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Mariana Enriquez: "Yo reivindico la literatura popular"

Por Luciano Lamberti

“Suelo decir que no escribo con un policía sobre el hombro y creo poder mantener eso. Pero se siente la presión, a veces”, respondió la Premio Herralde en esta entrevista imperdible hecha por otro escritor con quien comparte universo de lecturas e intereses. Luciano Lamberti y Mariana Enriquez piensan alrededor de Nuestra parte de la noche (Anagrama).

Por Luciano Lamberti. Foto por Marc Llibre Roig.

 

 

Mariana Enriquez nació en Buenos Aires, en 1973. Ha publicado las novelas Bajar es lo peor (1995), Cómo desaparecer completamente (2004) Chicos que vuelven (2010) y Este es el mar (2017), los libros de cuentos Los peligros de fumar en la cama (2009) y Las cosas que perdimos en el fuego (2016), que le significó renombre internacional y fue traducido a más de una docena de idiomas, así como su libro de crónicas Alguien camina sobre tu tumba y el perfil de Silvina Ocampo La hermana menor.

Hablamos una mañana en El Coleccionista, antes del apocalipsis, acerca de Nuestra parte de noche, su última novela, ganadora del Premio Herralde: una novela gigantesca, ambiciosa, donde se mezcla la historia argentina con las intrigas de una secta capaz de comunicarse con la Oscuridad.

 

¿Cuáles creés que son los elementos que debería tener una novela “popular”? ¿Qué hace que a una novela la lea mucha gente?

No lo sé, es algo muy misterioso. El mercado es tan grande que incluso la fórmula best seller puede fallar. Tampoco vienen mal las campañas de marketing fuertes o los premios, pero en los dos casos puede no dar resultado y la gente termina leyendo a Karl Ove Knausgård (me incluyo), un autor que escribe sobre ser escritor, ser hombre de familia blanco y ser escandinavo, cosas con las que muy poca gente puede tener cosas en común. En todo caso, yo reivindico la literatura popular, donde la de género suele estar bien rankeada. El señor de los anillos, Harry Potter, Juego de Tronos (ok, gracias a la serie, pero igual), Stephen King… Lo que me parece interesante es que el género es popular. Hablo de ciencia ficción, fantasy, terror. Hay una mirada sobre que son geńeros menores, pero son exitosos.

¿Ser una escritora popular fue parte de tu proyecto desde el comienzo? Cuando empezaste, todo lo relacionado con eso era "mala palabra" para la literatura argentina. Digo, en relación a la literatura más "seria".

Yo no estudié letras y no me formé con escritores, de hecho no conocí a ningún escritor salvo, no sé, en la Feria del libro, hasta después de haber publicado. Así que no tenía noción de qué connotación tenía, entonces, lo popular. De verdad: ninguna. Yo leía libros populares y tragedias griegas con la misma intensidad. Así que no fue un proyecto de ninguna manera porque no había proyecto ni demasiada idea. Ahora no soy popular por una cuestión de números y ventas (popular es JK Rowling, en mi manera de ver las cosas) pero si, por supuesto que me gustaría ser una escritora popular, pero una vez más, sin plan, haciendo lo que me gusta hacer.

¿Porqué la literatura argentina es más académica que popular? ¿Tiene que ver con el mercado, con las formas de legitimación?

La literatura argentina tuvo autores de gran popularidad: Soriano sigue vendiendo mucho, las mujeres de los 60-70 (Guido, Lynch, Bullrich), ahora mismo Claudia Piñeiro… El tema es dónde hacés el corte. Por qué considerás algo “académico” y a quién le interesa ponerlo ahí. No sé si tiene que ver con el mercado: la Saga de los Confines de Bodoc fue un éxito comercial muy grande y a quién se le hubiese ocurrido que podría serlo una saga de fantasy argentina con mitos latinomaericanos. No lo sé, no tengo una respuesta. Supongo que tiene que ver con legitimación y con la idea aún persistente de que si es muy popular quizá no sea tan bueno, lo que deja ver cierto elitismo que no es para nada raro entre escritores. Es posible que eso cambie un poco con escritores de diversas clases sociales y diversas influencias, pero no es algo que yo pueda evaluar.

¿Cómo pensás La hermana menor dentro de tu poética? A despecho de la tradición argentina realista de la clase media, ¿te interesa más retratar las clases altas y su decadencia?

No necesariamente, pero fue bastante importante para este libro porque la familia de la Orden debía ser rica e impune: entonces me sirvió mucho investigar a Silvina y su entorno. Pero no hice ninguna investigación periodística ni en términos de dar más que un verosímil literario. También en ese sentido es una influencia invisible Mujica Láinez.

En Las cosas... trabajás duro con los temas del presente (las luchas de género, noticias del diario, etc): ¿creés que tu literatura te ofrece una forma de metabolizar lo real? Y en ese sentido ¿en qué se diferencia la literatura del periodismo?

