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Literatura infantil y juvenil

"Munari es un ejemplo de curiosidad sin fronteras"

Sebastián Rey y el universo del maestro italiano

"Munari decía que cualquier persona puede complejizar algo, lo más difícil es simplificar, hacer que algo sea más potente con menos elementos": conversamos con el músico y tallerista Sebastián Rey, quien oficia de guía para explorar el mundo del italiano, hacedor de libros infantiles pero también de revolucionarias investigaciones matéricas y de diseño alrededor del objeto libro.

Por Valeria Tentoni.

 

¿Quién es Bruno Munari? Nacido en Milan hacia 1907 y fallecido en 1998, fue diseñador, poeta, escultor, pedagogo y autor de libros infantiles y ensayos. En las librerías argentinas solemos conocerlo principalmente gracias a los maravillosos libros que Niño Editor rescató conservando las ilustraciones y el formato originales: Nunca contentos, Historias de tres pajaritos, El vendedor de animales o El ilusionista amarillo participan de una serie muy revolucionaria para la época, en la que Munari aprovechó estrategias con respecto a los materiales para entregar con enorme potencia un puñado de historias simples y breves. Los libros, todavía hoy, se destacan en las mesas de libros para las infancias. 

Y es que, desde la década del 30, Munari trabajó incansablemente vinculando el arte gráfico, el arte cinético, el diseño industrial y la producción literaria, según explica Sebastián Rey, a cargo del taller "Máquinas inútiles" que navega toda la obra de este maestro. 

"En su juventud formó parte del movimiento Futurista
junto a Marinetti y otros, inventando la Máquina Aérea (Macchina Aérea, 1930), el primer "móvil" de la historia del arte, y las "Máquinas Inútiles" (Macchine inutili, 1933)", agrega, y apunta en esta cronología que a finales de la década de 1940 Munari fundó además el Movimiento de Arte Concreta. Rey, su ferviente lector, sale en nuestro auxilio para ayudarnos a rastrear otras obras de Munari -algo necesario ya que además, calcula el músico, menos del diez por ciento de sus textos han sido editados en español.   

Son más de 40 los libros que publicó en vida, y no únicamente para el público infantil. Las maquinas de Munari, En la noche oscura, Libros ilegibles, En la niebla de Milán, por ejemplo, están entre estos. 

"Cuando lo conocí entré en resonancia enseguida. Me resultaba muy inspiradora la manera de Munari, siempre jugando, siempre buscando desde una lógica muy sencilla sacar el mayor provecho posible, y siempre con humor. Munari me contagia un querer hacer", dice Rey. Él es músico, parte de bandas como Tasi o Los Besos, donde es bajista desde hace una década. Además coordina talleres de experimentación sonora y, tal como adelantamos, por estos días repite su taller llamado "Máquinas inútiles".

Le enviamos algunas preguntas, en la esperanza de que pueda oficiar como guía para atravesar el abundante universo Munari. 

 

 

¿Conociste a Munari por intermedio de sus libros para chicos? ¿Fue esa tu entrada a su universo?

En realidad, el primer contacto que tuve con la obra de Munari fue a través de mi hermana Malena, quien en un viaje a Italia me trajo de regalo un libro que se llama Los laboratorios táctiles, en italiano. Forma parte de una serie de libros que tiene que ver con la pata de Munari para las infancias pero no como creador de libros de literatura infantil, sino más bien con los laboratorios que él empieza a dar para niños y niñas, junto con algunos colaboradores y colaboradoras. El libro es del 85, pero el primer laboratorio táctil que ellos hacen es en el 77 o 78: Munari había hecho una muestra de arte visual, y al lado había un espacio para hacer talleres con niñas y niños. En ese libro muy cortito hace un elogio del tactilismo, de la posibilidad de conocer al mundo a través del tacto. Un poco lo dice es que a veces en la escuela o en el jardín se acude a los medios pictóricos demasiado rápido, y se deja de lado este continente del tacto, que es como los niños más pequeños conocen el mundo. Me impactó muchísimo, me dio un montón de ideas para mis clases. Quedé fascinado y lo traduje: tiene muy poco texto, hice una edición pirata virtual y se lo pasé a mis amigos. Y a partir de ahí empecé a rastrearlo, y a cada persona que viajaba a Europa le pedía que me trajera alguno. Fui a una librería amiga, El gato escaldado, a ver qué más había de Munari. Todavía no habían salido los de Niño Editor, la serie del 45, pero sí me encontré con un libro chiquito de Aique, las versiones de Caperucita. Ese fue el primer acercamiento.

¿Y por dónde seguiste leyéndolo?

Después empecé a fanatizarme y a conseguir más libros, y llegar a los libros de teoría, sobre todo los de diseño, que se usan bastante en la FADU. Cómo nacen los objetos y Diseño y comunicación visual, que eran los que se conseguían en su momento. En el último tiempo entraron algunas ediciones españolas de Gili Editora.  

