos, un deseo de amor, ¿cierto? 

Sí, es una manera de buscar amor. Durante una época leí mucho de cristianismo esotérico. Es el cristianismo que no está rodeado de la intencionalidad de la iglesia: ahí el pecado es errar al blanco. Y el blanco es nuestra propia alma. El ser que vos viniste a manifestar a este mundo. Vos errás al blancos cuando hacés algo que te aleja de tu ser, que es único e irrepetible. Y el arrepentimiento es volver a pensar eso, para poder acercarte más a ese ser profundo que viniste a manifestar. Todas estas experiencias son como ir dejando retazos de tu alma en el camino, que yo siento que uno debería ir a buscar para volver a estar entero y poder manifestarse desde ahí.

¿Cómo llegaste a esas lecturas?  

Son lecturas que he hecho en búsquedas de espiritualidad, distintas lecturas que hice en mi vida. Los mensajes espirituales están muy velados en el mundo, por distintos motivos, y entonces hay mucho prejuicio. Por todos lados se nos ataca, se intenta que nos separemos de nuestro ser y hagamos cosas en masa, que sería lo contrario del encuentro con la individualidad. Y la sexualidad es una de las cosas más veladas, creo. Lo que está pasando ahora con la sexualidad, me parece, es el lado B de lo que pasó cuando yo era adolescente, en un colegio católico; pero es lo mismo, a la vez. Sigue siendo desconectar. Hoy en día los adolescentes se creen mucho más libres, se habla mucho más de sexo –yo voy mucho a colegios a hablar con adolescentes, por mis libros– y sin embargo, para mí, el significado profundo del sexo sigue velado. Reciben mucho de la educación sexual de la pornografía, con demasiada precisión de lenguaje; te hablan de orgías, de tríos, y no tocan el otro lugar del sexo que es el que para mí es el más interesante. Entonces están igual de apartados de eso de lo que podía estar yo con la educación católica. No es que yo la tenga tan clara: estas son todas las preguntas que yo quisiera dejar. 

¿Y por qué te parece que a una sociedad como esta una sociedad capitalista, de consumo y de hipercontrol le preocupa tanto que nosotros no accedamos a ese misterio? ¿Qué intuís que nos revelaría la frecuentación de ese misterio, de esa experimentación profunda de la que hablás?  

Yo creo que cualquier cosa que haga que vos te sientas separado de los demás, aislado, es útil para la sociedad de consumo. Vas a querer cubrir tu insatisfacción con todo lo que te venden. No es solamente el consumo material, sino también de información, de vidas. Vos mirás otras vidas y te parece que esas otras vidas son mejores que la tuya, deseás cosas que no podés tener. Y esa es una forma de control muy grande. Mientras que si vos estás en vos, y además de eso tenés esta claridad de que podés conectar con otros y que no estás separado ni aislado, el poder que tienen sobre vos es mucho menor, porque hay un contento, una apertura a la vida. Podés deleitarte con la contemplación de lo que está ahí, de la naturaleza. La insatisfacción es una estrategia de consumo, eso está recontra dicho, la publicidad apunta ahí. Entonces, mientras más te separen de los demás, de la empatía, de la sensación de ser una gota en un río de la vida que va, y va, y va... Mientras más te separes de eso, más desgraciado te vas a sentir, más necesidad vas a tener de consumir todo tipo de cosas. Mucho más acá, si vos acarreás una cosa que te dio vergüenza, que te hace sentir que estuviste mal, o lo que sea, como en las historias del libro, te vas a tratar de entumecer.

En la entrevista por tu libro anterior referías que estás más en eje ahora, más cerca de vos misma. ¿La escritura te ayuda?

En la escritura yo estoy buscando eso, y lo voy encontrando. Me respondo a mí misma preguntas o me abro preguntas nuevas, pero entonces no tengo la angustia de no poder contestar. En la escritura puedo seguir preguntando. Y la pregunta va profundizándose. El otro día encontré esta cita de Salinger:

“Entre otras cosas, descubrirás que no eres la primera persona en estar confundida y asustada y hasta asqueada por el comportamiento humano. No estás para nada solo en esto. Para cuando lo sepas te sentirás excitado y estimulado. Muchos, muchos hombres se han sentido tan perturbados moral y espiritualmente como tú ahora. Felizmente, algunos de ellos guardaron un registro de sus problemas. Vas a aprender de ellos—si quieres. Del mismo modo en que algún día, si tienes algo que ofrecer, alguien va a aprender algo de ti. Es un arreglo hermoso y recíproco. Y no es la educación. Es la historia. Es la poesía”.