No sé si metabolizar, pero me gusta la literatura que dialoga con su época de alguna manera, más o menos directa, la mía es bastante directa (hablo de escribir: para leer me gustan todo tipo de cosas). Se diferencia del periodismo en que con las historias que tomo de lo "real" hago lo que quiero: las distorsiono, las cambio, las combino, les falto el respeto, todo lo que el periodismo no debe hacer, todo lo que es lo contrario al periodismo. El periodismo tiene responsabilidad y trabaja con datos: por supuesto distorsiona, por supuesto no es "objetivo", pero nunca es imaginación ni distorsión falseada (o no debería serlo nunca: otra cosa es el error).

¿Cómo escribiste la novela? ¿Partiste de una planificación? ¿Y porqué decidiste mezclar distintos registros (la tercera persona, la primera, la crónica) para contar esta historia?

Tuve una idea muy elemental en 2015, suponte, algo así como secta de ricos, adoran a un dios que produce dolor, un poco Cenobitas pero de este lado. Cuando me senté a escribirla, eso pasó a ser parte de la trama, y la Orden y la Oscuridad protagonistas un poco secundarios pero fundamentales. Mi plan, sin ser rígido, tenía cuatro partes: la primera que empezara tipo gótico sureño y se elevara hacia Lovecraft, la segunda muy King-Spielberg siniestro (el de Poltergeist), la tercera medio victoriana incluso epistolar (cambió por completo), y la última horror más weird (también cambió). Fui modificando esa estructura y agregando cosas según lo iba pidiendo la trama porque en una novela yo creo que siempre se va un poco a ciegas. En ese agregar cosas para contar entró la falsa crónica y cambiar los puntos de vista. La primera persona fue la última en aparecer, cuando decidí que esa parte iba a tener ciertos guiños victorianos, pero que iba a ser más un texto medio novela inglesa esotérica u oscura de los 60 ingleses, tipo Fowles o Colin Wilson, pero en primera persona de una mujer. También quebrar con una primera persona femenina era importante: las únicas primeras personas son de mujeres.

Hay dos influencias que nadie vio, creo, centradas en la figura del padre / hijo. Fantasmas, de Peter Straub y Ojos de fuego, de King. ¿Pueden haberte inspirado, más allá de tu conocida elección por La Carretera, de MacCarthy?

Claro. Ojos de fuego sin duda alguna, y es cierto que nadie lo vio. Es una influencia silenciosa: no volví al libro para escribir la relación de Juan y Gaspar pero siempre tengo presente esa relación, especialmente el padre enfermo (también está enfermo el de La carretera). Y las migrañas están tomadas directo de ahí, y en general de la idea de que la persona con poderes sobrenaturales hacen esfuerzos que se reflejan en sus cuerpos (también le pasa a Carrie). Lost Boy Lost Girl (así se llama Fantasmas en inglés, es confuso porque Straub tiene otra que se llama Ghost Story) había sido una influencia anterior, en el cuento “La casa del Adela” de Las cosas…, un cuento que exporté a la novela. Así que se arrastra. Pero Straub en general me influencia, hay otro libro Houses Without Doors que fue muy importante para pensar ciertas miradas en Nuestra parte de noche, sobre todo en las partes más realistas, de los barrios y los adolescentes.

¿Hay una relación directa entre el mal y el poder político y económico en la novela?

Directa, directa no. Pero hay una relación que es bastante explícita entre la orden y el sostén de un poder que va cambiando de cara pero siempre es explotador y rapaz. No creo que sea exclusivamente un poder “argentino”, excede lo local.

¿Juan es esa clase de personaje moral y sexualmente ambiguo del que podrías enamorarte en la vida real?

¡Ja! Sí, claro, pero siempre me enamoro de mis protagonistas. O casi siempre.

¿El terror necesita, más que otros géneros, justificarse temáticamente?

No creo. No desde el autor, creo que desde los lectores o los críticos suelen justificarlo si les gusta diciendo que excede el género o cosas así.

El tema de la herencia en la novela, ¿funciona como metáfora social, de la herencia histórica?

Sí, eso sí. Pero me di cuenta una vez terminada la novela de qué estaba hablando. De cortar la memoria, de que te secuestren de tu familia y te críe otro, de si la herencia política y nacional es una condena o es posible desprenderse de ella. De si un padre puede evitarle a un hijo la transmisión de las taras, del sufrimiento, de la historia o puede salvarlo. Al final la novela se trata de la búsqueda de la identidad de Gaspar, de cómo la pierde y la recupera brutalmente. Y también es una pregunta sobre ser padre, sobre lo filial, sobre qué hacemos con el cuerpo de los hijos. Yo no soy madre y no quería pensarlo desde la maternidad, no me interesa. Quería un par más clásico.

La última: ¿no le tenés miedo a lo políticamente correcto? ¿A caer en el discurso imperante?

Suelo decir que no escribo con un policía sobre el hombro y creo poder mantener eso. Pero se siente la presión a veces. Mucha gente me preguntó, sin mala intención aclaro, por qué siendo mujer escribía una relación padre e hijo y mis protagonistas eran hombres. Me lo preguntan porque hoy se espera de las escritoras que escriban narradoras femeninas o cuenten experiencias "femeninas". Yo no entiendo mucho ese lenguaje, francamente, cuando hablamos de literatura. Creo que estoy aún demasiado sumergida en mis obsesiones para que penetren los mandatos de cancelación, woke culture y corrección.

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