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Un relato lleno de vida sobre la muerte

Por Mauro Libertella

"Efectos personales es el libro sobre el suicidio de su madre, pero es también la historia de un estado de ánimo. ¿Pero de quién, de su madre, de ella?" Así presentaba Efectos personales (Emecé), el último libro de Marina Mariasch, el autor de Mi libro enterrado.

Por Mauro Libertella.

 

 

 

 

¿Vieron ese tipo de revelaciones, de pequeñas epifanías privadas que se producen cuando estamos leyendo un libro y de pronto encontramos una frase o un párrafo que expresa un sentimiento muy simple pero que hasta ese momento no sabíamos cómo nombrar? Es algo extraordinario, como si en una especie de comunión casi espiritual nos plegáramos al texto y el texto se engancha a nosotros y a partir de entonces vamos juntos hasta el final, como una pareja, como dos viejos amigos. Me pasó muchas veces con Efectos personales, el nuevo libro de Mariana Mariasch, pero quiero ahora, para empezar, mencionar apenas uno de esos momentos.

Dice: “Todo lo que escribo lo viví, pero nada de lo que escribo lo escribo como lo viví. No sé inventar, no me interesa, me aburren los mundos inventados, me interesan las personas. Todo lo que digo es verdadero”.

Creo que esta frase define un poco el lugar desde donde este libro debería ser leído pero va mucho más allá y le imprime su código genético a toda una discusión que ya lleva demasiados años sobrevolando el cielo de la literatura argentina: ¿qué es la ficción y qué es la autobiografía? ¿Hay que encontrar una definición genérica para cada tipo de libro que se publica o es mucho mejor dejarlos flotar en una especie de gran purgatorio donde no importa demasiado si lo que estamos leyendo es una novela, un ensayo, un diario o un poema?

"Me interesan las personas", dice Marina, y creo que da en el blanco de la discusión: no importa qué recursos usemos, lo que importa es que este libro es verdadero y no hay categorías teóricas que puedan atenuar esa verdad, que es indiscutible y te quema las manos. Además, Marina es poeta y la poesía no se sabe muy bien qué es. Marina es poeta, y entonces tiene la suerte de que nadie le va a preguntar si lo que hace es autoficción, autobiografía, memoir, testimonio. Como dijo Osvaldo Lamborghini: “En tanto poeta ¡zas! Novelista”.

Efectos personales es el libro sobre el suicidio de su madre, pero es también la historia de un estado de ánimo. ¿Pero de quién, de su madre, de ella? En un ida y vuelta en el tiempo, el hilito dorado que enhebra la historia puede ser el hilo de cómo era Marina antes de que su madre saltara de la ventana de un hotel del centro un martes a las cuatro de la tarde y cómo fue después. Todo cambió luego del salto de mamá, para parafrasear el título del libro de Martín Sivak, pero el psicoanálisis diría que ese hecho traumático no inventó lo que vendría después sino que potenció, oscureció o puso a la vista elementos que ya estaban ahí y que se mantenían un poco silenciados en la historia personal y familiar de la que escribe. Así, Efectos personales emprende una doble reconstrucción. 

Por un lado, rodea la pregunta imposible, la que no tiene respuesta: ¿por qué se mató? El suicidio es el más insondable de los misterios y ni las cartas que suelen quedar en la escena pueden iluminar eso que siempre va a quedar a oscuras. “Seguramente esa habrá sido una señal, pero no la vimos”, escribe Marina en algun momento, convertida en una forense pero también en una psicóloga, en una vidente y en la detective de su propia madre. Vuelve hacia atrás por el camino de miguitas de pan que dejó su madre pero lo hace sabiendo que nunca va a alcanzar una respuesta indiscutible, definitiva. Eso hace que el camino que recorra tengo algo absurdo, el absurdo de la existencia, digamos, pero también hace que el viaje sea más libre y también más necesario. Viajar sin saber muy bien a dónde vamos.

Esa es la primera reconstrucción del libro. La segunda es más temeraria, si algo así fuera posible. En esa reconstrucción, Marina se mira al espejo, un espejo brutal e implacable que la muestra en sus más mínimos detalles. Espejito, espejito, ¿quién es la Marina anterior a la muerte de su madre, quién es la Marina que nació después? Uso la palabra nacimiento sin inocencia, porque hay un segundo parto luego de esa madrugada desastrosa en la que va a la comisaría para que le informen que su madre se mató. Efectos personales es el libro donde ella procesa, también, su separación, la relación con su hermana, las parejas que tuvo, sus tías, su padre; ese es el peligro de abrir la caja negra, adentro está todo guardado, nunca nada desaparece. Muchas veces ocurre eso: los duelos están misteriosamente encadenados y si abrimos la puerta de uno nos damos cuenta que adentro hay una maraña de nudos que esperan su turno de ser desanudados. Escribir un libro así es destrabar cada uno de esos nudos.

“Me gusta más la Marina escritora que la marina militante”, le dice en algún momento su ex marido, quizás sin entender –lo entenderá ahora, cuando lea el libro– que ella encontró en la militancia una cofradía de personas dañadas con las que hacer comunidad. Efectos personales puede leerse como un libro sobre la soledad, y como un libro sobre los otros. Pero nadie que lea este texto puede decir que extraña a la escritora.

Esta novela es la venganza de la escritora. Es el libro en el que saca todos los recursos que fue perfeccionando durante los años para despedazar su historia de vida. Es un libro de madurez, de madurez como persona pero sobre todo de madurez literaria. Un libro que Marina no podía escribir antes o no debería haber escrito antes, porque se hubiera apurado. Un libro que contiene la densidad insobornable del tiempo transcurrido, el largo duelo, el cambio de piel, las lecturas de todos estos años, la escritura de otros libros que no aparecen mencionados pero que prepararon a la autora que escribió este. Es un libro de llegada. Toda experiencia es una revelación tardía. En algun momento cuenta que cuando estaban en la comisaría se despersonalizó y empezó a ver lo que ocurría desde afuera, como la espectadora de una película. Quizás escribiendo este libro, muchos años después, pudo volver a verse desde adentro.

Por último, quisiera decir que Efectos personales pertenece a la estirpe de los libros sobre el dolor que son hermosos, con los que incluso nos podemos reír. Hay una escena en la que Marina y su hermana Paula se prueban la ropa de su madre y se ríen, juegan, la pasan bien. Hay algo de risa nerviosa en la escena pero es también una risa auténtica, pura, abierta. ¿No es asi este libro? ¿No es un texto juguetón y libre, un relato lleno de vida sobre la muerte? 

Hacia el final, ella le cuenta a sus hijos la verdadera historia, en sus detalles y sus opacidades, todo eso que antes no podían saber porque era muy chiquitos. Este libro entonces es también para ellos. La historia completa, en sus matices trágicos, en sus ribetes cómicos, en su crudeza intolerable. Los libros son siempre para los hijos, pero son también para los lectores. "Me interesan las personas", dice Marina. No hay tantos libros, como este, que se metan tan profundo en una persona y salgan a la superficie para contarlo.

     

 

 

 

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