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“Somos profundas admiradoras de la literatura argentina”

Fuente: Sinembargo.mx

Fundada hace ocho años, la editorial mexicana Antílope aterriza en Argentina para participar de la Feria de Editores por primera vez y comenzar su distribución local con Big Sur. Inauguran este desembarco con un evento gratuito en la librería, hoy a las 19, con autoras como Mariana Enriquez y Margarita García Robayo.


Mientras celebran ocho años de trabajo editorial, quienes integran el sello independiente Antílope viajarán más de siete mil kilómetros para aterrizar en Buenos Aires por primera vez. Serán la segunda editorial mexicana en presentarse en la Feria de Editores y comenzarán, a la vez, su distribución local con Big Sur. Para anunciarse, dos de sus editoras presentarán su catálogo en la librería este lunes: Astrid López Méndez, autora de Frontera interior, y Jazmina Barrera, autora de Cuaderno de faros y Punto cruz, contarán de qué se trata el proyecto que sostienen en un ecosistema editorial independiente mucho más despoblado que el nacional. Con un catálogo en diálogo sostenido con nuestro país, son varias las autoras que estarán en la ciudad, como Mariana Enriquez, Ana Negri, la estadounidense Robin Myers o la colombiana Margarita García Robayo. 

“Ediciones Antílope es una editorial mexicana donde hacemos libros que nos gustaría leer”, dicen sus integrantes. El equipo completo cuenta también con Isabel Zapata (que presentará sus obras en ediciones argentinas por estos días: Maneras de desaparecer, Una ballena es un país e In vitro), César Tejeda (autor de Épica de bolsillo para un joven de clase media y Mi abuelo y el dictador) y Marina Azahua (autora de Retrato involuntario). “Pensamos que, en el mejor de los casos, la lectura involucra todos los sentidos y conjuga contenidos estimulantes con una experiencia estética y visual. En Antílope hay espacio para voces nuevas, antiguas, arriesgadas, traducidas y rescatadas”. 



  

¿Cómo nace Antílope? ¿Qué primeras escenas de la editorial pueden compartir? 

Antílope nació en conversaciones en restaurantes, sentados en una mesa frente a una alberca vacía, por la generosidad anónima y de amigos que nos apoyaron a publicar el primer libro —y luego todos los libros—, así como por la necedad de ver surgir poco a poco un catálogo con títulos que nos emocionan, los cuales queríamos —queremos— compartir con más lectores. Antílope nació de la idea de querer hacer y cuidar libros y eventualmente se volvió una forma de practicar la amistad también.  

¿A qué ecosistema editorial mexicano llegó Antílope? ¿Hay muchas editoriales como la de ustedes?  

Antílope llegó en un momento donde comenzaban a surgir otros proyectos editoriales, con los cuales compartíamos la necesidad de encontrar un espacio para trabajar la edición de libros en comunidad. Teníamos experiencia con otra generación de editoriales independientes —como Tumbona, Almadía o Sexto Piso— y su trabajo nos había entusiasmado por el oficio de sus editores, pero también por su dedicación con cada uno de los títulos. 

¿Cuáles fueron sus primeros libros? 

El primer libro fue una antología llamada Arbitraria, en ella hicimos una selección de 24 autores mexicanos, de poesía y ensayo, la cual ya muestra nuestro interés por encontrar voces de todo tipo, así como la forma de conjugar los textos con el papel, la tinta y el diseño adecuados. 

Luego apareció Los que regresan, de Javier Peñalosa, el cual inauguró nuestra colección de poesía, Alberca vacía, en la que también se encuentran escritores como Robin Myers, Alejandro Zambra, Maricela Guerrero, Elisa Díaz Castelo o, recientemente, la argentina Valeria Tentoni, con Emociones lentas. 

Por otro lado, en nuestra colección de narrativa, hemos publicado las primeras novelas de escritores mexicanos como Jorge Comensal, Leonardo Teja, Abril Castillo, Ana Negri o la brasileña Verónica Stigger. Y en la colección de ensayo y crónica, al mexicano Guillermo Espinosa Estrada, al peruano Daniel Alarcón, a la colombiana Margarita García Robayo o a la argentina Mariana Enriquez, con Alguien camina sobre tu tumba. Luego tenemos algunos libros que por sus cruces entre géneros han aparecido fuera de ellas, como el libro Ciudadana, de Claudia Rankine o la novela experimental 50 estados, del argentino Ezequiel Zaidenwerg. 

¿Cómo pensaron su catálogo? ¿Qué búsquedas y exploraciones representa? 

Esta es una pregunta difícil de responder porque se ha modificado con los años, aun así, la constante y la guía ha sido la lectura. Pese a las dificultades o a las crisis que se presentan, al estar frente a un manuscrito que nos entusiasma, trabajamos colectivamente hasta ver el libro en manos de los lectores. 

¿Qué balance pueden hacer después de todos estos años, cómo cambiaron las cosas para ustedes desde el inicio? 