Estos libros para las infancias también participan de este universo táctil, ¿no? Tienen esos troquelados, aberturas, cortes. A la vez son muy simples.

Los libros de la serie del 45 sí, tienen un montón de decisiones desde ese lado: el grosor del papel, por ejemplo, que es casi una cartulina. O el pop up, que es muy simple pero muy sorpresivo como recurso narrativo. Para mí es muy interesante armar una línea entre sus investigaciones como diseñador industrial, de lo cual trabajaba, y sus libros. Sus investigaciones matéricas son una constante en toda su obra literaria. Hay un trabajo hermoso que hace desde el 49 hasta sus últimos días que son "los libros ilegibles": una investigación que hace preguntándose si el libro, más allá del texto, como objeto, puede comunicar algo. Y en tal caso, qué. Durante 50 años Munari hizo libros sin texto que den mensajes táctiles, visuales, de rugosidad, de transparencia. Se pasó mucho tiempo laburando sobre el formato libro sin usar palabras. Esa investigación, al incluir el texto, genera otro nivel de significancia, como con En la niebla de MilánEn la noche oscura. Hay agujeros en las hojas, papel vegetal o un papel muy rugoso al final. En las editoriales rebotaba porque era un libro con muy poco texto. Son muy simples sus ideas literarias, y hacen contraste con toda la data visual, y ahí se arman unos libros hermosos. Munari decía que cualquier persona puede complejizar algo, lo más difícil es simplificar, hacer que algo sea más potente con menos elementos.

¿Cómo fue su vínculo con Calder? 

Viene de una obra de Munari, que son unos móviles que se llaman "Máquinas inútiles". Son muy simples, hechos con materiales casi descartables, como cartón o hilo de coser. En la época, año 33, estaba el Novecento italiano, súper heroico, el elogio a la fuerza y a la virilidad, y de pronto caía Munari con estas cositas. No se lo tomaban muy en serio. Y él un poco lo que dice es que cuando el régimen fascista deja entrar al arte de afuera, entra Calder y todos se fascinan. Munari dice que Calder es un escultor de árboles, y que en cambio las "Máquinas inútiles" tienen otra lógica, que tiene que ver con la armonía entre sus partes y los giros. Hace un poco el chiste diciendo que siempre que alguien sea extranjero le van a dar más pelota, y que además si son muy caras sus obras también lo van a considerar mejor que a alguien que hace sus obras y las regala. Dice que él y Calder estaban juntos para proponer un pasaje de los medios artísticos de las dos o tres dimensiones a una cuarta dimensión, que es la del tiempo: estos móviles, al girar, lo hacen en una temporalidad.

¿Por qué te parece importante volver a buscarlo a Munari?  

Es muy importante rescatar a Munari. Me resulta raro que no se lo conozca tanto, quizás la gente que más lo conoce es la que estudió diseño. Su obra literaria no está tan divulgada, ni su trabajo como artista total. Por un lado, se contrapone a la hiperespecialización que existe en esta fase del capitalismo: era diseñador, arquitecto, artista visual, daba clases, hacía libros... Era tal su búsqueda que no se cerraba a una sola disciplina, y ahí hay algo muy interesante para pensarnos como artistas. Salir de una disciplina y entrar en otra permite una gran circulación de información para componer y para pensar. Munari es un ejemplo de curiosidad sin fronteras. Si bien es un autor viejo, por decirlo de algún modo, creo que habiendo atravesado el futuro del cual hablaban los futuristas y dándonos cuenta de que ese futuro no solucionó nada, y habiendo todos estos medios digitales en las manos de las infancias, el hecho de volver a lo artesanal, a la naturaleza, de tener otro tiempo, me parece algo importante de transmitir. También el hecho de poder construir algo con las propias manos, vuelve la idea de que uno puede hacer un libro o un fanzine. Que un padre les pueda hacer libros a sus hijos, por ejemplo. Eso es increíble.

¿Pensás editar el libro que tradujiste?

Por ahora no está editado. Aunque me encantaría editarlo. Quedó por ahora en el disco rígido y lo comparto como material de estudio.

¿Por qué creés que una imaginación tan abundante y exploradora como la de Munari usó el libro como soporte y vehículo de sus ideas?

Yo lo pienso al libro como a una teconología, entendiendo por tecnología a una extensión de nuestro cuerpo. Y me parece que Munari como diseñador se la pasó inventando tecnologías, y creo que en el libro encontró una que le sedujo y a la que le vio muchas posibilidades. A la vez era un terreno no muy explorado: cuando inicia la serie de libros ilegibles, dice que se propone investigar al libro, si el libro podía comunicar más allá del texto, y cuando va a recoger datos dice que nadie nunca se había hecho esa pregunta. Se da cuenta de que el libro casi siempre sale en una tinta, con los mismos papeles, que nadie pensaba en los espacios en blanco. Algo que después empezó a pasar. Munari piensa al libro como objeto comunicante. Y descubre que tiene un montón de cosas para decir ahí.

 

 

 

 

  

 

 

 

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