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Iván Noble: “En la literatura me siento más libre que en la música”

Presenta su libro Como el cangrejo

"Ya estoy un poco harto de escribir canciones", le dijo a Luciano Lamberti. Noble acaba de publicar Como el cangrejo (Galerna), un libro de crónicas de gira. "Yo siento que las canciones que estaba haciendo se estaban empezando a morder la cola. La escritura en ese sentido abrió como una ventana (...) Me gustaría imaginarme en el futuro más sentado escribiendo que saltando arriba de un escenario".

Por Luciano Lamberti. Foto gentileza Galerna.

 

Iván Noble acaba de publicar Como el cangrejo en editorial Galerna, un libro que recopila crónicas de viaje y de gira. Noble nació en 1968, en Buenos Aires, es músico y actor, y se hizo conocido por su rol de frontman en Los caballeros de la quema durante los años 90. En el 2002 comenzó su carrera solista.

Hablamos una mañana calurosa en el bar de Eterna Cadencia. Noble venía de una noche de alcohol y pidió un café negro y dos medialunas.

 

¿Cómo surgió este libro?

Lo armé sobre todo gracias a Gonzalo Garcés, editor de Galerna. Fui venciendo cobardías. Y torpezas, también. Me entusiasmé, me pareció que era lo primero que tenía que pasarme. Y ya estoy un poco harto de escribir canciones. Tengo la sensación de que medio que ya escribo siempre lo mismo. Y supongo que también debe pasar en literatura, pero tampoco es un asunto tan incómodo. Al fin y al cabo, a medida que se va angostando la vida, tengo la impresión de que los intereses personales y las obsesiones y los demonios son siempre los mismos. Salvo que escribas, no sé, ciencia ficción, o cosas donde la trama sea muy fundamental, el tipo de literatura que últimamente me gusta es más de piel para adentro. Y las obsesiones son siempre tres o cuatro. Yo siento que las canciones que estaba haciendo se estaban empezando a morder la cola. La escritura en ese sentido abrió como una ventana. La canción es un género con reglas muy precisas, con una jaula que le pone la música en términos de duración, de métrica. Es como un corsé. Después de muchos años de escribir canciones tuve la impresión de que intentar escribir relatos me iba a dar un poco de aire en lo personal y por otro lado era una forma de poder hablar de vos, que en las canciones es un poco más difícil. Yo había tenido una primera aproximación hace unos años con un libro de poemas muy chiquito compartido con Cucurto. El mío se llamaba De tal palo y el suyo Basta de escribir novelas. Eran dos libros en uno. Pero era poesía, lo que se parece a las canciones. La literatura es una cosa nueva para mí, siento que hay una valentía y un oficio bastante difícil.

Vos estudiaste sociología, ¿no?

Sí, no la terminé. Arranqué en el 86, hasta el 89 fui un alumno considerablemente bueno y después empecé a trastabillar. Simultáneamente empecé a escribir canciones y a cantarlas. Empecé a convertirme en un estudiante crónico, y ahí nunca más volví. Ya estaba desentusiasmado, desencantado, y aburrido. Pero era lector. Tenía que leer mucho para la facu pero yo leía ficción todo el tiempo, lo que a mis compañeros les llamaba la atención. Eran tipos que leían Weber, Marx, qué sé yo. El hábito de lectura era de mi casa, de mis viejos.

¿Tus viejos eran lectores?

Sí. Mis viejos tenían una biblioteca no demasiado grande, porque éramos clase media. Mi viejo era dermatólogo, mi vieja profesora de cerámica y muchos años después sicóloga social. Pero me parece que fueron como hijos del boom de la literatura latinoamericana. Había libros en casa, siempre. Hay algunas ediciones que en algunos años van a ser legendarias. Primeras ediciones de libros de Onetti, libros del Turco Asís. Mucho latinoamericano. Mucho Pavese. Igual nunca me hincharon los huevos para que lea. No había como un mandato. Y creo que lo agradezco, que hayan estado a mano y nunca me hayan obligado a leer.

¿Empezaste de chico a tocar la guitarra?