A lo largo de los años nos hemos enfrentado a una multiplicidad de crisis de todo tipo, como las que enfrenta toda editorial. Pero en ocho años siempre hemos reiterado eso que tuvimos claro desde el inicio: sólo puede sostenerse la hechura de los libros, en este mundo cruel y capitalista, en comunidad. Si bien nos hemos esforzado por ser un equipo donde todes sepamos hacer todo, para así asegurarnos de que cuando alguien no pueda estar del todo presente (por la razón que sea, que se va a estudiar a otro lado, que está en crianza, que tiene una crisis de vida, que tiene una situación médica, que se quiere ir de vacaciones), otra persona pueda cumplir sus funciones. Esta filosofía de “todos saben hacer todo” tiene como base una postura de apoyo mutuo donde no exista el “fallar” y más bien el proyecto avanza sin la necesidad de “sacrificio”, algo tan común en una industria precarizada donde todo parece hacerse “por amor al arte”, en detrimento de nuestra salud física y mental. Al final del camino, casi todas las decisiones se toman entre todos. Sí, eso implica mucho tiempo y esfuerzo y atención y chats de WhatsApp con cientos de mensajes a veces, pero ha funcionado. Si bien cada una de las cinco personas que fundamos y actualmente seguimos siendo editores en Antílope, nos hemos especializado en las tareas mundanas: administración, distribución, contratos, publicidad; las tareas más deliciosas, como la edición, la relación con autores, el diseño, lo seguimos haciendo siempre entre todos y en comunidad, en alianza con colaboradores fundamentales. Las cosas han cambiado, sin duda, las frustraciones han sido muchas, pero las satisfacciones derivadas de cada libro han sido más. Este modelo, neciamente horizontal, que un poco diseñamos intuitivamente, es lo que nos ha hecho sobrevivir hasta ahora, así que no debe estar tan mal.  

¿Cómo pensaron sus portadas y al libro como objeto? 

Siempre nos ha interesado que cada libro tenga su propia personalidad, y las portadas son una herramienta esencial para lograrlo. Desde el día uno nos hemos concentrado mucho en la materialidad y diseño del libro en general, pues pensamos que, lejos de ser meros adornos, son aspectos que acompañan al texto y dialogan con él. Esto ha traído resultados interesantes, claro, porque cada libro termina siendo su propio universo, y mientras que algunas cosas han fluido muy bien, otras han representado desafíos. ¡Pero al final también eso es parte de la historia del libro! 





¿Por qué Antílope, por qué ese animal? 

Es una historia rara, porque nuestro logo no es exactamente un antílope. Es más bien un lebrílope, un animal mítico norteamericano mezcla de liebre y antílope. Lo tomamos porque teníamos la inquietud de desafiar las fronteras entre géneros, de publicar libros que fueran únicos, extraños y fascinantes como un lebrílope. El problema vino después, cuando le empezamos a contar a nuestras amigas y amigos del nombre y nadie parecía retenerlo en su memoria. Eso nos pareció mala señal, de modo que decidimos dejar mejor Antílope (además, por ahí nos dijeron que convenía un nombre con A). Pero el logo sigue siendo un lebrílope, como guiño a nuestro origen. 

Es notable que sea una editorial hecha por escritores, ¿qué pueden decirnos de esto? ¿Cómo se lleva la labor editorial con su labor de escritura? 

Son dos labores distintas pero complementarias. Escribir conlleva cierta dosis de soledad. Incluso cuando acompañas tu escritura con otras voces, cuando la compartes y la tallereas con personas en las que confías, las decisiones últimas terminan por recaer en ti. En cambio hacer libros, como lo entendemos en Antílope, es un proceso colectivo, donde las decisiones se sopesan y se someten a votación, donde todas opinamos y actuamos en conjunto. Los éxitos se comparten y las equivocaciones también. Ser escritoras nos ha hecho —ojalá— mejores editoras, porque conocemos de primera mano las preocupaciones de los autores, entendemos su perspectiva y sus necesidades. Ser editoras nos ha hecho —ojalá de nuevo— escritoras más pacientes y agradecidas, que conciben mejor  las posibilidades materiales de un libro y el alcance de su existencia más allá de los caracteres, así como las carencias y dificultades de la industria.   

Se hará un evento hoy en la librería con gran número de autoras del sello que viven acá; siendo una editorial mexicana, tienen gran diálogo con Argentina, ¿qué pueden contarnos de esto? 

En Antílope somos profundas admiradoras de la literatura argentina. Creemos que muchos de los libros más arriesgados, emocionantes y hermosos se han escrito en suelo argentino. Y quienes hemos estado ahí sabemos que eso tiene que ver con un ecosistema literario lleno de vida, entusiasmo y creatividad, con gremios solidarios, que dialogan entre sí, y con una idea muy extendida de que la lectura no es el privilegio de unos pocos, sino de muchos. No es casualidad que, aunque sólo hemos publicado a dos autoras argentinas hasta el momento (ojalá vengan muchas más), al menos otras tres viven en Buenos Aires. A nosotras también se nos antoja muchas veces vivir ahí.  

Será la primera vez que lleguen a la FED; ¿qué expectativas tienen y qué pueden contarnos de las ferias editoriales en México? 

Nos han contado demasiadas cosas maravillosas sobre la FED. Pareciera un unicornio en el panorama de las ferias del libro en el mundo. Nuestro entusiasmo por participar en ella deriva de factores bastante concretos: el espíritu de construir cercanía con editores que se dedican a la hechura concreta, real y material de los libros; la igualdad en la distribución de espacios de exposición; incluso que haya una campaña de donación de sangre dentro de la feria; la facilidad de comunicación con el equipo organizador… todo ello nos parecen señales magníficas de que aprenderemos muchas cosas al asistir a la FED. Esos aprendizajes esperamos llevarlos de vuelta a México, donde las ferias son muy abundantes y diversas, pero no siempre logran el objetivo de construir comunidad alrededor del libro. Nos entusiasma, además, poder conocer a editores argentinos y visitar todas las librerías que se pueda en tan pocos días, lo cual significa que, seguramente y como sucede en las mejores de las situaciones viajeras, tendremos que volver.  


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