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Julia Deck: "Experimento en mis personajes cosas que yo no me animaría a hacer"

Y su nueva novela, El triángulo de invierno

Después de Viviane Élisabeth Fauville, premio a la Primera Novela de la Universidad de Artois, Eterna Cadencia Editora publica una segunda novela de la escritora francesa nacida en París en 1974. "Decidí que quería ser escritora a los 10 y publiqué mi primer libro a los 38, así que tuve 28 años de espera", cuenta.

Por Valeria Tentoni. Foto de Helene Bamberger.

 

"Pongamos que usted tiene unos treinta años. Hace más o menos trescientas mil horas que está apendiendo a conocerse, incluido el tiempo del sueño, que ofrece tanta información sobre quien duerme como los momentos de vigilia. (...) Y resulta que ahora tiene que cambiar de lugar. Salir de su más íntima guarida para fijar el domicilio en otro lugar, en la cabeza de Bérénice Beaurivage, de quien usted no sabe nada salvo que en la pantalla parecía una mujer que valdría la pena encarnar, con una vida fácil, un amante seductor, mucho dinero". Esto se lee promediando El triángulo de invierno, la segunda novela de la francesa Julia Deck que Eterna Cadencia Editora publica en Argentina, de título astronómico y traducción de Magalí Sequera.

Como en Viviane Élisabeth Fauville, en este libro el nombre tendrá un peso radical, y también su protagonista será una mujer, joven adulta que discute, con sus acciones, los cánones de normalidad que se espera cumpla. 

"Siempre me aterraron las personas que se consideran a sí mismas normales", nos decía en entrevista al respecto del libro con el que la conocimos. Para conocer más sobre este otro, conversamos con la autora nacida en París en 1974, en horario francés y por videollamada, cruzando el calor europeo con el frío del sur.  

 

Es tu segundo libro en Argentina, país que visitaste por primera vez en un Festival Filba. ¿Cómo fue la experiencia de esta recepción?

¡Estaba muy entusiasmada! Fue un poco raro porque para cuando llegué a Argentina con ese libro habían pasado ocho años desde que lo había escrito, y ya tenía otros nuevos. En ese momento, en Francia, yo estaba comenzando la gira por mi cuarto libro. Me tomé una pausa de cuatro días para ir a Buenos Aires para presentar el primero, y quedé un poco mareada, no sólo por el jet lag sino por el cambio de un libro a otro, pero fue maravilloso. Es maravilloso ver que un libro que escribiste casi diez años atrás tiene vida propia y continúa su camino.  

Tu cuarto libro es Propiedad privada, ¿fue entre esos dos libros que te encontrabas? Si bien aquí todavía no lo leímos, en este segundo libro sí podemos decir que aparece el tema de la propiedad privada. ¿Ves relación entre estos dos? ¿Creés que tus libros hablan entre sí?

Creo que definitivamente hay ciertas obsesiones que vuelven y vuelven. No intencionalmente, porque siempre intento trabajar en algo lo más diferente posible a lo que acabo de escribir. Y eso nunca funciona, por supuesto, porque las obsesiones regresan. Una de ellas es, sin dudas, la cuestión del hogar y la habitación de un espacio. "Sentirse en casa". Y sí, en mi primer libro la protagonista se acaba de mudar y en el último, Propiedad privada, los personajes acaban de comprar una casa. Y en El triángulo de invierno, básicamente, la protagonista es una homeless, en el sentido de que va de casa en casa. El tema de la casa, tener o no tener una, es definitivamente una obsesión que tengo. La ansiedad de encontrar un lugar en el que sentirse a salvo y cómoda, tener un espacio para una misma.

La protagonista de El triángulo de invierno, además, se muda de ciudad en ciudad. ¿Por qué lo decidiste así y cómo lo trabajaste?

Sí, me interesaba esta sensación que experimenté varias veces: podés sentirte en casa en lugares que no son el tuyo. Podés sentirte extremadamente cómoda en lugares muy distintos a lo que ya conocés. Mientras trabajaba en este libro quise crear ambientes lo más diferentes posible a los de mi libro anterior. El primer libro transcurre en París, una gran ciudad con mucha gente, y para esta novela quería escenarios bien distintos, así que fui a puertos donde el horizonte está totalmente abierto, frente al mar, y hay menos gente. Así que visité muchas ciudades de Francia a las que nunca antes había ido, fui a explorarlas, interesada en particular en lugares que habían sido reconstruidos después de los bombardeos de la Segunda Guerra, lugares que tuvieron que recrearse a sí mismos. Hay una especie de eco entre estos lugares y la protagonista, que debe recrearse a sí misma constantemente.

El cuarto de hotel es uno de los escenarios de esta novela, ¿cómo pensaste ese espacio?

Es extraño, pero yo me siento muy en casa en los hoteles. Hay gente que ni ni siquiera puede dormir en los hoteles, pero después de mi primera novela tuve que viajar mucho con ella -y eso es algo que descubrí por entonces y no sabía, todo lo que los libros me iban a hacer viajar en estos tours de autores, de una ciudad a la otra, conociendo gente todo el tiempo. Eso fue bastante impresionante para mí al principio, porque es tan distinto a escribir, que es una actividad tan solitaria y quieta... Pero gradualmente comencé a disfrutarlo, y a pensar ¡quizás podría vivir así! Si bien esta protagonista no está en tan buena situación, sí es cierto que mis personajes tienden a explorar cosas que sueño hacer pero que no me atrevo a hacer. 