No, yo empecé a tocar la batería a los doce, trece, catorce años. Un tipo que yo quise mucho, que fue como un padrino para mí, me compró la primera batería. Y ya en las bandas del colegio, muy olvidables, yo escribía las letras. Después empecé a tocar la guitarra, muy limitadamente, como hasta el día de hoy, y de ahí de a poquito me mandé a escribir. Y a esta altura estoy estudiando piano, que es muy hermoso pero muy frustrante. No está mal encontrarse con torpezas nuevas a esta altura de la vida. O reconocerlas, por lo menos. Lo uso para componer. Meto los garfios, acordes. Igual es un poco lo que hablábamos: yo no me imagino tanto tiempo cantando. Me imagino, por ahí es un clishé, viviendo frente al mar, escribiendo. Por ahí se convierte en algo genuino. El “quiero ser escritor” como el “quiero tener un bar en la playa”.

Lo que se lee en el libro, que a mí me parece de crónicas de gira, es un cierto cansancio del mundo de la música, y de ahí proviene el título, la idea de volver a otra clase de entusiasmo.

Hay mucho de eso. Yo quería que no fuera un mero anecdotario. Esos fastidios, esos comienzos de crisis, los puede tener cualquiera a mi edad. No son exclusivos de un cantante. Me dijo alguien que parecía un “road libro”. Y me gusta eso.

¿Qué te dio y qué te quitó el rock?

Me dio un oficio. Me dio un montón de chicas. El ochenta por ciento de las chicas con las que estuve las conocí por el rock, incluida mi ex mujer (Julieta Ortega), o sea que también me dio un hijo. Me dio cierta calle, entendido eso como cierto roce con la gente y con algunas adversidades, sobre todo al principio. Y prosperidad. Yo trato de acordarme siempre de que la vida te puede cachetear en quince segundos y terminás en la lona. Estoy por cumplir cincuenta y tuve una vida más afortunada que muchos de mis amigos. En términos familiares también, mi viejo se levantó toda su vida a las cinco y media de la mañana para laburar, era hematólogo. Mi vieja se tuvo que hacer de abajo, era la clásica hija de inmigrantes a la que no mandaron al colegio porque no había guita para todos, hasta el día de hoy es muy lectora por eso, como una forma de paliar eso. Qué sé yo. Trato de ser agradecido porque sería muy ingrato de mi parte no acordarme de todo eso. Ojalá que lo merezca. Sobre todo es un oficio. Ahora cumplo cincuenta y veinticinco años oficiales de cantar. Cuando me pregunten qué supiste hacer: canciones. Otros saben hacer libros, otros mesas, otros edificios. Yo hago canciones. Y me gusta. No sé qué hubiera hecho como sociólogo. Probablemente nada interesante. ¿Y qué me quitó? Nada. Sería un poco desagradecido. Me quitó cierta, muy pequeña, privacidad. En algunos momentos estuve un poco más expuesto de lo que hubiese preferido. Pero son daños mínimos, porque esa exposición te da beneficios. Ahora me cansa un poco viajar, ponele. Todo eso, la aventura, ya no.

¿Es verdad ese mito de los camarines?

Afortunadamente sí. Por eso te digo. Porque al fin y al cabo los intereses en mi caso son ramplones. Yo nunca quise conmocionar la cultura popular. Me gusta hacer canciones, que son canciones breves, como a casi todos. Llevo adelante el oficio con respeto y con entusiasmo. Termino de cantar y no se modifica ni un centímetro el panorama de la cultura de la época con nuestras canciones, pero sí conocemos chicas.

¿Y qué modelo tenés en el sentido de cantautor?

A mí me gustan los que trabajan mucho la letra. Cohen, Tom Waits. Y los tangueros, me parecen increíbles. Son como orfebres de las palabras. Tipos que se sentaban y escribían palabra por palabra. Creo que eso se fue perdiendo, con el tiempo. A pesar de que el rock también tiene cierta tradición. Que después se perdió. Es una decisión manifiesta de muchos colegas míos. Yo conozco muchos pibes que dicen: la letra no sé, para mí es un quilombo. En general el rock nacional le ha prestado más atención a la hechura musical que al texto. Martínez, ponele, hasta Spinetta, pasando por el mejor Fito, Charly ni hablar. Hay tipos que tienen intención. Pero hay otros que consideran que es una molestia la letra de una canción. O que a lo sumo tiene que acompañar musicalmente valga la redundancia a la música. A mí me gustan más las canciones con texto, los tipos que cuentan. Por más que eso vaya incluso en detrimento de la música. El género cantautor también a veces peca de lo contrario, mucha información, mucha declamación, mucho mensaje. Es de cantautor de los setenta. Bueno, si eras Dylan, si eras Serrat al principio. Se pone como soporífero. Pero los que lograron el equilibrio entre esas dos cosas son los interesantes. Hoy en día prefiero canciones que tal vez no digan tanto en lo musical pero tengan momentos que sean como estiletazos al alma. Lo mismo que en los libros. En las canciones a veces subrayaría una línea de una canción, una idea.

