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Ulises Conti: "La verdad empieza o termina en un poema”

Y su primer libro de poesía 

"No sentirme escritor es como un truco para mí, en el buen sentido. Yo sé que cuando me empiezo a sentir escritor empiezo a escribir mal". Una entrevista de Gonzalo León alrededor de Copacabana palace, poemario del músico Ulises Conti (Buenos Aires, 1975) y tercer libro con En Auckland ya es mañana y La cinta transportadora.

Por Gonzalo León.

 

Copacabana palace es el primer libro de poesía del músico Ulises Conti (Buenos Aires, 1975), pero es su tercer libro: antes publicó el libro de narrativa En Auckland ya es mañana y el ensayo La cinta transportadora, todos por Editorial Mansalva. Conti es un conocido músico y sus composiciones han aparecido en obras de teatro y películas; su sociedad con la directora Lola Arias es de sobra conocida y viene de hace años, de hecho con ella hizo la primera colaboración sin haber ido al teatro nunca antes. En ese sentido, este músico, que publicó hace poco más de seis meses su último disco con el sello japonés que lo viene editando, es un artista arriesgado, aunque el término "artista" no le guste demasiado; se lanza a la pileta sin necesidad de comprobar si hay agua adentro. Así escribió su primer libro y así este libro de poesía.

Copacabana es un libro que parece ordenar la experiencia desde un yo bien íntimo, con flashbacks hacia el pasado que a su vez se vinculan con varias peripecias en el presente en torno a un viaje; pese a ello el autor aclara que en ningún caso es él. Hay en algunos poemas cierto aire a descomposición de la persona que sostiene la voz: “Soy una rodaja de pan lactal /pudriéndose en la heladera /en la cocina de una casa abandonada /por una familia que se acaba de destruir”. La desgracia también está aquí: “Un amigo tuvo un accidente con su moto /ayer le cortaron una pierna /iba a toda velocidad /cerró los ojos y se estrelló contra la pared de un colegio”. Y el determinismo o fatalidad: “Me gustaría volver a tener 18 /para arruinarlo todo otra vez /para equivocarme en todo otra vez”. Pese a estos tonos no hay una estética realista, al contrario, hay veces que se hace difícil reconocer la realidad.

Con tres libros a cuesta cualquiera se diría escritor, pero Ulises Conti se niega a tal denominación porque cree que eso le da más libertad. Su lugar de confort, lo tiene claro, es la música, desde ahí va explorando hacia el cine, la danza, el teatro y la literatura. El arte en colaboración ha sido una de sus características, por eso pronto en su sello Metamúsica va a editar un disco de Iosi Havilio.

 

Tus tres libros hasta ahora aluden a lugares, viajes o movimientos. ¿Eres consciente de esto?

La cinta transportadora en verdad es un juego de palabras desde el inglés, y no se refiere a la cinta transportadora del aeropuerto, sino a una cinta de audio que te transporta. Después En Auckland ya es mañana sí, porque es un diario de viaje; La cinta es un libro de ensayo sobre el sonido y mi obra desde el 2003 al 2013, y este es un libro de poemas con una historia. Ahora en cuanto a tu pregunta sí, coincido, porque tiene que ver con lo que fue mi vida estos años; desde hace un tiempo, además de tener un hijo, mi vida cambió y, entre otras cosas, viajé y mucho. De hecho mi hijo ahora viaja más que yo, y tiene sólo cinco años. En estos quince años viajé mucho por proyectos personales y en colaboración con otros artistas, y en los últimos dos años tomé la decisión de no viajar más, porque eso que había pedido como un deseo, y que está en el prólogo de En Auckland…, de algún modo se concedió, pero finalmente ese deseo cumplido se convirtió en un antideseo.

¿Es decir que ese deseo se volvió incontrolable?

Yo quería hacer música y viajar por el mundo cuando era chico, creo que es el sueño de todos los chicos, y de hecho es algo muy difícil de conseguir; sin embargo, eso se dio a tal punto y de una manera tan extrema que pedí no viajar más, porque uno termina siendo un esclavo de los viajes.