Y ella elige cumplir el papel de una novelista, elige una vida de escritora, pero no escribe. ¿Cómo la diseñaste?

Hay mucha ironía en este punto. Yo quise ser escritora durante mucho tiempo, mucho antes de publicar un libro. Decidí que quería ser escritora a los 10 y publiqué mi primer libro a los 38, así que tuve 28 años de espera. Obviamente había leído un montón y era una buena estudiante, pero la idea de ser escritora era tan difícil de reconciliar con la realidad; la realidad y la imagen de los escritores que nos llegan de revistas y diarios y entrevistas. Así que comencé a fantasear acerca de esa vida, pero la realidad de la escritura era tan distinta de eso que tuve que negociar con esta idea. Yo también creí que perdía mi identidad, que el suelo era muy inestable. Lo que sucede en el libo obviamente va un poco más allá, porque lo que ella tiene en mente es una caricatura y yo nunca fui tan lejos. Pero sí estaba muy fascinada con algunos autores, y habiendo publicado entendí que se trataba de una realidad que no podría haber imaginado antes de atravesarla por mí misma.

¿Recordás cuáles eran los autores que te maravillaban cuando eras chica y te proponías ser escritora?

No recuerdo especialmente a ninguno, y mi gusto en cuanto a escritores va cambiando constantemente, tiene mucho que ver con la edad y con los asuntos que me atraviesan en cada momento. Por esa edad estaba más obsesionada por estrellas pop que otra cosa, músicos, actores y actrices. No creo haber desarrollado nunca una relación duradera de admiración con ningún escritor o escritora. Cuando comencé a escribir seriamente sí leí con mucha aplicación a los novelistas que mi editor francés descubrió en los ochentas, como Jean-Philippe Toussaint y Jean Echenoz. Puedo decir sinceramente que me enseñaron a escribir. Observé muy de cerca cómo manejaban situaciones, descripciones. Los leí desde un punto de vista muy técnico.

Escribiste una primera novela que luego descartaste y la que conocemos como tu primera novela es, en realidad, la segunda. ¿Por qué?

En cierto modo, la primera la escribí para mí: había estado intentado terminar una novela durante tanto tiempo que necesitaba hacerlo así. Al resto de mis libros los escribí para un lector externo, considerando que alguien más iba a leerlos. Y eso hizo la diferencia. Trabajo una y otra vez en el mismo manuscrito hasta que puede ser leído por alguien más. La pregunta por el lector es muy importante, en mi opinión. Para quién estás escribiendo. No es que tenga una persona en particular en mente, pero una novela definitivamente es un libro que se escribe para alguien más. Y las primeras novelas tienden a ser muy autobiográficas, siento que tenés que atravesar eso, incluso aunque siga siendo personal; digo, hay muchas cosas muy personales en Viviane... Pero cambiadas, modificadas para lograr una trama, con personajes y demás.

En El triángulo de invierno, Bérénice está "escribiendo" un libro que no escribe durante la novela, toma notas. ¿Cómo imaginás ese libro?

Volviendo al asunto de las obsesiones adolescentes con las estrellas pop, creo que ella está más en ese periodo: es más bien como una niña, porque está fantaseando con que hace cierta cosa que obviamente no puede hacer. Apenas puede escribir, no lee nada y está totalmente fuera de realidad. Fantasea con la idea de ser escritora, del mismo modo en que yo lo hacía cuando era una adolescente. Es algo muy cercano a lo que yo viví, pero muy distorsionado. Exagerado. Ella no está interesada en la escritura sino en ser escritora, en tener la imagen, la reputación de una escritora. Y como es una buena impostora, probablemente sea mejor actriz que novelista. Pero no hay nada sólido detrás de esa imagen.

Solés problematizar lo que entendemos por normalidad, decís que la normalidad es lo que más te asusta, y Bérénice es otro personaje que podríamos definir como una border: no tiene trabajo ni quiere tenerlo, no se preocupa por el dinero, roba, no tiene casa propia. ¿Cómo pensaste estos aspectos?

Bueno, ¡es que yo tuve tantos trabajos en la vida durante tantos años en los que me aburrí tanto! Pasé tantas horas de mi vida en oficinas haciendo cosas que... sinceramente, era un aburrimiento palpable. Fueron unos años increíblemente frustrantes. Yo tenía la idea de que tenía que tener un trabajo serio, pero no estaba claro qué era un "trabajo serio": asociaba a la seriedad con el aburrimiento. Pero claro, había que pagar las cuentas y todo el mundo sabe que no se gana dinero cuando comenzás a escribir. Me daba tanto trabajo reconciliar lo que quería hacer con lo que tenía que hacer para pagar el alquiler, creo que me costaba lanzarme a hacer lo que realmente quería hacer, como el periodismo. Pero, a la vez, me incomodaba el periodismo, porque también es escribir, y pensé que me sacaría demasiada energía creativa para la ficción. Hay personas a las que les funciona, pero yo no tengo tanta energía creativa, así que pensé en hacer algo completamente distinto para ganarme la vida y separar tiempo para escribir. Y después no tenía tiempo. Ese periodo duró bastante, así que puedo entender la frustración que tiene Bérénice, si bien nunca tuve lo trabajos que tiene ella. Al final, ella decide abandonar todo eso, pero es capaz de hacer cosas ilegales, criminales, que yo soy incapaz de cometer. Así que, otra vez, experimento en mis personajes cosas que yo no me animaría a hacer.

 

 

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