Además de estas lecturas, detrás del libro está toda tu biografía de búsqueda: por ejemplo, la reflexología entre tantas otras cosas te debe haber servido no sólo para el relato que lo aprovecha directamente en el libro.

Porque nuestro cuerpo es lo que podemos tocar de lo espiritual, y ni hablar del lenguaje: el lenguaje es materia. El espíritu se manifiesta a través del lenguaje, y el lenguaje es materia. Y el cuerpo es materia. Eso estaba en Una vida más verdadera, este agradecimiento al cuerpo porque le permite a mi espíritu decirte cuánto te amo, que es como yo entiendo también la sexualidad. Y con esto no hablo para nada de que la sexualidad esté ligada a relaciones que tengan que durar; la permanencia de una relación para mí pasa por otro lado, el sexo debería ser una búsqueda de encuentro con el otro más profunda en todos los casos, hasta en una sola noche. Cuando eso no pasa hay algo que para mí falta en el encuentro sexual. Pero de todo eso no se habla. 

En el libro hay un diálogo entre dos personajes, un hombre y una mujer que intentan ser pareja; ¿cómo trabajaste ese desencuentro? El personaje de la chica parece, incluso, aturdido por la búsqueda.

Sí, está aturdida, y aparte yo la hice exagerada. No sabe lo que quiere y el tipo se vuelve loco. Ella está confundida, porque tiene un montón de información que hace que tampoco pueda conectar con él. Él está ahí, para ella, pero ella no puede porque tiene un montón de ideas en la cabeza sobre lo que los hombres quieren y lo que los hombres son y lo que los hombres quieren de una mujer; algo que para mí está muy vigente, y donde se mete todo en la misma bolsa. Todos los hombres se meten en la misma bolsa, y no es así tampoco. Una vez más es una manera de alejarte: cuando vos al otro lo ves como tu enemigo, listo, ya está. Hay algo que ya se consiguió, que es que vos no puedas comunicarte, encontrarte, buscar algo junto al otro.

Uno de estos cuentos formaba parte del libro Corriente Alterna, la antología del Filba que fue destinada a escuelas. ¿Cómo fue esa experiencia?

Sí, tenía otro nombre. En el libro, de hecho, hay dos versiones del cuento "Evitar la ocasión": una en 1978 y otra en 2017, que es la que salió en Corriente Alterna, y una sección es idéntica; quise, a propósito, mostrar que el sexo no cambió. Yo voy mucho a colegios con mis libros y converso con los alumnos. Se abren discusiones, y las veces que leí en voz alta muchas maestras me dijeron que les interesaba para trabajar la ESI. Y al cuento "El rapto de las Sabinas" lo leí en Caburé libros y había dos maestras de ESI que me escribieron para pedirme el cuento para verlo con sus alumnos; no todo el libro es para adolescentes, pero hay cuentos que sí.

¿Dirías que el miedo es uno de los sentimientos predominantes del libro? 

En el caso de los personajes que son adolescentes, lo desconocido te aterra. En el caso de los adultos creo que también; lo que no podés controlar, lo que no sabés hacia dónde va, tus propios deseos. Por lo menos yo escribo sobre eso: habrá gente que se identifica y gente que no, pero me parece que hablar sobre eso es importante, habilitar la conversación sobre el miedo, sobre las vergüenzas, sobre esas cosas que te cierran. La vergüenza tiene que ver con tapar la vulnerabilidad. 

Y también hay duplas víctima-victimario, cosa que ya había aparecido en tus libros, ¿no?  

Son mis temas, me parece que siempre voy a estar escribiendo sobre eso. Sobre cómo romper esa dialéctica, o al menos cómo hablar de ella. Creo que el lugar de víctima también te aleja del contacto con los otros. Y a veces, cuando te acomodás en ese lugar, es igual de peligroso que acomodarse en lugar de victimario. Con la diferencia de que el victimario difícilmente se mueva de su lugar, y la víctima es la que puede moverse. 

En este sentido, en el libro se trabajan temas como el aborto, la violación, los escraches: ¿cómo los encaraste?

Todo esto es tan delicado. Este libro es previo a que todo esto estuviera tan en tema, hace seis años que lo estoy escribiendo. Incluso hay cuentos que cuando los escribí hablaban de cosas que todavía no estaban pasando. De hecho este libro ya estaba listo, para mí, hace como cuatro años. Mi editora, Julieta Obedman, no lo veía listo todavía, así que mientras tanto yo seguí escribiendo cuentos, y entraron entonces los otros que sí son más recientes. El más nuevo es el de Facebook, "El rapto de las Sabinas", que obviamente tuvo que ver con que empezaron todos estos escraches y por una historia que me contaron me pareció interesante meterme ahí. Estoy tocando estos temas con la esperanza de no estar simplificándolos, porque al contrario lo que presento, me parece, es la complejidad y la ambigüedad y la confusión. No quiero bajar línea ni tengo yo ninguna certeza más que: estamos en problemas. Son problemas viejos que se están tratando de simplificar de maneras muy violentas y muy radicalizadas.  