En La cinta tu concepción de ensayo no es pura, hay diario, crónica, varias formas toman tus textos, y en este libro de poesía tampoco los poemas agarran una única forma. Es como lo que decía Edgardo Cozarinsky, con quien has trabajado, en relación a que estaba en contra de un arte puro.

Es que es más sencillo: mirá, yo no sé lo que es la literatura, yo no sé lo que es un poema, realmente, es algo que excede mi capacidad, porque uno tiene acceso a un capital cultural que depende de la formación que tengas y de tus posibilidades. En ese sentido nunca fui un buen alumno ni leí mucho, en casa de mis padres había pocos libros y, por otro lado, no tenía una inquietud por la literatura ni por ninguna manifestación cultural, en fin a medida que fui creciendo fui encontrando ese interés y esa pasión por el arte, pero te diría que no recuerdo haber leído en mi infancia y tampoco que me hayan leído.

¿Cómo llegaste a este libro de poesía?

No tengo idea cómo llegué; sí con los anteriores hubo un procedimiento y un contexto determinado, en el caso de En Auckland los viajes, escribir un diario sobre esa experiencia, y en La cinta mis conocimientos sobre la música, sobre el proceso del trabajo, sobre la gente que tuvo experiencia de estar en obras mías o en proyectos. Ahora creo que es un encuentro más sucio con la poesía.

¿Más de cero?

No, de cero no, porque siempre hay una transformación, ahora no sé qué momento fue lo que lo disparó. Supongo que un deseo de contar una historia.

Da la sensación de que tus poemas en algún punto los viviste y lo que haces al escribir es ordenar la experiencia.

Sí, puede ser, pero el yo del libro es totalmente ficcionado, es una persona que va por la calle y observa lo que sucede en una ciudad tan alocada como Río de Janeiro; sin embargo, yo no me encuentro ahí, más allá de la información del libro, como por ejemplo a textos que se refieren a la madre más joven del mundo o a la playa, son historias.

Pero al ser ese yo, esa voz tan íntima, con esas informaciones, parece que quien habla fueras tú, precisamente por esa intimidad que recorre varios poemas, es como si el hablante te contara una vida.

En la idea del viaje siempre está esa instancia tan directa y tan conocida no solamente en una dirección, sino que los viajes representan también un camino aleatorio en una experiencia, es decir viajás para atrás además. Pero todo el tiempo hubo un contrato en que el libro tuviera un desarrollo ficcional.

Obviamente la voz de los poemas es una construcción, pero también hay experiencias que por su carácter de intimidad parecen que fueran tuyas; cómo piensa la voz es otra cosa, por algo usaste ese yo.

Obviamente los márgenes entre lo que es verdad y lo que no lo es son laxos. Ahora yo siento que la verdad empieza o termina en un poema, el poema mismo es una frontera, por eso digo que la poesía es ficción, porque todo lo que yo escriba pasa de una instancia de la realidad a otra. Si yo escribo una historia en primera persona y cuento que soy un mecánico de autos de carrera o un piloto de Fórmula 1, eso no quiere decir que en la realidad yo sea eso, ahora en la poesía empieza la verdad y allí soy un mecánico de autos o un piloto.

Leyendo tus poemas uno ve que siempre pasa algo, no tiene que ver con esa concepción medio contemplativa de, por ejemplo, los lake poets, que se iban a la naturaleza a contemplar lo que pasaba, en los tuyos, por el contrario, hay mucha peripecia, siempre está pasando algo.

Sí, los míos son como si la naturaleza no existiera. Pero vuelvo al comienzo: yo no me siento escritor más allá de tener tres libros publicados. De hecho cuando yo era chico amaba los videojuegos y el único lugar donde quería estar era allí, y de algún modo me refiero a esto porque si investigaste sobre algún videojuego, hay trucos, entonces yo me acuerdo que cuando uno juega mucho empieza a descubrir esos trucos, donde de algún modo tilda o hackea a la máquina. Entonces no sentirme escritor es como un truco para mí, en el buen sentido. Yo sé que cuando me empiezo a sentir escritor empiezo a escribir mal.

¿Corres con ventaja al no sentirte escritor, eso dices?

Lógico, a eso me refiero. Porque además mi lugar de confort es la música y no la escritura.

