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“No hay tal cosa como la identidad nacional”

Esteban Buch habla del ensayo O juremos con gloria morir. Una historia del Himno Nacional Argentino, de la Asamblea del Año XIII a Charly García: “El himno de Charly permite pensar a lo nacional, como decía Perlongher, por fuera del aparato milico-escolar”.

Por PZ. Foto: Anne Viguier.

esteban buch

Desde la larguísima versión original a la actual, desde la imposición militar-escolar hasta la “versión de Charly”, desde la pedagogía política hasta la explosión popular en los estados. Pensar en los significados y las apropiaciones de las que el Himno Nacional Argentino fue objeto a lo largo del tiempo permite pensar en la historia del país.

Por estos días se han cumplido 200 años de la creación del Himno y Eterna Cadencia Editora publica revisado y actualizado el clásico de Esteban Buch O juremos con gloria morir. En esta entrevista, Buch habla de este ensayo a la vez riguroso y exquisito, y de los dispositivos que se entran en juego para formar la siempre tan convulsionada identidad nacional.

 

¿Qué tiene que tener un himno para ser exitoso?

—Los himnos exitosos son tan diferentes que resulta difícil pensar en una fórmula estética. Pero, bueno: están los himnos hijos de La Marsellesa, que son más bien militares, que tienen que ver con saltos de cuarta y quinta, que evocan a bronces y a gestos de clausura triunfal; y están los que son hijos de God save the Queen, que van por el lado de lo contemplativo, lo introspectivo, lo religioso. Podríamos pensar que esas son las dos fórmulas fundamentales y de ahí viene la eficacia de unos y otros. El himno argentino es raro porque es de la familia de La Marsellesa, tanto por la letra en un contexto revolucionario como por la dimensión marcial, pero a la vez no tiene la regularidad de la marcha: no se puede marchar con el Himno. Cada cuatro compases hay que cambiar de paso.

En muchos partidos de fútbol las bandas lo tocan a ritmo de marcha.

—Sí: yo creo que es una especie de resultado de una carencia. Es extraño que el himno argentino haya sido tan eficaz en la medida en que tenía buenas razones de fracasar. Por ejemplo: su complejidad. Por ejemplo: lo largo que es. Por ejemplo: esa introducción interminable. Lo sorprendente es que haya funcionado. El himno argentino es fundamentalmente raro. No malo: raro. Yo diría, para contestar la pregunta, que la eficacia está dada por la eficacia de la operación política detrás. No digo que sea posible hacer una operación política con cualquier himno, sino que la condición primera es que si prende el dispositivo simbólico que corresponde a la incorporación del himno, el himno prende también.

En el libro aparece continuamente la pregunta sobre la identidad nacional. Una pregunta que no tiene respuesta.

—Creo que el punto de partida y de llegada de mi trabajo es que no hay tal cosa como la identidad nacional. Hay un escepticismo bastante radical con respecto a la esencia de lo nacional y a cómo funcionó durante dos siglos el dispositivo porque se creía que el himno era un símbolo original, que era una emanación de la esencia y no lo que permitía construirla. El recorrido del himno en sus flujos políticos termina mostrando que lo nacional es el lugar común en el sentido de lo que es común a todos. Es el lugar donde la gente se reconoce en la idea misma de nación. Lo que pasa con el himno es que atraviesa momentos donde eso está trabajado desde la represión, de la oclusión o simplemente desde la violencia. El momento en que empecé a trabajarlo me sentía muy escéptico.

¿Cómo ves los veinte años que pasaron entre esa primera edición y esta?

—Soy muy consciente del tiempo y por eso lo menciono en el prólogo. En todo caso, veo que la reedición está en sincro con una manera diferente de relacionarse con lo nacional respecto de mi experiencia al escribirlo. Yo veía una bandera y pensaba en los militares. Me parece que ahora la manera de relacionarse con lo nacional es mucho menos crispada, mucho menos conflictiva. No sé si es el kirchnerismo quien lo marca, pero es una manera menos conflictiva de relacionarse con lo nacional, corrido del aparato militar y en particular de la sonoridad militar.

La gloria es un mandato fuertísimo del himno, casi como una condena: o coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir.

—La palabra gloria estaba relativamente poco trabajada en el libro hasta que encontré un artículo brillante de un historiador joven argentino que se llama Rabinovich donde hace un análisis en términos de economía de la gloria. Él empieza su artículo citando una frase de Alberdi que en las Bases dice «La gloria es la plaga de la América del Sur». En el himno es central esa economía de la gloria: si fuera necesario vos nos das tu vida y te pagamos con gloria. La gloria es una moneda que te lleva a la inmortalidad metafísica o, en el mejor de los casos, al recuerdo de la gente. En ese sentido, los combatientes de Malvinas no son héroes en la medida en que no eligieron estar ahí pero sí corresponde a la figura del héroe el que estén en la memoria de la gente. Yo creo que hay que recordarlos. La figura de la gloria es efectivamente central, detrás de la imagen hay una raíz teológica, pero yo estoy más del lado de Alberdi.

¿Por qué la marcha peronista funciona tan bien y la marcha radical no?

—No lo sé. La marcha radical no funcionó nunca. No sé si habrá funcionado en los años veinte. Es indudable que si hay que hablar en términos de eficacia, la marcha peronista es tal vez el símbolo más eficaz de la música política argentina. Incluso más que el himno. Puedo aventurar algunas ideas sobre la eficacia, como por ejemplo que sea en modo menor, pero es difícil de explicar. En todo caso, no hay que olvidarse que la marcha, más allá de todas las polémicas sobre la autoría, fue idea de Oscar Ivanissevich, que, dentro de la cultura de ese momento, estaba en el ala derecha, más fascista, del peronismo. No digo que la marcha sea fascista, pero sin duda la centralidad del personaje del General dentro del canto viene de esa matriz. Es interesante analizar cómo la gente hizo de esa matriz un canto popular (más allá de las comillas que uno le quiera poner a popular) que funciona tanto por afuera de la estructura del peronismo como del aparato de coerción del Estado cuando se trata del Estado controlado por el peronismo.

¿Qué efectos tiene la apropiación del Himno por parte de Charly García?

—Todo el mundo puede cantar el himno en su casa, pero Charly García lo hace de un modo completamente público. Es la publicidad de esa reivindicación de lo privado lo que me parece interesante. Por eso el libro termina ahí: lo que vino después fue la oficialización como discurso generalizable, incluso a nivel del Estado. Me llamó la atención que Fito Páez apareciera como el operador en el momento de cantar el Himno en los festejos del Bicentenario. En torno al rock nacional se da una nueva manera de trabajar lo nacional, de vivir lo nacional, que tiene como prólogo el himno de Charly y permite pensar a lo nacional, como decía Perlongher, por fuera del aparato milico-escolar.

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