Cuando hablás de empatía, eso que parece estar falseado, ¿en qué pensás?

En el misterio que es otra persona. Y vos ya lo querés encasillar; son todas estrategias de control que terminan fracasando estrepitosamente. Mientras menos te preguntes y más encasilles al otro y más trates de controlar el enorme misterio que es el encuentro con otra persona, peor te va a ir. Se produce el desencuentro total desde ese lugar.

La literatura siempre fue un lugar para hacerse preguntas de este orden, ¿cómo lo ves ahora?

La literatura siempre fue un lugar para eso, para preguntarse, para abrir. Ahora, para mí, mucha literatura se está cerrando: está dando certezas, control absoluto.

¿No se estaría subestimando al lector así?

Totalmente.  

Por cambio, si fuésemos jueces y tuviésemos que fallar a favor o en contra de estos personajes, sería muy difícil. Ninguno queda condenado.

Ni condenado ni eximido. Es que en realidad creo que lo que sale es mi visión de la vida, de la complejidad que tienen las personas. Autores que a mí me llevan a ese lado, por ejemplo, son Salinger –un autor que ama a sus personajes y que es enormemente empático– o Cheever –que siendo alguien que juzga mucho, sufre mucho con la realidad de sus personajes; lo ves que se debate–. Yo me siento identificada con esos autores. Pero es más también todo un camino de lecturas sobre la espiritualidad, y también la educación religiosa pero con una vuelta de tuerca, porque yo me hice totalmente hereje después de los trece años de educación. El Taoísmo, el Zen, creo que son más esas cosas las que me ayudaron a pensar la vida de una forma más compleja. A tomar distancia, también. Y la edad. La edad te ayuda a mirar con distancia las cosas y a poder bancarte el misterio, lo que no tiene respuesta ni solución. Como decía, no quiero bajar línea de nada: de lo único que quiero bajar línea es de la dormidera que nos lleva a creer que tenemos atada la realidad con eslóganes, con posturas extremas que te impiden el diálogo con el otro y te impiden sentirte conectado con el otro. Por ahí lo que es una respuesta para mí no lo es para otro, entonces es importante poder escuchar qué dice el otro sin fanatizarse. Es dificilísimo. Nadie te dice que la vida es muy difícil, que las respuestas fallan todo el tiempo, que la vida tiene cosas muy inesperadas horribles y también maravillosas. Cuanto más te cerrás, menos dejás entrar también a las cosas maravillosas.

En el libro, también está "La zorra ilusa", que tuvo versión en teatro. 

Sí, no está igual porque es distinto el cuento que el guion, pero sí, hay muchas cosas que sí. Tengo muchas ganas de volver a hacer esa obra, la repensamos con Jimena Ríos, que está en los agradecimientos del libro. Tenemos ganas de hacer una puesta distinta a la que ya se hizo. Estamos en eso.

Otra cosa notable es que los relatos están precedidos por citas bíblicas, ¿por qué y cómo las elegiste para acompañar las historias?

Las citas las elegí porque hablan del conjunto de cuentos, pero también con esta idea de que el mensaje espiritual de la Biblia fue velado a propósito por la Iglesia. Si leés las citas, son de una enorme compasión. "Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí": es inmensa esa cita, no cierra nada. "Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida": ¡es de una ternura! Decirle a un adolescente eso no tiene nada de bajalínea. Muchas veces pasa que cosas que escribo con complejidad y con muchas preguntas son tomadas para un lado que simplifica, y es un riesgo. Me da mucha lástima cuando alguien clausura una lectura, pero lo que vos escribís no es tuyo, los lectores pueden hacer lo que quieran con lo que vos escribís. Pero también es cierto que aparecen muchísimos lectores que sí ven la complejidad.

¿Creés que está desapareciendo el lector que espera más preguntas que respuestas?

Lo interesante sería que no desaparecieran los escritores que quieren más preguntas que respuestas. Me parece que sí, que hay una tendencia a simplificar, a dividir. A partir de los libros, pero también mucho a partir de los medios, de las redes. A mí me impresiona la falta de conciencia que hay sobre la bajada de línea que hay desde, por ejemplo, Netflix, estupidizándonos a una velocidad... Pero siempre fue el trabajo de los artistas, visibilizar eso. Siempre existió el consumo cultural y el arte, como dos cosas distintas. Es muy difícil no dejarse vencer por la dormidera, porque además es un mundo que te exige ganar dinero, todo está visto desde el consumo, el éxito está visto como éxito económico. Y esa es la dormidera. 