¿Cómo fue salirte de tu lugar de confort, donde de algún modo La cinta tenía muchísimo que ver? ¿Trabajaste los poemas como si fueran música?

La música tiene algo a favor y es que está en todas partes, tal vez podría decir lo mismo de la poesía, pero como soy compositor dije eso de la música. Al no ser escritor, no siento que la poesía esté en todos lados. Ahora cuando digo que la música está en todos lados, no lo digo para mí, sino para todo el mundo, porque todo el mundo puede escuchar música en cualquier lugar, no hace falta hacer un máster en Berkeley para darse cuenta de eso, simplemente es saber escuchar. Uno tiene la posibilidad de abstraerse de ese lugar tan horrendo que puede ser la realidad a través de la música y la literatura.

Ezra Pound en sus Ensayos literarios cuenta que hasta el siglo XII la música y la poesía estaban unidas, entonces la poesía se cantaba o se tarareaba, de hecho muchas de las formas poéticas que se cultivaron en el Medioevo parece que pertenecieran al territorio de la música: canzone (de donde viene la sonata) y balada.

Bueno, los griegos investigaron mucho esa geografía donde el arte, la danza, la música y la poesía eran parte de un solo arte. Casualmente, la mayoría de la música que compongo es instrumental, eso alguien me lo hizo notar la otra vez, algo que ni siquiera yo había pensado. Tampoco es que yo sea un tipo de compositor determinado, creo que mi obra musical es bastante sinuosa y diferente entre sí. Por ejemplo, el último disco mío que salió hace unos meses se llama Los efímeros, y es un disco instrumental que grabé en la Usina del Arte con quince músicos, y es de alguna manera el disco más clásico que yo he publicado en el sello japonés donde vengo publicando hace varios años. Pienso que pasaron sólo seis meses entre Los efímeros y Copacabana, que son obras totalmente distintas, y me preguntaba la otra vez cuáles eran los puentes, los túneles, los caminos entre una y otra. Pero a su vez eso que decís del siglo XII los movimientos de Los efímeros son todos nombres genéricos de composiciones clásicas.

Hay otra que se ha dado bastante en tu obra, musical sobre todo, es el arte en colaboración. ¿En Copacabana palace hubo un arte en colaboración con Francisco Garamona, editor de Mansalva, con quien también has colaborado en proyectos?

El proceso de escritura, a pesar de ser un libro breve, fue largo y sinuoso también, creo que fueron casi dos años, y tanto Francisco como el resto de la editorial (Nicolás Moguillevsky y Roberto Papateodosio) fueron parte del trabajo. Y bueno, yo tengo el sello Metamúsica, donde además de publicar obras mías, publico obras de otros compositores, con la particularidad de que hay músicos que no son músicos, como por ejemplo Francisco Garamona, Lola Arias o Iosi Havilio, que debutará con su primer disco. Iosi toca muy bien el piano y toca desde chico, y su pasión y su realidad por la literatura de algún modo lo llevó a dejar estacionada la música en algún lugarcito de su cerebro.

Más allá del arte en colaboración, da la sensación de que no fueras el típico músico que se junta con otros músicos…

No, tengo amigos en la danza, en el cine, en el arte, bueno, en la literatura. Se ve que mis inquietudes son diferentes a las de los músicos. Aunque “músico” es una palabra muy grande, muy amplia y general, donde puede referirse a alguien que haga una música berreta. Por eso digo siempre que tenemos la idea o el pulso de generalizar: uno dice los artistas, y “artista” que además de ser una palabra de la cual desconfío porque es una palabra fea, significa muchas cosas.

En La cinta recuerdo que incluiste un cuento de Lugones, pero fue el cuento entero, no un epígrafe. Fue un ejercicio muy particular de la cita. ¿Aquí hay otros ejercicios similares?

Yo los llamaría sampleos, y sí hay, pero los sampleos nunca se dicen. De hecho, quiero hacer un disco de sampleos con un amigo, que todo el disco sean sampleos, pero no decimos qué sampleamos. En el caso de La metamúsica, que es el cuento de Lugones, es un texto que descubrí más chico, tal vez uno de los primeros textos que leí y que me gustó tanto en su momento que decidí ponerle a mi sello discográfico el nombre del cuento.

 

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