¿Cuál es la diferencia entre escribir una canción y la entrada de una crónica?

Más libertad. Cuando escribo canciones agarro la guitarra o ahora también un poco el piano, imagino una melodía, tarareo una melodía y eso me va llevando a un cierto estado de ánimo que imagino para una letra. Pero ya la melodía tiene una duración, tiene un ritmo. Sé que la literatura también tiene una duración y un ritmo, pero como no lo conozco todavía voy a campo traviesa. Las canciones tienen un alambrado que es la música. También una cosa que pasa en la canción es que lo quieras o no, lo sepas o no, hay momentos que tienen que tener cierto impacto, cierta búsqueda de complicidad o empatía con el tipo que escucha, y cuando escribí estos relatos me sentí más libre, más huérfano también. Sentí que podía correr a campo traviesa, a pesar de que sean textos cortos. No sentía el compromiso que siento con algunas canciones, la búsqueda de ese efecto.

¿Y escuchás música nueva?

No, no mucho. Creo que tiene que ver con que a esta altura, para mí escuchar música es más un ejercicio emocional que meramente musical. Escucho las canciones o los artistas que escuché hace mucho. Cuando pongo un disco no pongo solamente un disco sino un momento de mi pasado. Y me emocionan las canciones que me emocionaban hace veinte años. Y con las cosas nuevas que suelo escuchar, a algunas las aprecio, me doy cuenta de que pueden estar muy bien, pero no siento que me vaya a volar la cabeza. Y una cosa que me pasa con las bandas nuevas es que, como se dice ahora, no siento que me estén interpelando. No siento que me hablen ni me sucedan ni me hagan plantearme asuntos. Yo creo que tuve la suerte de crecer con discos muy hermosos y canciones tremendas, entonces es inevitable casi después comparar. Si yo crecí escuchando “Viernes 3 am” de Charly, es inevitable que ante lo nuevo diga: andá a escuchar eso. Es injusto, por supuesto. Es una mirada muy conservadora. Pero con la literatura no me pasa lo mismo. Me interesa leer cosas nuevas. En música termino siempre en los clásicos. Una cosa que me pasa con los años es que escucho mucha música que no tiene que ver con el rock. Mucha música instrumental. Sin entender un pomo. Pero a los cantantes de jazz, como Sinatra. Música clásica, absolutamente de paracaidista. En general el rock dejó de ponerme la piel de gallina. Lo que me sigue poniendo la piel de gallina es Charly, los Beatles, Pink Floyd, Zeppelin, Police, Lou Reed. Seguro me estoy perdiendo cosas, pero siento que ya estoy grande para sentarme a escucharlas. No me vanaglorio de eso. Me cuesta entrar y disfrutar de esos entusiasmos.

¿Y qué se viene ahora?

Tengo ganas de hacer, en términos de superstición y de lugar común de los cincuenta años y de los veinticinco de oficio, un disco de repaso. Sentarme a mirar cuáles son para mí los mejores canciones que escribí y reversionarlas, cantarlas con amigos. Durante mucho tiempo dije, ojalá que cuando termine de escribir canciones, pueda llenar un TDK de noventa minutos. Con eso me basta. Me gustaría saber ahora si ya tengo ese número, que podría usar como credencial. Me gustaría que mi hijo, cuando sea grande diga: hay quince canciones de mi viejo que no estaban mal. Porque son muchos discos, y muchas canciones, tal vez demasiadas. Están también los tipos que escribieron canciones enormes, Discépolo creo que escribió veintinueve tangos, treinta y uno, no sé, poquitos. Y me gustaría seguir escribiendo. Que este libro no sea un berretín, o un recreo del cantante. Hay tipos que yo admiro mucho como músicos y que se han convertido en escritores. Chico Buarque, por ejemplo. O Cohen, que fue poeta antes de músico y escribió las novelas ya como músico. Ojalá que aprenda a hacerlo. Me gustaría imaginarme en el futuro más sentado escribiendo que saltando arriba de un escenario.

 

 

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