¿Por qué escribir, por qué seguís escribiendo libros? ¿Por qué creés que un libro puede ayudar a pensar? Que la literatura puede, de algún modo, intervenir.

Cada tanto me da miedo de que ese no sea el modo ahora, pero es lo que sé hacer. También me ofrezco a estar presente y a tratar de hablar y de irradiar desde lo que yo siento y pienso. Pero es el modo que conozco. Ojalá este libro haga pensar y conversar y preguntarse. Lo que vende no es esto, lo que vende hoy en día es lo radicalizado, me parece. 

En tu caso empezaste a publicar después de los cuarenta, ¿lo viste alguna vez como un modo de ganarte la vida?

A los cuarenta y seis, sí. No, yo con los primeros libros de hecho seguía dando masajes y clases de movimiento. Lo que sí, comencé a tratar de vivir más de los talleres; obviamente que el tema económico se plantea. Cuando no se venden libros, vos no podés por eso transar; yo creo que es mortal para la creatividad, para la integridad de tu alma, transar. Yo podría escribir un best seller, con todos los ingredientes que sé que funcionan: los temas míos son best sellers, si yo quisiera abordarlos de ese modo. 

Pero seguís eligiendo escribir a tu modo.

No sé si elijo, es lo que me sale.

Y de este conjunto, Con la espada de mi boca, ¿cuál creés que es relato el más distinto?

Quizás el más distinto es "Pedazo de mí": ese cuento me costó años. Surgió de un ejercicio en un taller de dramaturgia: nos dijeron que busquemos una noticia en el diario que nos conmoviera, y fue justo cuando una brasilera, hace unos años, ahogó a su hijo en el jacuzzi porque el marido la había dejado. Ese era el titular. Como dice Alice Munro en el prólogo a Lunas de Júpiter: mientras más lejos empiezo un tema, más alejado de mí misma esté un tema, más se va acercando a mí. Y a veces los temas más personales más se van alejando, porque hay una distancia que necesitás. En realidad yo empiezo a veces por algo que me contaron y me voy acercando a mí sin darme cuenta, capaz que más que cuando empiezo por algo realmente autobiográfico. Y más de lo que quisiera: ¿quién quiere acercarse o sentir que toca el lugar donde una madre puede matar a un hijo? Fue terrible, y sin embargo me mandé: horror haber escrito eso, pero es lo que mi escritura me estaba pidiendo. Sí, a veces te horrorizás de lo que escribiste, y a la vez está la necesidad profunda de compasión. Lo que decía Henry James: nada de lo humano me es ajeno. Bueno, ese cuento fue entrar en ese lugar.

Escribir es rarísimo...

Es rarísimo, porque no sos vos; sos vos, pero no sos vos. Es la humanidad. Es la condición humana en lo que entrás. Es entrar a un río: sos una más en un río, sos una vida dentro del río de la vida. La vida pasa a través de mí, a través de todos los que están en este momento conmigo y los que no; antes no estaba yo, pero la vida estaba, y después de mí va a seguir la vida. Tener esa conciencia. ¡Y además, cuántos escribieron antes y cuántos van a escribir después! 

Y al terminar de escribir un cuento así, ¿en qué estado salís del río?

Totalmente vaciada. Como si me hubiera ido la sangre del cuerpo. Meterte en cosas emocionales de esa intensidad, te deja... Lo único que después te rearma, es cuando un lector se conmueve. Te hace decir: bueno, no fue en vano. Yo no sé si salís indemne de escribir un cuento como ese. Yo no sé si salís indemne de intentar narrar con honestidad ninguna experiencia humana. Podés verlo como un enriquecimiento en cuanto a tu capacidad de empatía con otros. Somos casas inmensas, llenas de habitaciones. Algunas las conocemos, otras no. Hay altillos, sótanos, cuartitos de guardar mugre. La lectura, para mí, y la escritura, me permiten abrir más puertas de esa casa. Tenés una casa que está muy deshabitada cuando no abrís esas puertas. Entonces podés verlo como estar habitando más la complejidad de tu gigantesca mansión, conociendo los cuartitos oscuros. Pero también, cuando abrís los sótanos, abrís las habitaciones luminosas. Si vos te negás a entrar al sótano, la habitación más luminosa de tu casa tampoco la vas a conocer. Es un desafío.  

 

 

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